Una sesión de cam
La parte buena y gratificante
de ser escritora erótica, es saber, y en muchos casos a ciencia cierta y muy a
mi pesar, que mis relatos provocan placer al lector mientras los lee.
Fantasean, imaginan, recrean recuerdos, incluso algunos los reviven de la
manera que le es posible. Ya sea en soledad… o en compañía.
Faina y Julián son el ejemplo
de este relato. Él, con el que hablo desde hace años a través de mis redes
sociales, y que es seguidor de todo lo que escribo, me ha confesado en más de una ocasión los problemas sexuales que tenía con su pareja. Incluso me pidió
consejo para revivir la llamita del deseo y disfrutar plenamente del deseo
sexual.
Que conste que mis relatos no
dejan de ser meras fantasías, (o no…) y que no estoy en posición de dar
consejos sexuales a nadie más allá de que disfrute, solo o acompañado, de su
sexualidad.
Por suerte para Faina y
Julián, escribí un relato que pareció gustar mucho a su mujer, hasta tal punto
que lo quiso simular con él.
En el texto en cuestión, narraba
la historia de unos protagonistas que iban al teatro y que una vez allí, a
través de la música y el ambiente, se iban metiendo mano poco a poco hasta
notar la humedad del otro en sus manos bajo la tela.
Después, apartándose de la
multitud y con el morbo de poder ser vistos, se ponían en la parte de atrás del
local y él le subía la falda recorriendo sus muslos con sus manos, para
adentrar sus dedos por debajo de sus bragas.
Acariciaba despacio
impregnándose de humedad de ella, y entrando con facilidad en su interior la
hacía gemir en su boca.
Ella con su mano, acariciaba
el paquete por encima del pantalón hasta que terminaba por sacar su polla de la
tela y empezaba a hacerle una paja, conforme que ambos se miraban a los ojos y
gemían entre cortados mordiéndose los labios.
Él sacó los dedos de ella y
los llevó hasta ambas bocas que se separaban por centímetros, y ambos lamieron,
rozando sus lenguas restregando y chupando los flujos de la mujer.
El chico, cada vez más duro,
sentía la necesidad de subirle la falda a la cintura y echarle las bragas a un
lado por completo, cogerla de la cintura para que encajase sus piernas en él y
penetrarla de una estocada hasta el fondo que la hiciese gritar, tapando la
boca de ella con su mano.
Entrar y salir, abrirla y
follarla profundo y suave, sintiendo el contacto directo de la piel con piel.
Pero antes, él quería
degustarla, por lo que se puso de rodillas entre sus piernas y acercó la cabeza
a su sexo, abarcando todo su coño con la boca mientras tiraba de la gomilla de
la cinturilla para arrastraras hacía abajo y mojarse toda la barbilla hasta que
goteara el jugo de ella por su cara.
Según me contó Julián, la
parte en la que ella se arrodillaba delante de él con los pechos fuera del top,
sacaba la lengua y agarraba su polla, era de las que más le ponía. Porque se
imaginaba allí, de pie ante faina, pasando su miembro por la boca de su mujer,
e instándole a abrirla para dejarle paso hasta el fondo de su garganta.
Agarró la cabeza de la chica
con las manos y empezó un leve mete y saca que iba aumentando conforme notaba
el placer recorrer cada centímetro de su cuerpo hasta correrse en su boca sin
salir de ella, obligándola a tragar mientras estar se le saltaban las lágrimas
por no poder abarracarlo todo y obligarse a dejar escapar pequeños chorros de
semen por su barbilla hasta sus pechos.
Julián quería algo más que un
polvo con su mujer leyendo mis relatos… su cuerpo le pedía tanto a él como a
Faina, que yo estuviera delante observando todo detenidamente, darme la función
en directo de la recreación de mis relatos y de las consecuencias de leerme.
En varias ocasiones me había
comentado como disfrutaba dándose placer cuando me leía, trasladándose al
relato donde la protagonista era yo con él, viviendo la escena mientras se masturbaba.
Era morboso… apetecible,
intenso y curioso. No pude decirle que no cuando un día me hizo aquella
propuesta.
Acepté, bajo ciertas
condiciones, obviamente. Insistí en que todo aquello iba a narrarlo después en
alguna de mis historias bajo el anonimato de ambos, a lo que él y Faina
accedieron encantados. Incluso excitado de ser protagonistas directos de uno de
mis relatos eróticos.
Las condiciones eran que yo no
podía estar presente físicamente, que lo haría mediante web cam, que todo se
quedaría grabado para el posible relato, y que una vez escrito se borraría. Por
supuesto en todo momento lo tendría él y que yo sólo se lo pediría para mi
trabajo. Y, por último, nadie sabría nada de que yo habría estado allí de
alguna manera.
Aquella tarde en la que
habíamos quedado, cuando inició Skype Julián, yo estaba con un vestido corto de
tirantes de estar por casa de color azul celeste, sin sujetador, con la única
prenda interior de unas braguitas negras.
Ambos se presentaron en la
cámara y empezamos hablar bajo la cierta vergüenza que me daba conocerle así
por primera vez y con las intenciones que íbamos. Faina era una chica preciosa,
de pelo negro por la cintura, ojo verdes y grandes, no muy alta por lo que pude
percibir en la pantalla, y con un bonito cuerpo lleno de curvas donde
destacaban sus grandes pechos y su culo respingón.
Julián, ya le había visto en
alguna ocasión, pero no me importó volver a ver aquel pelo negro que
contrastaba con sus ojos azules, haciendo más atractiva su cara con aquella
barba de tres días y ese cuerpo tan humano, sin depilar y con partes donde
agarrar.
Irónicamente, yo tenía más
vergüenza que ellos, porque a ellos les encantaba la idea y les excitaba de que
yo les estuviera mirando hacer el amor.
Yo abrí el portátil, encima
del ordenador de sobremesa, y abrí varios Word donde iría anotando ideas,
momentos y escenas para después montar todo el relato tranquila.
No iba a ser fácil, me dije a
mí misma.
Se pusieron en el centro de la
habitación, donde la luz más de lleno le daba. Habían puesto varias velas
recorriendo los laterales de la habitación y el tintineo de las llamas en las
paredes creaba un entorno curioso y cálido bajo la luz central del techo.
Julián cogió del cuello a su
mujer y la atrajo hasta a él, la besó mientras ella recorría con sus manos el
cuerpo de su marido y las metía bajo la camiseta verde oliva que él llevaba,
estirando de ella hasta sacarla por su cabeza.
Recorrió con sus dedos el
pecho de Julián, pasando la palma de la mano desde arriba hasta abajo, llegando
a su paquete que sobeteó en su mano para endurecerlo.
Él la había agarrado del culo
y la apretaba contra él, bajando su boca por su cuello, besando en el camino
dejando parte de su saliva en la piel de su esposa.
Tiró de la camiseta de
tirantes verde agua que llevaba dejando sus tetas al aire por encima de la ropa
y las agarró con ambas manos, apretando, llevándolas a su boca para poner su
cara entre ellas y aspirar el olor de Faina. Ella le había agarrado del pelo y
apretaba su cabeza contra sus pechos sabiendo cuanto le excitaba a su marido.
Fue bajando mientras besaba,
lamiendo sus pezones y endureciéndolos con la punta de su lengua y sus
pellizcos suaves, empalmándose cada vez más de tocarla y de saber que yo estaba
observando. Haciendo que ambos me miraran mientras yo veía a través de la
pantalla tensa, nerviosa, tragando saliva y respirando con dificultad.
Me sentía como una voyeur
consentida, y la escena estaba resultando mucho más erótica de lo que yo
suponía.
Julián tiró de los pantalones
de su mujer dejándola en bragas y apoyándola contra una pared. Él vino un
momento a la cámara para enfocarse mejor, y descubrí en primer plano como de
abultada estaba su erección. Me encendí, y pensé que quizás esto no había sido
una buena idea.
La puso de cara a la pared y
el de rodillas detrás enterró su cara entre sus muslos, agarrando las bragas y
tirando de ellas mientras pasaba su lengua por su sexo desde esta posición.
Ella agarraba la cabeza de él
girándose lo bastante para verlo y tener su mano estirada. Yo me eché atrás en
la silla, e inconscientemente abrí las piernas.
Estiró de su melena recogida
en su mano en una coleta y la obligó a inclinarse, irguiendo más sus pechos
desnudos y viéndole desde mi posición, como estaban sus pezones de duros.
Le dio la vuelta, abrió sus
piernas y con su cara en su coño sacó la lengua y empezó a rozarla, colándose
por los pliegues de sus labios vaginales mientras ella echaba la cabeza hacia
atrás y gemía, subiendo y bajando su pecho con la respiración entrecortada, agarrando
la cabeza de Julián y clavándole en ella.
Se apartó para rozarla con un
dedo, lo metió despacio en su interior, salía y entraba mientras con su lengua
la lamía provocando espasmos en su cuerpo. Metió un segundo dedo y ella
empezaba a temblar en su boca, pidiéndole que le follase más, que no parara,
que quería más.
Siguió dispuesto a darle el
orgasmo follándole con dos de sus dedos mientras le comía con la boca y se
deleitaba en su clítoris. Ella no pudo aguantarlo más y empezó a gemir mientras
se aferraba a él, apretándose, intentando no caerse por la pérdida de fuerza en
sus piernas.
Él no se apartó hasta beber
todo de ella y yo mientras tanto, no me había dado cuenta que mi mano se había
colado por debajo de mi vestido y estaban en el interior de mis muslos,
rozándome con los dedos por encima de las bragas húmedas que empezaban a
pegarse a mi coño depilado.
Cuando Faina dejó de temblar,
Julián se puso de pie y le empujó por la cabeza para que se arrodillara delante
de él. Sabían ambos que venían a continuación, y yo también.
Tiró de los pantalones y los
calzoncillos de una vez para dejar su polla libre de ataduras, y al hacerlo
ella puso la cara lo bastante cerca para que le rozara la boca.
Ambos no dejaban de mirar para
la cámara asegurándose de que yo seguía de espectadora sin perder detalle. Y no
lo hacía.
Lo que no se habían dado
cuenta aún era de que yo había echado mi braguita a un lado y me estaba
empapando los dedos que me pasaba por el coño.
Faina cogió la polla y se la
llevó a la boca despacio, después de recorrer desde la base a la punta con su
lengua lentamente, dejando un camino de saliva que goteaba en sus tetas. La
introdujo entre sus labios poco a poco, apretando, arrastrando la fina piel que
cubría el glande de abajo a arriba, haciendo que Julián estuviese a punto de
perder el control. En su mirada, que estaba fija en mí, se veía la excitación,
el morbo y el deseo rebosante, ansiaba profundizar más aún en aquella boca que
tanto placer le daba, y entonces agarró la cabeza de su mujer, metiendo sus
dedos en su pelo y empujó hasta el fondo llegando hasta su garganta.
Se podía escuchar la falta de
aire de ella, como el golpeteo provocaba sonidos húmedos al entrar y salir,
todo cubierto de saliva y de humedad de él, mientras que yo, siguiendo mi
propio placer, me llevaba los dedos a la boca y empezaba a lamerlos, saboreando
mi propio sabor.
Él se dio entonces cuenta de
lo que yo estaba haciendo, y aumentando su excitación de verse deseado
follándole la boca a su mujer y que aquello me provocase placer a mí, a su
escritora favorita, le dijo a Faina “mírala, vamos a corrernos para ella, vamos
a follar para ella, porque quiero que os corráis las dos conmigo”. Y entonces
comprendí.
Abrí el cajón de mi escritorio
y saqué mi vibrador, lo llevé a mi boca y me empujé con los pies en el
escritorio para alejarme lo suficiente para que mi cámara pudiera verme a mí,
abierta de piernas, con las braguitas en un lado y con las tetas fueras del
vestido que acababa de sacar.
Empecé a chupar la silicona
gruesa, impregnada de mi saliva que goteaba entre mis pechos, dejé la polla de
goma en mi boca y llevé mis manos hasta mis tetas, apretándolas frente a la
pantalla mientras Julián seguía embistiendo la boca de su mujer y ambos me
miraban.
Faina, de rodillas con la boca
llena, llevó su mano libre al interior de sus piernas y empezó a tocarse,
acariciándose el clítoris en círculos suaves, sacando la polla de su boca con
la otra mano para rozarla por sus labios, chupar la punta y succionarla,
envolviendo el miembro con sus labios y acelerando el movimiento con su cabeza
para hacerle una mamada ejemplar.
Yo bajé el juguete por mis
tetas y lo puse entre ambas, para llevar mi mano hasta mis piernas y estirar de
las bragas hasta dejarlas en uno de mis tobillos, que colgaba de la silla.
Julián no paraba de mirarme,
de mí pasaba a Faina, su cara experimentaba cambios bruscos de gesticulación
por el placer oral que recibía y la estimulación visual que le llegaba por la
pantalla.
“Como me gustaría follaros a
las dos a la vez”, dijo en un gruñido mordiéndose el labio.
Apartó a su mujer cuando
estaba a punto de correrse y la llevó hasta la cama donde la puso a 4 patas.
Vino también hasta el ordenador, donde enfocó mejor la cam, y viendo en primer
plano su miembro tan cerca me dieron ganas de llevármelo a la boca. En su lugar
cogí el vibrador, lo metí hasta mi garganta impregnándolo entero de mi saliva y
después lo bajé al interior de mis piernas.
Lo pasé por mi sexo
chorreando, lo metí entre mis labios vaginales moviendo arriba y abajo
frotándome con la dureza de la silicona.
Julián azotó a su mujer
rozando su miembro por su culo y su sexo, simulando lo que yo hacía. Y como en
una especie de juego perverso y erótico, ambos nos sincronizamos para el placer
que se avecinaba.
Le imité posicionándome en mi
entrada con el juguete, a la vez que él, ponía la punta de su polla en la
entrada del coño de su mujer. Ambos apretamos, entrando lentamente en el
interior de la otra, hasta estar completamente al fondo, y mirándoles a ellos y
ellos mirándome a mí, comenzamos a movernos, entrando y saliendo, más fuerte,
lento, saliendo, rozando, volviendo a entrar de una vez. Me follaba yo sola
viendo como él follaba a su mujer, como si fuese una película porno en vivo
disfruté del espectáculo privado. Mis ojos clavados en ellos, y esos cuatro
ojos clavados en mí. Faina parecía una muñeca en sus manos, de rodillas sobre
la cama inclinando la cintura, con sus tetas bailando al compás de las
embestidas de Julián, mientras este la agarraba de las caderas para profundizar
salvajemente en su interior mientras me miraba, y alternaba con una mano
azotándola y agarrándola del pelo para hacer que se inclinase más y poder ver
sus tetas desde el lateral. Yo y él.
“Llévatelo a la boca” me dijo
entre quejidos si dejar de penetrarla, y yo le seguí la corriente.
Llevé el vibrador empapado de
mis jugos a mi boca y chupé, como si fuese su polla la que entraba y rozaba mis
labios, mientras me follaba con mis dedos para llenar ese vacío que dejó el
juguete.
Lo volví a meter, resbalándose
en mi interior con facilidad, y seguí follándome mientras con la otra mano me
estimulaba el clítoris y me iba acercando poco a poco al orgasmo.
Julián seguía empotrando a
Faina cada vez más fuerte, siendo más que evidente que sus huevos chocaban
contra su culo, y que esta, metiendo una mano entre sus piernas, lograba
alcanzar alternando con su clítoris, estimulándose otra vez.
Vi la cara de ella
contrayéndose, como se mordía el labio y entre sus gemidos y aquello, supe que
se iba a correr. Él se acercó a su oído y le susurró un “córrete cariño” que
alcancé a escuchar, “pero no dejes de mirarla a ella, quiero que vea lo que
podemos hacerle disfrutar” y gimiendo se contrajo, clavó sus ojos en mí y se
dejó ir entre espasmos y con vibraciones de su cuerpo que se podían ver a
simple vista desde el monitor.
“Ahora nosotros” Me dijo tras
percatarse de que yo estaba al límite.
Y comenzando a embestirla
nuevamente, tras haberse pausado para sentir como ella se corría con él dentro
y lo apretaba con su coño, yo aceleré el ritmo y nuestras miradas se cruzaron.
Seguí follándome con mi
juguete mientras veía a él hacérselo a su mujer, y no pude soportarlo más, ni
pude controlar aquella sensación que se rompió dentro de mí y me hizo estallar
gimiendo y temblando como había hecho Faina, por culpa de Julián.
Él salió de ella para
acariciarse la polla un par de veces con su mano y dejarse ir, corriéndose
encima de su culo mientras gemía y gruía, tensándose su cuello y todos los
músculos de su cuerpo.
La escena era cuanto menos
erótica y morbosa. Y me quedé un rato intentando recobrar el aliento y
averiguando que me había llevado a esa situación. Como me había descontrolado
presa del deseo y placer, como había perdido el control. ¿Cómo contaba yo esta
historia en mi próximo relato?
Fin.
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