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miércoles, 13 de julio de 2016

La niñera +18 Parte 2

La niñera Parte 2


Bloqueada esperaba que esto fuera una broma de mi mente, una mala pasada, pero no, era totalmente cierto lo que estaba viviendo. Sin embargo, todo era una broma de mal gusto por su parte, ya que se quitó y se sentó en la mesa a esperar que le pusiera de comer, todo esto sin dejar de mirarme.
Temblorosa y sin saber aún que decir cogí y empecé a servir los platos. Entró el pequeño Tomy y corriendo se lanzó a los brazos de su padre cuando lo vio.

  • -          ¿Dónde estabas campeón? - Su padre cambió totalmente su semblante para tratar a su hijo, lo cual me sorprendió.
  • -          Pintando, Lucía me hizo unos dibujos y me gusta colorear.
  • -          ¿Te gusta Lucía? - Preguntó mientras clavaba sus ojos en mí y yo tragué saliva despacio.
  • -          Sí. Es muy buena conmigo, además siempre quiere jugar y me hace las comidas que me gustan y que mamá le dijo. No es como Susi, ella era una bruja.
  • -          Vaya, así que le gusta jugar y hacer comidas. Creo que también me va a gustar a mí. Y coincidimos con lo de Susi – Le sacudió el pelo mientras lo levantó de sus rodillas para que se sentara en su asiento. - Lucía parece más interesante.


Quizás mi mente sucia o asustadiza veía énfasis sexual o malvado en todo lo que decía, pensé mientras ponía su plato a Tomy y otro al señor. Me di la vuelta para coger mi plato y escuché un cubierto caer.

  • -          Se me ha caído el tenedor, ¿Puedes acercármelo, Lucía? Por favor.
  • -          Claro.


Me agaché, pero no fui consciente en que mi ropa era muy corta y como siempre soy más bien poco cuidadosa me agaché dejando a la vista mi culo en bikini. Algo muy inocente y simple que me hizo ponerme del color rojo del bañador.

  • -          Tome. - Saqué otro cubierto limpio del cajón y eché el del suelo en el fregadero. - Hay pasta de animalitos con salsa de tomate, el plato favorito de su hijo. ¿Quiere que le haga otra cosa?
  • -          Preferiría otra cosa, sí. Pero esto estará bien. Siéntese.


Me senté y puse la servilleta al pequeño para que no se ensuciara, llené su vaso de refresco y vi como comía sin descanso la pasta que tanto le gustaba. Por su parte, el padre estaba mirándome removiendo el tenedor en el plato y yo, comiendo despacio y nerviosa, me sentía observada todo el rato.

Tenía un tic nervioso en la pierna, me costaba tragar y más de una vez estuve tentada de dejar de comer. No sé por qué, pero tenerlo ahí me estaba poniendo de los nervios. El niño ajeno a todo comía sin mirar a algo que no fuese su plato.

Sentí un escalofrió, me helé por dentro cuando noté la palma de la mano en el muslo.

  • -          ¿Estás bien, Lucía?
  • -          Sí. Es que soy un poco nerviosa.
  • -          Tranquila mujer, que te va a dar algo.


Quitó su mano y me quedé más calmada empezando a comer e intentando olvidar la presencia de al lado. Pero nada, cualquier descuido me volvía a poner tensa y me preguntaba por qué.
Es cierto que soy vergonzosa con los hombres, pero esto estaba a otro nivel ya. Con 23 años me estaba comportando como una de 14.

Cuando el niño acabó de comer y retiré todos los platos le mandé a que se lavara los dientes, sorprendiéndome que el padre no dijera nada en todo momento y que me dejara a mí el control sobre su hijo, aún estando él ahí.

Me quedé a solas con él, y me puse a fregar los platos sintiendo en todo momento la mirada clavada en mi espalda. Escuché como se levantaba y aliviada suspiré, pensando que por fin se iría y ese momento incómodo sería finalizado, pero... no fue así.

Me acarició el culo y me puse recta sin saber qué decir o hacer. Sólo podía notar en ese momento su mano subiendo y bajando por mi muslo hasta tocar mi culo, manoseándolo y apretándolo, sin decir una sola palabra. No sé en qué momento se me cayó un plato al suelo y me agaché a recogerlo, quitándome así de sus manos. Se agachó conmigo, frente a frente, y me ayudó a recoger los trozos de porcelana del suelo.

  • -          Ya lo limpio yo. No hace falta que usted...
  • -          No tengo nada mejor que hacer.


Y me ayudó. Sin volver a tocarme una sola vez, pero dejándome durante los tres días siguientes pensando una y otra vez en sus manos tocándome, en sus palabras susurrándome, hablándome de esa manera, con ese cambio de actitud tan radical... y no dejaba de pensar en él. Porque a una parte de mí le atraía ese hombre imbécil.

Como cada día, exceptuando aquella vez, él llegaba tarde a casa, por la noche, y casi nunca le veía, es más, raramente podía dar la casualidad de que lo escuchara.

Sin embargo, esa noche aún era temprano, acababa de acostar Tomy y me fui al salón a leer un rato mientras venía su madre, que era la que solía llegar pronto. Antes de tumbarme en el salón, me fui a dar una ducha, y me puse mi pijama de pantalón corto y camiseta de tirantes, que era lo más cómodo del mundo. Me tumbé en el sofá y con mi libro en las piernas me puse a leer mientras adoptaba distintas posturas por comodidad. Soy un culo inquieto cuando estoy entretenida con algo.

Me quedé dormida casi sin darme cuenta, con las piernas en lo alto del sillón casi del revés, y el libro en la cara tapándome la boca.
Estaba reventada del día que llevaba y el cansancio acumulado, ya que este niño, como todos los demás, tenía energía infinita.

No sé el tiempo que pasé así, dormida y espatarrada, pero me empecé a despertar cuando noté que me tocaban. Medio en sueños sentía unas manos acariciándome la pierna, subiendo despacio, metiéndose por el minúsculo pantalón de tela que apenas me cubría medio muslo.

Entreabrí los ojos y cuando vi la figura que había delante mía y comprobé que no era un sueño los abrí de par en par. Incorporándome en el sillón y sentándome, agarrándome las rodillas y poniéndome en una esquina con una distancia a él.
  • -          ¿Qué hace?
  • -          ¿Y tú? ¿No deberías cuidar de mi hijo? ¿Qué haces dormida y espatarrada en mi sillón?
  • -          Su hijo está acostado ya, me quedé dormida mientras leía... lo siento.
  • -          Mi mujer no vendrá hoy. - Dijo mientras se aflojaba un poco la corbata. - Le ha salido un vuelo de última hora y no ha podido venir ni a recoger sus cosas.
  • -          Ya me extrañaba que aún no hubiera venido. - Me levanté del sillón. - Yo mejor me voy a la cama, estoy muy cansada y ya que no viene su mujer... en fin, buenas noches.
  • -          Atiendes a mi mujer y a mi hijo, ¿y a mí no? - Se incorporó y avanzó despacio hacía a mí. - Se suponía que eras una buena asistenta.
  • -          Soy niñera, no asistenta. Pero... ¿Necesita algo? - Pregunté intentando terminar con eso porque la situación me estaba incomodando y poniendo a partes iguales.
  • -          Sí, sí que lo necesito.
  • -          ¿Qué...?


No me dejó terminar la pregunta por qué me agarró por la cintura y me pegó contra la pared, presionando su cuerpo con el mío y agarrándome las muñecas por encima de la cabeza.

  • -          ¿Qué se cree que hace?, suélteme.
  • -          Me preguntabas si necesitaba algo. - me subió la camiseta con la mano que tenía libre. - Y necesito esto.
  • -          ¿Pero está loco o qué le pasa? - Me revolvía, aunque siendo sincera la situación me estaba poniendo cachonda y me estaba casi dejando. - Soy la niñera de su hijo, está casado y me saca el doble de años.
  • -          No exageres. Además, mi matrimonio está muy claro lo que es, mi mujer lo sabe, al igual que sabía que poniéndote aquí iba a tentarme, por eso lo haría. Le gusta sacarme de quicio.
  • -          Que me suelte o grito, y bajará su hijo y... - No sé en qué momento se quitó el cinturón y me lo puso en la boca.


Claro que al soltarme las manos intenté revolverme, sin embargo, sabía apañárselas bien por que consiguió inmovilizarme con la corbata las muñecas y amordazarme con la correa.
Me llevó al sillón y me sentó, poniéndose encima mía de rodillas y subiéndome la camiseta hasta dejarme los pechos al aire. Me sentía avergonzada, expuesta, y muy inferior en esta situación en la que podría hacer conmigo lo que quisiera. Y todos esos pensamientos me encendieron, dejando que mi entrepierna se humedeciera y excitándome al ver su sonrisa al darse cuenta.

Cuando comprobó que yo aceptaba lo que me quería ofrecer se levantó, me cogió y me echó al hombro y me llevó hasta mi habitación, echando el pestillo de la puerta antes de soltarme en la cama, donde me quitó el cinturón de la boca y me besó.

A estas alturas yo ya había dejado de rechazar sus manos y, es más, las ansiaba. Pero aún seguía con las manos atadas y eso me gustaba, la imposibilidad de moverme me excitaba.
Se puso frente a mí y se desabrochó uno a uno los botones de la camisa, sin dejar de clavar sus ojos en los míos, sin dejar de sonreír de manera lasciva. Vi cómo se desprendía de ella y la dejaba caer al suelo, siguiéndole el pantalón y quedándose sólo con los calzoncillos.

Se acercó a mí, levante las caderas cuando puso sus manos en ellas y me bajó el pantalón dejándome en braguitas. La camiseta, subida hasta la cabeza me la pasó por detrás para no tener que quitármela.
Me besó, me lamía el cuello mientras con una mano agarraba un pecho y pellizcaba el pezón y con la otra acariciaba mi muslo llevando su mano a mi entrepierna, pasándola por mis bragas empapadas.

Dejé escapar pequeños gemidos y suspiros que callaba con su boca, sin dejar de tocarme todo el cuerpo, repasando cada rincón, apretujaba mi culo y estoy segura que de tanta fuerza como ejercía me saldría un moratón.
Podía notar su erección en mi vientre, clavándose dura como si me fuera a atravesar con ella. Y la sensación me encantaba, me excitaba, me hacía ansiar sentirle entre mis piernas. Que cómo si lo hubiese leído en mi mente abrió, y se colocó entre ellas descendiendo desde mi cuello con la lengua hasta abajo, hasta mi zona más íntima.

  • -          Caliente, húmeda, excitada... joven – Dijo tras hundir su cara en mi sexo y pegar ligeros bocados a través de la tela. - Quiero follarte hasta cansarme, jovencita.


Sus palabras sucias, su interés en mí, su supuesta experiencia y sus manos me estaban haciendo perder la noción del tiempo y todo tipo de coherencia mental. Me era imposible pensar o razonar, suponer si eso estaba bien o mal, aunque supiera que era incorrecto ahora sólo quería dejarme llevar. No podía negarme.

Con mis piernas abracé su cuello, pegándole más a mí y soltó, pegado a mi carne, una risita que pude oír desde el éxtasis en el que me encontraba.
Sus dientes agarraron la cintura de mis bragas y ayudándose con las manos las deslizó por mis piernas dejándome completamente desnuda frente a él.

Se pasó la lengua por los labios, como quien se saborea antes de un buen plato, y agarrándome por los muslos me abrió para hundir su cara en mi sexo, dejando su lengua libre en él y lamiendo, succionando, e introduciendo dos dedos en mi interior. Sus labios me rozaban y con la punta de su lengua me daba toquecitos en el clítoris que me hacían estremecerme, deseando que este placer no terminase nunca.

Se incorporó y lamiendo mis pechos, mordisqueando el pezón y sobándolos con una mano, sentía como la otra seguía en mi coño, entrando y saliendo de él, haciéndome temblar y llevándome al límite donde estaba a punto de reventar. Me mordía el labio, cerraba los ojos y me arqueaba dejándome llevar en esas sensaciones que estaba llevando mi cuerpo hasta el segundo círculo del infierno, a la misma lujuria.

Y que manejo tenía, porque no sólo metía y sacaba dos dedos de mí, sino que con el pulgar me estimulaba el clítoris despertando un orgasmo que sólo pudo callar poniendo su mano en mi boca y susurrándome "Shhh callate o nos interrumpirán y no podré follarte como quiero", lo cual no hizo más que intensificar el orgasmo.

Respirando con dificultad por aquella sensación y por tener la boca tapada, podía sentir como mi cara ardía, como me encontraba tan vulnerable y como la situación me encantaba.
Se puso de pie a mi lado y se quitó los calzoncillos, liberando su erección y dejándome anonadada. Colocándose encima de mí sobre mi pecho, sin echar el peso, la colocó en medio de mis pechos y juntándolos empezó a masturbase con ellos, indicándome que sacara la lengua y la acercara a su miembro.

No sé por qué hice caso, quizás porque en ese momento no pienso y sólo actuó por mis instintos más primarios. Pero no me arrepiento de esto. Es más, me gustaría seguir haciéndolo.
Cada vez se movía más rápido, acercándola más a mi boca. Podía notar como él se mojaba y como le excitaba la escena de ver mis tetas folladas por él.
Pero se levantó, y rozó la erección por mis labios, como si quisiera marcarme cada zona de una misma vez.

Acto seguido cogió su pantalón del suelo, sacó un condón del bolsillo y se lo colocó, poniéndose entre mis piernas y abriéndome lo más que podía para penetrarme, no sin antes pasar su miembro por mi sexo e impregnándose de la humedad que yo albergaba, masturbándose con él.
Se colocó en mi entrada y empujó lentamente hacía mi interior, sin dejar de mirar cómo entraba en mí, cómo su polla se iba perdiendo en mi sexo. Empezó un movimiento lento, sin perder detalle con sus ojos de aquello, y conforme iba aumentando el ritmo dejó caer la cabeza hacía atrás y suspiraba de puro placer, clavando sus manos en mis muslos para atraerlos hasta a él con cada embestida.

Sus dedos se hundían en mi carne, al igual que su erección, que podía sentir dura en mi interior, abriéndome cada vez más para él con cada penetración que me daba, cada vez más y más profunda, haciendo que yo empezara ya a soltar quejidos y ruidos sin control alguno y que no se podían ni entender.

Aceleró el ritmo de sus embestidas, paró en seco, me dio la vuelta y colocándome a cuatro patas me siguió follando de manera más fuerte. Ahora podía sentir sus manos en mi cintura clavándose cada vez más en mí, notando como me penetraba hasta el fondo, sintiendo casi, su miembro en mis entrañas. A su vez, me estimulaba el clítoris con una mano que bajó hasta él, sujetando mi cadera con la otra.

No perdía ocasión de tocarme el culo, y cuando su mano abandonaba mi cintura me agarraba de los cachetes y me los pellizcaba, me azotaba suavemente y me sujetaba con firmeza penetrándome cada vez más rápido, hasta que sentí como su cuerpo se tensaba dentro de mí y se corría, notando a través del condón como su semen caliente se liberaba en él. Yo me dejé llevar nuevamente con él, sintiendo mi cuerpo temblar, cayéndome sin poder evitarlo sobre la cama cuando él salió de mí.

No hubo palabras, explicaciones ni ningún tipo de interacción más. Simplemente se vistió y antes de salir me dijo sin darse la vuelta "Quiero contratarte para más de un mes. Me gusta saber que mi hijo está en buenas manos y con una buena chica".

Y se fue dejándome un montón de dudas rondando en mi cabeza. Entre ellas ¿Cómo pude hacer eso? ¿Cómo pude disfrutarlo? Y sobre todo... ¿Volvería a repetirse?

Fin...o no.


1 comentario:

  1. Joder, el principio ralla la violación, jajajaja.

    El relato muy bien narrado, muy excitante y morboso por lo indebido de la relación ^^

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