No podemos culpar al vino Parte 2
Uno de sus últimos mensajes fue “espero
que me concedas el honor de dejarme comerte el coño cuando vengas” y le dije
que escribiría un bonito relato sobre eso, mientras me reía. Pero recuerdo sobretodo
el último, explicándome paso a paso lo que quería hacerme cuando me tuviera
delante.
Los días pasaron con más momentos
juguetones entre ambos, pero sin volver a darse el encuentro completo de la
última vez que me bajé las bragas.
Fui a pasar unos días a su ciudad,
porque tenía que hacer un curso por ahí de 3 días, y me ofreció su casa.
Después de mucho pensarlo, como iba sola, le dije que sí, pero haciéndole
prometer que se portaría bien, no me emborracharía y no me metería mano. Esto último
debo reconocer que no quería que lo cumpliera, pero lo del alcohol sí, porque
me conozco y se lo cariñosa que me puedo llegar a poner.
Cuando le vi el primer impulso
fue abrazarle, notando como una erección empezaba a crecer bajo sus pantalones.
Le sonreí señalándole “vamos, venga….” y levantó las manos como si no fuese
culpa suya.
Le di dos besos, que mantuve más
de la cuenta, en su cara y él me agarraba por la cintura, apretándome contra
él.
No tenía la más mínima intención
de hacer nada con él, lo juro, pero me tenía preparado un minibar expresamente
con bebidas alcohólicas que solía beber yo. “Serás cabrón… no voy a beber aquí”
a lo que me respondió un “yo cuidaré de ti” que me sonó hasta sincero.
Llegué con la hora pegada al
culo, así que cuando solté mis cosas y estuve un rato con él me acompañó hasta
donde tenía el dichoso curso, porque yo no sabía llegar, y cuando iba a salir
le avisé. Fuimos a comer, comiendo una cantidad ingente de encurtidos que tanto
me prometió hace años y volvimos a su casa.
Era demasiado fácil estar con él,
varios años a cuestas conociéndonos nos lo puso más fácil de lo que esperaba, y
el tiempo se me pasaba volando a su lado.
Hacía un calor tremendo, así que
cuando llegamos me fui directa a darme una ducha, momento en el que aprovechó
para poner una copa para cada uno.
Cuando salí, vestida con el
vestido azul de lunares blancos, le vi sujetando una copa sonriéndome mientras
me la tendía.
- - Te dije que no iba a beber aquí.
- - Es ginebra, ¿Estás segura?
- - Pero una. – Le di un sorbo y… joder, que bien entraba. - ¿Pero cuánto me la has cargado?
- - Lo suficiente para cuidar de ti.
Nos sentamos y nos pusimos a
hablar de lo que habíamos conocido el uno del otro durante este tiempo.
Recordamos varias anécdotas y hablamos de aquel perrito que me encontré una vez
en mi puerta y que él recordaba con cariño.
Pero conforme me bebía la copa él
iba preparando la siguiente, hasta que le dije basta.
- - Tengo que madrugar mañana, ni se te ocurra prepararme una resaca.
- - Yo haré que te relajes.
- - No estoy borracha aún, además - Dejé la copa en la mesa y me acomodaba para mirarle de frente – decías que ibas a cuidarme.
- - No te dije como – levantó las cejas mientras me señalaba con el dedo a mis piernas. – Y se me ocurre la idea que te dije antes de venir.
- - No. – Me reí. – lo que pasa en internet, se queda en internet.
Me hizo un puchero y no volvió a
insistir con el tema.
Me estaba quedando dormida en su hombro, hasta que ya no pude más y necesitaba acostarme. Me llevó a su habitación y me dejó la cama a mí.
- - ¿Qué vivimos en la época de cortejo?, no me seas, que no pasa nada porque duermas conmigo.
- - Pero si es por ti…
- - Acuéstate conmigo.
- - ¡Qué ganas tenía de oír eso!
- - ¡¡De dormir!!
- - Qué pena…
Cuando me acomodé en una de mis
posturas raras e imposibles me quedé medio dormida, pero lo bastante en el
limbo como para sentir su mano por mi muslo subiendo levemente el vestido.
Lejos de molestarme gemí, me moví
un poco hacia atrás y le pegué el culo en su paquete, provocando un jadeo, encogiéndome
un poco mientras al moverme se me quedaba parte de la braguita asomada.
Me empezaba a espabilar, pero
decidí hacerme la dormida a ver a donde podía llegar esto.
Sentí su mano en mi cintura y
como se pegaba más aún contra mí, sonreí, no sería capaz…
Notaba su erección crecer pegada
a mi culo, como su respiración se agitaba cuando me movía un poco y pegaba mi
cuello cerca de su cara, y cuando vi que se estaba completamente quieto me di
la vuelta poniéndome boca arriba a sabiendas que hacer eso iba a dejar parte de
mis pechos al descubierto.
Podía sentir como me observaba y
como se tensaba, aún sin verle la cara, sólo por su respiración agitada y lo
quieto que intentaba estar. Mi muslo cerca de su entrepierna me daba también
las pruebas necesarias para saber lo cachondo que empezaba a estar.
Pero seguía quieto, y no sabía s
verlo como un gesto adorable porque no hacía nada sin mi permiso, o sentirme
decepcionada por mis provocaciones.
Opté por otra vía.
Me llevé una de las manos al interior
de mis muslos y subiendo un poco el vestido, me acaricié por encima de las
bragas. Su respiración pegada en mi cuello me excitaba, tanto o más de lo que
lo estaba él. Gemí, flojito, como si estuviera soñando algo muy placentero y me
obligara a tocarme dormida, hasta que sentí su mano sobre la mía y sonreí para
mis adentros, dejando cada vez la mano más quieta para comprobar su reacción.
Me acariciaba con mi propia mano
despacio, casi asustado, sin saber si aquello estaba bien o mal.
Aparté la mano y él, con un
esfuerzo sobre humano, como la erección que ya tenía, quitó la suya también. Me
volví a dar la vuelta, pero de cara a él y metí el brazo bajo la almohada,
dejando a la vista mis pechos saliendo del mini vestido. Satisfecha me dormí,
mientras él, tras un buen rato observándome, se dio la vuelta y me dio la
espalda. Momento en el que aproveché para echarle la pierna por encima y
pegarme más a él.
Por la mañana cuando me desperté
él ya no estaba. Me arreglé y me fui a mi curso, el que al día siguiente
acabaría y yo volvería a mi casa.
Cuando llegué parecía que me
esperaba. Había preparado las copas nuevamente y me sonreía socarrón diciéndome
que anoche estaba muy juguetona dormida me hice la inocente, fingiendo que no
sabía nada del tema, bebiendo de mi copa que, joder, me la había vuelto a
cargar de más.
Y esta vez no cesé. Seguí con una,
tras otra, hasta que sentí como el control de mi cuerpo se doblegaba ante él, y
de mi boca era incapaz de salir una queja o algo que no fuera una insinuación
sexual.
Me puse de pie y fui hasta él que
estaba apoyado en la barra de la cocina, me apoyé en ella yo también de frente
y le empecé a insinuar lo bien que vendría algo de ejercicio para bajar el
alcohol antes de dormir.
Vino hasta a mí y yo empecé a
retroceder hasta que mi espalda dio con la pared, le sonreí y levanté las manos
dando a entender que le daba vía libre a sus pensamientos.
Se acercó hasta mi cuello y
empezó a olerme, acercando la nariz, rozándome, mientras sentía su respiración
en mi piel.
Bajó sin apartar su cara hasta mi
escote, ayudándose de las manos para, junto su boca, empezar a desabrochar los
botones de mi camisa. La tiró a nuestros pies para quedarse un rato mirándome
mientras con sus manos recorría mi piel hasta llegar a mis pechos.
Bajó sus manos hasta mi cintura,
apegándome a él mientras su boca se perdía en mi cuello, rozándome con ella,
pasando sus labios por mi piel y sacando la lengua, comiéndome lentamente
mientras su erección iba aumentando bajo la ropa y se pegaba a mi cintura.
Me apartó lo suficiente para
coger mi mano y llevarla a su paquete, “mira como me tienes, toca… “ y sin
acercarme en esta postura, le desabroché el botón y le bajé la cremallera,
arrastrando hacia abajo los pantalones con los calzoncillos.
Quité mis manos y las puse sobre
su pecho, tirando de la camiseta hacia arriba para sacarla por su cabeza y le
dejé sin nada de tela.
Agarró mi mano y la llevó a su
paquete, y empezó a tocarse usándome a mí para ello, moviendo mi mano sobre su
polla despacio, abajo y arriba, lentamente, mientras me comía las tetas sin
prisas, agarrándolas con una mano intentando abarcarlas y pegarlas en su cara.
Las dejó, para subir con su
lengua por mi pecho, mi cuello y lamió mi barbilla hasta llegar a mi boca, pasándola
levemente por mis labios hasta introducirse en el interior de ésta y comenzar
un baile lento con nuestras lenguas.
Cada lametón interno compaginado
con el beso nos encendía más, hasta que la mano que me guiaba me soltó dándome
la libertad que yo quería, después de haberme enseñado su camino, y se fue al
interior de mis piernas, acariciándome por encima del pantalón, hasta que,
cogió con ambas manos y me desabrochó y bajó la ropa como yo había hecho con
él.
Sólo en braguitas me estuvo
tocando por encima de la tela, hasta que metió su mano en ella cuando la
humedad hacía que se me pegase a la piel. Con su dedo impregnado de mí, y sin
dejar de besarme y acariciarme un pezón con la otra mano, me metió un dedo en
mi interior haciéndome abrir la boca con un quejido placentero y ansioso, que
iba aumentando conforme entraba y salía de mi interior.
Hasta que ya era yo la
que, inhibida por el momento y lo que había bebido, le pedí más.
Ansiosa, desesperada, me dio la
vuelta y me puso de cara a la pared, me inclinó y me bajó las bragas hasta los
tobillos, dejándome expuesta para él, notando el frío de la pared en mi cara.
Agarró mi culo y desde atrás,
acercó su cara a mi coño, sacando la lengua y dando un lametón que me
estremeció al contacto, se apartó “te dije que todas las cosas que se me
ocurrían, implicaban comerte el coño, y es lo que llevo años queriendo hacer y
lo que voy hacer ahora”. Sentí su carba hacerme cosquillas, como restregaba su
cara contra mí y yo en esa postura sólo se me ocurrió disfrutar, agarrar su
cabeza con mi mano y apretarle contra mí.
Yo me restregaba con él todo
cuanto la posición me dejaba. Sentía sus manos en mi culo, como me apretaba y pasaba
su lengua por mi coño lamiendo, subiendo y bajando, rodeando mi clítoris con la
punta para volver a bajar hasta mi entrada y meterla en mi interior,
removiéndola mientras las piernas me temblaban y me aferraba, tanto a él como a
la pared.
“Hugo, joder, sigue…” mientras
movía mi cuerpo intentando que profundizara más en mí. Se apartó, me dio un
azote que me hizo jadear y gemir a partes iguales, y enterró su cara nuevamente
entre mis piernas, apartándose sólo para meter dos dedos en mi interior y
entrar y salir varias veces mientras marcaba, con un par de azotes, su otra
mano en mi culo.
Volviendo a llevar su lengua hasta
mí y comiéndome hasta que no pude soportarlo más y me corrí en su boca,
mientras su lengua entraba y salía de mí y una de sus manos me acariciaba el clítoris.
“Te dije que gemirías mi nombre…”
Susurró en mi boca, “Fóllame, Hugo, quiero sentirte dentro” Le pedí en la suya
apenas sin fuerzas después de correrme.
Casi no podía sostenerme, me
llevó hasta el sofá y me tumbó, se puso sobre mí y abriendo mis piernas para
colocase en medio, llevó su polla palpitando a mi coño. La restregó entre mis
labios, abriéndolos con la punta ésta, colándose entre ambos y subiendo y
bajando mientras me hacía perder la cordura y su otra mano vagaba por mis
pechos, notando en mis pezones sus dedos, y presintiendo que si seguía así
tendría otro orgasmo en pocos minutos.
Clavé mis uñas en sus hombros,
acercándolo a mí, hasta alcanzar su boca y volver a comerle. Poco a poco fui
sintiendo la punta de su polla abriéndome para él, entrando despacio en mi
interior mientras mi coño se adaptada a él. Gemía en su boca, pidiéndole,
suplicándole que por favor fuera más fuerte, necesitaba más, ansiaba más.
Quería sentirle moverse dentro de mí y reventándome sin piedad.
Sus embestidas eran tan profundas
que sentía sus huevos rozarme con cada penetración. Llevó una de sus manos hasta
mi coño y mientras me la metía una y otra vez, me acariciaba despacio, dándome
una ración doble de placer. Salió, me la restregó y cuando estaba a punto de
correrme me la metió hasta el fondo de una embestida dura y brusca, haciendo
que me volviera a correr, apretándole la polla con mis espasmos vaginales y aferrándome
a sus brazos, clavando mis uñas en él y gimiendo como una loca.
Siguió follándome, mucho más
lento hasta que recuperé parte del control de mi respiración, que entonces
frenó, me puso de pie y me llevó hasta la pared.
Me indicó que me agachara y,
pegada por completo en ella, acercó su polla a mi boca y yo la abrí, sacando la
lengua esperando que entrara en ella.
Le agarré por el culo hasta
pegarle a mí y cuando la tuve casi por completo en mi boca, con la lengua le rozaba
los huevos, sintiendo en la pared de mi garganta como la punta de su erección
ardía.
Empezó a entrar y salir de mi
boca, agarrando mi cabeza, follándomela cada vez más rápido mientras yo con mi
mano le acariciaba los huevos y sacaba mi lengua para lamerle. Poco más aguantó
así, siguió con un ritmo más frenético hasta que se apretó contra mí y sentí
como se corría en mi garganta, saliendo parte de su semen por mi boca llena de
su polla, cayendo caliente por mi barbilla hasta llegar a mis pechos y gotear
en el suelo.
Salió. Me relamí con la boca
empapada mientras le sonreía y me fui al baño.
Cuando volví cogí mi ropa y me
senté a segur con esa copa a medias que había dejado.
Qué lástima que al día siguiente se
acababa mi viaje.
"No tenía la más mínima intención de hacer nada con él"
ResponderEliminarEsta frase es más falsa que un billete de 7€ xDDD
Yo habría cambiado un detalle, ya que en el título tiras del "vino" como excusa e hilo conductor... Mujer, pues sigue con el vino, no con ginebra xD
Normal que la segunda noche tenga que atacar ella directa, viendo que la primera él les dejó a dos velas, no vaya a ser que volviera a pasar xDDDDDD
A estado bien como desfogue suyo, después de los virtuales, bien narrado (aunque suena algo raro que sólo la traslade del sofá a la pared para el oral para eso no hacía falta tanto movimiento innecesario xDDDDD)