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martes, 12 de julio de 2016

La niñera +18 (Parte 1)

La niñera Parte 1



El trabajo últimamente es algo que no me sobra, es más, casi debo suplicar y colgar carteles por toda la ciudad para poder tener algo de empleo, y es así como comienza mi historia.

Como cada mañana salgo a colocar distintos carteles de se "Ofrece niñera para cuidar niños de cualquier edad. Educada, responsable y con dotes infantiles. Seriedad." con mi número de teléfono. Espero con vaga esperanza que un día suene mi móvil para que me llamen de algún sitio, pero parece que últimamente los niños se cuidan solos, y eso que es época de verano y con las vacaciones los niños requieren estar más en casa.

A mi edad debo complementar mis estudios con algún empleo, de otro modo pagarme los gastos de mi carrera me va a ser muy pero que muy, complicado.

Como cada mañana me levanto, es sábado y el calor que empieza a hacer a las 8 de la mañana previene un día de verano tormentoso, así que me propongo irme a la playa y pasar el día allí. A pesar de ser temprano me gusta tener todo organizado antes de tiempo. Sin embargo, cuando estoy preparando mi bolsa con la toalla, el bronceador y algunos suministros para comer allí suena mi teléfono. Sorprendida por la hora que es miro la pantalla y veo un número desconocido, pero al 3º tono lo cojo para salir de dudas.

  • -          ¿Sí? ... Claro. Sí. Podría sí. Me parece perfecto, puedo ir y entrevistarme y si le interesa estoy libre. Claro en un rato estoy allí, gracias. Buenos días.


Parte de mi estómago se encoge de emoción ante el nuevo trabajo. El cual consiste en cuidar de un niño de unos 7 años que está de vacaciones. Al parecer sus padres se han mudado por trabajo de imprevisto y la niñera que tenía pensada no ha podido venir con ellos. Justamente puse cerca del aeropuerto, en la pequeña galería de locales que hay, varios carteles con la misma intención. Así si venían extranjeros podrían ver mi demanda de empleo.
Y funcionó.

Me visto con un peto vaquero cómodo de pantalón corto, camiseta de tirantes deportiva, me pongo las zapatillas de deporte y cojo mi bolso. Donde además llevo una carpeta pequeña con algunas referencias de otras casas donde he trabajado cuidando niños.

Tras darle la dirección al taxista en cuestión de unos 10 minutos llegamos. Frente a mí una casa elegante y grande me espera. Rodeada de un amplio jardín me hace sospechar que esta familia no escatima en dinero o detalle alguno.
Llamo al timbre que hay junto a la puerta de madera de cerezo y me abre una mujer de poco más 40 años. Rubia, muy guapa y elegante que me sonríe de oreja a oreja mostrando mucha simpatía.

-          Hola, soy Lucía, la chica del cartel. La niñera.
-          Hola. Muchas gracias por venir tan rápido, por favor, pasa.

Después de agradecerle tan amable bienvenida y sentarme en un sillón enorme y muy cómodo frente a ella, me tiende una taza de té, después de explicarle que no me gusta el café.
Le doy la carpeta que llevo conmigo en la que están mis referencias y parece convencida, aún así, me hace varias preguntas y mientras estoy contestando un niño baja a toda prisa por la escalera y casi se cae de boca. Pero mis reflejos y mi experiencia cuidando niños desde mi adolescencia me hace ser rápida y poder llegar para cogerlo antes de caer.


  • -          ¡Que te caes! Debes tener más cuidado.
  • -          Que reflejos... pero si casi has volado. - Me dice su madre mientras se ríe y coge al niño de la mano. - Contratada sin duda. Entre esta actuación en directo y tus referencias, más tus respuestas creo que puedo confiar en ti.
  • -          Desde luego señora.
  • -          Veamos... déjame explicarte todo sobre el pequeño, los horarios de comida, alimentación y tus horarios aquí. Serían todos los días salvo un día a la semana, preferiblemente nos gustaría que fueras interna durante todo el mes de Julio que es lo que durará nuestro tiempo aquí.
  • -          ¿Todos los días?
  • -          Sí. Sé que es un poco extremista pero mi marido y yo trabajamos toda la semana salvo el Domingo que yo libro. Llegamos tarde, y sólo tenemos un par de horas libres. Nos han trasladado aquí por la empresa de mi marido en la que yo trabajo en otro departamento, él está casado con su trabajo más que conmigo.
  • -          Entiendo.
  • -          Necesito saber la respuesta hoy, ahora de hecho. Hemos venido de imprevisto como te comenté. Déjame decirte que, si aceptas, tienes toda libertad para comida y uso de la piscina. Soy consciente de que cuidarás bien de mi hijo y estarás atenta a él.



La idea del trabajo me gustaba, sería un mes con un sueldo más que generoso por los requisitos que pedía, pero el hecho de estar toda la semana clausurada en una casa con un niño no es que me hiciera mucha gracia, por mucho que quisiera a los críos. Por otro lado, podría disfrutar de paz, tranquilidad, y piscina, al menos mientras el pequeño me dejara. Y podría llevarme mis estudios ahí y repasarlos cuando tuviera tiempo libre en casa. Prácticamente estaría sola todo el día con el niño así que acepté.

La madre, muy agradecida, me dio varias hojas y puso otras tantas en la nevera pegadas con un imán con distintos números de teléfono para emergencias o dudas, recalcándome en varias ocasiones que no tuviera reparos en llamarla si ocurría o necesitaba algo yo o el niño. De su marido no me volvió a mencionar nada más, y el crío cuando se quedaba a solas conmigo apenas mencionaba a su padre, así que saqué mis propias conclusiones adentrándome en que sería un gañán imbécil que prefería a su trabajo antes que a su propia familia. Me dio rabia y me cayó mal en el momento. Pensé en ese pobre niño creciendo sin su padre cerca y de mano en mano con las niñeras y su madre. Digamos que mi forma de empatizar con los infantes era cosa de mi infancia, quizás por eso siempre he querido ser profesora de guardería y mi tiempo libre era en un trabajo así, cuidando niños, que era lo que más me llenaba.

Pasaban los primeros días en los que Tomy y yo jugábamos, pasábamos el rato y se iba acostumbrando cada vez más a mí. Supongo que de tanto variar el chico al final se acostumbraba a tener que estar con distintas personas. Nuestros días de juegos en la piscina o viendo las agotables pelis de dibujos estaban haciendo que me ganara al niño cada día más y su madre, al verlo, estaba más que contenta conmigo. Del padre seguía sin saber nada, cuando llegaba por la noche yo estaba en la habitación y sólo escuchaba sus pasos y su voz. No le había visto aún tras una semana allí viviendo. Es más, no sabía ni como era ya que en la casa no había foto alguna, lo cual me parecía de por si algo raro, pero como se habían mudado tan poco tiempo quizás se la habían prestado o algo. A saber.


Todas las mañanas antes de la hora de comer me iba un rato con el niño al jardín trasero, a disfrutar de la piscina. Aquella mañana mientras puse al niño allí a pintar y mientras veía una película, yo lo observaba por la ventana de la cocina preparando la comida. Sólo llevaba una camiseta abierta por los laterales de los muslos y pegada al cuerpo por culpa del bikini mojado, pero como estaba sola en casa mi aspecto no importaba mucho.

Cuando fui a la despensa por los ingredientes del plato para el niño y para mí, casi me da un infarto al ver a un hombre de pie, con semblante muy serio y trajeado, de negro, mirándome fijamente sin decir nada, justo al lado de la puerta.
Me quedé un momento muda, al no saber quién era y cómo reaccionar... al poco caí en que sería el padre de Tomy. Pero mi sorpresa fue muy grande, no me lo esperaba para nada así. Mediría a ojo más de 1,80, cuerpo fuerte y marcado incluso bajo el traje, moreno con alguna ligera cana y atractivo, muy atractivo y que pasaría levemente los 40 años, al igual que su mujer.

  • -          Hola. Soy Lucía la niñera de Tomy, usted es su padre, ¿no?
  • -          ¿Quién si no iba a entrar con llave aquí? - En lo de que era gilipollas comprobé que no me equivoqué.
  • -          Claro. Pensaba que sólo venía por la noche, ¿Quiere que le prepare algo?


No sé si me helé por el frío airecillo que me daba en la ropa mojada o por la mirada que me echó de arriba abajo analizando mis pintas y sin responder.

  • -          Perdone las pintas es que no sabía que vendría alguien y estaba con Tomy en la piscina.
  • -          ¿Ha dejado a mi hijo solo?
  • -          Sí, pero le observo desde la ventana y he hecho control de daños.


Le indiqué que se asomara por la ventana y viera al niño en la mesa del jardín pintando mientras en la tele estaba la película que a ratos lo embobaba.
  • -          No le pasará nada, con esos dibujos no quiere ni moverse de la silla y además está entretenido pintando. Lo que menos le interesa ahora es el agua.


El tío seguía sin emitir palabra, no me extrañaba que el chaval apenas mencionase a su padre, ¿Cómo? Si no hablaba...
Seguí con lo mío haciendo la comida para Tomy y para mí, preguntando nuevamente a su padre si quería comer algo, a lo que me respondió con un dudoso NO. Se sentó en la silla de la mesa de la cocina y a ratos miraba hacía la ventana, buscando la mirada de su hijo y en parte pensé que quizás he sido demasiado dura con él.
Entre tanto, en otros momentos lo pillaba observándome y la expresión de su cara mostraba nerviosismo, enfado, como si solamente mi presencia lo estuviese molestando. ¡Bendito gilipollas!

Me di cuenta que tenía un maletín cuando lo vi sacar papeles, y me pregunté en que trabajaba. Por supuesto no intercambiamos referencias del uno al otro y eso que yo era la que estaba a cargo de la vida de su hijo.

Cuando acabé la pasta con la salsa de tomate me apoyé en la encimera y asomándome a la ventana de encima del fregadero llamé al niño.

  • -          Tomy, ve terminando cielo, que se enfrían los muñequitos del plato. - Hice su pasta favorita, según me dejó su madre escrito, la cual era en formas de muñequitos para entrar más por el ojo al niño.


Sentí un escalofrío cuando noté un cuerpo duro presionando el mío contra la encima y mirando hacia abajo, vi a cada lado una mano, y en una de ellas una alianza. Tragué saliva y supliqué que no fuese lo que creía que era. Porque estas cosas no tendrían que pasarme a mí y eran un sinsentido, pero al mirar despacio sobre mi hombro vi que el hombre me miraba fijamente y tenía la boca muy cerca de mí. Tragué saliva otra vez, nerviosa, y sin poder decir una palabra esperé hasta que habló, sólo para escuchar un "He cambiado de idea, quiero comer."



Continuara en la parte 2.

1 comentario:

  1. Sí, claro, quier comer... ¿pero qué exactamente? MUAJAJAJA. Consigues con éste relato que la historia te atrape y quieras lanzarte a la 2ª sin demora, ¡bien hecho!

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