AMIGAS+ 18
Puedo sentirme como si estuviera
en el limbo, o al menos lo que describen de él. Muevo la cabeza de un lado a
otro sobre mi almohada, inquieta, sudando, y puedo sentir que estoy despierta a
través del sueño.
Angustioso, agobiante, demasiado
pesado para levantarme bruscamente de la cama. Gimo, jadeo y me revuelvo
intentando abrir los ojos, pero no consigo despertarme.
"Despierta". Y la palabra me hace reaccionar al fin y
salir de la pesadilla en la que estaba metida sin salida. Mi novio me ha
librado de un mal rato eterno. Pero aún sobre la almohada mi cabeza reposa con
los ojos entreabiertos, con pesadez en el cuerpo y con pocas ganas de ponerme en
pie.
"¿Qué hora es?, había quedado con Lucía a las 10 para ir de compras." Miro el móvil esperando encontrarme algún mensaje de ella como es habitual, pero no hay nada y son las 9:30.
Me levanto, beso a mi chico y me
voy al baño a darme una ducha, intentando recordar mi pesadilla para
escribirla, como me había pedido el psiquiatra que visitaba desde hacía una
semana.
Había quedado con mi amiga de
toda la vida para ir por algunas cosas para el fin de semana que viene, íbamos
a comprarnos unos bikinis de primeras, y prepararnos para ir el sábado con los demás
a la playa.
Viendo que eran las 10 y aún no
había tenido noticias suyas la llamé por teléfono. Mi novio, encerrado en el
despacho, era como si no estuviera en casa, así que pasé de él y me centré en
llamar a Lucía.
"¿Qué? pero mañana íbamos a ir a lo del centro de depilación...
¿Qué te ha pasado? vamos, te conozco muy bien sé que algo te pasa para no
querer ir de compras. Vente a mi casa, suspenderemos la sesión de compras de
hoy la de mañana de la depilación, pasaremos un día de chicas aquí."
Colgué y me fui al despacho donde le dije a Adán lo que pasaba. Él sin inmutarse asentó con la cabeza, dejando claro que le daba igual mientras no le molestara en lo que estaba haciendo.
Poco después apareció Lucía con
muy mala cara, deprimida y con unos ánimos que parecía que le había pasado lo
peor del mundo. Me confesó que había discutido con su novio y que la había
tratado fatal, sintiéndose como si fuese una mierda.
La confesión no hizo más que
ponerme enferma. Era mi amiga desde hacía muchos años y habíamos compartido
muchos momentos y sólo de pensar que alguien la tratara así me hervía la
sangre.
"¿También lo piensas?" me preguntó y temí que fuese enserio. "Déjate de gilipolleces, Lucía. Cómo voy a pensar eso de ti, joder."
"Siempre que puede me echa en cara aquel tonteo con esa chica.
Desconfía de mí."
Sus ojos me estaban
entristeciendo y queriendo cambiar de tema para no darle más bombo al asunto,
la cogí de la mano y la llevé a mi dormitorio y cerré la puerta.
"Basta de gilipolleces, el sábado tenemos fiesta en la playa y
mira que pelos tenemos en todos lados, así que ya que no vamos a salir de
compras nos haremos un día de chicas aquí".
Pude ver como su cara se
iluminaba un poco y me alegré. Me acerqué a ella y la besé en los labios como
hacíamos más de una vez.
Ella era bisexual y yo hetero,
sin embargo, nunca había sido un problema ni mucho menos para nosotras y teníamos
clara nuestra amistad, y el hecho de besarla no cambiaba nada. Era confianza.
Estuvimos un rato haciéndonos las
piernas la una a la otra, probándonos los bikinis viejos que yo tenía guardados
y pude conseguir animarla, sin embargo, recordé que teníamos que depilarnos la
zona íntima y que solas era imposible. Además, nuestra cita con la esteticista
la habíamos cancelado hacía un rato para ir en su lugar a comprar lo que íbamos
hacer hoy.
"Tengo la máquina aún encendida, nos podemos hacer la cera aquí.
Echa el pestillo por si Adán viene no vaya ser que nos pille espatarradas. Que
a mí me tiene muy vista, pero a ti no." entre risas me fui al
baño y estiré la alfombrilla de hacer Pilates y preparé el sitio para
depilarnos.
Poco después entro Lucía y le
dije que se tumbara, le pregunté si sólo quería las ingles o por el contrario
quería todo depilado. Me dijo que lo segundo.
Nuestra confianza era mutua y muy
grande por lo que vernos desnudas no suponía vergüenza alguna.
En el último momento me dijo que
empezara yo, que tenía menos vello y que acabaría antes. Hice caso y me tumbé
en la alfombrilla en sujetador, sin ninguna prenda más. Me echó talco y me lo
esparció por mi zona íntima, acariciándome, haciendo que me estremeciera casi
sin darme cuenta.
Al cabo de un rato estaba
depilada y con el sexo enrojecido completamente, aunque el dolor había desaparecido
y mientras ella se colocaba en la alfombrilla para su turno, yo aproveché para
lavarme y quitar los restos de cera y talco que había.
Me puse el tanga, aprovechando la
libertad que tenía ahora sin pelo y me dispuse a hacerle la cera a ella haciendo
lo mismo. Nunca lo había hecho, y sólo repetía lo que había observado con
Lucía. Ella se dio cuenta.
"Tranquila, que no será la primera vez que me pegan ahí un estirón" Rio
y se echó ella el talco y agarró mi mano con firmeza, llevándola hasta su zona
íntima. "Masajea y espárcelo,
así el pelo sale mejor y duele algo menos".
Hice caso, y aunque no tenía idea
de depilación íntima supuse que esto no era algo habitual. Estaba tocando sus
partes íntimas de una manera poco "profesional"
Cuando le quité todo el vello y
se quedó en el baño para quitarse los restos de aquello, yo me fui a la
habitación, pensando en la escena que me daba vueltas en la cabeza y que por
alguna razón... me resultaba curiosa. Abrí el pestillo de la habitación una vez
terminada la sesión de depilación.
Cuando Lucía volvió conmigo se
sentó en la cama, esperando que le diera ropa interior mía para ponerse, sin
embargo, la cogí de la mano y la insistí a que se pusiera de pie.
"Enséñame" le susurré en el oído mientras me
excitaba al imaginar su reacción. "Tú no eres así" me dijo
mientras me miraba dubitativa, de arriba abajo y veía el movimiento de mi mano
ir hacía su pecho. "Siento
curiosidad", logré decir.
Me agarró por la cintura
pegándose a mí, sintiendo el calor de su cuerpo en el mío y como sus pechos me
acariciaban el sujetador. Con sus manos rodeándome la espalda, me desabrochó el
sostén y dejó que mis tetas cayeran por su peso, librándose de la tela que las
aprisionaba.
Me besó el cuello, y yo sin saber
que hacer o cómo reaccionar cerré los ojos y eché la cabeza hacía atrás,
dejándola llevar el control. "No
hagas nada, yo lo haré. Te enseñaré". Y así lo hacía. Me enseñaba el
camino al placer sin que la mano que me llevara fuese la de mi novio.
Bajaba por mi cuello, besaba,
lamía y recorría cada parte de mi pecho, hasta que hundió su cara en mis tetas,
cogiendo con los dientes los pezones y mordiendo levemente sin hacer daño,
mientras sus manos apretaban mi culo y tiraban despacio del hilo del tanga. Me
tumbó en la cama, se puso encima de mí y llevó mis manos a sus pechos, libres
de tela. Me guiaba a cada paso para que la acariciara y casi por inercia empecé
a masajearlos como cuando yo me doy placer sola, cuando me acaricio yo misma,
viendo en su rostro que estaba haciendo bien algo nuevo para mí.
Se quitó, abrió mis piernas y
bajando por mi vientre lamiendo mientras me miraba, hundió su boca en mi sexo,
aún con la tela puesta. Me arqueé inquieta, excitada y avergonzada por lo que
estaba haciendo. Pero me gustaba. Echó a un lado el tanga y pasó su lengua por
mi sexo recién depilado, aún sensible e hinchado, que se estaba alterando por
su atención. Con la punta de la lengua me daba toquecitos, lametones, sin
llegar a profundizar en lo que hacía. Más bien parecía que jugaba.
Agarró los bordes del tanga y lo
deslizó por mis piernas dejándome completamente desnuda ante ella, y de repente
toda la vergüenza que no había en años, llegó en un momento.
Me agarró los muslos, abriéndome más
para acceder a mí, puso su boca en mi sexo y empezó a chupar despacio, como si
estuviera degustando algo que la volvía loca, deleitándose en mi coño húmedo,
cada vez más. Por ella y por mí. Lamía mis labios, los separaba y pasaba su
lengua, succionando y dando toques con ella mientras que con su mano libre
introducía, primero un dedo y después dos, embistiéndome con ellos poco a poco
cada vez más rápido.
Por primera vez sentía un placer
que no había experimentado nunca, ni con mi novio, con el cual el sexo era una
auténtica maravilla.
Mi cuerpo se tensaba, buscaba más
roce con su boca y arqueaba mis caderas para pegarme lo más posible a sus
labios, desesperada, ansiada, necesitaba correrme y sentir el orgasmo que me
prometía. Y así fue. Estallé en su boca y no dejó de lamer ni un sólo momento
hasta que de mi cuerpo sólo salían espasmos provocados por ella.
Respiraba con dificultad y sólo
podía estar callada mirándola, sabiendo que mi cara ardía. Casi esperando una
respuesta que nunca le di se puso sobre mí. Con sus rodillas a cada lado de mi
cara y cogió mis manos llevándolas a su culo. Despacio fue acercando su sexo a
mi boca, esperando quizás que en algún momento dijera algo o me retirara, sin
embargo, no lo hice. Me dejé llevar y pasé mi lengua por ella, intentando
imitar lo que había sentido yo cuando su boca me comía.
Poco a poco empecé a entender el
juego que me estaba ofreciendo, y lamiendo lentamente apretaba su cuerpo contra
mi boca mientras que ella me agarraba la cabeza y me hundía más. Me dejaba
llevar, pero se apartó y no terminó en mi boca, aunque entendí poco después la
razón.
Me besó, llevándose parte de
ambas con ella y se quitó para ponerse sobre mí, su sexo sobre el mío,
rozándose, sintiéndose despacio cómo palpitaban ambos, cómo se impregnaban el
uno del otro y empezó a moverse frenéticamente mientras sus manos se agarraban
a mis pechos y me apretaba, haciendo yo lo mismo, siguiendo su guía. Y con esa
fricción de nuestros sexos sentí cómo mi orgasmo llegaba otra vez, cómo me dejé
llevar y volví a correrme con ella. Con mi amiga.
Poco a poco recuperamos el
resuello, mirándonos a los ojos. Entonces noté cómo ella abría aún más los ojos
en gesto de sorpresa. Seguí su mirada y me encontré que la puerta se encontraba
abierta y Adán estaba de pie junto a ella, con su miembro en la mano, masturbándose
furiosamente mientras su cara expresaba satisfacción. No sabía qué pensar
y temí que montara una escena allí mismo o que esto terminara muy mal.
Lucía, una vez más, tomó la iniciativa
y le hizo gestos de que se acercase a nosotras, cosa que hizo sin pensárselo
dos veces. En todo momento me miraba, pudiendo ver en sus ojos una mezcla entre
ira y excitación por todo lo que estaba viendo.
Al llegar a nosotras Lucía lo
agarró con la mano y lo guiaba dentro de mi boca. Al principio me sorprendí,
pero luego me dejé llevar al ver en los ojos de Adán el placer que sentía. Ella
empezó entonces a pajearle con frenesí mientras yo me dedicaba a jugar con mi
lengua sobre su glande dentro de mi boca, a la vez que Lucía me besaba los
pezones, supongo que para proseguir mostrándole espectáculo. No tardó mucho en
empezar a correrse, primeramente, en mi boca para a continuación salirse y
terminar él mismo de masturbarse y vaciarse embadurnándonos por igual nuestras
caras y pechos mientras Lucía me besaba, indiferente, al caliente semen que
caía sobre nosotras.
"Esto no termina aquí" fue lo último que salió de su
boca mientras se acercaba al cajón donde guardaba sus corbatas.
Muy excitante y bien narrado. Y más, encima, siendo una situación (la lésbica) a la que no estás habituada a escribir. El detalle del final con el chico sobresaliente.
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