Empujo,
abrazo y beso
Hace unos años monté una copisteria
con una amiga, Susana. Yo tenía en mente una heladeria, así que un
día entre sus planes y los míos decidimos hacer un local de copas.
Algo mono, atrevido y sobretodo con música de cualquier época.
Había muy buen rollo y llevabamos
varios años con los proveedores, desde nuestros inicios. De hecho
pedimos que si era posible siempre nos mandasen los mismos
repartidores si estaban disponibles, ya que Susana era muy paranoica
y enseguida entraba en psicosis. La última vez que vino un
repartidor nuevo de refrescos, que estaba suplandando al habitual,
tuve que salir del almacen en pleno brote de ella. Casi le faltaba la
peluca y cuchillo en mano para parecer Norman Bates.Todo por que le
sonrió un poco más de la cuenta y le pidió su número de teléfono.
Por suerte, Raúl, que era su encargado
y nos conocía desde los inicios entendió lo que le expliqué. Lo
adorné un poco, claro, y le puse enfermedades que no tenía,
también, pero todo fue por una buena causa. No perder el proveedor
habitual por que luego buscar uno me lo encasquetaba a mi y no tenía
tiempo ni de rascarme un sabañón.
Susana tenía sus cosas, era muy
peculiar, un poco loca, alegre, simpática... siempre tenía una
sonrisa amable para nuestros clientes y eso era muy agradecido en
nuestro tarro de propinas. Además, éramos las únicas mujeres del
local y teníamos un par de camareros que siempre iban y venían con
otros.
Cabe decir que nos costó mucho
arrancar en un bar de la noche siendo dos mujeres que de la nada
decidieron hacer un negocio, solas, sin ayuda de nadie. Y es que la
hostelería nocturna con mujeres al cargo sigue siendo a veces un
tema tabú y mal interpretado.
Nuestro local era muy "dinámico",
no sabría encontrar otra palabra. Además ofrecíamos sesión de
baile a lo "Bar Coyote". Éramos buenas bailarinas y
nuestro público casi siempre solía ser de hombres. Nunca pensamos
en contratar otras mujeres por que, aquí entre nos, yo sabía los
problemas que podría acarrear. De hecho una de nuestras normas era
no dejarse tocar por los clientes. Y dudo mucho que eso lo respetasen
todas siempre.
Nuestro lema "Noches de
desenfreno, mañanas de ibuprofeno" era muy común en nuestro
día a día. Aquella mañana me levante con un tambor tocando el paso
de semana santa en mi cabeza. Juro por todos los santos habidos y por
haber que quise cortarme la cabeza poniéndola en el borde de la
ventana. Me acosté a las 6 de la mañana con una japuana del quince.
La ronda de chupitos con José se me fue de las manos y esta vez no
controle mucho que digamos y acabé siendo llevaba a casa por Susana,
con la cual también compartía casa. Parecíamos siamesas.
- Joder, Raquel... que asco das. - Me dijo cuando me vio por la mañana a las 11 salir de la habitación.
- Yo también te quiero. Con todo mi alma. - Refunfuñé llevándome las manos a la frente y apretándome la cabeza mientras engurruñía los ojos. - Me quiero morir.
- A quién se le ocurre bebérselos de verdad, so loca. - Se fue al mueble de la cocina y sacó un tarro de pastillas. - Sabes que si no lo echamos tenemos que tragar más de lo que podemos soportar.
- Eso ha sonado a porno del guarro.
- Dios. - Me pasó un vaso de zumo de naranja. - Estás enferma. Tienes que ser una adicta al porno de esas.
Ambas opinabamos igual de la otra, pero
por diferentes motivos. Ella estaba enferma de la cabeza, con su
psicosis crónica no diagnosticada.
Me volví a meter en la cama y me dormí
hasta las 5 de la tarde, cuando me levanté estaba algo mejor, pero
el run run de mi cabeza seguía dando fuerte, así que a las 8 de la
tarde cuando me fui para el local a ir preparando la apertura, me
tomé un par de pastillas para el dolor de cabeza y me llevé otras
en el bolso, por si acaso.
Un rato despues de abrir, y dejar la
persiana aún medio echada, llego Fran y Alberto, los camareros. Ya
teníamos la cristalería en orden de fila, todo preparado, todo
limpio y colocado. Algo que habría dejado Tere por la mañana, la
única mujer que permitimos como personal del bar, la limpiadora que
contratamos. Trabajamos toda la noche, llegamos reventadas y lo
último que nos apetece es limpiar ese circo por la mañana.
La noche se acercaba, la persiana se
subía y una nueva clientela y habituales llegaban al SusRa Ugly, que
así se llamaba nuestro local. La música se escuchaba desde la
esquina de la calle y ya retumbaba media manzana con ella.
Miré el reloj y habían pasado ya unas
horas, las 23, hora punta allí.Todo estaba hasta arriba, pronto
empezaríamos el baile nocturno.
Llegó José, se sentó en la barra en
su sitio de siempre y se pidió un Jack Daniels con hielo.
- Te veo mala cara. - Cogió el vaso que le puse. - ¿Mala noche?
- Estupenda. Cuando quieras repetimos.
- Raquel, no empieces. - Gritó Susana a través del burullo haciéndome un gesto con la mano. - Que luego tengo que ir al fisio por tu culpa.
- Bah. - Chasqueé la lengua.
- No te piques, chica.
Eso me llegó al alma. Mi ego tenía
una mecha muy corta y se encendió. Cogí dos vacos de chupitos, una
botella de vodka y la puse sobre la barra.
- Si te empeñas. - dijo José cogiendo su chupito. - Salud.
- Salud. - Pensé en nuestra treta para beber más, pero me parecía muy ruín. Beber el chupito y darle un buche a una botella donde, al contrario de beber más, lo echabamos.
Cada una teníamos una eh, a ver que
pensamos. Era nuestra botella especial. Los clientes a veces nos
invitaban a copas que sencillamente no podíamos rechazar y no
podíamos con tanto alcohol.
Bebí uno, dos, tres y el cuarto ya me
estaba sentando regulinchi.
Las 23:30, la hora del show. Nos
subimos a la barra y empezó a sonar Huggin ¬ kissin de Big Black
Delta cuando entro por la puerta alguien que llamó mi atención.
Alguien que había visto dos noches atrás, alguien que me hacía
fijarme más de la cuenta en detalles tan insignificantes como un
piercing en la ceja. ¿Desde cuando me importaban a mi los piercing
de alguien?
Se puso en primera fila cuando Susana y
yo empezamos a bailar juntas. Espalda con espalda nos moviamos
lentamente agarrando nuestras manos y pasandolas por el cuerpo de la
otra. Claramente en un acto de provocación y de insinuación
lesbica.
Bajé de la barra, me acerqué a él y
algo me impulsó a bailar casi pegándome a su cuerpo. Cerré los
ojos, subí las manos y las bajaba lentamente por mi cuerpo,
acariciándome de arriba abajo como si no hubiera nadie más, bajando
la cremallera de mi camisa lentamente hasta dejar entreveer un
sujetador de encaje negro. Me di la vuelta, pegué mi culo a él y me
agaché, subiendo lentamente mientras me acariciaba el pelo, moviendo
la cabeza en un golpe de melena. Volví a bajar, restregándome
cuanto pude con él. Sonrió, sonreí. La chispa brotó.
No me quitaba ojo cuando empezó a
sonar Capsize, del mismo grupo que el anterior. Sus manos se
aferraron a mis caderas y me apretó contra él. Susana se dio cuenta
y leí en sus labios un "Eh", pero la frené. Este era mi
momento.
Se hizo un corrillo a nuestro alrededor
y entre miradas de gente yo seguía bailando, al ritmo de la
penetrante música, esas notas que me llegaban tan al fondo que me
cortaba la respiración. Puse la mano en su pecho y la deslicé hasta
abajo, sin llegar a su paquete, que empezaba a notarse. Me agarró la
muñeca y me puso las manos en su cuello, me sujetó del culo y me
pegó contra él. Se movía en semicírculos mientras trazaba la
melodía psicodelica, restregándonos, casi follándonos con la
mirada y con el cuerpo en un baile de lo más provocativo.
Me aparté empujándolo cuando la
canción acabó, fui a la barra a beberme un chupito de los que tenía
con José cuando lo sentí en mi espalda. Me tocó, le aparté. Le
ignore, golpe de melena y me fui dentro de la barra para servir antes
de volver al show. Estaba sonando Betamax, cuando se acercó a
mi a través de la barra, me cogió del brazo y me gritó en el oído
que le pusiera un Larios solo, con hielo.
Cogí el vaso, eché los cubitos casi
en el aire y lo puse frente a él, me di la vuelta para alcanzar la
ginebra, sintiéndome observada, y cuando me di la vuelta lo pillé
mirándome. Le serví el alcohol entre varios malabares innecesarios
y me hice la tonta atendiendo a otros.
Ahí estuvo un rato hasta que
desapareció tras cobrarle Fran. Aquella noche perdí ante la ronda
de chupitos legalmente y acabé por pillar mi botella de los buches.
El se fue tan ancho a eso de las 2 con unos 10 chupitos como si nada
y yo me quede ahí, triunfante por fuera, dolida por dentro. Si bebía
más con el alcohol de mi cuerpo y la calor ardería en el acto.
La gente empezaba a irse, eran las 4
cuando el local empezaba a quedarse vacío, siempre quedaban un par
de tocapelotas que nos hacían cerrar más tarde de la cuenta. Los
camareros se fueron, quedábamos yo y Susana. Sonaba RCVR cuando
estaba sentada en la barra haciendo unas cuentas para cuadrar las
nóminas de ese mes de los camareros y escuché la puerta abrirse.
"Esta cerrado" Grité. Vi a Susana salir de la barra
y sentarse a mi lado "Pero mira quién es", me giré.
Era el chico con el que había bailado.
- Estamos cerrando, lo siento. - Me giré otra vez a lo que estaba haciendo. - Vuelve mañana a la hora habitual.
- He venido a verte a ti. - La chupa de cuero negra, la camisa oliva debajo abierta dejaba ver una camiseta de Metallica, todo esto con unos vaqueros raídos y desgastados.
- ¿Perdón? - Me giré bruscamente como si no hubiera oído bien. - Tu dirás.
- Puedes bajar la música y – Miró a Susana que miraba la escena atónita. - ¿podría ser a solas?
- No. - dijo ella automáticamente.
- ¡Susana! - Me quejé. - déjanos.
- Estoy en el almacén, si necesitas algo avisa.
Debo reconocer que me daba un morbazo
brutal, tan desaliñado, tan macarra, tan misterioso... ¿qué
querría de mi? ¿Por qué volvía? Era evidente, pero era tan poco
habitual como imposible, que no lo pensé. Estas cosas no me pasan a
mi.
- Llevo días observándote. - dijo sentándose a mi lado, y hablando en susurros.
- ¿Y? la gente nos observa, es nuestro trabajo, distraer a los clientes es parte del número que ofrece este local.
- Creo que no me entiendes. - Me apartó el pelo de la cara y puso esa misma mano en el muslo. - O es que no quieres percatarte de ello.
- No te confundas. - Mentí como una bellaca. - Es parte del número.
- Se leer. - Apuntó con el dedo el cartel de "no se permite tocar a las camareras". ¿Por qué me has dejado?
- Yo que sé. Me vine arriba por el momento.
- ¿Sabes? - Sacó su móvil y puso la canción de Huggin & kissin. - Adoro esta canción.
- Ya, y yo. - Se acercó más a mi.
- ¿Podríamos quedarnos a solas en el local? - Preguntó en mi boca.
- No. - Respondí tajante.
- No te haré daño.
- Nadie me dice a mi que no seas un loco psicópata.
En ese momento salió Susana del
almacén con cara de pocos amigos, brazos en jarras y dispuesta a
darnos un espectáculo de brote psicótico ahí mismo.
- Ya vale Susana, no pasa nada. Vete a casa, más tarde iré yo.
Tras muchos peros, advertencias,
amenazas de muerte, y posibles maneras de morir bajo las manos de ese
tío, se fue y nos dejó a solas.
- ¿Ahora qué?
Se relamió los labios, se levantó de
la silla y con un gesto con la mano y la cabeza preguntó si podía
entrar en la barra e ir hacía el equipo de música. Asentí. Vi que
sacaba su móvil y lo conecto mediante el cable que siempre dejaba
Susana puesto, seleccionó su lista de Spotify y sonó Make It Wit
Chu, de Queens Of The Stone Age. Este
tío tenía mi jodido gusto musical. ¿De dónde coño había
salido?. Se puso delante de mi, de pie, mientras yo me mantenía
sentada y me acercó la mano a la cara. Me cogió la mandíbula "¿Qué
tienes? Desde que te vi no dejo de escuchar en bucle estas canciones
que me hacen pensar en ti".
Durante un momento todo eso me excitó, me atrajo, me elevó el ego y
me halagó a niveles desorbitados. Pero cuando lo pensé después en
frío... joder, sonaba al puto psicópata que describía siempre
Susana. La cual era una feminista un pelín extremista.
- ¿Cómo te llamas? - Preguntó acariciando mi cara.
- Raquel. - Respondí hipnotizada por la música y su mirada, su tacto.
- Me escucharás decir tu nombre cuando te folle.
Quieto
parao. ¿Cómo que cuando me folle?. ¿De donde saca este señor....?
sentí su mano por mi cuello, apartando el pelo, deslizándose por mi
clavícula, tirando con un dedo de la cremallera de la camisa que
empezaba a ceder. Yo no podía moverme, sólo sentir un cosquilleo y
tragar saliva mirando el rumbo de su dedo y sus manos... entonces la
música acabó, para empezar nuestra canción. Huggin and
kissin, desde aquella noche fue
nuestra canción.
Yo
llevaba una cantidad considerable de alcohol encima, me era fácil
dejarme llevar. Sus manos sabían que teclas tocar para que yo
cediera fácilmente. Acercó su boca a la mía, olía a ginebra, me
besó, la amargura del alcohol me recorrió toda la lengua. Puso sus
manos en mi cintura y me levantó, dejándome sentada en la barra y
tirando todos los papeles que había en ella. (Sí, como en las
películas).
Me
abrió la camisa y dejó mi sujetador de encaje a la vista, estiró
el brazo y cogió la cubitera que aún tenía unos cuantos cubitos
bailando entre el agua de los que se derretían, la subió a la barra
y cogio uno, lo puso en su boca y se subió encima de mi, colocándose
entre mis piernas.
Con el
hielo en su boca lo fue deslizando por mi boca, lentamente, por mi
cuello, mientras con sus manos desabrochaba mi pantalón y abría la
cinturilla.
Me
arqueé y me quitó la camisa y el sujetador. Mis tetas se quedaron
libres y metió su cara entre ellas. ¿Por qué pensar? Me dejé
llevar. No sería ni la primera ni la última persona que folla con
un desconocido.
El
hielo se deshizo, pero cogio otro, esta vez pintó como en un lienzo,
con el, como decía la canción "Todo en un lienzo". La
calor de mi cuerpo, el subidón de alcohol, iban evaporando ese
cubito que ahora deslizaba entre mis tetas y descendía con él por
mi vientre, dejándolo sobre mi ombligo. Cogió otro, y lo llevó en
sus labios hasta mis pezones, haciendo pequeños círculos con el
hielo en ellos, poniéndolos fríos y duros como piedras. Podría
tallar cristales con ellos.
Giré
la cabeza y a través del cristal que estaban tras las botellas podía
ver la escena del erotísmo puro. El sobre mi, que se acababa de
quitar la parte de arriba, sin nada en ella, deslizando un hielo mas
por mi cuerpo, hasta que llegó a la parte baja de mi vientre y lo
dejo ahí.
Agarró
con los dientes el filo del pantalón y tiró con sus manos y con
ellos hacía abajo. Despojándome de la ropa me dejó en bragas, unas
minúsculas bragas de encaje negro que me quitó con su boca y
deslizó por mis piernas hasta dejarlas colgando de uno de mis
tobillos.
Subió
con sus manos por mis piernas, pasando la lengua desde abajo arriba
mientras la música de fondo seguía sonando. Todo era muy
embriagador, la melodía, la letra, el deseo, el calor, la
excitación, el morbo de que alguien llamase y entrase... se detuvo
en mis muslos y mordiéndome la parte interna de ellos me cogió mi
sexo con la boca. Agarré su cabeza, le miré, y me apreté contra
él. Subió lamiendo el hielo derretido hasta dejarme sin una gota de
agua en el camino. Se detuvo en mis pezones, los que lamía, y daba
toquecitos con la punta de la lengua, lo pillaba entre sus dientes y
tiraba. Una descarga eléctrica me recorría entera y me hacía
estremecerme.
Lo
abracé con mis piernas por la cintura, le tiré del pantalón
desabrochando el botón y le incité a que lo bajara. Me incorporé y
lo tumbé yo a él al otro lado de la barra. Le bajé los boxer
pegando mi cara a su erección y al sacarla me rozó la boca. Cerró
los ojos y echó la cabeza hacía atrás. Gimió, suspiró, me agarró
de los pelos y me miró fijamente un momento antes de volver a
cerrarlos.
Lamí,
de abajo arriba, haciendo círculos con mi lengua en la punta de su
polla, volvía a bajar, me la rozaba por los labios, metía en mi
boca sólo la punta hasta que sin aviso me la metí entera, hasta la
garganta y movió sus caderas, clavándomela más. Volví a sacarla,
la acaricié con la mano y la boca y me puse sobre él, a horcajadas.
Apoyé mi mano en su pecho y me senté sobre su erección, la que
cogí con la mano y me la metí despacio sin dejar de mirarle,
mordiéndome el labio. Me agarró una cadera con la mano, con la otra
un pecho, apretando tanto que casi me dolía.
Mi
carne se abría para él, lentamente, sólo meti un poco, la volví a
sacar, rozándome la entrada con su punta, volvía a meterla,
sacarla, sin llegar a introducirla entera, hasta que necesité más,
me la puse en la entrada y me senté sobre ella de una vez,
metiéndola hasta el fondo.
Abrí
la boca, gemí, empeze a moverme de arriba a abajo, primero despacio,
luego más deprisa, hasta que me tuvo que agarrar los pechos por que
sentía que con el movimiento se me iban. No podía aguantar mi
ritmo, necesitaba llevar el control así que me agarró por las
caderas y dándome embestidas desde abajo me penetró duramente.
Sacando y metiendo cada vez mas bruto, mas duro, mas desesperado.
Clavé
las uñas en su pecho, y la otra mano la llevé a mi sexo. Me
estremcí al tocarme, empecé a hacer movimientos rápidos, en
círculos, mientras él me penetraba, estaba apunto, un poco más,
mas fuerte, más rápido, así... "Dios, no pares "
dije abriendo la boca y gimiendo sin control, "tenía
tantas ganas de follarte que no me cansaría nunca de verte así,
derretida en placer". Susurró
mientras la música cambiaba y ya no era consciente ni de lo que
sonaba, sólo de que estabamos follando como posesos. "Me
voy a correr" aventuré a
decir. "Hazlo. Correte para mi, Raquel, pero mirame
cuando lo hagas, quiero ser consciente del placer que te estoy
dando". Y esas palabras me
catapultaron al orgasmo en cuestión de segundos. Me estremecí,
disminuí el ritmo y me contraje con su polla en mi interior,
clavando las uñas en su pecho y haciendo un pequeño arañazo que
sangraba.
Sentí
como me movía sobre él, acelerando las embestidas hasta que salió
de mi y empezó a masturbarse con mi propio sexo. Poco después se
corrió, clavándome los dedos en la piel y notando como el semen nos
caía a los dos, denso, cálido, pegajoso... así nos quedamos.
Mirándonos fijamente mientras la música llegaba a su fin y yo no
sabía ni su nombre.
Qué rápido cambió su discurso de no contratar mujeres para evitar roces y tocamientos y va ella y se lanza a eso ahí en todo el meollo jajajajaja.
ResponderEliminarMuy tórrido el encuentro, genial narración ^^