Tres son multitud parte 3
Fue el momento idóneo para
tirarle el vaso de leche encima. Estrella se quedó sin palabras.
- Toma, para que no pases calor tu tampoco, bonito.
- ¿Pero qué…? – Balbuceo mientras se limpiaba la leche de la cara.
- Me voy a ducharme.
- Pero tía, ¿qué te pasa hoy? – Estrella venía detrás de mí.
- No aguanto a ese soplapollas, que ganas de que se vaya ya, la virgen santa.
- Aún estamos a sábado.
- Se me está haciendo eterno el fin de semana. – Y me desnudé delante de mi amiga como tantas veces había hecho y me metí en la ducha mientras ella me soltaba un sermón sobre cómo olvidar, perdonar y seguir.
- Pero yo ni perdono ni olvido.
No salía de mi cabeza que la
noche de antes me había follado todo lo follable de mi cuerpo, ni que se había
corrido pringándome entera. Y lo que remató la faena fue encontrarme a Estrella
en el pasillo cuando salí de mi cuarto y me juzgaba con la mirada.
Menos mal que antes de salir cogí
las toallitas y me limpié todo el mejunje que el caballero me había dejado por
toda la cara, sino a ver cómo le explicaba a mi compañera que estábamos jugando
a un juego peligroso en el que ninguno de los dos dejaba al otro correrse.
Era surrealista. Si lo pensaba a
conciencia pensaba que esto era una especie de broma macabra que yo misma me
había puesto desde un plano astral o algo.
El sábado estuve fuera todo el
día con mi prima, así que cuando llegué eran las tantas de la mañana. Abrí
medio borracha como pude mientras la cerradura giraba mucho sobre sí misma y
cuando al fin metí la puta llave entré en mi dulce hogar. Un hogar que estaba
siendo mancillado por un malnacido impresentable con el que fantaseaba desde
hacia días.
Pero no creáis que verle allí
tumbado en el sillón dormido bocarriba y espatarrado me hizo subirme encima. No
señor. Tenía mucha ira dentro, mucho alcohol y para que engañarnos, muchas
hormonas revueltas. Por lo que antes de dormir me metí la mano en las bragas y
me toqué.
Ni me paré a cerrar la puerta
porque él estaba dormido en el sofá, inerte. Así que abrí la ventana y la
puerta para que al menos corriera el aire ahora, ya que en otros momentos era
imposible. En la cama sólo vestía unas bragas blancas que se perdían entre mi
piel.
Cerré los ojos, me mordí el labio
y abrí las piernas. Su imagen en mi cabeza me incitaba a bajar una mano hasta
mis bragas y sobarme por encima de la tela, acariciando, apretando, cogiendo
con la otra mano un pecho y apretando el pezón. Además, llevé mi teta a mi boca
y mientras mi mano empezaba a notar la humedad de mis bragas, mi lengua rozaba
juguetona mi pezón, succionando todo cuanto me era posible, clavando suavemente
mis dientes en mi piel.
Junté la tela, tapando sólo el
centro de mi coño y empecé a moverme despacio, arqueándome, restregándome con
ese pequeño trozo que me cubría, mojándome, empapándome, calentándome aún más
mientras, en cierto modo, me sentía observada. Pero continué. No podía pensar,
me daba igual, además no era la primera vez que mi compañera me pillaba así y
se la sudaba bastante.
Con la mano que sobaba mis tetas
apretaba, subía hasta mi boca, acariciaba y masajeaba mis pechos y mis pezones.
Me relamía, me mordía, succionaba jugando con mis tetas mientras la imagen de
él estaba en mi cabeza, comiéndome con más ganas de las que yo lo hacía.
Mi mano había pasado la barrera
de la tela. Me las bajé hasta dejarlas de un tobillo pendiente y me abrí cuanto
pude, cuanto necesitaba, para acariciarme, notar lo mojada que estaba, y pasar
los dedos despacio.
Los llevaba a mi boca, chupando
mi propia humedad y poniéndome aún más cachonda. Porque en mi cabeza estaba él,
y la imagen de sus dedos pasando de mi coño a mi boca para volverme a follar
con ellos.
Metí un dedo en mi interior,
resbalando con facilidad por mi sexo, colándose en mí, hasta que incorporé un
segundo… y un tercero, follándome con ganas mientras echaba la cabeza hacia
atrás y me mordía el labio intentando callarme, con mi mano apretando mis tetas
para sujetarlas.
Y la imagen que percibí me incitó
aún más a seguir, porque la escena era increíblemente placentera y erótica.
Me desperté cuando escuché el tintineo de unas llaves rozar la puerta.
O estaba borracha o alguien intentaba forzar la cerradura. Pero como imaginaba,
mi amiga Iris entró borracha, tambaleándose y creyendo que yo estaba dormido en
el sofá con la cogorza que llevaba encima. Así que seguí haciéndome el tonto e
incluso fingí roncar un poquito.
La escuché alejarse, y esperando oír como su puerta se cerraba, me
levanté, miré por el pasillo y percibí la luz de la luna que iluminaba la
habitación y parte de su umbral.
Escuchaba lo que me parecieron gimoteos. Me acerqué descalzo, sin hacer
el más mínimo ruido y me asomé, atónito a la escena.
Se estaba tocando y menuda manera de hacerlo. No sé qué me encendió
más, si verla sobando su coño por encima de las bragas con esas ganas, o ver
sus tetas pegadas a su boca y la lengua salir y recorrerlas.
Mi polla reaccionó otra vez, y sin poder ni querer evitarlo, ahí me
encontraba, sobándomela por encima de los pantalones cortos que llevaba sin
calzoncillos, dura como una puta piedra, deseosa por salir y jugar con esa
boca, entre esas tetas, con esa lengua juguetona hasta acabar en ese coñito
apretado que se marcaba bajo la tela.
Rozándose con sus bragas apenas dejaba a la imaginación como tenía el
coño. Y recordaba como la había tenido la noche de antes y más me encendía. Y
verla ahí retorcerse de placer ella sola con sus manos, lamiendo sus tetas…
joder, me estaba poniendo malo.
Se incorporó y creí que me vio, pero no, lo hizo para quitarse las
bragas de una vez, abrir más las piernas y empezar a meterse los dedos.
A estas alturas mi polla dura estaba en mi mano, y empezaba a pajearme mientras
veía como se follaba con sus propios dedos. Entraban y salían de su coño a la
par que yo me la machacaba de arriba abajo, sincronizados.
Tan ensimismado estaba que no me percaté de que se quedó mirando al
umbral, con los dedos en su coño y sus tetas por encima de su brazo que
empujaba hacía su boca.
Sin saber que hacer me quedé perplejo, quieto, inmóvil, hasta que vi en
la poca luz que había una sonrisa en su cara, y como se ponía abierta de
piernas hacía la puerta para enseñarme ese coño que tanto anhelaba.
Había bebido el suficiente
alcohol como para disfrutar del momento, pero no el suficiente como para
cometer otra gilipollez como la del primer día de mi venganza. Pero no pude
evitarlo, me coloqué de manera que el cuerpo quedara frente a la puerta y
abierta de piernas en su dirección, me espatarré y me acaricié el coño.
Abriendo y mostrándole, invitando a presenciar la escena de mi placer mientras
él se daba el suyo propio.
Captó el mensaje, y ahora en mi
jugueteo le lanzaba miradas con cara de lascivia a él, que se masturbaba de
forma frenética mientras sus ojos se clavaban en mi cuerpo y mis dedos entraban
y salían chorreando de mi sexo hinchado y mojado.
Gemía, sin intentar callarme
ahora, mientras veía como él no dejaba de tocarse, incitándome a que yo lo
siguiera haciendo. Notando en cuestión de un par de minutos como mi orgasmo se
acercaba, me tensaba, abría más las piernas y me rozaba arqueada contra mi mano
a la vez que me follaba, y me apretujaba las tetas sin dejar de observarle.
Y no aguanté más cuando le vi
venir hacía a mí mientras seguía pajeándose, con sus ojos fijos en mí. Allí
frente a mí, a escasos centímetros de mi cuerpo, entre mis piernas, me corrí
follándome con tantas ganas que creía que iba a desvanecerme, y todo esto bajo
su atenta mirada y mimo consigo mismo.
Mientras llevaba mis dedos
empapados a mis pezones y los rozaba, para después llevarlos a mi boca y lamer
mis pechos con mi corrida junto a mis dedos, le vi con la tentación de
acercarse más a mí, de tocarme, de metérmela, de follarme hasta vaciarse dentro
de mi cuerpo. Pero con una mirada le indiqué que no, y siguió tocándose hasta
que se acercó más para correrse sobre mi coño, mis tetas y llegar a caer algo
en mi boca.
Estiré el brazo hasta el cajón de
mi mesita, abrí y saqué el vibrador de conejito. Lo pasé por la corrida que
yacía sobre mi cuerpo y la esturreé con mis manos y el juguete, hasta llevarlo
a mi coño, sin que él perdiera detalle, para poner la parte que más vibraba
sobre mi clítoris, accionar el botón y correrme en pocos segundos mientras su
polla volvía a endurecerse ante la visión de tenerme corriéndome con un juguete
impregnado en la suya.
Cuando acabé lo tiré al suelo, me
acomodé y di la vuelta en la cama y quedándome bocabajo le invité a que se
fuera porque me iba a dormir.
No sé cuando salió porque quedé
profundamente dormida en cuestión de segundos, entre el alcohol y la relajación
del orgasmo caí en coma sin percatarme de nada de mi alrededor.
A la mañana siguiente, ambos
desayunábamos en silencio en la mesa de la cocina mientras Estrella terminaba
de servirse su desayuno y se sentaba a la mesa ajena a todo.
Yo tenía la maldición de recordar
todo lo que hacía borracha, algo que en muchos momentos de mi vida hubiera
deseado no tener. Porque el hecho de que me vengara yo de toda nuestra
adolescencia lo podía sobrellevar, lo que me hizo él lo llevé con furia, pero
lo podía controlar, pero el hecho de haberme entregado por completo a algo tan
íntimo como era verme tocarme y disfrutar de estar ambos así… no sé por qué me
encendía y avergonzaba a partes iguales.
Estrella se percató de la
tensión, y como me conocía tan bien la muy cabrona, esperó hasta que se fuera
Jose de la cocina para someterme a un tercer grado.
La pude esquivar contándole una
verdad a medias.
- - ¿Qué ha visto qué?
- - Me estaba tocando borracha perdida anoche y bueno, pasó y me vio.
- - ¿Pero tú no sabes que existen las puertas?
- - Si, y también que es mi casa. – Arqueé una ceja. –Además, venía como una cuba, si casi ni atino a abrir la cerradura. Esa perra se movía mucho. – hice un gesto con el dedo. – Así en espiral.
- - Con razón estabais tan tensos.
- - Claro. – Y bebí del colacao sintiéndome como una desgraciada por mentir a mi mejor amiga.
Me levanté, me fui y me di una
ducha. Aunque la suciedad que sentía no se iba a ir bajo el agua. Es más, se
incrementó. Porque en mi cabeza resonaba la escena de la noche anterior y entre
eso, que Metallica sonaba de fondo y que tenía una acumulación de estrés muy
mala, me llevé la alcachofa de la ducha y me desahogué de lo lindo.
Esta vez cerré la puerta a
conciencia. No tengáis la mente sucia.
Me metí en mi habitación y me
propuse descansar, tirarme en la cama, poner Netflix y darme maratón de
Friends.
Con un pijama de pantalón corto y
una camiseta de tirantes de colores pastel, me abracé a un cojín de pelo que
adoraba acariciar para relajarme y me tiré toda la mañana devorando capítulos
sin parar, evitando así pensar más de la cuenta.
A la hora de comer salí, Estrella
estaba a punto de irse porque decía que hoy tenía que entrar antes y que no
sabría a qué hora vendría porque había lío en el local.
Comió como los pavos y se fue,
dejándome en la cocina engullendo un plato de espaguetis a la carbonara. Tan concentrada
estaba yo poniéndome cerda que no me percaté de que Jose miraba desde la
puerta. Le estaba cogiendo el gusto a eso de mirarme desprevenida.
- - ¿Qué tal resaca? – Preguntó, cuando se sentó en la mesa a mi lado, demasiado cerca.
- - No tengo. – Me limpié la boca con la servilleta. – Tengo la habilidad de no tener resaca y de recordar todo. – Hice énfasis en eso último.
- - Vaya… - Puso la mano sobre mi muslo y me dio un sobresalto. - ¿Todo?
- - Todo. – Le miré a los ojos mientras agarraba su mano y la llevaba al interior de mis muslos.
Cuando la apreté contra mí, la
arrastré hasta dentro de la cinturilla del pantalón. Sólo nos mirábamos el uno
al otro a los ojos, mientras con mi mano le guiaba hasta mi coño, sin saber muy
bien por qué.
Cuando empezó a rozarme con sus
dedos y a notar como me iba humedeciendo bajo su tacto, entró Estrella como un
elefante en una cacharrería, de improviso, sobresaltándome, y haciendo que
apartara mi mano de la de Jose, mientras que él la mantenía ahí. Puse los
brazos sobre la mesa inquieta, revolviéndome en mi asiento.
- - ¿Q…qué haces aquí, tía? – Tragué saliva cuando un dedo rozó mi entrada. - ¿Se te ha olvidado algo?
- - Las llaves del local, que tengo que abrir que hoy hay lío, no sé dónde estarán…-Miró hasta en el cajón de los cubiertos.
- - En la nevera o el horno seguro que no. – Se cachondeó Jose mientras su dedo empezaba a introducirse en mí, haciéndome removerme, cachonda, nerviosa, con una excitación y un morbo que pocas veces había tenido.
- - Es que sé que la última vez las tuve en la cocina.
- - Espera, ¿Sería eso que se escuchó cayendo? – Y atravesé a Jose con la mirada, esperando por su bien que no se agachara a buscar.
En ese momento ese chico tan
cabrón estaba metiendo y sacando un dedo de mí, haciéndome morderme el labio,
aguantarme la necesidad de soltar un gemido y no contento con ello, me metió un
segundo.
Estaba disfrutando… y lo peor del
asunto es que yo también.
Estrella mirando por todos lados,
yo intentando cerrar las piernas con sus dedos dentro de mí y él… bueno, él no
podía ocultar la erección que veía desde mi posición y que me moría por tocar.
- - Tía que tenías mucho lío, vas a llegar tarde. – Sentía que estaba a punto de correrme en su mano y con mi amiga delante de nosotros.
- - Ya, pero sin llaves, no puedo abrir. – Me dijo empezando a transpirar.
- - ¿No tenías una copia? Pues cógela, o llama a Ana para que te deje las suyas, vas a llegar tarde. – Por dios bendito, la amaba como una hermana, pero que se fuera de ahí ¡YA!
- - Ay, es verdad. Me voy. – Gracias a dios.
Cuando se fue, él paró, nos
miramos y con el calor que desprendía mi cara iba abrir la boca cuando la suya
me calló. Me aparté.
- - ¿Pero qué haces? ¿Estás loco? Que casi nos pilla.
- - Loco no es la palabra. – Y cogió mi mano con la suya y la llevó al bulto que tenía palpitando entre las piernas. – No puedo más.
Estuvimos manoseándonos un rato,
yo por encima de la ropa, el por debajo de la misma, mientras nuestras bocas se
devoraban.
Hasta que cansada de prolongar
más esta agonía me puse de pie y tirando de él lo llevé hasta mi habitación.
Le tiré en la cama, me quité la
camiseta y el resto de ropa y me quedé desnuda frente a él. Entre sus piernas
de rodillas, agarraba la cinturilla de sus pantalones y, mientras pegaba la
cara a su paquete y rozaba su dureza con mi boca, bajé la ropa, dándome con su
erección en la cara.
Todo al suelo, junto a lo mío,
ahorrándome el tener que quitarle la camiseta por que no llevaba.
Me senté encima de él, con una
pierna a cada lado y comencé un movimiento lento mientras me restregaba con su
polla desnuda y ambos nos íbamos empapando. Cogí sus manos y las puse en mis
pechos, apretando por encima de sus manos para que estrujara mis tetas mientras
yo me friccionaba con él.
Echaba la cabeza hacía atrás
mientras sentía la excitación y el placer de estar torturándonos con preliminares
así.
Acerqué mis tetas a su boca y
agarrando su cabeza eché peso sobre él, amenazándole con asfixiarle con ellas.
Me agarró del culo, clavándomela
cada vez más hasta que no pude soportarlo más y me aparté lo suficiente como
para meter la mano, coger su polla y empezar a pajearle pegado a mi coño. Unos
segundos… lo bastante para llevar la punta empapada de nuestros sexos, a mi
coño y sentarme encima, sintiendo como entraba en mí, como mi carne se abría para
él y poco a poco me fui empalando en su polla hasta quedar completamente
unidos. Gemí, mientras me friccionaba con ella dentro, apoyándome en su pecho y
empezando a subir y bajar por su rabo mientras mis tetas, en primer plano, se
movían con cada bote que yo daba para follarle.
Me miraba anonadado, con la boca
entre abierta y la cabeza tensa, semilevantada de la almohada, intentando
captar con su boca mis pechos, mientras con una mano me agarraba la cintura y
con la otra un cachete de mi culo. Me impulsaba él, me movía, y yo apoyada en
su pecho subía y bajaba restregándome en el proceso buscando mi propio placer.
Unos minutos después me di la
vuelta, y colocándome entre sus piernas me senté en su polla, entrando hasta el
fondo mientras él tenía una visión en primer plano de su miembro entrando y
saliendo de mí entero, y agarraba mi culo escapándose algún que otro azote por
su parte. Me empujaba, me movía, haciéndome creer que era yo la que estaba
llevando la batuta pero realmente era él el que con sus manos, me estaba
dominando, me subía y bajaba, haciéndome bailar con su polla dentro de mí mientras
observaba mi culo chocar con él. Yo jugaba con mis tetas con una mano y con la
otra acariciaba sus huevos mientras me ensartaba en él. Y así, disfrutando de
su erección que me estaba rompiendo con cada embestida, sentí como me acercaba
al orgasmo.
Me aferré a sus muslos, me
impulsé una y otra vez aumentando el ritmo de la montura, hasta que sentí como
llegaba, como me aceleraba, me tensaba, se formaba esa desesperación que
empezaba en mi garganta y bajaba revoltosa hasta el interior de mis piernas
para romperme en mil pedazos corriéndome sobre él y gimiendo sin control
mientras la velocidad del ritmo disminuía, pero sin dejar de seguir.
Me levantó, me apartó y me puso a
cuatro patas sobre la cama. Llevó su mano a su polla, la acarició y la acercó
hasta mi entrada, por la cual resbala y entraba sola de lo empapada que estaba.
Entró de una vez, rudo, bruto, hasta el fondo, y con su mano clavada en mi
cadera siguió empujando una y otra vez mientras que con la otra me agarraba la
melena intentando dominarme, doblegarme, atraer mi cabeza hasta él para
besarme, sintiendo su piel en mi espalda y la profundidad de sus arremetidas.
Sólo me soltó para llevar sus
manos a mis tetas y tocarlas y estrujarlas desde atrás, sin dejar de moverse,
siendo ajenos a la escena que estaba dando lugar.
Desde mi posición, en el espejo,
veía entre flipando y cachonda, como Estrella estaba ahí.
Hablé por teléfono con Ana, que me dijo que estuviera tranquila y
volviera a casa, que ella abriría y se encargaría de todo por mí. Que yo fuera
a mi hora habitual por la tarde. Así que volví a casa, sorprendiéndome por
encontrar todo tal cual lo dejé, escuchando ruidos y murmullos que provenían
del pasillo. Me acerqué, intrigada, y descubrí que la puerta de Iris estaba
abierta y a través de ella se proyectaban sombras de figuras que estaban en la
habitación.
Pero descarté la idea de un ladrón cuando confirmé que eran gemidos los
que salían de allí.
Me asomé, y encontré a Iris montándoselo con Jose, ¿pero qué…?. Ella
sobre él, dándole la espalda, subía y bajaba sobre su cuerpo. Estaba mal que yo
estuviera ahí observando, quise irme, de verdad que sí, pero algo me lo
impedía. Y era el morbo de ver a Jose de esa manera tan pasional y varonil,
follando como un poseso, como un animal, con su cara contraída por el placer. Y
sin darme cuenta empecé a tocarme la entre pierna por encima del vaquero, a
notar mis pezones erguidos por debajo de la tela, y a desabrochar el botón que
me estorbaba para meter la mano en mis bragas.
Bendita escena. Iris a cuatro patas y Jose entrando y saliendo de ella
con rudeza, agarrando su pelo mientras ella gemía y se contraía por las
embestidas y el placer. Él sacaba su miembro de su interior para restregarlo
por su coño, metía la punta de su capullo en el interior de ella y volvía a
salir, repitiendo el proceso, desesperándola por segundos y escuchando a una
Iris pedir que no pare y que por favor más fuerte.
No me di cuenta de que ella me vio a través del cristal de su cuarto
hasta que nuestras miradas se cruzaron, y ella hizo caso omiso de mí, es más,
hasta llegué a pensar que la escena la estaba calentando tanto como a mí. Jose,
ajeno a mi presencia, seguía cada vez más fuerte follándola sin parar hasta que
ella se apartó, ante la cara de desconcierto de él.
Quería echar más leña al fuego, y
estaba al rojo vivo de saber que me estaban observando, así que me tumbé en la
cama boca arriba justo al filo y le indiqué a él que se acercara. Abrí mi boca,
saqué la lengua, y sobándome las tetas, se acercó hasta mis labios. Rozó su
polla por mi boca, impregnándome de toda la humedad de ambos y me la metió
entera hasta la garganta. Primero fácilmente después teniendo que empujar hasta
que chocó con ella. Empezó un movimiento lento de mete y saca mientras agarraba
mi cabeza para evitar que me apartara y echaba la suya hacia atrás,
compaginando con miradas hacia abajo para observar como su polla me atravesaba.
Sus huevos me rozaban la cara con la profundidad de sus embestidas, y solo
podía escuchar los jadeos que él soltaba, privándome el ver todo lo que yo
quería.
Me apretaba las tetas, pellizcaba
mis pezones, tanto yo como él, sobábamos mis pechos mientras me follaba la
garganta. Bajé mi mano hasta el interior de mis piernas, empapada y me empecé a
tocar despacio. Acariciando mi clítoris, introduciendo un dedo, sacándolo,
volviendo a rozar mi centro nervioso, metiéndome dos, follándome con ellos.
Miraba de reojo al espejo para
comprobar que Estrella estaba absorta en la escena y que cada vez se frotaba
más fuerte bajo la ropa interior.
Sólo escuché a Jose decir joder
cuando embistió en mi boca unas cuantas veces más fuerte y rápido hasta el
fondo de mi garganta para salir, y pajearse mientras se corría sobre mis tetas
y mi cara, cayendo parte de la corrida en mi boca, la cual tenía abierta y con
la lengua fuera para recibirle.
Me restregué lo de mi pecho
mientras me relamía los labios, llevando mi mano de vuelta a mi coño para
seguir tocándome y correrme en segundos otra vez.
Cuando volví a mirar al espejo
Estrella ya no estaba.
Los tres actuamos con normalidad
el resto del día, a la mañana siguiente él se fue para el hospital y cuando volvió
a casa cogió sus cosas y nos despedimos de él. Siendo yo menos hostil de lo
habitual, Estrella le soltó un “Puedes volver cuando quieras” que yo supe
interpretar pero que él el pobre, no.
Mi amiga y yo no volvimos a
hablar del tema, aunque ambas sabíamos dicha situación.
Jajajaja. Iba a decir que al menos tuvieron la decencia de ser esta vez precavidos y no ponerse a follar directamente en la cocina e irse a su habitación... pero visto lo visto (y nunca mejor dicho) les dio igual la prudencia jajajajajajaja.
ResponderEliminarAunque al final sólo es pillada y ya, ni unirse, ni ná, ni siquiera una indirecta mal tirada XD