Recomendación

Empujo, abrazo y beso

Empujo, abrazo y beso Hace unos años monté una copisteria con una amiga, Susana. Yo tenía en mente una heladeria, así que un dí...

viernes, 23 de octubre de 2020

Tres son multitud Parte 3 +18

 

Tres son multitud parte 3

 

Fue el momento idóneo para tirarle el vaso de leche encima. Estrella se quedó sin palabras.

  •  Toma, para que no pases calor tu tampoco, bonito.
  •   ¿Pero qué…? – Balbuceo mientras se limpiaba la leche de la cara.
  •  Me voy a ducharme.
  •   Pero tía, ¿qué te pasa hoy? – Estrella venía detrás de mí.
  •  No aguanto a ese soplapollas, que ganas de que se vaya ya, la virgen santa.
  •  Aún estamos a sábado.
  •  Se me está haciendo eterno el fin de semana. – Y me desnudé delante de mi amiga como tantas veces había hecho y me metí en la ducha mientras ella me soltaba un sermón sobre cómo olvidar, perdonar y seguir.
  • Pero yo ni perdono ni olvido.

 

No salía de mi cabeza que la noche de antes me había follado todo lo follable de mi cuerpo, ni que se había corrido pringándome entera. Y lo que remató la faena fue encontrarme a Estrella en el pasillo cuando salí de mi cuarto y me juzgaba con la mirada.

Menos mal que antes de salir cogí las toallitas y me limpié todo el mejunje que el caballero me había dejado por toda la cara, sino a ver cómo le explicaba a mi compañera que estábamos jugando a un juego peligroso en el que ninguno de los dos dejaba al otro correrse.

 

Era surrealista. Si lo pensaba a conciencia pensaba que esto era una especie de broma macabra que yo misma me había puesto desde un plano astral o algo.

El sábado estuve fuera todo el día con mi prima, así que cuando llegué eran las tantas de la mañana. Abrí medio borracha como pude mientras la cerradura giraba mucho sobre sí misma y cuando al fin metí la puta llave entré en mi dulce hogar. Un hogar que estaba siendo mancillado por un malnacido impresentable con el que fantaseaba desde hacia días.

Pero no creáis que verle allí tumbado en el sillón dormido bocarriba y espatarrado me hizo subirme encima. No señor. Tenía mucha ira dentro, mucho alcohol y para que engañarnos, muchas hormonas revueltas. Por lo que antes de dormir me metí la mano en las bragas y me toqué.

Ni me paré a cerrar la puerta porque él estaba dormido en el sofá, inerte. Así que abrí la ventana y la puerta para que al menos corriera el aire ahora, ya que en otros momentos era imposible. En la cama sólo vestía unas bragas blancas que se perdían entre mi piel.

 

Cerré los ojos, me mordí el labio y abrí las piernas. Su imagen en mi cabeza me incitaba a bajar una mano hasta mis bragas y sobarme por encima de la tela, acariciando, apretando, cogiendo con la otra mano un pecho y apretando el pezón. Además, llevé mi teta a mi boca y mientras mi mano empezaba a notar la humedad de mis bragas, mi lengua rozaba juguetona mi pezón, succionando todo cuanto me era posible, clavando suavemente mis dientes en mi piel.

 

Junté la tela, tapando sólo el centro de mi coño y empecé a moverme despacio, arqueándome, restregándome con ese pequeño trozo que me cubría, mojándome, empapándome, calentándome aún más mientras, en cierto modo, me sentía observada. Pero continué. No podía pensar, me daba igual, además no era la primera vez que mi compañera me pillaba así y se la sudaba bastante.

Con la mano que sobaba mis tetas apretaba, subía hasta mi boca, acariciaba y masajeaba mis pechos y mis pezones. Me relamía, me mordía, succionaba jugando con mis tetas mientras la imagen de él estaba en mi cabeza, comiéndome con más ganas de las que yo lo hacía.

Mi mano había pasado la barrera de la tela. Me las bajé hasta dejarlas de un tobillo pendiente y me abrí cuanto pude, cuanto necesitaba, para acariciarme, notar lo mojada que estaba, y pasar los dedos despacio.

Los llevaba a mi boca, chupando mi propia humedad y poniéndome aún más cachonda. Porque en mi cabeza estaba él, y la imagen de sus dedos pasando de mi coño a mi boca para volverme a follar con ellos.

Metí un dedo en mi interior, resbalando con facilidad por mi sexo, colándose en mí, hasta que incorporé un segundo… y un tercero, follándome con ganas mientras echaba la cabeza hacia atrás y me mordía el labio intentando callarme, con mi mano apretando mis tetas para sujetarlas.

 

Y la imagen que percibí me incitó aún más a seguir, porque la escena era increíblemente placentera y erótica.

 

 

Me desperté cuando escuché el tintineo de unas llaves rozar la puerta. O estaba borracha o alguien intentaba forzar la cerradura. Pero como imaginaba, mi amiga Iris entró borracha, tambaleándose y creyendo que yo estaba dormido en el sofá con la cogorza que llevaba encima. Así que seguí haciéndome el tonto e incluso fingí roncar un poquito.

La escuché alejarse, y esperando oír como su puerta se cerraba, me levanté, miré por el pasillo y percibí la luz de la luna que iluminaba la habitación y parte de su umbral.

 

Escuchaba lo que me parecieron gimoteos. Me acerqué descalzo, sin hacer el más mínimo ruido y me asomé, atónito a la escena.

Se estaba tocando y menuda manera de hacerlo. No sé qué me encendió más, si verla sobando su coño por encima de las bragas con esas ganas, o ver sus tetas pegadas a su boca y la lengua salir y recorrerlas.

Mi polla reaccionó otra vez, y sin poder ni querer evitarlo, ahí me encontraba, sobándomela por encima de los pantalones cortos que llevaba sin calzoncillos, dura como una puta piedra, deseosa por salir y jugar con esa boca, entre esas tetas, con esa lengua juguetona hasta acabar en ese coñito apretado que se marcaba bajo la tela.

Rozándose con sus bragas apenas dejaba a la imaginación como tenía el coño. Y recordaba como la había tenido la noche de antes y más me encendía. Y verla ahí retorcerse de placer ella sola con sus manos, lamiendo sus tetas… joder, me estaba poniendo malo.

Se incorporó y creí que me vio, pero no, lo hizo para quitarse las bragas de una vez, abrir más las piernas y empezar a meterse los dedos.

A estas alturas mi polla dura estaba en mi mano, y empezaba a pajearme mientras veía como se follaba con sus propios dedos. Entraban y salían de su coño a la par que yo me la machacaba de arriba abajo, sincronizados.

Tan ensimismado estaba que no me percaté de que se quedó mirando al umbral, con los dedos en su coño y sus tetas por encima de su brazo que empujaba hacía su boca.

Sin saber que hacer me quedé perplejo, quieto, inmóvil, hasta que vi en la poca luz que había una sonrisa en su cara, y como se ponía abierta de piernas hacía la puerta para enseñarme ese coño que tanto anhelaba.

 

Había bebido el suficiente alcohol como para disfrutar del momento, pero no el suficiente como para cometer otra gilipollez como la del primer día de mi venganza. Pero no pude evitarlo, me coloqué de manera que el cuerpo quedara frente a la puerta y abierta de piernas en su dirección, me espatarré y me acaricié el coño. Abriendo y mostrándole, invitando a presenciar la escena de mi placer mientras él se daba el suyo propio.

 

Captó el mensaje, y ahora en mi jugueteo le lanzaba miradas con cara de lascivia a él, que se masturbaba de forma frenética mientras sus ojos se clavaban en mi cuerpo y mis dedos entraban y salían chorreando de mi sexo hinchado y mojado.

 

Gemía, sin intentar callarme ahora, mientras veía como él no dejaba de tocarse, incitándome a que yo lo siguiera haciendo. Notando en cuestión de un par de minutos como mi orgasmo se acercaba, me tensaba, abría más las piernas y me rozaba arqueada contra mi mano a la vez que me follaba, y me apretujaba las tetas sin dejar de observarle.

Y no aguanté más cuando le vi venir hacía a mí mientras seguía pajeándose, con sus ojos fijos en mí. Allí frente a mí, a escasos centímetros de mi cuerpo, entre mis piernas, me corrí follándome con tantas ganas que creía que iba a desvanecerme, y todo esto bajo su atenta mirada y mimo consigo mismo.

Mientras llevaba mis dedos empapados a mis pezones y los rozaba, para después llevarlos a mi boca y lamer mis pechos con mi corrida junto a mis dedos, le vi con la tentación de acercarse más a mí, de tocarme, de metérmela, de follarme hasta vaciarse dentro de mi cuerpo. Pero con una mirada le indiqué que no, y siguió tocándose hasta que se acercó más para correrse sobre mi coño, mis tetas y llegar a caer algo en mi boca.

Estiré el brazo hasta el cajón de mi mesita, abrí y saqué el vibrador de conejito. Lo pasé por la corrida que yacía sobre mi cuerpo y la esturreé con mis manos y el juguete, hasta llevarlo a mi coño, sin que él perdiera detalle, para poner la parte que más vibraba sobre mi clítoris, accionar el botón y correrme en pocos segundos mientras su polla volvía a endurecerse ante la visión de tenerme corriéndome con un juguete impregnado en la suya.

 

Cuando acabé lo tiré al suelo, me acomodé y di la vuelta en la cama y quedándome bocabajo le invité a que se fuera porque me iba a dormir.

 

No sé cuando salió porque quedé profundamente dormida en cuestión de segundos, entre el alcohol y la relajación del orgasmo caí en coma sin percatarme de nada de mi alrededor.

 

A la mañana siguiente, ambos desayunábamos en silencio en la mesa de la cocina mientras Estrella terminaba de servirse su desayuno y se sentaba a la mesa ajena a todo.

Yo tenía la maldición de recordar todo lo que hacía borracha, algo que en muchos momentos de mi vida hubiera deseado no tener. Porque el hecho de que me vengara yo de toda nuestra adolescencia lo podía sobrellevar, lo que me hizo él lo llevé con furia, pero lo podía controlar, pero el hecho de haberme entregado por completo a algo tan íntimo como era verme tocarme y disfrutar de estar ambos así… no sé por qué me encendía y avergonzaba a partes iguales.

 

Estrella se percató de la tensión, y como me conocía tan bien la muy cabrona, esperó hasta que se fuera Jose de la cocina para someterme a un tercer grado.

La pude esquivar contándole una verdad a medias.

  • -          ¿Qué ha visto qué?
  • -          Me estaba tocando borracha perdida anoche y bueno, pasó y me vio.
  • -          ¿Pero tú no sabes que existen las puertas?
  • -          Si, y también que es mi casa. – Arqueé una ceja. –Además, venía como una cuba, si casi ni atino a abrir la cerradura. Esa perra se movía mucho. – hice un gesto con el dedo. – Así en espiral.
  • -          Con razón estabais tan tensos.
  • -          Claro. – Y bebí del colacao sintiéndome como una desgraciada por mentir a mi mejor amiga.

 

Me levanté, me fui y me di una ducha. Aunque la suciedad que sentía no se iba a ir bajo el agua. Es más, se incrementó. Porque en mi cabeza resonaba la escena de la noche anterior y entre eso, que Metallica sonaba de fondo y que tenía una acumulación de estrés muy mala, me llevé la alcachofa de la ducha y me desahogué de lo lindo.

Esta vez cerré la puerta a conciencia. No tengáis la mente sucia.

Me metí en mi habitación y me propuse descansar, tirarme en la cama, poner Netflix y darme maratón de Friends.

Con un pijama de pantalón corto y una camiseta de tirantes de colores pastel, me abracé a un cojín de pelo que adoraba acariciar para relajarme y me tiré toda la mañana devorando capítulos sin parar, evitando así pensar más de la cuenta.

 

A la hora de comer salí, Estrella estaba a punto de irse porque decía que hoy tenía que entrar antes y que no sabría a qué hora vendría porque había lío en el local.

Comió como los pavos y se fue, dejándome en la cocina engullendo un plato de espaguetis a la carbonara. Tan concentrada estaba yo poniéndome cerda que no me percaté de que Jose miraba desde la puerta. Le estaba cogiendo el gusto a eso de mirarme desprevenida.

 

  • -          ¿Qué tal resaca? – Preguntó, cuando se sentó en la mesa a mi lado, demasiado cerca.
  • -          No tengo. – Me limpié la boca con la servilleta. – Tengo la habilidad de no tener resaca y de recordar todo. – Hice énfasis en eso último.
  • -          Vaya… - Puso la mano sobre mi muslo y me dio un sobresalto. - ¿Todo?
  • -          Todo. – Le miré a los ojos mientras agarraba su mano y la llevaba al interior de mis muslos.

Cuando la apreté contra mí, la arrastré hasta dentro de la cinturilla del pantalón. Sólo nos mirábamos el uno al otro a los ojos, mientras con mi mano le guiaba hasta mi coño, sin saber muy bien por qué.

Cuando empezó a rozarme con sus dedos y a notar como me iba humedeciendo bajo su tacto, entró Estrella como un elefante en una cacharrería, de improviso, sobresaltándome, y haciendo que apartara mi mano de la de Jose, mientras que él la mantenía ahí. Puse los brazos sobre la mesa inquieta, revolviéndome en mi asiento.

 

  • -          ¿Q…qué haces aquí, tía? – Tragué saliva cuando un dedo rozó mi entrada. - ¿Se te ha olvidado algo?
  • -          Las llaves del local, que tengo que abrir que hoy hay lío, no sé dónde estarán…-Miró hasta en el cajón de los cubiertos.
  • -          En la nevera o el horno seguro que no. – Se cachondeó Jose mientras su dedo empezaba a introducirse en mí, haciéndome removerme, cachonda, nerviosa, con una excitación y un morbo que pocas veces había tenido.
  • -          Es que sé que la última vez las tuve en la cocina.
  • -          Espera, ¿Sería eso que se escuchó cayendo? – Y atravesé a Jose con la mirada, esperando por su bien que no se agachara a buscar.

 

En ese momento ese chico tan cabrón estaba metiendo y sacando un dedo de mí, haciéndome morderme el labio, aguantarme la necesidad de soltar un gemido y no contento con ello, me metió un segundo.

Estaba disfrutando… y lo peor del asunto es que yo también.

Estrella mirando por todos lados, yo intentando cerrar las piernas con sus dedos dentro de mí y él… bueno, él no podía ocultar la erección que veía desde mi posición y que me moría por tocar.

 

  • -          Tía que tenías mucho lío, vas a llegar tarde. – Sentía que estaba a punto de correrme en su mano y con mi amiga delante de nosotros.
  • -          Ya, pero sin llaves, no puedo abrir. – Me dijo empezando a transpirar.
  • -          ¿No tenías una copia? Pues cógela, o llama a Ana para que te deje las suyas, vas a llegar tarde. – Por dios bendito, la amaba como una hermana, pero que se fuera de ahí ¡YA!
  • -          Ay, es verdad. Me voy. – Gracias a dios.

 

Cuando se fue, él paró, nos miramos y con el calor que desprendía mi cara iba abrir la boca cuando la suya me calló. Me aparté.

  • -          ¿Pero qué haces? ¿Estás loco? Que casi nos pilla.
  • -          Loco no es la palabra. – Y cogió mi mano con la suya y la llevó al bulto que tenía palpitando entre las piernas. – No puedo más.

 

Estuvimos manoseándonos un rato, yo por encima de la ropa, el por debajo de la misma, mientras nuestras bocas se devoraban.

Hasta que cansada de prolongar más esta agonía me puse de pie y tirando de él lo llevé hasta mi habitación.

Le tiré en la cama, me quité la camiseta y el resto de ropa y me quedé desnuda frente a él. Entre sus piernas de rodillas, agarraba la cinturilla de sus pantalones y, mientras pegaba la cara a su paquete y rozaba su dureza con mi boca, bajé la ropa, dándome con su erección en la cara.

Todo al suelo, junto a lo mío, ahorrándome el tener que quitarle la camiseta por que no llevaba.

Me senté encima de él, con una pierna a cada lado y comencé un movimiento lento mientras me restregaba con su polla desnuda y ambos nos íbamos empapando. Cogí sus manos y las puse en mis pechos, apretando por encima de sus manos para que estrujara mis tetas mientras yo me friccionaba con él.

Echaba la cabeza hacía atrás mientras sentía la excitación y el placer de estar torturándonos con preliminares así.

Acerqué mis tetas a su boca y agarrando su cabeza eché peso sobre él, amenazándole con asfixiarle con ellas.

Me agarró del culo, clavándomela cada vez más hasta que no pude soportarlo más y me aparté lo suficiente como para meter la mano, coger su polla y empezar a pajearle pegado a mi coño. Unos segundos… lo bastante para llevar la punta empapada de nuestros sexos, a mi coño y sentarme encima, sintiendo como entraba en mí, como mi carne se abría para él y poco a poco me fui empalando en su polla hasta quedar completamente unidos. Gemí, mientras me friccionaba con ella dentro, apoyándome en su pecho y empezando a subir y bajar por su rabo mientras mis tetas, en primer plano, se movían con cada bote que yo daba para follarle.

 

Me miraba anonadado, con la boca entre abierta y la cabeza tensa, semilevantada de la almohada, intentando captar con su boca mis pechos, mientras con una mano me agarraba la cintura y con la otra un cachete de mi culo. Me impulsaba él, me movía, y yo apoyada en su pecho subía y bajaba restregándome en el proceso buscando mi propio placer.

 

Unos minutos después me di la vuelta, y colocándome entre sus piernas me senté en su polla, entrando hasta el fondo mientras él tenía una visión en primer plano de su miembro entrando y saliendo de mí entero, y agarraba mi culo escapándose algún que otro azote por su parte. Me empujaba, me movía, haciéndome creer que era yo la que estaba llevando la batuta pero realmente era él el que con sus manos, me estaba dominando, me subía y bajaba, haciéndome bailar con su polla dentro de mí mientras observaba mi culo chocar con él. Yo jugaba con mis tetas con una mano y con la otra acariciaba sus huevos mientras me ensartaba en él. Y así, disfrutando de su erección que me estaba rompiendo con cada embestida, sentí como me acercaba al orgasmo.

Me aferré a sus muslos, me impulsé una y otra vez aumentando el ritmo de la montura, hasta que sentí como llegaba, como me aceleraba, me tensaba, se formaba esa desesperación que empezaba en mi garganta y bajaba revoltosa hasta el interior de mis piernas para romperme en mil pedazos corriéndome sobre él y gimiendo sin control mientras la velocidad del ritmo disminuía, pero sin dejar de seguir.

Me levantó, me apartó y me puso a cuatro patas sobre la cama. Llevó su mano a su polla, la acarició y la acercó hasta mi entrada, por la cual resbala y entraba sola de lo empapada que estaba. Entró de una vez, rudo, bruto, hasta el fondo, y con su mano clavada en mi cadera siguió empujando una y otra vez mientras que con la otra me agarraba la melena intentando dominarme, doblegarme, atraer mi cabeza hasta él para besarme, sintiendo su piel en mi espalda y la profundidad de sus arremetidas.

Sólo me soltó para llevar sus manos a mis tetas y tocarlas y estrujarlas desde atrás, sin dejar de moverse, siendo ajenos a la escena que estaba dando lugar.

Desde mi posición, en el espejo, veía entre flipando y cachonda, como Estrella estaba ahí.

 

Hablé por teléfono con Ana, que me dijo que estuviera tranquila y volviera a casa, que ella abriría y se encargaría de todo por mí. Que yo fuera a mi hora habitual por la tarde. Así que volví a casa, sorprendiéndome por encontrar todo tal cual lo dejé, escuchando ruidos y murmullos que provenían del pasillo. Me acerqué, intrigada, y descubrí que la puerta de Iris estaba abierta y a través de ella se proyectaban sombras de figuras que estaban en la habitación.

Pero descarté la idea de un ladrón cuando confirmé que eran gemidos los que salían de allí.

Me asomé, y encontré a Iris montándoselo con Jose, ¿pero qué…?. Ella sobre él, dándole la espalda, subía y bajaba sobre su cuerpo. Estaba mal que yo estuviera ahí observando, quise irme, de verdad que sí, pero algo me lo impedía. Y era el morbo de ver a Jose de esa manera tan pasional y varonil, follando como un poseso, como un animal, con su cara contraída por el placer. Y sin darme cuenta empecé a tocarme la entre pierna por encima del vaquero, a notar mis pezones erguidos por debajo de la tela, y a desabrochar el botón que me estorbaba para meter la mano en mis bragas.

Bendita escena. Iris a cuatro patas y Jose entrando y saliendo de ella con rudeza, agarrando su pelo mientras ella gemía y se contraía por las embestidas y el placer. Él sacaba su miembro de su interior para restregarlo por su coño, metía la punta de su capullo en el interior de ella y volvía a salir, repitiendo el proceso, desesperándola por segundos y escuchando a una Iris pedir que no pare y que por favor más fuerte.

 

No me di cuenta de que ella me vio a través del cristal de su cuarto hasta que nuestras miradas se cruzaron, y ella hizo caso omiso de mí, es más, hasta llegué a pensar que la escena la estaba calentando tanto como a mí. Jose, ajeno a mi presencia, seguía cada vez más fuerte follándola sin parar hasta que ella se apartó, ante la cara de desconcierto de él.

 

Quería echar más leña al fuego, y estaba al rojo vivo de saber que me estaban observando, así que me tumbé en la cama boca arriba justo al filo y le indiqué a él que se acercara. Abrí mi boca, saqué la lengua, y sobándome las tetas, se acercó hasta mis labios. Rozó su polla por mi boca, impregnándome de toda la humedad de ambos y me la metió entera hasta la garganta. Primero fácilmente después teniendo que empujar hasta que chocó con ella. Empezó un movimiento lento de mete y saca mientras agarraba mi cabeza para evitar que me apartara y echaba la suya hacia atrás, compaginando con miradas hacia abajo para observar como su polla me atravesaba. Sus huevos me rozaban la cara con la profundidad de sus embestidas, y solo podía escuchar los jadeos que él soltaba, privándome el ver todo lo que yo quería.

Me apretaba las tetas, pellizcaba mis pezones, tanto yo como él, sobábamos mis pechos mientras me follaba la garganta. Bajé mi mano hasta el interior de mis piernas, empapada y me empecé a tocar despacio. Acariciando mi clítoris, introduciendo un dedo, sacándolo, volviendo a rozar mi centro nervioso, metiéndome dos, follándome con ellos.

Miraba de reojo al espejo para comprobar que Estrella estaba absorta en la escena y que cada vez se frotaba más fuerte bajo la ropa interior.

Sólo escuché a Jose decir joder cuando embistió en mi boca unas cuantas veces más fuerte y rápido hasta el fondo de mi garganta para salir, y pajearse mientras se corría sobre mis tetas y mi cara, cayendo parte de la corrida en mi boca, la cual tenía abierta y con la lengua fuera para recibirle.

Me restregué lo de mi pecho mientras me relamía los labios, llevando mi mano de vuelta a mi coño para seguir tocándome y correrme en segundos otra vez.

Cuando volví a mirar al espejo Estrella ya no estaba.

 

Los tres actuamos con normalidad el resto del día, a la mañana siguiente él se fue para el hospital y cuando volvió a casa cogió sus cosas y nos despedimos de él. Siendo yo menos hostil de lo habitual, Estrella le soltó un “Puedes volver cuando quieras” que yo supe interpretar pero que él el pobre, no.

 

Mi amiga y yo no volvimos a hablar del tema, aunque ambas sabíamos dicha situación.

 

1 comentario:

  1. Jajajaja. Iba a decir que al menos tuvieron la decencia de ser esta vez precavidos y no ponerse a follar directamente en la cocina e irse a su habitación... pero visto lo visto (y nunca mejor dicho) les dio igual la prudencia jajajajajajaja.

    Aunque al final sólo es pillada y ya, ni unirse, ni ná, ni siquiera una indirecta mal tirada XD

    ResponderEliminar