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sábado, 6 de agosto de 2022

Turnos nocturnos +18

 

Turnos nocturnos



Tengo el mejor trabajo del mundo, con el mejor horario, un buen sueldo, se me hace ameno... podría decirse que es el trabajo de mis sueños. Soy limpiadora nocturna en un centro de salud, apasionante ¿eh?.


Puede parecer una locura, pero disfruto de él, siempre hay alguna anécdota que contar y no hay turno en el que no suceda algo. Es como una gran caja de bombones cada día, no sabes lo que te va a tocar cuando entras por la puerta.


Entre el que va por que una ola le ha dado en el hombro, al que le ha entrado agua en un oído o el que pisó un clavo al sacar la basura, escucho cada cosa digna de mil maneras de hacer el ridículo. También destaco aquel día cuando vino una mujer adulta más o menos de mi edad, diciendo que se estaba desangrando por un arañazo que tenía en una pierna, y que la única cura fue cristalmina con una gasa.


¿Veis por qué es apasionante? Cada día te encuentras una historia nueva, si yo te contara...


Como digo mi horario es nocturno, y es el mejor turno posible porque, si nos dejan (como diría la canción) el silencio reina en todo el centro y voy a mi puta bola sin encontrarme con nadie.


Cuando entré me confundían con otra limpiadora, pero poco a poco he ido labrándome una reputación propia y ahora soy la limpiadora ochentera desde que me escucharon cantar Take on me en el estar de los médicos yo sola a pleno pulmón. Eso pensaba yo, que estaba sola. Otro día iba subiendo las escaleras cuando se me apagó el auricular y a las 3 de la mañana sonaba a toda leche ACDC y el conductor de la ambulancia casi sufre una embolia.


Mis noches se basan en Rock y metal de los ochenta y podcasts de crímenes, así, para amenizar la velada. Todo esto cuando no me coge algún celador por banda y me persigue detrás de mi súper carrito de limpieza para charlar.


Pero ahí estaba yo en el comedor cenando en silencio mirando el móvil y hablando con un amigo que trabaja en nocturnidad. Acabé y me fui andando despacio mirando el móvil escuchando back in black cuando me da por abrir la puerta a la vez que el conductor de ambulancia, sufriendo ambos un microinfarto.


  • Pero... joder, que puto susto.

  • Ay dios, que casi me da algo. - Conseguí decir recuperándome del sobresalto.

  • Susto el que me he llevado yo.

  • Y yo también, que no te oído con la música.


Y ahí quedó la cosa tras unos segundos en silencio mirándonos con respiración agitada.


Estaba de muy buen ver, y siempre que nos cruzábamos era bastante amable conmigo, salvo cuando le ocasionaba algún susto que solía ser un poco arisco.


Pasaron algunos días, en los que yo seguí mi jornada tan normal y habitual, y cuando terminaba por la mañana si algún día tenía que irme a otro sitio de empalme, aprovechaba para ducharme ahí, cosa que realmente detesto. La puerta principal del vestuario femenino no tiene pestillo, y se abre con facilidad con una racha de aire, aunque no era muy común una racha de viento en pleno Agosto a 37 grados de temperatura. Pero sucedió, como la ley de murphy que si algo puede pasar, créeme que por más que lo intentes evitar, ocurrirá.


La puerta se abrió cuando salía con la minúscula toalla y me vio empapada intentando taparme lo máximo posible.


  • Esta vez el susto te lo has llevado sólo tú. - Me soltó con una sonrisa socarrón.

  • ¿Es que te gusta lo que ves? - Intenté pincharle.

  • Algo así...


Me acerqué a la puerta tras ponerme las chanclas y me paré en el umbral, miré a mi derecha para ver si venía alguien y al ver que no puse la mano en su pecho y le empujé.


  • Fuera, mirón. - Y le aparté levemente y cerré la puerta siendo su sonrisa lo último que vi.


Coincidimos algunas varias veces, cuando yo subía y bajaba escaleras limpiando, o al almacén, o cuando había aviso de ambulancia que se llegaba a las consultas a decírselo a su equipo y yo estaba en ese momento limpiando o cambiando papeleras.


Siempre me saludaba con un gesto de cabeza y una sonrisa de medio lado que me ponía muy tensa y me había sonreír como una autentica gilipollas que había dormido con una percha en la boca.


Pese a saber él que YO estaba ahí, y que yo sabía que el TAMBIÉN lo estaba, eran varios los sustos que nos llevábamos mutuamente. Por que lo último que esperas de noche en un ambulatorio en silencio, es una persona de pie parada como si fuera la niña de la curva, y yo era muy sigilosa. Metal gear me había enseñado bien.


Un día me encontraba mal y pedí a la doctora de urgencias que me pinchase algo para el dolor que tenía y así poder seguir trabajando hasta mi hora de irme.

Como no había nadie, cuando pasé a enfermería no cerré la puerta, y me bajé un poco de más el pantalón para que la enfermera tuviera vía libre.


Estaba de lado, con el pantalón bajado y medio cachete del culo al aire libre apoyada en la encimera de la habitación, por que juro por mi vida que no me podía poner recta, cuando entró de sopetón y me quedé fija mirándolo y él no apartaba los ojos de mi culo.


  • Ahora di que te he asustado yo. - Dije sin pensarlo mucho.

  • ¿Estás malita?

  • Sí, cosas de mujeres.


La enfermera pinchó y yo lancé un quejido de ¡Ay! Que sacó una sonrisa al conductor. Que ahora que lo pensaba, no sabía aún ni como se llamaba. Salieron para un aviso a las 3 de la mañana y yo seguí limpiando cuando sentí el alivio del diclofenaco por mi cuerpo.


No sé en que momento llegaron, porque no los escuché, pero pensaba que estaba sola antes de irme y me cambié en el vestuario con la puerta entre abierta mientras tenía la música tan alta que vibraban los auriculares.



Iba mirando el móvil mientras bajaba las escaleras y resonaba el manojo de llaves que llevaba colgado del cinturón. Tintineaban a cada paso que daba y entre eso y que iba escuchando una gilipollez de instagram, no me di cuenta de que ahí abajo había alguien más.

Acaba de llegar de un aviso, la noche había sido intensa tras cuatro horas yendo y viniendo del centro por solicitudes de ambulancia, quería pillar la cama un rato, aunque fuera esa áspera y dura tan poco cómoda que hay ahí.


Antes quería ir al baño porque me meaba como un crío. Así que tuve que pasar por delante del vestuario femenino y vi la luz. Como no escuchaba nada por lo que me sonaba en el móvil no sabía si es que había alguien o que se había activado la luz por sensor desde hacía un rato. A veces pasaba y tardaba en apagarse, y es algo que me jodía porque si dejaba la puerta de la habitación abierta la luz me daba por culo.


Miré de reojo y ahí la vi, de espaldas a la puerta, se le veía completamente ajena a que hubiera alguien mirándola cambiarse. Estaba en bragas y que se estaba desabrochando el sujetador. Miré el reloj. Pronto era la hora de irse para ella.

Sabía que no estaba bien, pero por alguna razón no podía dejar de mirarla. Era blanca de piel y de un pelo negro que saltaba al contraste. Pequeñita, sí, pero tenía cosas que resaltaban bastante. Se agarró las bragas y se las bajó, agachándose y dándome visión en primer plano de su culo en pompa. Joder... Me estaba poniendo cachondo perdido y no pude evitar tragar saliva y cortar el sonido del móvil para centrarme solamente en ella.


Se puso de lado y estiró el brazo para coger la toalla de su taquilla y vi sus tetas bambolear en libertad. Madre mía. Podía sentir como lo que tenía entre mis piernas me daba un toque de atención para que me apretase con la mano ante la necesidad de otra cosa. Mi polla reclamaba a gritos ese cuerpo y a partir de ahora no iba a poder mirarla de otra forma más normal.




Salí de la ducha envuelta en la toalla y me estruje el pelo. Me sequé y me vestí para salir, aquella mañana no me tocaría acostarme hasta pasadas unas horas y necesitaba despejarme. Lo bueno es que tendría unos días de descanso hasta que volviese a mi turno habitual.


Dediqué mis días libres a descansar, ver y leer, y llegó el día de volver a la rutina del trabajo.

Aquella noche estaba sentada en el baño mirando el móvil y se me apagó la luz que se controlaba por sensor, moví los brazos energicamente y se volvió a encender. Salí, me lavé las manos y estuve un rato de pie apuntando el parte de lo que había hecho e iba a seguir haciendo. Cuando abandoné el vestuario y fui a abrir la puerta, nos chocamos de frente el conductor y yo. Se llevó la mano al pecho resoplando, miraba al techo sonriendo y lamiéndose los labios incluso soltó un “ostia puta”.


  • Tú otra vez.

  • Sí, es que trabajo aquí, igual que tú. - Le dije intentando volver a respirar con normalidad. - Tenemos que dejar de encontrarnos así, no puede ser bueno para nuestra salud cardiovascular.

  • Lo bueno es que estamos en un sitio donde nos atenderían rápido y con prioridad.

  • Eso sí. - Me reí. - Me he chocado varias veces contigo ya, podría decirte incluso los lunares que tienes en la cara y el cuello de tan de cerca como te visto, pero aún no se tu nombre.

  • Jorge.

  • Yo me llamo...

  • Abigail.

  • Sí. - Respondí confundida. - No recuerdo habértelo dicho.

  • Vi tu teléfono apuntado en recepción para las urgencias.


Me quedé sin saber que decir y un silencio incómodo se vio roto por el celador.


  • Aquí estás. - Se acercó hasta nosotros. - te he intentado llamar al móvil.

  • Es que aquí la cobertura...

  • Ya, lo imaginé. Hay que limpiar la 4 y la 2, han venido dos positivos.

  • Voy. - Pasé por el lado de Jorge. - Hasta luego.


Estuve limpiando un buen rato hasta que acabé, me fui a la máquina de café y me saqué uno. Fui a por hielo al comedor y me lo tomé tranquila mirando el móvil oyendo un podcast de crímenes.


Cuando salí, me lo crucé de lleno nuevamente y el sobresalto nos lo llevamos. Otra vez.


  • ¡Joder...! - Exclamé y apreté el auricular para pararlo.

  • ¡Me cago en la puta! - Resopló - ¿Es que no me has oído?


Y se señaló el manojo de llaves que tenía colgado del cinturón. Aunque yo no pude mirar sólo ahí, debo confesar.


  • Si es que estoy con la radio puesta y no te he oído.

  • Un cascabel te voy a colocar, para saber por donde andas.

  • Mientras sólo sea eso lo que me pongas al cuello. - Se la tiré.

  • Se me ocurre alguna que otra cosa más.

  • ¿Cómo qué? - Su móvil sonó.

  • Tengo que cogerlo.


Le hice un gesto con la mano y me fui a por el carrito que lo tenía en el ascensor, fui al cuarto de limpieza y me puse a reponer todo lo que faltaba, por supuesto con mis auriculares puestos para distraerme y que no me comiera el silencio de la noche. Escuchar algo me hacía sentirme acompañada, aunque no era la compañía más ideal que hablasen de un asesino suelto.


Me agaché para el estante inferior del carro y sentí como se chocaba alguien conmigo. Sí, lo has adivinado.


  • Luego dirás que te asusto yo. - Me puse de pie con un rollo de bolsas de basura en cada mano.

  • Estás siempre en medio, como el jueves.

  • Pero si te has chocado tú por ir mirando eso. - Señalé el móvil.

  • Mea culpa. - Y lo guardó en el bolsillo. - Ya mismo te vas a casa.

  • Sí, la noche se está haciendo un poco larga con tanta gente viniendo, no puedo fregar tranquila urgencias.

  • A mí aun me queda un par de horas más que a ti.

  • Mira el lado bueno, no te cruzarás conmigo en dos horas y tu corazón estará a salvo.

  • En eso llevas razón.


Y se fue escaleras arriba mientras yo terminaba con lo que estaba haciendo.


Al día siguiente no le vi, supongo que libraba, solíamos tener muchas noches en común pero alguna vez libraba él o yo y no nos cruzábamos.


Un día después tenía el gusanillo de verle, se estaba volviendo habitual cruzarnos y me gustaba esa sensación de humor provocativo que nos soltábamos. Pero no le vi. Sin embargo, cuando fui al comedor del personal a cenar, escuché el agua caer y vi la luz del vestíbulo de hombres encendida. Sólo podía ser él.


Me acerqué tan sigilosa como siempre soy y me asomé hasta verle por la puerta entre abierta de la ducha. Apenas podía ver gran cosa, sólo el movimiento de su brazo. Espera... ¿Se estaba tocando en el trabajo?


La curiosidad me pudo y me acerqué aún más, esperando poder ver algo, u oír, si me ponía en un lado del cuarto donde hubiera más campo de visión.


No podía verle bien, pero si escuchaba su respiración agitada incluso con el sonido del agua cayendo. No podía dejar de mirar con muchísimas ganas de que la puerta se abriera y poder pillarlo de lleno. Maldito agosto sin corriente de aire. Escuché cuando llegó al éxtasis de su placer un gruñido salió de su garganta, momento que cortó el agua de la ducha y con mucho cuidado de no hacer ningún ruido me fui dando pasitos hasta salir del vestuario.


  • ¿Intentabas asustarme? - Me sorprendió helándome la sangre. - Aunque me da que esta vez muy asustada no estabas.

  • Venía a mirar las papeleras y no quería molestar. - Me excusé como pude.


Salió de la ducha desnudo con total tranquilidad y se colocó la toalla delante de mí mientras yo tragaba saliva intentando mirar a otro lado que no fuera su miembro casi apuntándome directamente.

Se acercó a mí, me agarró la barbilla con los dedos y me la levantó hasta hacerle mirarle.


  • Ni que fuera la primera vez que ves a alguien desnudo.

  • No acostumbro a ver a mis compañeros con la polla fuera, la verdad.

  • Uy que boca más sucia...

  • No te haces una idea.

  • ¿Ah sí? - Me estaba provocando, era evidente, pero yo me estaba empezando a poner tensa y realmente nerviosa y sólo quería salir de allí porque sentía mi cara arder tornándose de color rojo.- A ver cuéntame.

  • Tengo que seguir trabajando, es mejor que me vaya.


Pero cuando iba a salir por la puerta me agarró del brazo y me apoyó contra esta, de cara a ella.


  • ¿Por qué tienes tanta prisa? No hay nadie que te vigile, puede esperar las consultas un poco más.

  • Puede bajar el celador, por ejemplo.

  • Esta dormido, recemos para que no toquen el timbre.


Pegó su cuerpo al mío y acercó su boca a mi cuello.


  • Ahora dime la verdad – Susurró en mi oído. - ¿Qué has visto?

  • Nada. - Contesté sin pensar.

  • ¿Y porque puedo sentir tus pulsaciones tan aceleradas si pongo los dedos aquí? - Me puso los dedos al lado de la manzana de adán, notando mi nerviosismo. - estás muy agitada.

  • Es que no me gusta que me presionen contra las puertas, una costumbre que tengo.

  • O es que te gusta demasiado.

  • Me voy. - Pero su cuerpo presionaba el mío y podía sentir su erección a través de nuestras telas. - Si no te importa...

  • Claro... - Se retiró y me fui, mas cachonda que una mona mirando a el suelo y andando torpemente.


Intenté no cruzármelo ya mas en lo que rectaba de noche, así que cuando acabó mi turno me fui hasta con la ropa de trabajo puesta, ni me paré por si me lo encontraba de casualidad. Una vez en casa antes de meterme en la cama, me duché y allí dentro me entretuve más de lo pensado.


Bajo el chorro me puse a mirar hacia abajo y la idea de Jorge en la ducha me revolvió algo dentro de mí. Lo imaginé ahí, de rodillas, rozando su barba por el interior de mis muslos, subiendo por ellos hasta perderse en medio, agarrándome del culo para apretarme contra él mientras yo ponía mis manos en su pelo y enredaba los dedos para presionarlo contra mí.


Mi mano empezó a bajar por mi cuello, mientras me mordía el labio, y acaricié lentamente mis pezones, cogiéndolos entre mis dedos, tirando sutilmente y viendo como volvían a su sitio al soltarlos.


La otra mano se fue al interior de mis piernas y me acaricié despacio mientras me apoyaba contra la pared de espaldas y abría más las piernas. Llevé dos dedos a mi boca y los chupe, mientras con la otra me manoseaba las tetas, y los volví a llevar a mi coño humedecido. Acaricié, poniendo un dedo en la entrada y metiendo sólo la punta, saqué y volví a meter, salí y acaricié con la mano abierta abarcando con la palma mi clítoris. Hasta que miré arriba y vi la alcachofa de la ducha, la cogí, gradué el chorro para que tuviera más presión y lo coloqué entre mis piernas apretándolo con los muslos.


Movía la parte baja de mi vientre adelante y hacia atrás buscando el placer con el agua mientras gimoteaba de gusto pensando en que era su boca la que me proporcionaba dichas sensaciones. Bastaron un par de minutos para sentir mi cuerpo temblar como una hoja mientras me dejaba ir corriéndome apoyada en la pared.


Exhausta me enjaboné, me aclaré y salí de la ducha envuelta en la toalla y me metí en la cama a dormir.



Aquella noche de madrugada era consciente de que él estaba dormido. Había dejado además la puerta entre abierta de la habitación para que le entrase el aire acondicionado, y podía escucharlo removerse en la cama incómoda de la habitación.


Impulsada por una valentía impropia de mí, me fui para allá y entré despacio. Me quité la parte de arriba del uniforme y me acerqué hasta su cama. Me subí encima y el se removió, le puse las tetas en la cara y me apoyé en la almohada.


  • ¿Te he asustado?

  • No necesariamente... - Tenía las manos a los lados de mi cuerpo pero sin tocarme. - Pero si que se me está acelerando el corazón otra vez.

  • Espero que sea para bien.

  • Muy bien, sí... - Me agarró del culo y me apretó contra él, que empezaba a ponerse duro bajo la tela recia de nuestros uniformes. - Pensaba que me esquivabas.

  • No necesariamente – Recreé sus palabras. - Pero necesitaba pensar.

  • ¿Y el veredicto cual es?


Metió sus manos por dentro de mi pantalón palpando mi culo con ellas y yo me acerqué a su boca y le besé mientras me frotaba con la parte inferior de mi cuerpo.

El roce, el choque de mis tetas en su cara, verlo sacar la lengua para pillarlas aún con el sujetador puesto y sentir su polla dura bajo la tela me estaba poniendo muy cachonda y sentía unas ganas insaciables de correrme así, de forma desesperada.


Gemía en su boca, mordía sus labios y le besaba con furor mientras me frotaba contra su empalmada polla y lo sentía agitado, tan cachondo como lo estaba yo.


No pude contenerme más y me dejé llevar, corriéndome en esa posición solo con el roce contra él. Me tapó la boca cuando me puse a gemir sin poder controlarme, evitando así que alguien me oyera.


Cuando recuperé el aliento me aparté y me levante, cogiendo la camiseta del suelo y yéndome de allí.



Me la puso gordísima, con la polla que me iba a reventar y con la visión de sus tetas en mi cara que me quedé con ganas de verlas sin sujetador. Dios, que cojones iba a hacer yo ahora sin poder sacarla de mi cabeza y con ganas de meterme en sus bragas.


Me levanté y cerré a puerta, me bajé los pantalones apoyado en ella de espaldas y pensando en como la había visto disfrutar con esa necesidad de polla y esos movimientos sobre mi cuerpo y la cercanía de sus tetas, me empecé a pajear de manera desesperada, casi como ella lo había hecho sobre mí. Se había corrido con mi puta erección y yo me había quedado con ganas de metérsela.


Me la agarré y empecé un sube y baja mientras visualizaba mentalmente momentos antes cuando ella estaba ahí. La necesitaba. O me la follaba o no me la iba a sacar de la cabeza y se iba a convertir en una puta obsesión problemática.



Me metí en la ducha. ¿Qué acababa de hacer? Me sentía sucia, desahogada pero a su vez muy excitada aún. No pude evitarlo, y llevé mi mano al interior de mis piernas y apoyada en la pared con ellas abiertas, me metí un par de dedos mientras imaginaba la escena vivida antes.


Me metía y sacaba los dedos, restregando y abriéndome con ellos, chupándolos mientras con la otra mano ocupaba su lugar. Después cambiaba de manos y con la libre me masajeaba las tetas mientras el agua fría me caía encima endureciendo los pezones. Gemía, porque quería que me oyera si aún estaba por ahí, le necesitaba.


Y no fallé. Él estaba ahí mirando, había entrado, cerrado la puerta y se empezó a quitar la ropa mientras yo me tocaba para él y gemía con el agua cayéndome encima. Se garró su erección y se acarició. No había pestillo y cualquiera podría vernos si entraban, pero no nos importó, más bien, no lo pensamos.


Se fue acercando hasta a mí, llegando a estar a mi altura y se arrodilló en la ducha, tal como lo había imaginado, me agarró los muslos y rozó su cara por ellos mientras yo agarraba su pelo.


Le cogí de él y tiré, para pegarlo por completo a mi cuerpo y su boca se aferró a mi coño como si estuviera sediento de mí. Abarcó todo mi coño con sus labios, pasó la lengua por él, lo abrió con sus dedos para dejar paso a su lengua y me dio con la punta juguetona en el clítoris, bajando hasta mi entrada y metiéndola en mi interior. Yo temblaba bajo sus atenciones y me mordía el labio, apoyándome con la espalda en la pared rezando para no caerme.

Movía mi cuerpo de abajo arriba pasándole el coño por su cara. Se apartó, metió dos dedos con lo empapada que estaba y empezó a follarme con ellos mientras me miraba, hasta llevar su boca otra vez a mí para comerme mientras me masturbaba con la mano.


Apreté con mi interior aquellos intrusos que me estaban dando placer y me corrí mientras tapaba yo misma mi boca para no ser escuchada. Sentía espasmos por mi cuerpo recorrerme de arriba abajo pero él no dejó de follarme con los dedos completamente chorreando. Se puso de pie y agarró mis pechos con su boca, tirando de mis pezones con los dientes y restregando su cara entre ellos, cogiendolos, uno tras otro, con la boca mientras sus dedos entraban y salían dentro de mí.


Si continuaba así me iba a volver a correr, por lo que le aparté y me pude de rodillas tras bajar por su cuerpo con mis labios, después de clavarle los dientes en el cuello.


Acerqué mi boca a su polla y la pasé, rozándole, intentando cogerla al vuelo sin manos. Abarqué hasta la mitad, chupando despacio, y la dejé escaparse para volverla a recoger mientras veía la desesperación en sus ojos.


Me agarró de la cabeza, cogió su erección y me la metió en la boca sin preámbulos hasta la garganta donde me presionó cortándome la respiración. Me dio espacio para repetir el proceso, así, varias veces hasta que aparté su mano y comencé a comérsela mientras me agarraba del pelo y controlaba el movimiento. No podía evitar gimotear al sentir su polla empapada, dura y empalmada palpitando en mi boca. La sacaba, relamía la punta, la chupaba, la restregaba por mis labios y mi cara, la volvía a meter hasta mi garganta, llegando hasta sus huevos con mi lengua y dándole toquecitos con ella. El rebufaba excitado.


Me aparté y la agarré con la mano, con la presión adecuada comencé a subir y bajar mientras le acariciaba los testículos. Le iba a reventar.


Me levantó, me puso de cara a las baldosas de la pared y me mordió el cuello mientras notaba como se acomodaba entre mis piernas para penetrarme.


Entró en mí, despacio, sintiendo centímetro a centímetro como se metía por completo en mi interior y yo le acogía apretándole con mi vagina.


Empezó un suave mete y saca, sintiendo como se clavaba hasta el fondo de mi ser, notándole en mis riñones presionándome. Por la postura, su cuerpo estaba pegado al mío y las penetraciones eran profundas, casi desgarradoras, y con roces entre una y otra. Mis tetas se rozaban contra los azulejos, endureciendo más si podía mis pezones, y el agarró una, intentando tocar lo máximo de mi con desesperación mientras me follaba duro desde atrás, acelerando cada vez más el ritmo.


Yo me llevé la mano a mi coño que estaba empapado y me acaricié el clítoris dándome placer extra y sentía, como al cabo de unos minutos, me acercaba nuevamente al orgasmo.


Me dejé llevar cuando él metió sus dedos en mi boca y chupándolos me corrí, apretando su polla dentro de mí con mis paredes vaginales con mis contracciones.


Salió de mí, me la rozó por mi sexo, golpeó con ella, y me dio la vuelta poniéndome de rodillas. Se pajeó delante de mí hasta que se corrió en mi cara y mis pechos. Con su polla aun latiendo y soltando, la puso en mis labios, saqué la lengua y relamí, acogiéndola con mis labios dándole calor.


Agarró mi cabeza aún tenso y poco a poco se fue relajando hasta terminar disfrutando de su orgasmo.


Nos duchamos y aquello fue el inicio de un bonito compañerismo.



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