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domingo, 21 de junio de 2020

Tres son multitud Parte 2 +18


Tres son multitud
Venganza

Estaba cabreado. Lo sé porque las chispas que soltaba me salpicaban hasta en el colacao. Pero yo hacía unos esfuerzos sobrehumanos por aguantarme la risa. Risa que al final se me escapó y que hizo a Estrella quedarse mirándome con cara de circunstancias mientras Jose se levantaba de la mesa, y se iba farfullando, tras dejar el vaso y el plato en el fregadero, limpios claro.

-          ¿Qué pasa aquí?
-          Nada.
-          Tu humor por las mañanas me aterra, te levantas como si fueras a prenderme fuego si te hablo y hoy…. ¿te levantas riendo?
-          ¿Es que no me puedo reír?
-          ¿Sin motivo? ¿Tú? ¿Recién levantada? Jamás.
-          Bah. – Me terminé de beber el colacao.
-          Estaré toda la mañana liada en mi cuarto con el cambio de armario, portaros bien.
-          Sí, mamá.

El resto de la mañana cruzamos varias miradas, no me dirigió la palabra y sentía la espada de Damocles encima a punto de que me la clavara.
Estrella no paraba quieta, viniendo cada pocos momentos a vigilarnos vaya que nos matásemos de un momento a otro, tanto silencio empezaba a olerle raro, y me conocía lo bastante como para saber que si no había hecho algo ya, estaría a punto de hacerlo.

En algún momento tendré que contárselo, pero esperaría a que él se fuera el lunes, para evitar que ellos hablasen de mí conmigo en casa.

La comida siguió tensa, empezaba a asumir que el fin de semana iba a ser demasiado intenso cada vez que nos juntásemos los tres.
Cuando Estrella no estaba ni nos mirábamos, le veía todo el rato con unos impulsos inhumanos de decirme algo, y yo disfrutaba de este juego, disfrutaba verle así, rabiando y aguantándose las ganas de decirme lo que pensaba. Pensé en mis adentros, que demasiado poco había hecho yo, para todo lo que él me hizo pasar a mí en el pasado. Aunque en el fondo yo sabía que eso lo tenía ya olvidado cuando le había visto entrar por la puerta y había hablado lo bastante con él como para entender, que realmente, había cambiado de verdad.

Aún así, soy un poco rencorosa y como ciertamente me seguía gustando, muy a mi pesar, correrme en su boca me había dado un placer que últimamente me hacía mucha falta.

Cuando mi amiga se fue a trabajar y nos quedamos a solas esperaba, contando los minutos, que explotara y empezara a decirme de todo. Pero no fue así. Se sentó en el sillón mientras yo, con las piernas estiradas sobre la mesita, jugaba a la consola y le miraba de reojillo.

Estaba liado con el móvil, engatusado por completo en él.
Cuando vi que la cosa iba a seguir por ese camino le di las buenas noches y me fui a mi habitación, cerré la puerta y me desnudé. Hacía una calor horrible esa noche, y opté por dormir desnuda.

Después de estar un rato metida en Twitter me cansé, el sueño me empezó a picar y, dejando el móvil en la mesita, me di la vuelta y me dormí.
Sentí un escalofrío por mi cuello que me hizo sobresaltarme. Me di cuenta que había alguien en la habitación. Cuando fi a hablar me puso su mano en mi boca y, poniéndose encima, me empezó a manosear, quedándome quieta sin saber aún cómo reaccionar.
Cuanto estaba seguro de que no iba hablar, apartó su mano de mi boca y encendió la lamparita, y la llevó hasta mi cuello, ejerciendo presión en él, mientras con su otra mano la llevaba hacia atrás para acariciarme el coño, sintiendo como me humedecía bajo su mano.
Yo abría las piernas para dejarle hacerme, mientras sentía el peso de su cuerpo sobre mí, y su polla rozándome.
Estaba totalmente desnudo.
Me manoseaba, me pellizcaba, observaba mi cara y que yo estaba quieta completamente dominada debajo de él, orgulloso.
Su enfado se había esfumado de su cara y sólo quedaba un aire de superioridad que me irritaba y me ponía a partes iguales.
Le pedí más, haciendo que él disminuyese el ritmo, a lo que yo me quejaba, gimoteaba y buscaba friccionarme con su mano. Impedida por él.
Se apartó, se puso de pie a los pies de la cama y tiró de mis piernas hacia abajo, dándome la vuelta en la cama.
Abrió mis piernas, llevó su miembro a mi entrada y empezó a rozarlo por ella, llevándolo hasta mi coño, rozándome con su polla hasta el punto que me estaba volviendo loca y ansiaba tenerle dentro por pura desesperación.
Pero él quería jugar. Me metió la punta muy despacio y la volvió a retirar, repitiendo este movimiento varias veces hasta que, sin esperármelo, me la metió de una vez haciéndome gritar del sobresalto.
Con la cara aplastada en la cama, el pelo esturreado en el colchón, las sábanas tan revueltas que se habían hasta salido de él, él seguía sobre mí, me había cogido por las piernas, me había presionado la cabeza contra la cama y me embestía una y otra vez, profundo, duro, excitante… sintiéndolo hasta el fondo de mí mientras él tenía una primera visión de su polla entrando y saliendo de mi coño. Puso sus manos en mi culo, el cual apretaba y pellizcaba compaginando con azotes, mi espalda tensándose y moviéndose mientras mi pelo se movía como si una racha de viento leve me lo agitase, sólo con el vaivén de sus embestidas.

Mis pechos presionados entre el colchón y mi propio peso me “estiraban”, haciendo que me costase mantener la postura por el tamaño de ellos, pero aún así la posición y sentirle dentro de mí me estaba resultando cuanto menos excitante, morboso y sucio.
Sentía su mano en mi cabeza, enredada entre mi melena azul, presionando cada vez que me embestía con rudeza. Mis gemidos eran ahogados por la cama y la sábana que tenía enredada en mi mano, la cual acercaba a mi boca, para que se oyesen menos. Olvidando por completo que estábamos solos.

Salió de mí, con su polla empapada de ambos y la puso entre mi culo, apretó los cachetes presionando su erección y empezó un movimiento lento en el que llegaba hasta el final, sintiendo como sus huevos me rozaban en cada embestida. La lubricación de nuestros sexos hacía tan fácil los movimientos que me ponía más excitada aún.
Pero yo ansiaba más. Necesitaba correrme porque no podía soportarlo más. Se estaba vengando de mí, torturándome como yo había hecho con él la noche de antes y me estaba llevando al límite de la cordura.
Se apartó, me dio la vuelta, se colocó encima de mí, de rodillas, con una pierna a cada lado subiendo hasta la altura de mi pecho. Puso su polla mojada entre mis tetas, la presionó con ellas y empezó a follarme, siendo visible la facilidad con la que subía y bajaba entre ellas, mientras yo llevaba mis manos a su culo y le agarraba indicando que no parase.

Él observaba, excitado, con la boca entre abierta, como me embestía cada vez más fuerte, rozándome con sus huevos, mientras agarraba mis tetas pellizcando los pezones con el índice y el pulgar, poniéndolos más duros aún de lo que estaban ya.
Le miraba a él, su cara, me estaba volviendo loca, pero es que cuando bajaba la vista hasta mis pechos lo veía así, empujando entre ellas y sentía la ansiedad de sacar la lengua y acercar mi boca cuando subía, dando lametones en la punta de su polla. Sus jadeos aumentaban, y me cogió las manos y las llevó hasta mis pechos, indicando que fuera yo la que agarrara.
Obedecí esa petición silenciosa y él aprovechó para agarrarme del pelo y la cabeza con las manos obligándome a moverla hacía abajo, lo que aproveché para abrir la boca y sentir como su polla después de resbalar por mis tetas con sus embestidas, llegaba con la punta hasta mi boca y tocar mi lengua.

Sentía el peso de él sobre mi cuerpo, los tirones en mi cuello por la postura, pero no me importaba porque estaba disfrutando el momento. Sólo tenía una pega… y es que ansiaba correrme.
Siguió subiendo y bajando, mientras me costaba mantener mis tetas entre mis pequeñas manos y, con un ritmo frenético, más acelerado y ansioso, siguió follándome las tetas hasta que sentí como se tensaba su cuerpo sobre mí y los espasmos se apoderaban de él, corriéndose mientras se movía y llegando su semen hasta mi boca, esparciéndose por la barbilla y mis tetas, recorriendo mi cuello, embadurnándome entera. Aflojó la presión en mi pelo, el cual había aumentado mientras se dejaba ir sobre mí.

Esperaba, inocentemente, que tuviera piedad de mí y no me castigase por nuestro último… “encuentro”. Pero por lo visto era muy vengativo, porque se levantó, cogió una toallita de mi mesita y se limpió, la tiró a la papelera y sin mediar palabra se fue. Dejándome cachonda, al límite y con un cabreo que podría partir por la mitad a alguien sólo con rozarlo. Aquella noche estaba hasta cabreada para tocarme sola, y cuando me dormí inconscientemente, mi mano se fue hasta mis bragas. Las que me había puesto cuando él se iba, para salir corriendo al pasillo y que no se marchara sin decirle cabrón de mierda.

Salí detrás de él desnuda, gritando todo tipo de insultos mientras él cerraba la puerta tras entrar en su cuarto. Oí el tintineo de las llaves y escuché a mi amiga entrar, quedándose pasmada al verme.

-          ¿Qué haces en pelotas en mitad de la noche en medio del pasillo?
-          Voy al baño.
-          ¿Desnuda?
-          Tengo calor, ¿qué coño pasa?
-          Uy como estas…
-          ¿Qué haces tan pronto aquí hoy?
-          Iris, son las 2:30 ya…
-          Ah… - No sabía ni la hora que era. – Me vuelvo a la cama.

Me volví a mi habitación, cerré la puerta maldiciendo no tener pestillo y me metí en la cama demasiado cabreada como para pensar en algo que no fuera Jose y que me quería correr.

Barajaba la idea de darme una ducha, fría, muy fría, o de buscar uno de mis juguetes en el cajón. Pero al final, me espatarré en la cama, llevé mi mano a mi coño y empecé a tocarme hasta que, en cuestión de un par de minutos me corrí desesperada.

Sin embargo, sentía mucha ira en mi interior, no podía dejar de pensar en todo y aunque me había corrido el estrés y la tensión me carcomía por dentro.
Me puse a jugar a la consola hasta que me llegó el sueño otra vez y me quedé frita con ella encima.

Por la mañana en el desayuno cambiaron las tornas, el que sonreía era é y la que estaba de un humor más malo que de costumbre era yo.

-          Buenos días bellas durmientes. – Dijo son sorna cuando entramos en la cocina.
-          Vete a la mierda.
-          ¡Tía!
-          ¿Qué?
-          Que borde eres con él.
-          Soy borde con todo el mundo por las mañanas, ya lo sabes. No deberíais hablarme si quiera.
-          Venga bonita, ¿has pasado mala noche? – Entre el mal humor mío, y las puyas de él, estaba a nada de saltar. - ¿Has pasado calor?

Fue el momento idóneo para tirarle el vaso de leche encima. Estrella se quedó sin palabras.
-          Toma, para que no pases calor tu tampoco, bonito.
-          ¿Pero qué…? – Balbuceo mientras se limpiaba la leche de la cara.
-          Me voy a ducharme.
-          Pero tía, ¿qué te pasa hoy? – Estrella venía detrás de mí.
-          No aguanto a ese soplapollas, que ganas de que se vaya ya, la virgen santa.
-          Aún estamos a sábado.
-          Se me está haciendo eterno el fin de semana. – Y me desnudé delante de mi amiga como tantas veces había hecho y me metí en la ducha mientras ella me soltaba un sermón sobre cómo olvidar, perdonar y seguir.

Pero yo ni perdono ni olvido.



1 comentario:

  1. Cuidado con ese error de continuidad que te he dicho, que primero se duerme sin tocarse del cabreo pero luego resulta que sí se tocó y se corrió antes de dormirse jajaja.

    Y lo de salir sin limpiarse el semen de encima y que la amiga sólo note que va en bragas... ¿de la cremita no se da cuenta? xDDD

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