No podemos
culpar al vino
Digamos que hoy día las relaciones que entablamos para
muchos se basan en las redes sociales, como es mi caso, y es ahí donde conocí a
alguien hace 5 o 6 años, con quien más tenía mis buenos ratos de charlas subidas
de tono. Ese alguien con quien tonteas, a quien le pasas fotos cuando te vas a
la ducha mientras la toalla cae a tus pies, con quien dejas salir comentarios
del tipo “dime qué quieres que te haga” con quien tanteas la posibilidad de
viajar kilómetros para verle y quien te asegura que, ante todo, te quiere
emborrachar. Y sobretodo que sabes que siempre estará ahí y no desaparecerá.
Demostrándomelo a lo largo de los años.
En nuestros largos años de amistad hemos hablado de muchas
cosas, entre ellas mi debilidad a la hora de ingerir alcohol, siendo testigo en
innumerables ocasiones de que cuando bebo me pongo demasiado cariñosa y que la
lengua se me va más de la cuenta.
Como aquella vez en la que se me fue la mano con el ron y
terminé grabándome para él mientras bailaba frente a la cámara. O en la que me
acariciaba por encima de la tela las tetas y el coño, apretujando mis pechos
haciendo que sobresalieran del sujetador y asomasen por mi inseparable escote.
Su reacción había sido mandarme una foto de su barba
(haciendo hincapié a mis debilidades) con el comentario de que me quería comer
el coño hasta que me deshidratara.
No puedo negar la gracia que me hacía y el deseo que se
despertaba en mí mientras apretaba mis muslos dándome un poco de presión con
ellos en mi parte íntima.
Le seguí la corriente como otras tantas veces, porque
disfrutaba de su mente calenturienta y de la mía, porque siempre me pillaba en
mis bajones salidos y, sobretodo, con alcohol en la sangre, lo que me evadía
del control de mis propias acciones.
Tras varios mensajes en Twitter durante unos meses, nos
dimos el móvil, y pasamos a trasladar nuestra charla juguetona ahí, de manera
más… íntima.
Aquella tarde que me iba a la ducha se lo hice saber, y
aunque no había bebido nada, le seguí el rollo cuando me dijo un “a ver”,
obsequiándole con una foto mía en toalla… seguida de un comentario de él “bájala
un poquito más”, accediendo a su petición hasta que la tela que me cubría, cayó
a mis pies y me fotografié con sólo las manos tapando mis zonas íntimas y mi
pecho.
Una vez dentro de la bañera me enjabone, perdiéndome en el
agua caliente que me evadía, hasta que el sonido de un mensaje me sacó, secando
la mano en la toalla que tenía cerca para poder mirar si era él.
Obviamente me pedía más sin nada. Y jugando un poco con él
como él hacía conmigo, le mandé una enjabonada donde no se veía nada más allá
que la forma de mis tetas y todo cubierto de espuma.
Os ahorraré los comentarios que me dijo él en ese momento,
pero tras ellos tenía tal calor en la parte interna de mis muslos que llevé la
alcachofa hasta ahí para darme una sesión de placer bajo el agua, corriéndome mientras
ahogaba un gemido mordiendo mi labio y agarrándome con la otra mano a la
ventana que tenía sobre la ducha. Pero no era ni la primera ni la última vez
que me corría con su ayuda, sin él saberlo. Porque si algo me decía
constantemente era que “quiero que te toques para mí y sientas el placer que
mereces, ya que no puedo tocarte yo, hazlo tú con mi ayuda”
Sus comentarios cuando hago RT a varios gifs sexuales son
otro aliciente para disfrutar con él, llegándome por mensaje privado o por
Whatsapp respuestas en las que me confiesa que quiere recrear esos gifs
conmigo.
Pero sin embargo lo que más adoraba era cuando subía mis
stories a Instagram y acto seguido tenía sus respuestas en mi bandeja de
entrada con emoticonos babeando y con comentarios obscenos que me hacen tanto sonreír
como calentarme.
Sus peticiones de “quiero que nos toquemos juntos” mientras
le pongo caritas y le sigo el juego es algo que terminó enganchándome.
Pero aquella vez que me superé fue cuando volví de una
fiesta hace unos años, hasta arriba de ron y al llegar a casa puse el móvil en
la mesita y me empecé a grabar desnudándome para enviárselo.
Después de agradecerme por estar en su vida y soltarme
burradas, me dijo que iba a tocarse, yo sin creerlo mucho le seguí la corriente
hasta que recibí material gráfico de lo que estaba haciendo sin llegar a ser
explícito y no respondí.
Leer que quería frotar su polla contra mi coño empapado me
empujó a mandarle una foto mía provocativa, de las que tanto le gustaba y me
pedía. Aunque él siempre me pedía más… sin ropa, sin manos… y recalcaba una y
otra vez como ansiaba ver mis pezones y tocarlos.
Pero nuestros juegos no cesaban, y cada vez que yo bebía
siempre acababa jugando con él al gato y al ratón. Por eso otra de las veces en
las que me había pasado con la ginebra y estaba sola, con el calentón propio
que tenía encima, le mandé una foto de camiseta mojada exclusivamente para él. Le
encantó. Pude verlo en su siguiente foto hacía a mí.
Juegos, calentones, fotos, caricias que se me empezaban a ir
de las manos hasta que perdimos el contacto. Sin embargo, cada x tiempo
volvemos a retomar esas bonitas costumbres de mandarnos fotos provocativas y
lanzarnos hachazos con los que jugar. Es un juego que nunca cesa entre él y yo
y como era de esperar, ha vuelto a la carga, aunque realmente nunca se fue,
tentándome cada vez que vuelve a mi vida, provocándome, incitándome a jugar… y
quizás yo estoy en un momento donde más me apetece hacerlo y donde he aprendido
a dejarme llevar.
Ayer por la mañana cité un Tweet de un gif donde le hacían
una comida de coño a la chica, y su respuesta fue mandármelo por Whatsapp con
un “cuando vengas te despertaré así tantas veces que desearas dormir a todas
horas” y le pregunté que tenía en mente y me respondió “tengo muchas cosas, y
todas implican comerte el coño” dejando claro las ganas que tenía de que se lo
pusiera en la cara.
Indirectamente lo hice, me bajé los pantalones y abrí las
piernas, enfocando la cámara al entremedias de mis muslos, teniendo un primer
plano de mi coño bajo las bragas. Retomamos,
como si no hubieran pasado los meses, aquel bonito juego de insinuaciones, de
provocaciones hasta que llegó la noche, donde mi alma ya no podía más y
necesitaba evadirme de todo, descansar, no pensar, disfrutar y beber. Sobretodo
beber.
Había sido un día de locos. Me despertó mi perro de
madrugada porque estaba ladrando a una puta paloma, y desde eso desencadené un
desvelo y un dolor de cabeza que me tuvo todo el día sin poder dar pie con bola
alegrándome sólo por sus mensajes y sus provocaciones.
Cuando llegó la tarde mi cabeza ya estaba a punto de salir
disparada de mi cuerpo, mi paciencia estaba bajo sus límites, y mi agotamiento
mental estaba saturándome entera.
Como estaba sola no tenía ni ganas de hacer la cena, mi
novio tardaría bastante en volver así que, pasé por alto la comida. Sin
embargo, cogí la botella de vino blanco helada que tenía en la puerta de la
nevera y me llevé una copa al salón.
Tras una copa vino la segunda, la tercera, hasta que estaba
ya con un estado de embriaguez considerable y con la botella casi vacía.
Entre el calentón que me dio el vino, el que llevaba yo de
fábrica, y el de pleno junio, acabé haciendo cosas que no debía.
Y tener a mano el móvil y hablar con él era una combinación
muy mala, nefasta, y terriblemente apetecible a partes iguales.
Le mandé una foto de la copa de vino y puso toda su atención
en mí, hasta que mi lengua empezaba a ir a pedales.
La primera foto fue vestida, con mi cara enrojecida por el
alcohol. La segunda bajando un poco la camiseta. La tercera con el sujetador
rojo asomando por encima de la camiseta de tirantes rosa, la siguiente llevando
mi mano al interior de mis piernas por encima del pantalón corto. Hasta que
empezaron los vídeos.
Magreándome por encima de la ropa hasta sacar mis tetas de
la camiseta. Deslizando mis dedos desde mi boca, chupándolos, hasta mi pecho y
abarcándolo con mi mano, rozando los pezones por encima de la tela para que se
endurecieran y que él los viera como tanto me pedía.
Recibí como respuesta un vídeo donde se estaba acariciando
mientras me veía, susurrándome obscenidades que me hicieron grabar otro
metiendo la mano en mi pantalón, acariciándome por encima de mis braguitas.
“Bájate los pantalones” y obedecí, pidiendo por un audio que
él hiciera lo mismo. A lo que me dijo como otras tantas veces “ quiero hacer
que te corras hasta que grites mi nombre” Nuevamente llevé mi mano donde había
estado para continuar esas caricias que había frenado, mientras con la otra me
volvía a grabar.
Abierta de piernas en el sofá, tumbada con mis tetas cerca
de la cara, me grabé recorriendo con la cámara todo mi cuerpo mientras mi
respiración acelerada por el calentón que tenía, hacía que mi pecho subiera y
bajara.
Me entró una videollamada de él cuando le mandé el video y
lo vio, dudé si aceptar o no, y posiblemente en otras circunstancias no lo
habría hecho, pero caí, y ahí estábamos, viéndonos el uno al otro mientras
nuestra mano se perdía en el interior de nuestras piernas, cada uno deleitándose
con la visión del otro.
Puse el móvil en la mesita baja del salón y me enfoqué,
quitándome la camiseta nada más incorporarme nuevamente. Me quedé en sujetador,
pasando mis manos por mi pecho mientras le sonreía y veía como él se quitaba
también la suya.
Ambos nos tocábamos por encima de la ropa interior hasta que
yo me quité el sujetador, despacio.
Deslizando un tirante por mi hombro,
seguido del otro, desabrochando detrás y tirando de la parte delantera hasta
dejar mis tetas libres.
Bebí de la copa de vino dejando caer parte del líquido por
mi barbilla que resbalaba por mi pecho, cuando dejé la copa llevé mis manos a
mis tetas y las junté, masajeándolas, llevando los pezones hasta mi boca para
lamer parte de lo que se me había derramado.
Con las piernas abiertas e inclinada hacia delante enterré
parte de mi boca en mis pechos, que juntaba hasta llegar a mi boca, pegando lo
que podía mi cara a ellos, sacando la lengua y pasándola por mis tetas.
Cada vez le veía más tenso, excitado, nervioso y cachondo,
hasta que se la sacó de los calzoncillos y empezó a tocarse despacio, subiendo
y bajando su mano por su polla mientras observaba el espectáculo que le
ofrecía.
Con las piernas abiertas tenía la visión, casi, de mi coño,
tapado meramente por unas minúsculas bragas de encaje negras con
transparencias. Comencé a tocarme por dentro de ellas, empapando mis dedos,
subiéndolos a mi boca y chupando como él me pedía “Quiero ver como chuparías lo
que tengo en la mano ahora”.
Y mis dedos volvían al cálido sitio del que salieron mojados.
Moví mi cuerpo un poco más hasta el filo del sofá para que me viera lo mejor
posible, juntando los laterales de mis braguitas y rozándome con ellos mientras
parte de mi coño quedaba a su entera visión.
“Para. Quítatelas, quiero ver cómo te tocas sin ellas” y
nuevamente le ofrecí lo que me pedía.
Me puse de pie, puse el móvil más alto, y me puse de
espaldas a él, estando mi culo a la altura de la cámara. Empecé a moverme
despacio, contorneando mi culo para él, mientras agarraba la cinturilla de mis
bragas y empezaba a bajarlas, llegando a la mitad del trayecto y dándome la
vuelta para agacharme y pedirle que me muestre como se toca “ahora soy yo la
que quiere ver cómo te das placer, quiero que cojas mi mano y me guíes como lo
haces”.
Y observé cómo lo hacía, como movía su mano despacio disfrutando
el momento, tan cachondo como yo.
Me incliné para coger nuevamente más vino, y bebí, notando
los efectos ya pesadamente sobre mí.
Volví a dejar la copa en su sitio y, aún
de pie y frente a la cámara, con las bragas medio bajadas, puse mi mano en mi
coño y empecé a acariciármelo, asomando los dedos mojados por encima de la tela
para pasarlos por la parte baja de mi vientre y volverlos a meter en mis
bragas, viendo como él aceleraba por un momento su movimiento y se le escuchaba
más jadear.
Agarré la tela negra que poseía a medias y la bajé hasta mis
pies, sacando uno y después otro, cogiendo mis bragas y enseñándoselas por la videollamada,
viendo cómo estaban de manchadas por mí.
Me senté en el sofá, llevé mis bragas a mi boca y mientras
sonreía con ellas pendiente de mis labios, abrí mis piernas con las manos,
exponiendo mi coño desnudo a su vista.
Abrí con mis dedos mis labios vaginales y le mostré cómo
estaba de empapada, pasando un dedo por él, llevándolo hasta mi entrada
mientras me erguía haciendo que en ese segundo mis tetas se movieran, atrayendo
su vista hasta mis pezones duros que reclamaban atención.
Repitiendo el proceso una y otra vez, impregnando mi coño de
mis propios flujos, acariciándome, perdiendo un dedo en mi interior.
Con una mano me tocaba las tetas, primero un pecho, acariciándolo,
pellizcándolo, apretándolo y cogiendo el otro para juntarlos y moverlos con mi
mano libre, mientras con la otra, perdida entre mis piernas, me metía un par de
dedos ya.
Solté las bragas de mi boca y llevé mis dedos hasta mi
lengua. Los lamía mirando fijamente a la cámara mientras sonreía al ver el
efecto que provocaba en él.
Bajé la mano de nuevo para acariciarme, rozando mi clítoris
con las yemas de mis dedos mientras con la otra mano metía un par de dedos en
mí, entrando y saliendo, entrando y saliendo, acompasando el ritmo ambos hasta
subir, bajar, meter y sacar a la vez, perdidos en las sensaciones placenteras y
morbosas del juego que nos habíamos montado.
Y no tardé mucho en sentir mi orgasmo llegar, acelerando mis
movimientos mientras le observaba a él, tocándome con su imagen en mi retina.
Me arqueé en el sofá echándola cabeza hacía atrás gimiendo
mientras me tensaba y me corría empapando mis manos.
Exhausta las llevé a mi boca y me lamí cada uno de los dedos
que habían estado en mí, mientras me susurraba cosas obscenas casi ininteligibles
de la excitación de su voz.
Me di la vuelta, me puse de rodillas en el sofá de espaldas
a él y, con el culo en pompa, abrí las piernas para que me viera en primer
plano desde esa posición. Llevé mis manos hasta el interior de mis piernas y
comencé nuevamente a tocarme, rozando mi entrada chorreando con la yema de mis
dedos, subiendo e impregnando la humedad por mí mientras movía el culo
lentamente y veía, desde una nueva perspectiva, cómo mis dedos se perdían en mi
interior.
Perdí la noción del tiempo y nuevamente me dejé llevar sólo
presa de los sonidos que escuchaba salir de su boca y de la llamada. Tenía
visión plena de mi culo y mi mano perdida en mi coño, pero yo no podía verle a
él y eso en cierto modo, aumento el morbo del momento, haciendo que sus
palabras, casi susurradas, viajaran hasta el interior de mis piernas en forma
de mis dedos.
Casi a cuatro patas en el sofá me volví arquear, rozando mi
pelo azul y suelto por m espalda mientras mis tetas se presionaban en el sofá. Volvía
a correrme para él mientras me observaba y yo estaba a ciegas, agarrándome con una
mano al cojín, apretando con la presión que sentía entre mis piernas de forma
liberadora. “Joder, Hugo”
“Quiero correrme encima de ti”
Me susurró mientras me dejaba caer en el sofá y le veía
morderse el labio, jadear y tensarse para después correrse mientras continuaba
el movimiento de su mano reduciendo el ritmo y aguantando la respiración para
soltarla al final mientras el semen salía de él y resbalaba por su mano.
Le sonreí, confesándole que la próxima semana iría a su
ciudad y podríamos vernos en persona. Su respuesta fue reírse mientras me decía
que iba a comprar una cantidad ingente de alcohol del que me gusta.
No siempre podemos culpar al vino de lo que hacemos, ni con
quién lo hacemos, en el fondo es algo que llevamos tiempo con ganas de hacer.
Continuará en la parte 2.
Jajaja, el vino es una mera excusa xD
ResponderEliminarEspero que pusieras una toalla al menos en el sofá, que si no lo has debido de dejar fino jajajajaja.
Buen relato ^^