Recuerdos
Me pierdo en tu aroma que
envuelve mis sábanas desde que te marchaste, exactamente hace 1 hora y 45
minutos que te levantaste, creyéndome dormida, te vestiste sin hacer ruido y te
fuiste, dejándome sólo una rosa blanca sobre la mesita de noche.
Bonita manera de actuar, cuando
te apetece me buscas, me seduces, me encaminas a lo que ansías hacer con mi
cuerpo y te aprovechas de ser mi debilidad. Pienso en la idea y me encoge la
parte más profunda de mis entrañas, mojándome poco a poco sólo con pensarte
nuevamente ahí, entre mis piernas.
Tu olor aún perdura en la
almohada, esa mezcla entre tu perfume y sudor, tu esencia... que me envuelve.
Miro mis muñecas, marcadas por tus manos, mi piel rojiza, por cada uno de tus
dedos que se han clavado en ella.
El otro lado de la cama deshecho,
frío, solitario... y empiezo a echarte de menos en más de un sentido de la
palabra.
Porque recuerdo... todo vuelve a
mi mente, a mi cuerpo, haciéndome reaccionar excitándome, alterándome la
respiración poco a poco, apretando mis muslos intentando calmar la sensación de
que me arde mi sexo dolorido.
Y recuerdo...
Estoy viendo la tele, aburrida
sin saber qué hacer y mirando el móvil. Entonces suena y veo un mensaje tuyo
pidiéndome quedar. Sé lo que buscas, pero una parte, irracional seguramente, no
me permite negarme a ti. Intento hacerme la dura, la interesante, tardar un mínimo
en responder o simplemente no hacerlo, pero no puedo, y al final te mando un
mensaje aceptando tu propuesta.
Cuando vuelve a sonar el móvil
veo que en tu respuesta me pides quedarnos en casa, y acepto. En cuestión de
minutos arreglo un poco mi apartamento, me visto yo y me preparo para lo que
seguramente quieres de mí.
Poco después suena el timbre y al
abrir te veo ahí, irresistible, sin decir nada y a la vez todo. Con esa cara de
niño travieso y esa barba que me vuelve loca. Corbata, cinturón, traje... muy
formal para venir a mi propia casa y no salir ni a tomar nada. Conoces mis
debilidades y quieres explorarlas, otra vez.
Me miras, apenas hablas y te
sientas sin ni siquiera decirte nada, "Cabrón
engreído" pienso mientras voy a la cocina, busco dos copas y saco
vino. Pero me quitas la botella, la pones en la mesita y tiras de mí hacia a
ti "odio que bebas”. Crees
que por que me folles cuando te apetezca tienes derecho sobre mí. En realidad,
no me gusta el vino, pero sé que te enferma que te lleve la contraria.
Me pones sobre tus piernas
bocabajo, de espaldas a ti, y me subes el vestido que me he puesto aposta. Ves
que no llevo bragas y tu mano impacta en mi culo de manera que resuena en toda
la habitación.
"Te gusta provocarme, ¿verdad?" me dices mientras me
das un azote, y otro, otro, y otro más. "Te gusta hacer cosas que sabes que no me gustan, porque sabes que
me proporciona placer castigarte y ejercer mi control sobre ti". Tenía
razón. Cada azote me humedecía más, endurecía mis pezones y me mordía los
labios intentando evitar de alguna manera lo que sentía en mi interior.
Me acaricia mi sexo en esa
postura, desde atrás, mientras busco la manera de rozarle el paquete con la
boca y restregar mi cara en él. Se da cuenta de mi intención y me da otro azote
que me duele más de lo esperado. "¡Ay!”.
"Las manos a la espalda" ordena mientras me acomoda
cerca de su miembro, endurecido bajo el pantalón. "No voy atarte... aún. Pero no se te ocurra moverlas de ahí".
Desabrocha su cinturón, el botón del pantalón y baja la cremallera cerca de mi
boca, casi pudiendo rozar la tela con mis labios. "Demuéstrame que sabes". Me reta con una mano agarrándome
el culo y con la otra acariciando mi pelo. Intento liberar, con frustración, su
erección de los calzoncillos ayudándome con los labios, pero bajo una risita de
diversión de él al final acabo sacándola y dándome con ella en la boca.
Clavo mis ojos en los suyos y
saco la lengua mientras rozo la punta de su miembro con mis labios. Pequeños
lametones lentos, suaves, que le están sacando de su control absoluto sobre mí.
Poco a poco va perdiendo terreno, me agarra más el pelo intentando mantener la
compostura. Cojo su polla con la boca y la introduzco hasta mi garganta sin
dejar de mirarle, hasta el fondo, una, y otra, y otra vez. Atragantándome con
ella y retirándome en el momento, cogiendo aire. Cada vez más fuerte, de abajo
arriba, chupo, lamo, paso los labios por la punta y mi lengua juguetea con
ella, hasta que su mano ejerce el control de nuevo en mí y me hunde la cabeza
manteniendo unos segundos su polla en mi garganta.
"Levanta de ahí" me agarra del pelo quitándome de
encima de él y me tira en la cama como si fuese una muñeca en sus manos.
Arrebatando mi ropa casi de manera salvaje me deja desnuda frente a él. Busca
en sus bolsillos y saca varias cuerdas de grosor mediano, todas rojas, y sin ni
siquiera desvestirse me ata las manos al cabecero, mientras mis piernas aún
están libres.
Se quita la corbata y, con ella
en las manos, se desabrocha la camisa poco a poco. "Abre las piernas", obedezco sin pensarlo, y con la
corbata me da pequeños azotes en mi sexo. Me arqueo, respiro con dificultad,
gimo y me quejo mientras mis dientes muerden mi labio inferior y le miro. Veo
en su cara la satisfacción y eso me eleva.
Se quita la ropa, se queda
completamente desnudo y se pone de rodillas en la cama, me agarra los muslos y
los abre, mientras me pellizca y me da con la palma de la mano de forma seca.
Pasa su lengua mientras me arqueo, ansiosa, excitada, empapada... deseando que
me coma y me sacie. Pero me tortura, su lengua llega hasta el punto de mis ingles,
me muerde, me lame, pasa su nariz por mi sexo y me huele "me encanta verte así, tan expuesta,
indefensa y necesitada de mí... por y cuando yo quiera". Le
intento rodear con las piernas, pero se quita, me enseña un dedo y me dice que
no con él "no querrás que te
ate los pies y te torture un poco, ¿verdad?" "Eres un maldito cabrón" "Esa boca sucia..." me
pone la corbata en la boca y me amordaza con ella.
Teniendo en cuenta su amenaza
intento mantener las piernas quietas, mientras su lengua pasea por mi sexo, me
abre con los dedos y me da con la punta de la lengua provocando espasmos que me
están volviendo loca. Introduce un dedo en mí, y en cuestión de segundos mete
dos más. Tres dedos y su lengua están torturándome de la manera más placentera
posible. Me arqueo, muevo las caderas, muerdo la corbata en mi boca y echo la
cabeza hacía atrás cerrando los ojos desesperada. Me devora, y puedo escuchar
el sonido de su boca y su lengua mezclándose con mis fluidos. Sé que estoy a
punto de correrme. "Córrete para
mí, nena".
Esas palabras resuenan en mi
cabeza cuando vuelve a prestarme atención, y su lengua entra y sale con un dedo
de mi interior, hasta que no puedo más y me corro en su boca moviéndome sin
control sobre ella mientras intenta sujetarme los muslos y me da manotazos.
Se levanta y veo cómo, con la boca
entre abierta, gotea sobre mí y se relame. Me coge y me da la vuelta, me pone
boca bajo y lo veo levantarse. Va directo a mis pies, me los ata en la cama y
me deja a cuatro patas, completamente inmovilizada. Se posiciona en medio de mí,
abriéndose paso con sus rodillas y empieza a azotarme, me acaricia, me manosea,
me azota, y vuelta a empezar, mientras su otra mano se enreda en mi pelo y
cuando me escucha quejarme estira de él.
Miro por debajo de mi cuerpo, veo
como coge su miembro y lo lleva a mi entrada, lo siento en ella. Restriega la
punta en mi sexo empapado y la introduce despacio en mi interior, mete, saca,
vuelve a meter y a sacar la punta de su erección de mí. Cuando menos lo espero
entra de una embestida fuerte, salvaje, y siento como se clava en lo más
profundo de mi ser y empieza a moverse, agarrando mis caderas me embiste como
si me fuera a romper, con desesperación, ansiedad, ganas de controlar cada
parte de mi interior. Me pellizca el culo, siento la palma de su mano impactar
en él y como estira de mi pelo buscando su propio placer. Sale de mí y vuelve a
entrar con fuerza, haciendo lo mismo dos veces más hasta que vuelve a embestirme
sin parar y siento cómo se va tensando, cómo su cuerpo se aferra al mío, cómo
me aprieta con las manos la cintura clavándome los dedos en la piel y
haciéndome daño.
Siento cómo se corre en mi
interior, cómo su miembro palpita, cómo se echa su cuerpo sobre el mío y se
desploma sobre mi casi asfixiándome. Con la respiración entre cortada aún se
acerca a mi oído, y mientras me quita la corbata de la boca me susurra "Esto me gusta de ti, saber que puedo
usarte y que es lo que te complace...mi pequeña diversión".
Empieza recobrar la compostura y
a desatarme las cuerdas, dejando en mi piel las marcas de ellas y sin darme
cuenta me duermo...
Me doy cuenta de que mientras
recuerdo todo lo de anoche mi mano se ha ido a mi entrepierna, y mis dedos
empiezan a jugar con mi sexo, abriendo mis labios y pasando el dedo despacio,
desde mi entrada al clítoris, moviéndolo despacio en círculos. Mi otra mano
acaricia un pecho, lo manosea, pellizca el pezón y me abro más de piernas para
introducirme dos dedos en mi interior. Excitada, entregada y recordando cada
uno de los momentos que pasé con él anoche siento como mi orgasmo se aproxima y
cuando no puedo más me corro entre espasmos y oliendo su perfume en mi
almohada.
Estoy sin fuerzas y me quedo
quieta, pensando, observando la ventana desde mi cama y decido coger mi móvil y
mandarle un mensaje. "Gracias por el
orgasmo que acabo de tener gracias a los recuerdos de esta noche, acabo de
correrme pensando en ti". Su respuesta llega casi de
inmediato "Me satisface saber
que eres una buena chica y que no dejas de pensarme. Pero ahora tengo un
problema en los pantalones que deberíamos resolver".
Sonrío mientras me vuelvo a
excitar sabiendo a lo que se refiere.
Me encanta tu blog y todas las historias! Sigue así!
ResponderEliminarJoder, más que "hetero general" esto es directamente dominación jajaja. Bien narrado, muy morboso con el juego de las ataduras y tal, y muy buen toque el añadido de la autosatisfacción ^^
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