Recuérdame
Otra carta sin remitente y que sé
a quién pertenece. Como siempre, las deja en el buzón de mi puerta y se va. Es
así desde el día que le conocí y supo donde vivía, desde entonces, su manera de
contactar conmigo se basa en esto, mediante palabras cargadas de promesas,
seducción y deseo, que sólo son firmadas con una "D".
Abro el sobre y me embriaga el
olor a perfume que desprende este, sabiendo que él, como tan meticuloso y obsesionado
que es, lo ha perfumado para mí. "Esta
noche. A las 22. En mi casa. Sin ropa interior." cortante,
escueto y directo. Palabras prometedoras de una noche que como siempre, no
olvidaré.
Pienso en él durante todo el día,
tentada una y otra vez de leer cada una de sus cartas, de fantasear y recrear
en mi habitación mientras estoy sola todo lo que él me dice y hace. Sus
órdenes, como él las llama, hace que se me tensen los músculos, que mi estómago
se encoja, que mi entrepierna se humedezca, que mi corazón palpite y que mi
labio sufra la agresión de mis dientes presionando sobre él. Y es que me pone
cachonda cada una de sus palabras y manera de dirigirse a mí. Esa agresividad,
oscuridad, control...me abandono a él y a donde quiera llevarme.
Antes de darme cuenta tengo la
mano acariciándome las bragas, jugueteando con el lazo azul que adornan mi tela
de encaje. Y resuena en mi cabeza su petición "sin ropa interior". Porque una vez me dijo "te quiero expuesta y accesible en
cualquier momento para mí, sin perder tiempo, detalle u ocasión de acariciarte,
tocarte, lamerte o comerte".
Noto la humedad empapando mis
bragas, como mis dedos empiezan a sentir el tacto caliente y pegajoso de la
tela. Cierro los ojos, abriendo las piernas un poco más y dejando que el
control se vaya de mi cuerpo, para dar paso a mi placer, a la libertad de un
orgasmo a través de mis dedos y recuerdos.
Pero no pienso en mí, sino en que
es su mano la que me toca y la que bruscamente me pellizca por encima del
encaje. Que son sus dedos los que intentan romper la tela para penetrar en mí,
y que con una desesperación disimulada me agarra de la cinturilla y la baja por
mis piernas. Me desprendo de ellas, ya no las necesito.
Completamente expuesta, abierta y
sintiendo el aire frío, que entra por la ventana en mi sexo, llevo la mano
hasta a él y lo cojo con la palma, como si quisiera atraparlo. La yema de mis
dedos acaricia mi entrada chorreando y se lleva la humedad hasta mi clítoris,
impregnando cada parte de mi coño con mi excitación. Pero en mi mente sólo está
él, su cara seria, sus labios apetecibles, esos ojos oscuros que me observan
hasta que se satisfacen al conseguir mi orgasmo, él.
Muevo en círculos mis dedos y
empiezo a meter y sacar de mí primero dos, para después seguir con tres,
mientras mi otra mano pellizca mis pezones por encima de la ropa. Me muerdo el
labio, ansiosa, desesperada, como una gata en celo expuesta que quiere ser
penetrada. Echo la cabeza hacía atrás mientras dejo escapar gemidos de placer
con lo que me estoy haciendo, yo no, él. Él me lo hace desde donde quiera que
esté, porque en mi mente se ha anclado y no me abandona. Mi espía, mi guardia,
mi tentación noche y día.
Sus palabras vuelven a dominar mi
mente, como él hace con mi cuerpo. Resonando en mi ser "córrete, hazlo para mí, dame lo que es
mío" y me tenso, suelto el aire que no puedo seguir reteniendo y
me corro pensando en él y sus palabras. Abierta de piernas, cansada, respirando
entrecortada pienso que cada uno de mis orgasmos le pertenece a él, aunque no
esté aquí.
Llego a su casa, que está a 15
minutos de la mía a pie. Hace frío y el abrigo me protege de miradas
indiscretas, camuflando mi vestido, bajo el que no llevo ropa interior. Negro,
por la rodilla y con un corte en la parte de atrás dejando ver hasta el muslo.
Si no llevara nada encima y tuviese que agacharme probablemente se me vería
todo. Sin maquillaje, pelo suelto, como sé que le vuelve loco verme. Medias
hasta el muslo, acabadas en encaje y el fino tacón del mismo color que todo lo
que llevo, negro.
Toco el timbre y lo primero que
veo es su muñeca, con la camisa y la chaqueta asomada al lado del pomo. Poco a
poco abre la puerta y me indica que pase, sin dejar de mirarme.
Desaparece en la cocina y vuelve
con dos cosas de vino que deposita en la mesita al lado del sofá. Me pide el
abrigo sin palabra alguna, sólo acercando sus manos a mí. Cuando se lo entrego
me mira "date la vuelta". De
espaldas a él me siento observada, nerviosa, excitada, como si fuese nuestra
primera vez. "quédate así" me
pide mientras siento que se aleja para dejar mi abrigo.
Escucho como vuelve al salón y
sigo estática. Todo es silencio, calma, tranquilidad, desde la luz más tenue
hasta el ambiente cálido que habita la estancia.
Siento algo sobre mis ojos e
instintivamente llevo mis manos a ellos "Estate quieta" y bajo los brazos a ambos lados de
mi cuerpo. Quedo a su merced bajo mi ceguera inducida por algo de seda, un
pañuelo quizás.
Mis sentidos se agudizan al no
verle, y estoy alerta a cada ruido o movimiento que haga, cada caricia que
espero ansiosa, cada beso que parece no llegar. Siento la mano en mi espalda, cómo
agarra la cremallera como si la fuese a bajar, pero no hace nada, "mmm aún no".
Muero el labio instintiva y
frustrada, como una niña a la que quitan un caramelo deseado. Pero entonces,
siento sus dedos perderse lentamente por la raja trasera de mi vestido hasta
acariciar el borde de mis medias, el encaje negro que resalta en mi piel lisa.
Sube el vestido un poco hasta la
parte donde mis muslos empiezan a unirse a mi culo, y acerca su cara "Ahh" mi boca reacciona
por mí con un pequeño grito que resuena en la estancia. No me lo esperaba. "Obediente, caliente y por lo que
veo... húmeda, como siempre." Aunque no pueda verle, podría jurar que
sonreía, mientras sus palabras calan en mí y su dedo acaricia mi entrada desde
atrás, notando lo mojada que empiezo a ponerme sólo por estar en sus manos.
Sus labios me rozan los muslos y
casi siento la necesidad de agarrarme a algo para no caerme, porque tiemblo con
cada roce. Llevo mi mano a su pelo y reacciono a tiempo para saber el error que
voy a cometer. No debo tocarle o me atará y eso no quiero.
Sus manos se abren paso en mi
ropa y acaricia mis cachetes, pegando pellizcos que me excitan cada vez más,
que me torturan y que desesperada debo apretar las uñas en las palmas de mis
manos. Pero él se toma su tiempo.
Ahora sí, me digo, cuando siento
el cierre de la cremallera y noto en mi espalda como se abre el vestido.
Pasa sus manos por mis hombros
para desprender los tirantes y cae a mis pies. Puedo imaginarme ahí, desnuda,
sólo vestida por unas medias hasta el muslo de encaje negro y unos tacones fino
del mismo color. Y él detrás de mí, como me había abierto la puerta, con su
inseparable traje de vestir color oscuro, como si fuese superior a mí y yo
fuera una muñeca con la que juega a desvestir.
Puedo oír como su respiración
cambia, como se altera mientras me siento observada con esos ojos oscuros
clavados en mí. Imagino que me mira de arriba abajo, como un sujeto de experimento,
reconociendo cada uno de los puntos, buscando fallos, buscando... lo que quiere
conseguir.
No puedo pensar más cuando la
palma de su mano se estampa en mi culo y casi caigo hacía adelante, al suelo.
Pero su brazo me presiona el vientre, cogiéndome al vuelo. Los tacones casi no
pueden sostenerme y es él quién me mantiene a salvo de caer de boca. Me duele,
me escuece, y noto el ardor del azote en mi nalga, y nuevamente vuelve a darme,
más, otra vez, y otras cuantas más hasta que me sienta en el sofá y me abre las
piernas para ponerse en medio de pie.
Me agarra la mano y me lleva
hasta su erección, escondida en sus pantalones. Sujeta mi cabeza y se acerca a
mi boca "Sácala de ahí,
ahora" cada palabra roza mis labios. Me quedo quieta sin
reaccionar a su petición y me agarra los pezones erectos y me los
pellizca "vamos". Me
arqueo y siento tirantez en todo mi cuerpo.
A tientas con mis manos
desabrocho el cinturón, masajeo su entrepierna, excitándole aún más si cabe,
por encima de la ropa. Me atrevo, con temor a no hacer lo que quiere, a acercar
mi boca a su paquete y pasear mis labios por él, agarrar su erección con mis
dientes despacio. Su mano me presiona la cabeza contra él, evitando que me
mueva y me acaricia el pelo. Me retiro cuando me lo permite, desabrocho el
botón y bajo la cremallera despacio. Tiro de los pantalones hacía abajo y paso
mis manos por su miembro, enfundado en calzoncillos.
Agarro la cintura de su ropa
interior y con mis dientes la bajo, sintiendo el golpe en mi cara de su miembro
duro. Me relamo, sabiendo lo que tengo ante mí y por desgracia no puedo ver y a
pesar de ello me excito más aún ante la pérdida de visión en un momento tan
erótico.
En mis labios siento la punta de
su erección, golpeándome en ellos e impregnándome de su humedad y calidez. Me
da en el lado de la boca, en los labios, en el moflete y su otra mano agarra mi
mandíbula para que abra mi boca a él.
La mete hasta mi garganta, sólo
una vez, y se queda quieto, ahogándome con ella mientras sus manos acarician mi
pelo hasta retirarme.
Se debe de poner de rodillas por
que coge mis piernas y las pasa por sus hombros. Su lengua penetra de lleno en
mí, de abajo arriba, hundiendo su boca en mi sexo empapado mientras me aferro
al sofá intentando no tocar su cabeza y mantenerle ahí por el resto de la
noche. Sus dientes muerden mis labios vaginales y no puedo evitar gemir sin
parar y que mi pecho suba y baje, hasta el punto que parece que se va a
desprender de mí.
Siento como me acerco al orgasmo,
pero para. "Quiero que lo que
tengas después, más intenso, y que cuando te corras sea con mi polla, bien
dura".
Y hago un esfuerzo sobrehumano
por intentar que esa brusquedad no me haga correrme ahí mismo.
Me levanta y me pone en el sofá
de espaldas a él, con mi culo casi en pompa. No sé qué hace, pero parece eterno
el tiempo que pasa en sentirle otra vez conmigo. Mediante un ¿Correazo? Sé que
vuelve a mí, puedo notar el frío cuero del cinturón impactar en mi culo varias
veces hasta que siento la correa en mi garganta, obligándome a estirar el
cuello, y encorvarme más a él. Me penetra de una vez, hasta el fondo, estirando
de mí, usando el cinturón en mi cuello. Embistiéndome salvajemente mientras en
mi oído sus labios me susurran palabras que me van a precipitar al orgasmo en
segundos, si sigue así. "Quiero
que cuando te mires mañana al espejo veas mis marcas en ti y no puedas evitar
recordar esta noche, y te vuelvas a tocar, vuelvas a correrte, como cada vez
que follamos y tu mente te lo saca a relucir. Eso es, quiero que mañana, aunque
no esté, te corras pensando en mí y en cómo te he follado hoy. Haciendo lo que
he querido contigo, dándonos placer con tu cuerpo y el mío."
Mis manos, aunque no las veía,
sentía que perdían el calor de la sangre agarrándose al sofá. Mis pechos se
movían rozando los pezones en el espaldar de éste. Podía sentir como sus
embestidas profundas traían consigo azotes de sus testículos. El sonido del
entrar y salir en mí, la respiración de ambos acelerada, mis gemidos
inevitables, mi boca seca que intentaba tragar saliva a través del cinturón en
mi cuello... y encima sus palabras. "no…
no puedo" intenté hablar, decir que no puedo aguantar más tanto
placer y tortura al mismo tiempo. "¿No
puedes qué, pequeña? “Me susurra en mi oído "No puedo más, voy a correrme" "Córrete con mi polla
dentro, quiero sentir como me aprietas en tu interior al hacerlo"
Y me dejo llevar, tensándome,
mientras siento que sigue embistiéndome mientras me corro con él dentro de mí,
sus dientes clavándose en mi cuello mientras baja el cinturón un poco más.
Cansada, sin fuerzas, exhausta,
respirando como si me ahogara, liberada... me dejo penetrar por él hasta que,
no se el tiempo que pasó, siento su semen caliente en mis cachetes, casi
calmándome el dolor de los azotes que me dio con el cinturón y que, ahora que me
doy cuenta, me dolían.
Su cuerpo se desploma sobre el
mío y le noto agitado respirar en mi pelo. Tras poco tiempo se quita, me limpia
y me da el vino que había traído cuando vine. Hablamos mientras me visto, sobre
todo de mí, respondo a sus preguntas. Y antes de irme por la puerta me da una
advertencia que me hace temblar por dentro "Hasta nuestra próxima carta".
Guau! Genial, como siempre ^^
ResponderEliminarPues si fuera a mí, que abro el buzón de pascuas a ramos, iba a jartarse de esperar jajajajaja.
ResponderEliminar"Cuando se lo entrego me mira "date la vuelta"." -> Ahí te has comido un "me mira y me dice" o alguna expresión parecida, ¿no te parece?
"Siento algo sobre mis ojos e instintivamente llevo mis manos a ellos "Estate quieta" y bajo los brazos a ambos lados de mi cuerpo." -> Más de lo mismo, aunque lo entrecomilles y se sobreentienda falta algo ahí.
El relato está muy bien, morboso y excitante, pero... ¿hetero general en vez de dominación? ¿Seguro? xD