La
app de las tentaciones Parte 2
Inocentemente
creía que al caer en la tentación me libraría de ella, pero eso no hacía más
que aumentar las ganas de tenerle. Me pasaba el día con él en mi cabeza, con el
deseo en mi mente, en mi cuerpo, llegando a ser hasta doloroso la necesidad de
estar con él.
Creíamos
que una vez satisfecha la necesidad de tenernos todo se pasaría, y yo volvería
a mi vida normal. Pero nada era normal. Dejó de serlo desde la primera
conversación que tuvimos y lo peor fue, que no me había dado cuenta hasta
ahora. Cuando ya no podía ponerle freno.
¿Qué
ocurre cuando tienes muchas ganas de un postre que te apasiona? Que cuando lo
consigues, lo devoras con la gula de tu alma, pero que una vez te lo comes ya
no tienes tanta necesidad. Esa era una posibilidad.
La otra
era que una vez alcanzas el plato que te gusta y deseas no puedes dejar de
pedirte siempre el mismo menú, y disfrutarlo de muchas maneras diferentes. Y
como era de esperar, a mí me tenía que pasar eso. Mi vida no podía ser fácil, obviamente.
Fue así
como una vez en mi casa, alejada nuevamente de él, fui consciente de que esto
empezaba a ser más obsesivo de lo que creía, y que la necesidad se estaba
volviendo constante, porque no había momento del día que no quisiera tenerle
entre mis piernas, follándome, comiéndome, tocándome…
Entrar a Twitter era una
tortura, porque las páginas porno que seguía no hacían más que revivir la llama
del deseo, viéndonos reflejados en todos y cada uno de los gifs que me salían
por mi Timeline.
Pero es
que si yo ponía de mi parte él no me acompañaba, porque él no ponía de la suya,
y así hasta el infinito de terminar una y otra vez metidos en el mismo juego,
por uno u otro.
Podíamos
estar hablando de cualquier cosa que al final todo acababa conmigo encerrada en
el baño y metiéndome la mano en las bragas mientras hablaba con él. Y lo
deseaba. Disfrutaba de este juego y de correrme. De hecho, me había follado la
mente en todos los aspectos. Y no había momento del día que la conversación no
tuviera indirectas sexuales sobre cómo nos ponemos el uno al otro.
Y así, sin
saber cómo, aquella mañana en la que estábamos trabajando y a cientos de
kilómetros de distancia el uno del otro, acabamos diciéndonos una cantidad de
guarradas increíbles que derivó en que cada uno se llevase la mano a sus partes
más íntimas. Él desnudándose en cuanto tuvo ocasión y yo encerrada en el baño
con la mano en las bragas y mordiéndome los labios intentando evitar llamar la atención
con mi respiración al otro lado de la puerta.
El juego
peligroso de excitarse mutuamente.
El juego
peligroso de que no debemos y no está bien. Pero que sí está bien para nuestro
disfrute.
El juego
peligroso de que no podemos parar, sino avanzar cada vez más llegando a niveles
que se escapan de nuestro control.
Vernos a
través de vídeos e imágenes no era suficiente, yo deseaba sentirle dentro de
mí. Hacer realidad las mil y una maneras de follarnos en cualquier parte.
Con mi mano
en las bragas me acariciaba, grabándome para él, intentando no hacer ruido para
no ser descubierta.
Él,
mandando vídeos de cómo estaba y yo deseando de ser la que está ahí con él para
hacerle todo lo que se me pasa por la cabeza y tener su polla en cada una de
las partes de mi cuerpo.
Y esta vez
ni había gifs, ni incentivos, solamente él y yo, tocándonos mutuamente pensando
en el otro. Con la idea de disfrutar y que lo otro lo consiga. La idea de
corrernos a través de las palabras y el material gráfico propio.
Con la
facilidad que me mojaba era asombrosa. Conseguía que en menos de lo que
imaginaba estuviera empapada, y que meter la mano en mis bragas fuera una idea
imposible de negar. Y accedía, por él y por mí, porque a ambos nos encantaba.
Y ahí
estaba de espaldas a la puerta, apoyada, con la mano en mi ropa interior y
moviendo los dedos entrando y saliendo de mí mientras me acariciaba, hablando
con él, viéndole, jugando, dándole la oportunidad de ver cómo me encontraba.
Pero es
que la idea de calentarle yo, provocarle, excitarle y llevarlo a hacer lo mismo
que estoy haciendo yo, era tan excitante… Que lejos de parar quería más. Le
quería a él.
Las ganas
de tenerle cada día eran más insoportables, y lo que en un principio empezó
como un juego estaba convirtiéndose en algo constante y peligroso.
Provocaba
adicción, obsesión, deseo.
Me tocaba,
pensando en tener sus manos bajo las mías, su boca pegada a mis labios, su nariz
rozando la mía y nuestra respiración entrecortada mezclándose en una sola.
Quería correrme en sus manos, bajo sus atenciones, sus peticiones y sus
exigencias. Ser una muñeca a su voluntad, complacerle hasta que se corriera
igual que yo lo haría.
La idea de
tenerle ahí y ahora, mirando yo hacia abajo encontrando su cara entre mis
piernas y devorándome tal como me describía, la idea de sentir como me follaba
con palabras como haría con su cuerpo si pudiera, contra la pared, a cuatro
patas hasta que nos corriéramos me acercó peligrosamente al orgasmo, llegando a
escribirle un “me voy a correr” que casi no podía ni terminar de teclear.
Cada vez
que leía su “córrete para mí” me elevaba un grado más allá del deseo y como si
le obedeciera inconscientemente, me corría, aguantando la respiración mientras
mi cuerpo se tensaba y callaba mis propios gemidos con mi mano.
No podía
negarlo. Me encantaba. Y tampoco negaba que parte de mi cuerpo le correspondía,
porque reaccionaba a él en cualquier momento y situación, aunque ni él mismo lo
intentara.
Y así
pasaban las horas, el tema se rebajaba para volver a empezar. ¡Es que nunca
terminaba!
Seguíamos
enganchados cómo dos quinceañeros que experimentan el deseo por primera vez. La
novedad, la curiosidad… Todo era nuevo para mí.
Y así
volví a caer, día tras día, en la necesidad de volver a verle. Pero esta vez
nada de sitios privados, si no público.
Mi manera
de reaccionar ante el nerviosismo de ver a alguien se convierte en vergüenza,
muchísima vergüenza, y mi manera de combatirla, porque así soy yo de especial,
era tirarme a su boca y no dejarle respirar.
Le besaba,
sintiendo como sus manos se agarraban a mi culo y me apretaban contra él.
Obteniendo por respuesta mis manos bajo su camiseta para acariciarle. Pero teníamos
que frenar, era un sitio con gente y aunque la idea era más que tentadora no
quería provocar un escándalo público.
Me fui al
baño, y cuando cerré la puerta le mandé un mensaje para que me siguiera. Poco
después estaba delante de mí, observando cómo me desabrochaba uno a uno los
botones de mi camisa mientras yo no dejaba de mirarle.
Me la
quité quedando en sujetador y me arrodillé, poniéndome frente de él con mi cara
a escasos centímetros de su polla, que se despertaba juguetona entre sus
pantalones. Pasé mi cara por su paquete, apretando mi boca para rozarme, subiendo
y bajando mi cara por él. Me agarró del pelo y acaricié con las manos justo
antes de desabrochar el cinturón y abrirle el pantalón.
Sentía sus
ojos clavados en mí, sin perder detalle de cada paso que yo daba. Recogía mi
pelo con delicadeza mientras yo se la sacaba y la acercaba a mi boca.
La rozaba
por mis labios, subiendo y bajando con mi lengua por ella. De abajo arriba para
detenerme en sus huevos y acogerlos con mis labios mientras su polla rozaba mi
cara. Y subir poniendo morritos por toda su erección hasta la punta, sacando la
lengua y dando golpecitos para acogerla en mi boca con ganas, chupando mientras
subía y bajaba con mi mano, hasta meterla entera en mi boca, sintiéndola en mi
garganta.
Apretaba
mi cabeza contra él, apartándome y sacándola dejando un rastro de saliva que
descendía por mi barbilla hasta mis pechos.
Me quité
el sujetador, dejando mis tetas libres, humedeciéndose con la saliva que caía
hasta mis pezones endurecidos.
Rocé su
polla por mis pechos, dando con ella en mis pezones mientras nos mirábamos a los
ojos perdiéndonos en el morbo del momento. Seguía aferrado a mi pelo, que lo
volvía a recoger cuando varios mechones caían sobre mis hombros.
Y bajé mi
boca otra vez hasta ella, para acogerla con mis labios y succionar mientras él
observaba como se perdía su polla en mi boca una y otra vez, marcando él el
ritmo con sus manos en mi cabeza, acelerando hasta que escuché de su boca, casi
en un susurro, “me voy a correr, nena”. Pero lejos de apartarme lo miré, le
provoqué con la mirada y saqué la lengua envolviendo la punta de su polla para
chupársela con más ganas hasta que su cuerpo se tensaba, se agitaba su
respiración y me apretaba del pelo corriéndose en mi boca.
Cuando se
apartó su semen salía por mis labios hasta bajar por mi barbilla y caer
directamente en mis tetas, empapándolas de él. Observaba la escena, curioso,
hasta que le pedí que saliera que yo saldría después.
La cosa no
acabó ahí.
Volvimos
al lugar de la última vez y nada más cerrar la puerta puso mi cara contra ésta.
Sintiendo su cuerpo pegado al mío, como algo en él crecía con mi contacto.
Agarrando
mis manos en mi espalda y su mano en mi cuello me inclinaba la cabeza hacía
atrás para obligarme a mirarle. Me besó sin delicadeza tirando de mí. Mientras cada
milésima de segundo notaba su erección crecer en mi culo.
Me dio la
vuelta y puso mis manos contra la puerta, sujetadas por las suyas, y se
divirtió en mi cuello, lamiendo la zona que más sensible era al tacto. La de mi
tatuaje.
Descendió
por el hasta mi escote, metiendo su cara en el, agarrando mis manos sólo con
una ahora para tener la otra disponible, y desabrochar los botones tan despacio
que empezaba a ser una tortura para mí.
Inclinaba
mis caderas hasta él, para apegarme, pero se apartaba para observarme,
totalmente expuesta ante sus ojos, desnudándome despacio con su mano. El
verdadero erotismo…una vez te folla la mente no eres nada para sus manos.
Apretó mi
cuerpo contra el suyo cuando me abrió la camisa y la tiró al suelo. Fue hasta
la cintura de mi pantalón y la desabrochó, bajándome los pantalones mientras me
observaba, incitándome a sacar las piernas para quedarme desnuda.
Bajó mis
bragas hasta los tobillos hasta dejarlas sobre uno de ellos, abrió mis piernas,
acercó su cara, sacó la lengua y recorrió el interior de mis muslos acercándose
hasta mi sexo pero sin llegar a rozarlo.
Las cosquillas de su barba sobre mi
piel aumentaban el deseo recordándome el trabajito que estaba haciendo ahí
abajo y lo que iba hacer.
Pasó dos
dedos por mi coño, impregnándolos de mi humedad y los acercó a mi entrada,
rozándola con la yema de sus dedos para subir hasta mi clítoris y apretar. Acercó
su boca y empezó a lamer, mientras con mis manos le apretaba contra mí,
sintiendo como me faltaba el agarre, como movía las piernas, como empezaba a
temblar de lo cachonda que estaba y de lo loca que me estaba volviendo.
Restregó
su cara, empapando su boca con mi sexo, metiendo sus dedos dentro de mí y
sacándolos para ocupar el lugar con su lengua. Dios, no iba a aguantar así
mucho más y me iba a correr a este paso sobre su boca. Y me frotaba contra él,
apretándole agarrando su pelo, moviendo mis caderas sobre su cara mientras
sentía como me faltaba el aire, me encogía, me desesperaba como si estuviese a
punto de alcanzar lo que más deseaba. “Más…” susurraba ansiosa por correrme
sobre él.
Pero
seguía a su ritmo, en una tortura placentera de gozo y deseo que me acercaba
cada vez más al orgasmo sin control. Y ahí estaba. El calor que crecía en mi
interior y ascendía por mi cuerpo hasta mi garganta, calentando todo mi cuerpo
y entrecortando mi respiración, la tensión que mantenía en las piernas por la
postura y el orgasmo, apretando más su cabeza cuando sentí que me corría y
soltaba el aire a borbotones sin control. Me temblaba todo y sentía los
espasmos invisibles a la vista en mis piernas con las palpitaciones de mi sexo.
Sin
descanso me llevó a la cama, me puso a cuatro patas y pegó su cuerpo al mío,
rozándose conmigo, mientras desde atrás me agarraba las tetas y las estrujaba y
masajeaba apretando mis pezones.
Rozando su
polla por mi culo, sintiendo la dureza en mi carne.
La agarró
y la llevó a mi entrada, abriendo mi estrechez empapada para él, entrando
despacio para quedarse quieto cuando estuvo en mi interior. Y así, aferrado a
mi cintura, entrar y salir de mí cada vez más rápido, mientras cogía mi corto
pelo como podía con su mano para domarme bajo sus embestidas y apretarme más
contra él.
Soltaba mi
cabeza para bajar sus dedos por mi espalda hasta llegar a mis nalgas y soltar
un pequeño azote sonoro que me excitaba. Me apretaba mientras me empalaba cada
vez más fuerte abandonando el control, saliendo el instinto y follando como
auténticos animales.
Su mano
marcaba mi piel con cada agarre, se pegaba más a mí para llegar hasta mis
pechos sintiendo más presión en cada embestida. Sin dejar de sobarme bajaba sus
manos hasta mi coño para tocarme mientras me follaba. Consiguió que volviera a
correrme con él dentro de mí mientras yo gimoteaba.
Y no
tardaría en acompañarme, porque poco después aceleró mucho más hasta que salió
de golpe de mi para rozarla por mis nalgas y correrse en mi culo mientras su
respiración se agitaba en su corrida.
Uno sobre
otro respirando con dificultad, uno sobre otro satisfechos pero no saciados,
uno sobre otro cayendo en la tentación. Otra vez.
¿Continuará…
otra vez?
Éste me ha gustado más que la primera parte, entrando más en el juego o con la quedada en el lugar público con lo sucedido en los baños. Fíjate que el orden habría sido mejor al revés, en el primero haber sucedido así y en esta continuación directamente al lugar de follar, pero bueeehhh, el orden de los factores no altera el producto, como decían en el cole, jajajaja.
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