Mi adorable vecino
Apenas hace un par de semanas que me he mudado a este
edificio y ya odio a una gran parte del mismo con todo mi ser.
Entre las fiesteras de abajo, que me hacen sentirme como una
puta octogenaria gruñona, los niños de arriba, que deseo que crezcan más que
sus propios padres, y las ancianas del primero que controlan mi vida como si
fuese el Sálvame diario, vivir en un tercero me parece un castigo porque
desearía saltar por el balcón. Pero viviendo donde vivo, con mi suerte, no me
mataría y encima me quedaría tonta para el resto de mis días y lo último que
quiero es ser una carga para mi pobre madre.
Lo único que salvo es ese vecino guaperas que me saluda y me
sonríe cada vez que baja con Miguel y Lucifer. Esos putos niños se están
matando todo el santo día y tengo que soportarlos y reprimir mis ganas de
asesinarlos. Porque soy buena, no soy una asesina y ellos son niños. Pero qué
asco más grane le tengo a los niños.
A su padre también lo mataría, pero a polvos y en el
ascensor. Y eso que tengo pánico a los ascensores, pero de pensar que estaría
en uno con él…
Hace tres días ocurrió. Nos encontramos en el rellano de la
planta baja justo en frente del ascensor. Yo iba cargada de bolsas, el bolso
colgando de un brazo, el cable de los auriculares enganchado en el asa, la
bolsa pesaba, yo maldecía, se me bajaban los pantalones, medio se me salía una
teta... fue una experiencia curiosa a la par que vergonzosa.
Me sonrió cuando entré en el ascensor, dejándome paso a mi
primero y entrando tras de mí. Se puso a mi lado mirando al frente y yo iba
hablando por wasap con una amiga mientras le miraba de reojillo de arriba abajo.
Desde su barba, que me encantaba, bajé por su cuello, observando su espalda,
sus brazos… Dios bendito que brazos… y bajé y bajé hasta que al culo llegué.
Empezaba a irse de las manos la postura desde la que lo
miraba, y se dio cuenta, joder si se dio. Me miró, clavando sus ojos en los
míos y sonriendo mientras observaba mi escote. Agradecí mentalmente haberme
puesto el jersey verde que tan buenas tetas me hacía.
Subimos hasta la tercera planta, el ascensor paró y me salí,
dejando un “hasta luego” en el aire con la mano. El siguió hasta el cuarto,
donde vivía con su mujer y los dos arcángeles que se peleaban constantemente,
creando el apocalipsis en el salón. Lo que viene siendo mi techo.
Aquella noche no me podía dormir, tenía los nervios más de
punta de lo normal, y por más que intentaba cerrar los ojos y quedarme lista,
los niños seguían gritando, corriendo y peleándose en su habitación. Que para
mi desgracia estaba encima de mi cuarto.
Di varias vueltas en la cama. Me levante a mear varias
veces. Fui a tomarme un batido, y los putos niños no paraban quietos y eran las
1 de la madrugada. Maldito verano del infierno que me estaban dando los críos.
Así que ya, presa de un ataque de ira que me estaba haciendo desarrollar un
poder ocular rojizo, me puse las chanclas, dejé la puerta abierta y subí dando
pasos que retumbaban en todo el bloque. Llamé a timbre y salió mi vecina.
-
¿Ocurre algo? – Menuda mirada me echó. Si las
miradas matasen…
-
Sí, es que son las 1 de la madrugada y parece
que tengo a unos albañiles en mi cabeza, ¿Podrían tus niños dejar de saltar y
gritar, por favor? Algunas trabajamos mañana y necesito dormir.
-
Son niños, están disfrutando de las vacaciones…
no es para tanto. – claro, como ella no madrugaba ni trabajaba, ni hacía nada
más que levantarse a la hora que le salía el papo.
-
Estas no son horas para que los niños, ni nadie,
estén dando por saco.
Y sentí pasos y apareció detrás de ella, mi vecino. Sin
camiseta… con unos pantalones tan minúsculos que dejaban poco a la imaginación,
descalzo, despeinado… madredelamorhermoso.
-
¿Qué ocurre?
-
Le molestan los niños. – Me señaló la arpía a
mí.
-
Estaba diciendo a tu mujer que madrugo y los niños
están en mi habitación metidos con sus juegos.
-
Perdona, con la cosa de las vacaciones se nos ha
ido la hora, ahora mismo te dejan descansar. – La mujer lo miraba con una cara
de rabia contenida que no sabía si era por quitarle la razón a ella o dármela a
mí.
-
Gracias. – Logré decir sin apartar mis ojos de
los suyos y tragando saliva ante su sonrisa.
-
Buenas noches. – y recibí un bonito portazo en
la cara cuando mi adorable, e hija de la gran puta, de mi vecina me cerró en
las narices.
Me metí en la cama, y sólo cuando estaba tumbada y abrazando
la almohada, me di cuenta de que había subido con el mini camisón, que tenía
los pezones duros amenazando con salir de la tela, y me hizo pensar en la
posibilidad de que su sonrisa fuera por eso.
Entendí las miradas de Belén cuando me vio así.
Sentí unas cosquillas en el interior de mis piernas que
subían hasta mi pecho, haciendo que apretase los muslos y me moviera buscando
fricción con mi cuerpo para calmar ese desasosiego que notaba ahí. Notaba mis
pezones rozar la fina tela del camisón que llevaba y sin poderlo, ni queriendo
evitar, me llevé la mano a mis muslos y tiré de la poca tela hacía arriba,
metiendo mi mano entre mis piernas, acariciando con un dedo mis bragas por
encima.
Desprendía calor, y al apretar el dedo contra mí, sentí como
empezaba a mojarme. Rocé, arriba y abajo con mis dedos, apretando, cogiendo mi
coño con la mano para calmar el ansia de correrme y frenar un poco más. Seguí
con ellos acariciando por encima de la tela, que se pegaba cada vez más a mis
bragas con la humedad.
Bocarriba en la cama y ya con mi mano dentro de las bragas,
llevé mi otra mano a mis pechos, que acariciaba por encima del camisón,
poniendo los pezones cada vez más duros, notando la tirantez de la tela,
pellizcando, apretando, hasta que bajé los tirantes y me saqué las tetas para
poder acariciarlas con soltura.
Me revolvía en la soledad de mi cuarto y mi cama buscando mi
propio placer. Recorriéndome con mis manos, llevando un pecho a mi boca que
acariciaba con la punta de mi lengua hasta alcanzar mi pezón, envolverlo,
mordisquearlo y jugar con él.
Empapada, excitada, cachonda como hacía días que no estaba,
acaricié mi entrada con la yema del dedo para meterlo en mi interior. Pero uno
no me bastaba, y en un segundo ya había dos dedos entrando y saliendo de mí,
desde el fondo de mi cuerpo, hasta arriba para acariciar mi clítoris y volver a
bajar hasta meterlos dentro de mí.
Mi imaginación volaba, pensaba en él, en su sonrisa, en su
boca, en todas las situaciones posibles que podrían darse y casi sin darme
cuenta me encontraba alterada, agitada, respirando entre cortada y faltándome
el aire, jadeando, arqueada en la cama y alcanzando un orgasmo brutal que me
dejó exhausta y me hizo despertarme con el corazón en la boca y la mano en las
bragas.
Había sido un sueño… y menudo sueño.
Miré el reloj, pronto sería la hora de levantarme, pero
ahora no podía conciliar el sueño. Había dormido y disfrutado en todos los
aspectos de él. Cerré los ojos intentando volver a dormir, pero nada, que no
había manera. Así que me levanté de la cama y me salí al balcón a fumarme un
cigarro. Que lo estaba dejando, pero me faltaba saber cuándo lo iba a dejar.
Sentí ruido arriba y miré, encontrándome con mi vecino
asomado, haciendo lo mismo que yo. Nos saludamos con un gesto de la cara y
volvimos cada uno a nuestra soledad.
Pero yo me sentía observada, y lógicamente no iba a mirar para
que el me pillase mirando. Me apoyé en
la barandilla y seguí fumando. Terminé el cigarro y con la mala costumbre que
tengo lo tiré por el balcón y me metí en casa.
El día se me hizo eterno en el trabajo, ansiaba terminar mi
turno de día en el hospital para volver a casa, tumbarme en el sofá y ponerme
con la consola.
Llegué, me duché, me puse cómoda y lavé la ropa. Cómo se me
habían roto las cuerdas de la ventana y estaba esperando que mi hermano viniera
a ponérmelas, tuve que subir a la terraza de la comunidad y tender en mi lado.
Esperaba no encontrar a nadie, pero por cosas del destino
ahí estaba mi vecino, con la puerta de su trastero abierta, ese trastero que
estaba pegado a la terraza, al lado del mío.
Madre mía como estaba… y siempre estaba sin camiseta el puto
cabrón. Sentí como mis pezones reaccionaban a las cosquillas de mi cuerpo y se
endurecían, transparentándose la tela de la camiseta de tirantes. Me arrepentí
de no haberme puesto sujetador.
Pasé por su puerta con el cesto de la ropa mojada que pesaba
más que un muerto, tuve que dejar el barreño en el suelo para poder abrir la
puerta. Cuando me agaché y me volví a levantar sentí como se rozaba conmigo, y
como susurró un “perdona” casi de inmediato. Sonreí, pensando en que ya podía
rozarme otra cosa, y me fui a la terraza a tender la ropa.
Los días pasaban y cada vez coincidíamos más. Nos habíamos
dado los teléfonos porque le tocaba ser presidente de la comunidad y era la “nueva”
y no tenía el mío.
Esa noche cuando me metí en mi Instagram me salió en
sugerencias y le agregué. Empezamos a hablar, de cosas tan tontas como las
vecinas viejas de abajo que parecían sacadas de una comedia de la televisión.
De las fiesteras de abajo que montaban escándalo cada fin de semana. Y una cosa
llevó a la otra y terminó soltando algún que otro comentario por mis fotos.
Cabe decir que yo había stalkeado todo su perfil y había visto hasta el primer
nacimiento de sus hijos.
El coqueteo me estaba gustando. Mucho. Y el hecho de que
fuera mi vecino me empezaba a atraer mucho más. Así que subí aquella tarde con
la excusa de hablar de temas de la comunidad.
Pero no subía para eso, quería provocarle. Me puse una
minifalda de vuelo que usaba para estar por casa de lo corta que era, una
camiseta con botones en el pecho, que dejé todos abiertos y se podía ver perfectamente
mi escote y fui hasta su puerta. Llamé y salió su mujer. Esto se ponía
interesante.
Le pregunté por su marido y a muy regañadientes le llamó. No
podía ocultar el asco que me tenía, igual que yo no podía ocultar las ganas que
me daban de tirarla por las escaleras.
Salió, sin camiseta, por supuesto, sacó la carpeta de la
comunidad y me apoyé en la puerta, haciendo presión con mi brazo en mi pecho
para que asomase por el escote.
Miró muy levemente, pero lo bastante para darme cuenta que
se estaba poniendo nervioso.
Abrí el fajo de papeles que llevaba y con un torpe
movimiento de manos (que casualidad, ¿eh?) se me cayó alguno. Aquí estaba
perdido. Si me agachaba yo se me vería el escote más aún, y si se agachaba él
podría ver mis bragas semitransparentes debajo de mi falda.
Nos agachamos a la vez, coincidiendo en el suelo recogiendo
los papeles y mirándome al escote tragó saliva. Me levanté tan rápido que no
fue consciente de ello hasta que se percató de que estaba por encima de él,
viendo perfectamente mi ropa interior debajo de mi falda y yo abría un poco las
piernas dejándole ver lo que le estaba llamando su atención. Yo mientras tanto
me hacía la tonta muy interesada en mis papeles y preguntando cosas que no me
llegaba a responder. Hasta que moví los papeles en su cara, inclinándome un
poco para dejarle ver un poquito más y atraje su atención.
Al final se dio cuenta de que le estaba provocando, y eso no
hizo más que aumentar mis ganas de jugar. Por la noche, a través del móvil,
empezamos a entablar más conversación, y entre dimes y diretes, empezamos a
insinuarnos un poco. Que si no puedo dormir, que s que calor que hace, que si
por qué no subimos a la terraza un rato y me explicas lo de la comunidad, que
si tal y que si cual, que eran las 12 de la noche y ahí estaba yo, sentada en
el suelo de la terraza apoyada en la pared, con el pijama de verano blanco que
dejaba poquito a la imaginación y esperando ver si mi adorable vecino picaba el
anzuelo.
Y lo picó. Subió a la terraza a los 10 minutos, pero esta
vez con camiseta para mi desgracia. Se sentó a mi lado y con la luz pobre que
nos daba la terraza 8otra cosa más que había que hablar para cambiar), se
dispuso a explicarme varios puntos a los que, sinceramente, no atendí lo más
mínimo.
Sólo atendía a su boca cuando hablaba, a sus manos cuando me
señalaban algo en el papel y a su cuello. Joder que cuello tenía… ¡ay! como
sería morder ahí.
Mis pezones se erguían bajo la ropa, notándose claramente
por fuera y él se percató de ellos, sonrió, carraspeó y siguió hablando de
cosas a las que no hice ni caso.
Puse la mano en su muslo y se tensó cuando yo me puse de
rodillas a su lado para acercarme a él.
-
Voy a necesitar que me des clases particulares
por las noches porque esto me supera.
-
No es tan difícil. – sonrió, nervioso, tenso.
-
Es que no me puedo centrar con esta puta calor. –
Me abaniqué con los papeles que cogí de su mano, echando la cabeza hacía atrás,
dejando expuesto mi pecho a sus ojos.
-
Ya, hace calor, sí…
-
A ver… por dónde íbamos. – Puse los papeles
sobre su regazo, rozándole con toda la mala intención el paquete, y alterándolo
al momento. – no me dejes a medias.
-
Íbamos… no sé, ¿por la última reunión en la que
no estuviste? – intentó cruzar sus piernas para disimular una erección, y al no
conseguirlo dejó los papeles mal colocados encima.
Después de explicarme varios puntos que me iban a costar un
dineral, me levanté para estirar las piernas y me fui a la cornisa a apoyarme.
Mi incliné, dejando mi culo semi en pompa, sabiendo que el corto pijama haría
que parte de mis nalgas se vieran en primer plano. Saqué el móvil y por la cámara
observé como me miraba el culo completamente engatusado mientras lo movía
levemente como si estuviera nerviosa.
Me giré para verle la cara de lleno y apartar la vista en el
último instante. Aproveché la ocasión para picarle un poco más.
-
¿Qué mirabas?
-
¿El qué?
-
¿Estabas mirándome? – Me acerqué hasta él y me
puse de rodillas inclinándome hacía adelante para que tuviera una visión más
profunda de mis pechos sin sujetador bajo la camiseta ajustada del pijama. -
¿Hay algo que te guste?
-
Miraba al frente, sólo eso. – tragó saliva,
pegando su cabeza completamente a la pared y poniendo sus manos sobre su
regazo.
Me acerqué a su cara, a escasos
centímetros de su boca y le miré a los ojos, mientras ponía mis manos sobre sus
muslos.
-
No temas, que no muerdo.
-
No temo nada.
-
Te veo nervioso. – Pero él no respondía, porque
mis manos estaban subiendo por sus muslos despacio mientras su respiración se
agitaba en mi boca y llegué hasta los papeles. – Dame eso, tendré que leerlos
con calma.
Y cuando fui a levantarme me eché hacia adelante y casi le
rozo con mis pechos.
Me había dado cuenta perfectamente de que estaba empalmado y
cachondo con la situación, y como soy muy juguetona aquella noche no me hizo
falta sueños para volver a correrme. Pero esta vez creé una sección de mejores
amigos en Instagram y subí un par de vídeos acariciándome por encima del pijama
y jugueteando con mi cuerpo. Por supuesto en la lista sólo le metí a él.
A los 5 minutos lo había visto, estaba en línea y me habló,
soltándose como siempre hacía cada vez que hablábamos por ahí.
-
¿Sigues con calor? Ahora no están mis hijos
dando la vara para que no puedas dormirte. -
y me puso un icono sonriente.
-
Ahora tengo más, ¿no lo has visto en los vídeos?,
mi insomnio es crónico cuando estoy un poco alterada.
-
Algo he visto sí…¿Alterada?
-
¿Cachonda lo entiendes mejor?
Leyó el mensaje y se quedó unos minutos escribiendo y
borrando sin llegar a mandarlo hasta que me escribió.
-
Vaya… yo también.
-
Pues estamos para echarnos una mano.
-
¿Qué?
-
Qué bajes si quieres y nos echamos una mano.
-
No me lo digas dos veces que bajo. – Y como
siempre que se envalentonaba por la red, lo picaba.
Se desconectó. Así que me metí en twitter en lo que cogía el
sueño, y recibí un mensaje. “Abre”. Riéndome creyendo que se estaba quedando
conmigo fui hasta la puerta y cuando abrí lo encontré ahí, con el pijama, con el
móvil en la mano, mirándome.
-
No sé qué hago aquí.
-
¿Quieres entrar?
Pasó, se sentó y le ofrecí algo de beber. Se tomó un Beefeater
con tónica y yo me tomé una Ginebra rosa. Al día siguiente iba a estar yo
bonita cuando tuviera que levantarme a las 7. En menos de 5 horas sería el
desenlace de mi noche con alcohol y desvelo.
Se sentó en el sofá, y yo me puse a su lado, brindamos y
bebimos. En silencio. Ninguno daba margen a lo que habíamos hablado por
Instagram momentos antes. Así que pinché y mencioné que esta era de las pocas
veces que le veía con camiseta, que normalmente le veía muy… destapado. Sonrió.
Y yo no podía más, necesitaba soltarme y la fuerza de la
ginebra me empezaba a inundar. Sentía las burbujas recorrer la parte baja de mi
vientre ante la escena de vernos a él y a mí solos en mi salón.
Me incliné, puse mi mano en su muslo y le besé. Así sin más.
Y me aparté para mirarle y descubrir como me miraba la boca. Agarró mi mano y
la puso sobre su paquete, que empezaba a crecer bajo mi tacto. Juguetona me
puse a horcajadas sobre el y me apreté con él, pegando mis tetas en su cara, restregando
este en ellas a través de la ropa.
Uso sus manos en mi cintura y las metió bajo mi camiseta,
subiendo la tela a medida que ascendía por mi cuerpo, hasta llegar a mis pechos
y dejarlos libres frente a él.
Moví mi cintura restregando mi coño con su paquete y
aprovechó para agarrar mi culo y clavarme más en él. Con su boca en mi cuello
recorría mi carne, excitándome, calentándome y poniéndome como una puta moto
mientras me besaba y mordía haciendo un camino con la lengua.
Mis tetas rozaban su pecho, y me aparté para quitar su
camiseta y sentir su piel bajo mis duros pezones. Acercó la cara, cogió mis
tetas con sus manos y puso la boca en ellas, metiéndose uno de los pezones en
la boca, succionando, lamiendo, mordiendo y tirando de él.
Agarré su pelo y apreté su cabeza contra mi pecho impidiendo
que saliera de ellas, a lo que respondió frenético y con más atención, notando
como en mi coño crecía su erección hasta una dureza que podía romper el
pantalón.
Bajé mis manos hasta su paquete y, apartándome, pasé mis
manos por él, apretándolo, masturbándolo por encima de la ropa hasta que metí
la mano y se la saqué para acariciarle en esta postura sentada sobre él.
Él no dejaba de manosear mis pechos, estrujarlos,
volviéndose loco con ellos, haciendo incapie a lo que más de una vez me había
insinuado que le gustaban, en sus comentarios, en sus miradas, sabía que mis
tetas le volvían loco.
Me puse en pie para bajarme el pantalón con la ropa interior
y me quedé desnuda frente a él, que me miraba atónito, pasándose la lengua por
los labios mirándome de arriba abajo. Y aprovechó para levantarse y bajarse él
también la ropa, quedando su polla a mi entera disposición.
Le empujé, sentándolo en el sofá y me puse sobre él.
Restregué mi coño sobre su polla agarrándome a sus hombros para tener firmeza,
acercando mi boca a la suya, mordiendo su labio inferior, lamiendo, y chupando,
mientras me estaba masturbando con su erección. Y poco después me corrí,
mientras el tapaba mi boca y susurraba en mi oído “Córrete, pero no hagas
ruido, bastante manía te tiene ya mi mujer”, y el morbo de lo que estábamos
haciendo hizo que me propulsara a un orgasmo brutal y me corrí sobre su
miembro, clavando las uñas en él.
Tiró de mi pelo, exponiendo mi cuello, y pasó su lengua por
él mientras yo manoseaba su polla completamente empapada por mí. Pero me
aparté, fui a por un condón y se lo puse con la boca, bajando con mis labios
por su dureza, colocando el maldito plástico que tanto odiaba.
Me incliné, agarré su polla y me la puse en mi entrada,
bajando muy despacio sobre ella hasta estar completamente metida en mi
interior. Me sentía tan llena… abierta expuesta, cachonda, empecé a subir y
bajar mientras una de mis tetas estaba en su mano y la otra rozaba su cara.
Me agarraba el culo con la mano libre para intentar marcar
el ritmo, pero realmente, yo era la que le follaba. Subí y bajé, hasta quedar
sentada totalmente con él dentro de mí y me restregué adelante y hacia atrás
con su polla en mi interior.
Con la cabeza hacía atrás y los ojos cerrados me estaba
dejando llevar por el placer. Dios… iba a correrme en esta postura otra vez. Empecé
a moverme más rápido, desesperada, agitada, exaltada, mientras me aferraba a su
carne y él abría la mía. Sentí como algo en mi interior se formaba, luchando por
alcanzar algo que se acercaba, como ansiaba llegar, como sentía mi cuerpo cada
vez más tenso hasta que me corrí, ahogando los gemidos en su cuello intentando
no hacer mucho ruido.
Pero él no había terminado, así que me quité, me puse de
espaldas a él y me senté sobre su polla, teniendo él total visión de mi espalda
y mi culo, viendo como su polla se perdía en mi interior con cada movimiento
mío.
Me agarró de la cintura para clavarme, marcando él ahora el
ritmo, acelerando los movimientos desesperado por correrse y poco antes de
hacerlo, controlando como podía la eyaculación, me apartó, se quitó el condón y
se masturbó, rozándome, hasta correrse en mi culo.
Tiró de mi pelo hasta poner mi cara a la altura de la suya
para susurrar en mi oído “esto no termina aquí”.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBuen relato, con bastante morbo... pobre mujer cornuda la que has creado jajaja. Bien narrado, ha sido un detalle inesperado lo del condón, no sueles usarlos en tus relatos, aunque para luego correrse sin él, ejem, ejem, jajajaja.
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