Monitor de verano
Los veranos son un poco método de tortura para mi salud y,
cuando estás apuntada a la vida sana y saludable, con ejercicio de por medio,
cuesta más aún de llevar.
Aquella mañana entré sin mucho entusiasmo en el gimnasio,
esperando que se me hiciese lo más ameno posible el tiempo ahí. Sin embargo, vi
varias cosas que me hicieron descartar esa idea por completo. Mi monitor estaba
de vacaciones, me habían dicho, y vendría un reemplazo al que no conocía de
nada.
Soy una persona muy minuciosa con mis entrenamientos, pero
más aún a la hora de conocer gente, ya que suelo evitar socializar, y cuando
coincido con alguien para mantener cualquier tipo de vínculo, ya no me imagino
cambiar a otra persona.
Me fui a los vestuarios y dejé mis cosas en la taquilla, volví
hasta recepción para decirles que estaba lista, que me presentasen al nuevo
monitor, y Álvaro me llevó hasta él.
La primera impresión fue todo lo buena que podía ser
viniendo de un magnate del deporte. Moreno, alto, ojos oscuros, barba bien
cuidada, brazos fuertes, una buena apariencia por… vale, ha quedado claro que
el nuevo monitor era todo lo que una podía soñar, pero no aquí, donde me viese
con los pelos bufados tras sudar como una cerda oliendo a cuadra.
Se presentó como Jorge, con una sonrisa que ponía más
picardía en su cara, y yo no podía evitar sonreír como si hubiese dormido con
una percha en la boca, asintiendo a todo, que sí. Me podría estar diciendo que
me iba a tener 3 horas saltando a la comba, que ahí estaba yo, asintiendo
satisfecha.
Las hormonas son muy malas, y mi fase lútea estaba llamando
a mi puerta a manporros.
Como he comentado, el calor me afectaba de más, por lo que
necesitaba bastante impulso para hacer mi entrenamiento diario. Se lo hice
saber, y así vino conmigo intentando ayudarme en lo posible.
Le explique que hacía con Juanma, mi monitor habitual, para
que él tuviese una idea de todo lo que hacía yo y no cargarme de más.
Una parte de mí, la más enferma debo decir, veía todo un
poco sexual con él. Era incapaz de mirarle como a un monitor sin pensar en
varias preguntas que me rondaban por la cabeza cuando lo veía moverse con
soltura por el gimnasio, cuando sus músculos se tensaban bajo la camiseta que
le marcaba, sus muslos seguían un camino que me hacían mirar un poquito más
arriba, y su mandíbula se tensaba cuando cargaba más peso del que yo podía
coger para enseñarme su técnica.
Sí, en eso pensaba precisamente yo, en su técnica. Pero creo
que él y yo teníamos un concepto diferente de la técnica en cuestión.
Que me estoy yendo por las ramas, pero ahí estaba yo,
sentada en la press de pecho para ponerme más tersa de la parte delantera,
cuando él se acercó y se quedó mirando asintiendo.
Más tarde volvió, cuando estaba ejercitando abriendo y
cerrando las piernas. Aquel día, di por concluido el entrenamiento bastante
pronto porque iba a desfallecer a 40º a la sombra.
Me metí en los vestuarios y me di una ducha, saliendo con
ropa limpia y liviana del gimnasio.
Los siguientes cuatro días fui bastante animada, porque sí,
la idea de ver a Jorge era un plus extra de energía y entusiasmo, para qué
mentir. Pero estaba cansada de mis entrenamientos y quería que fuese él el que
me pusiese otro tipo de ejercicios.
Se lo comenté la tarde de antes por whassapp, porque sí, se
lo di más pronto que tarde por si tenía “alguna duda”. Me había preparado una
tabla de ejercicios que iba a poner a punto el quinto día, el viernes.
Después de calentar un poco como era lo habitual, me propuso
hacer unos ejercicios con las pesas tumbada en el suelo. Agradecí enormemente
que el gimnasio estuviese vacío a esas horas y que sólo estuviésemos él y yo y
una clase que había encerrada haciendo algo con una música psicodélica.
Me tumbé en el suelo como él me había explicado y agarré con
cuidado, pensando que eso era más pesado de lo normal para mí, pero confiando
en su consejo.
Con su ayuda en todo momento, empecé la serie de ejercicios
que él me propuso, pero cuando llegué a la segunda serie los brazos no me
respondían, yo no podía con mi alma, parecía una perra jadeando y me notaba los
bíceps como gelatina.
Para mi sorpresa se puso entre mi cuerpo, quedando debajo de
él en medio de sus piernas y se agachó, para agarrar mis manos y ayudarme a
continuar la serie de pesas subiendo los brazos, teniéndolo muy cerca, a él y a
su cuerpo, casi rozándome los pechos.
-
Venga, uno más. – Pero yo no podía dejar de
mirar su cuerpo encima de mí. - ¿Lo ves? Ya lo tienes.
Lo que tenía era un calentón como un demonio de verlo sobre
mi cuerpo, marcando los músculos, rozándome y empezando a sudar.
Una parte de mí quería meter la cara debajo de su camiseta y
recorrerlo, la otra parte me estaba diciendo que controlase las hormonas porque
terminaríamos mal, que era lo común conmigo.
-
Dios, no puedo más… - Dije haciendo fuerza con
las pesas hasta arriba con sus manos en mis muñecas.
-
Sí, sí que puedes, ¡venga!
En algún momento del intento perdí la fuerza y dejé caer mis
brazos, agarrando él bien mis muñecas para que no me diesen en la cara, por lo
que terminó acercando su cara mucho a la mía y me puse nerviosa. Y cachonda,
para qué negarlo.
Cogí aire, inflando mi pecho hasta rozarle, haciendo que por
unos instantes me mirase el top, que, en esa postura, por la gravedad, y el
tamaño, dejaba salir un poco de carne de ambos pechos.
Sonrió lo suficiente como para darme cuenta, y se fijó en el
rastro de sudor que llegaba hasta mi canalillo y hacía que mi ropa se pegase a
mí.
Al sentirme expuesta de esa manera me tensé, mis pezones se
endurecieron y él sonrió sin ocultarlo.
Llevó mis brazos por encima de mi cabeza para dejar las
pesas en el suelo y por inercia mi pecho se elevó, mi respiración se aceleró y
me agité, relamiéndome los labios por impulso, ante la sequedad que me estaba
dando.
Se arrodilló encima de mí, despacio, casi pidiendo permiso
mientras lo hacía, barajando la posibilidad de que yo me fuese a quejar, cosa
que no pensaba hacer. Y noté como, a medida que teníamos contacto, se iba
endureciendo, notándose su miembro erecto por debajo de la tela de los
pantalones cortos y su respiración se hacía más profunda.
Yo seguía con los brazos extendidos y con sus manos posadas
en mis muñecas. Me arqueé levemente dándole aprobación e incitándole un poco a
que pensase igual que yo.
Solté las pesas y el recorrió mis bazos con sus manos, ¡y
qué manos!, hasta llegar a la altura de mi boca. Pasó un pulgar por mis labios
mientras nos mirábamos, y los abrí, atrapando su dedo, rozándole con la lengua.
Se mordió el labio, se tensó, y noté las venas de su cuello
hincharse. Me cogió la mandíbula, se acercó hasta a mí y a escasos centímetros
de mi boca puso la suya, sintiendo su aliento en mis labios, mirándome a los
ojos esperando mi aprobación.
-
Deberías quitarte el top. – Me susurró en los
labios, apartándose para mirar mis pechos que sobresalían y se marcaban bajo la
tela. – Casi no te sujeta nada, y sólo te da calor.
-
O puedes ayudarme tú, que eres mi monitor.
Aquello bastó para que pegase su boca a la mía y me
recorriese con su lengua, pegando leves mordisquitos en los labios, succionando
el labio inferior mientras me volvía a devorar con ansia una y otra vez.
Notaba su miembro duro en mi barriga, amenazando con
perforar la tela de sus pantalones, hasta que llevé mis manos a la cintura de
su tela y tiré para dejar libre su erección. Miró, sorprendido, esperando cual
sería mi siguiente paso.
Levanté un poco mi top por abajo y metí su polla entre mis
tetas, ante su cara de sorpresa.
-
Si no me lo quitas tú, voy a tener que incitarte
un poco… - Agarré mis pechos, presionando su masculinidad con ellos, y cuando
le miré a los ojos con soltura casi le supliqué. – Fóllame las tetas.
Un sonido ronco de su garganta se escapó, acompañando los
latidos que aumentaron en su polla.
Empezó un movimiento suave, apoyándose en el pecho mientras
se frotaba conmigo, viendo salir la punta de su erección y llegando hasta mi
boca, que le esperaba abierta, con la lengua fuera para lamerlo como
recompensa.
Me agarró del pelo, tirando de mí para que me acercase más,
quería que mi lengua le recorriese mejor, y obediente cedí a su control, mirándole
a través de mis gafas con una expresión de autentica lujuria. Porque le deseaba,
deseaba darle placer, quería ver hasta donde podía llegar y donde podía
terminar.
Sus embestidas entre mis pechos fueron aumentando, cada vez
más profundidad, más presión, cada vez más dura, casi podía notar las venas de
su polla pegadas en mi piel. Sentía como su erección estaba al borde del
colapso y de explotar en mis pechos, por lo que me frené, saqué mis tetas del
top, como él me había pedido, y me agarré las tetas con las manos sin poder
cubrirlas enteras para masturbarle con ellas.
Su cara tenía la expresión del placer pintada, y su boca
entre abierta jadeaba, dejando salir aquellos quejidos roncos que me estaban
excitando y humedeciendo entre las piernas.
Aceleró el ritmo, agarrando mi cabeza con ambas manos
mientras se movía, arriba y abajo, hasta que noté como se tensaba, me apretaba
con fuerza y estallaba entre mis pechos llevándome gran parte en la cara y la
lengua, que la tenía fuera. Me relamí mientras no dejaba de mirarme a los ojos,
y me soltó la cabeza apoyándose en el suelo con las manos, totalmente fatigado.
Su pecho subía y bajaba por el frenesí y el sudor impregnaba
su cuello, que deseé morder.
Se apartó y me dio la mano, para ayudarme a levantarme, y me
dirigí al baño sacándome el top por la cabeza.
Se nos había olvidado a ambos por completo que había clases
con gente, y que podrían salir en cualquier momento y sorprendernos.
Una vez en la puerta del baño me asomé, le miré y le incité
a que viniese conmigo.
Cerré la puerta tras de mí cuando entró, tiré el top al
suelo y eché el pestillo de la puerta, me quité las mallas con las braguitas y
me quedé desnuda, caminando hacia la ducha. Abrí el grifo y se quedó mirando,
esperando mi invitación.
Mientras el agua caía sobre mi cara me abrí de piernas y
llevé una mano a mis pechos, bajando hasta el interior de mis piernas.
Mirándole y con la lengua fuera relamiendo el agua que caía en mis labios,
comencé a masturbarme delante de él, y comprobé tras su pantalón, que su polla
estaba de nuevo lista para mí.
Dio un paso hacia delante para venir hasta a mí y le dije
que no con la cabeza, y con la otra mano señalé a lo que estaba haciendo.
Quería que me viera tocarme. Gemí, lo bastante alto como para que sólo él me
escuchase, y cerré los ojos retorciéndome de placer mientras introducía mis
dedos dentro de mí, despacio, rozándome con la palma de la mano el clítoris,
sintiendo temblor por mi cuerpo ante el placer de tocarme y verme exhibida con
él. Sacaba mis dedos, me acariciaba, volvía a introducirlos, y volvía a
sacarlos para llevármelos a la boca, y lamerme mientras él se acariciaba la
polla por encima de los pantalones.
Entonces sí, le indiqué con un dedo que viniera y que se
pusiera de rodillas, abrí las piernas y pasé una por su hombro, indicándole que
quería su boca en mi coño y notar su lengua recorriéndome, jugando, entrando en
mi humedad.
Agarré su pelo húmedo y lo apreté contra mí mientras su
lengua subía y bajaba, se apartaba para darme lametones, me succionaba, me
recorría, me metía un dedo acompañado de su lengua recogiendo mi esencia, y
después añadía un dedo más.
Follándome con sus dedos acompañado de su boca, no pude
soportarlo más y me dejé llevar, corriéndome en sus labios, mientras gemía mordiéndome
el brazo para no alertar a los que había fuera.
Las piernas me temblaban y apretaba su cabeza contra mi
intentando exprimir al máximo su roce. Se apartó cuando supo que ya no podía
más y había dado todo el placer que su boca tenía en ese momento, y me miró
desde abajo, con mis tetas en medio, totalmente mojadas.
Se había metido con la ropa, se la quitó dispuesto a
ducharse conmigo, pero yo quería más, pero eso es algo que continuó al día
siguiente. Y si quieres saber que pasó, tendrás que esperar al próximo
entrenamiento, ya que alguien llamó a la puerta y tuvimos que cambiar de
planes.
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