Acompáñame esta noche
Era tarde. Habíamos bebido de más y cuando miré el reloj los
números me bailaban sin ser consciente de manera clara la hora que era.
La mezcla de alcohol golpeteaba en mi cabeza y en mi estómago,
casi no me podía sostener en pie y empezaba a sentir el cansancio en mis
piernas.
Me quería ir a casa, pero no estaba en condiciones para
conducir, por lo que llamé un taxi intentando arrastrar lo menos posible las
palabras con mi lengua, por la pesadez de la bebida.
Daniel vio mi torpeza intentando hablar con el taxista,
repitiendo por encima del volumen de la música más de una vez las palabras casi
incompletas, y acudió en mi ayuda. Agarrándome del brazo y llevándome hasta uno
de los bancos del local, me ayudó a sentarme y se puso a mi lado con un vaso de
agua.
Debo reconocer que el alcohol me envalentona, aumenta mis sentidos,
aunque entorpezca mis acciones, y todo en mí se intensifica, empezando por mi carácter.
Me vuelvo melosa, mimosa, cariñosa y activa, desinhibiéndome
por completo y comenzando a experimentar esa parte de mí que está más bien bajo
control cuando estoy en mis plenas facultades cognitivas.
Puso la mano sobre mi muslo para intentar calmar mi golpeteo
contra el suelo, y sentí una descarga eléctrica recorriéndome entera.
Me encaré con él, acercando mi cara a la suya y cogiendo su
barbilla para acercarlo a mí, quedándonos fijamente mirándonos, a escasos centímetros
el uno del otro.
-
Gracias. – Logré decir, sin saber entonces bajo
mis efectos, que no me escuchaba, simplemente se fijaba en mis labios, con
parte del labial rojo escarlata semicorrido y desaparecido en tantas copas como
las que fui capaz de beber.
Sonrió, y yo con él, cuando solté su barbilla y le di unos
golpecitos suaves en su muslo antes de coger el vaso de agua y bebérmelo con
ganas por la sed. Pese a todo el líquido que había ingerido me sentía
totalmente deshidratada.
Me ayudo a incorporarme, mis tacones me desestabilizaban, y
me acompañó a la puerta a esperar el taxi un buen rato después.
Cuando el coche aparcó en la puerta, tiré de su brazo,
indicando que me acompañase a casa.
Sonreía y se negaba, pero me colgué de su cuello con mis
brazos y, muy cerca de su boca, le pedí que viniera conmigo, que no quería
dormir sola. Casi rocé sus labios con mi boca, pidiendo su compañía, y él, algo
más tenso y nervioso, pero un poco juguetón, cedió y me agarro del brazo para
meterme en el asiento trasero del taxi.
Me sentía más segura con él, con uno de mis mejores amigos
desde hacía muchos años, que sola en un taxi a plena noche y bebida.
Durante el camino volví a sentir esa descarga eléctrica mientras
sus manos me sujetaban, y quizás por el alcohol, por los recuerdos, por el
cariño, o por todo a su vez, me volví a enganchar de su cuello y gimoteé escondiendo
mi cara en su cuello, donde olí su perfume, el olor que tan loca me volvía, el
olor de un hombre, que es mi debilidad.
Estaba a su izquierda sentada, y eché mi pierna izquierda
por encima de él y me moví lo suficientemente rápido para dejarlo sorprendido
al verme montada encima de su cuerpo.
Noté su nerviosismo, que aceleraba el mío. Volví a gimotear
en su cuello mientras me sentaba sobre él, totalmente pegada dejando reposar mi
cuerpo sobre el suyo.
Instintivamente agarró mi cintura y me clavé más con él,
sacando la cabeza y pegándome a su cara para mirarlo fijamente con la boca
entre abierta, susurrando en su boca.
-
Dani… - Le pasé mis dedos por sus labios. – creo
que estoy un poquito cachonda.
Pude notar levemente como su cuerpo reaccionó a mi
confesión, notándolo entre mis piernas, latente, despertando, mientras tragaba
saliva, notándolo en su garganta, y buscaba las palabras adecuadas.
-
Vaya por dios. – Dijo finalmente.
-
Y no quiero dormir solita… - Me restregué despacio
contra su paquete que empezaba a mostrar dureza. – No quiero tener que tocarme
hasta correrme… - cerró los ojos e inspiró profundamente. – Para después dormir
sola.
-
Sue… - mi nombre en su boca me hizo volver a
gimotear encima de él y me removí un poco, lo bastante para que mi falda se
subiese. – Estás borracha.
-
Sí. – Reconocí mientras me reía y buscaba el
filo de su camiseta bajo su barriga para meter la mano. – Pero también tengo
ganas de follar… no sé dónde está el problema.
-
Que… - Cogió aire y cerró los ojos nuevamente,
mientras con sus manos frenaba la mía que se había metido ya bajo la tela y le
estaba acariciando el pecho. – somos amigos.
-
¿Y? – Busqué con la otra mano el botón de su
pantalón. – ¿hay alguna ley que lo prohíba?
-
El taxista… - Gimió levemente echando la cabeza
hacia atrás – Nos está escuchando.
-
¿Y me vas a rechazar delante de él? – Metí la
mano bajo sus pantalones y acaricié la dureza que guardaba.
-
No te estoy… rechazando. – Agarró mis dos
muñecas con sus manos. – Joder, para o…
-
¿O? – Me incliné hacia adelante y pasé mi lengua
juguetona por sus labios.
-
Que te voy a follar con público.
El taxista lo escuchó alto y claro porque carraspeó y dijo
que habíamos llegado.
Me levanté de su regazo y saqué el dinero para pagarle. Me quedé
mirando a Daniel, y me mordí el labio cuando agarré su mano y la puse en mi
muslo, bajo mi falda.
-
Acompáñame… no quiero dormir sola hoy.
-
No es una buena idea.
-
Eso dímelo mañana cuando esté sobria.
Nos bajamos del coche y me recompuse la falda. Al llegar a
la puerta y cerrar tras nosotros, me quité los tacones y subí descalza el corto
tramo de 5 escaleras hasta mi piso.
Saqué la llave nerviosa, sin poder atinar en la cerradura,
hasta que él la cogió y abrió por mí.
-
¿Ves? Menos mal que me has acompañado.
-
Entra, anda.
Entramos en el
piso y cerré la puerta tras él, dejé el bolso en el mueble del recibidor y tiré
los tacones en el otro lado en el suelo. Me acerqué despacio hasta él, mientras
me quitaba la chaqueta y la dejaba tras de mí.
Tragaba saliva
mientras no podía dejar de mirarme y buscaba las palabras adecuadas para poder
rechazarme, pero no lo consiguió. Me apegué a él y acaricié su paquete por
encima de los pantalones, mientras me ponía de puntillas y me acercaba a su
boca.
Mordisqueé su
labio inferior, tirando suavemente con los dientes, solté y gemí.
-
Quiero follar. – Le confesé en la boca, por si
aún no se había dado cuenta dado lo complicado que es que un hombre pille las
indirectas.
-
Algo he notado… - acarició mi cabeza.
-
Y creo que tu también. – Metí la mano dentro de
sus pantalones y abarqué con mi mano toda su erección, acogiéndola.
-
Llevas calentándome un buen rato, ¿qué esperas? –
Sonrió acercándose a mi boca para besarme.
Pero me aparté.
-
No. – Me separé unos centímetros de él. – aquí. –
Me señalé entre los muslos, dentro de la falda.
Me cogió y me puso de espalda a la pared y bajó por mi
cuello, con la boca, entreteniéndose en mi escote, pasando la lengua mientras
se agachaba hasta ponerse de rodillas.
Puso sus manos en mis muslos y ascendió con ellas
arrastrando la falda hasta dejar mi piel al descubierto.
Acercó su boca y me dejó un camino húmedo de besos y
succiones que me estaban haciendo poner los ojos en blanco, con mi mano
aferrada a su cabeza y clavándolo contra mí. Ansiaba tenerlo entre mis piernas,
en la parte que requería atención, necesidad, ganas y que se estaba empapando
rápidamente.
Posó sus labios en mi sexo, por encima de la fina tela
oscura de mi ropa interior y me mordisqueó suavemente hasta escucharme
suplicar.
Apartó a un lado las braguitas y pasó su lengua de abajo a
arriba, abriendo con sus dedos mis labios, recorriendo nuevamente con su
lengua, despacio, deteniéndose, chupando, succionando, dando ligeros golpecitos
que me estaban haciendo volverme loca.
Cuando abrí los ojos tras unos segundos para observarlo
mientras me comía, nuestras miradas se cruzaron, y aquello me hizo volver a
gemir, apretarlo más contra mí. Me mordí el labio cuando vi como llevaba uno de
sus dedos a su boca y después a mi sexo, introduciéndolo despacio en mi
interior, haciendo que me arqueara de placer, necesitando mucho más dentro de
mí.
-
Más… - Pedí mientras con mi pierna apretaba su
cuello contra mí. – Joder, más…
Metió dos dedos, follándome despacio mientras con su boca
acompañaba y me devoraba. No frenaba en sus atenciones, y yo sólo ansiaba más y
más.
Me abrí la camisa y saqué mis tetas del sujetador. Me las
acariciaba mientras sentía sus manos y su boca entre mis piernas, mientras me
acercaba al orgasmo, mientras me derretía bajo sus caricias.
Me llevé un pezón a la boca y sentí su jadeo en mi coño. Le
gustaba verme así y me lo hizo saber moviendo más sus dedos, entrando y
saliendo más rápido de mi cuerpo, y llevándome a las alturas con su lengua.
Mi cuerpo estaba a punto de colapsar, me sentía cada vez más
cerca, con más presión y necesidad de liberarme, no podía más, y aquel impulso
de su boca dándome un chupetón mientras me follaba duro con los dedos me hizo
correrme en su boca, gemir como una posesa y sentir mis piernas a punto de
doblegarse como gelatina.
Se puso en pie, se acercó a mi boca y me susurró con su
barba aún brillante:
-
¿Puedo comerte la boca ahora?
Me agarré a su cuello, pegué mis labios a los suyos y mis
piernas las enrosqué alrededor de su cintura, guiándolo hasta el sofá.
En el borde le empujé, se sentó en medio y me puse a su lado
de rodillas con la falda por la cintura y mis pechos libres.
Saqué con desesperación su polla de los pantalones y me la
llevé a la boca, llegando hasta mi garganta.
Le sorprendió mi reacción, supongo que esperaba más
delicadeza, pero ansiaba llenarme la boca con ella y tocar el fondo hasta
ahogarme.
La saqué despacio, apretando mis labios a su alrededor para
que notara el roce, y lamí, de abajo arriba, moviendo con mi mano su fina piel mientras
lo envolvía con mi boca y por dentro mi lengua lo acariciaba.
Subía, bajaba, con mano y boca, deleitándome con su cara de
placer y notando sus dedos aferrados a mi pelo, frenando las ganas intensas que
tenía de clavarme la cabeza contra él para ahogarme con salvajismo. Me aparté,
tiró de mi pelo para ver mi cara y ver como un hilo de saliva me conectaba con
su polla, y volvió a guiarme para meterla hasta mi garganta dejándome unos
segundos sin aire, llenando todo el recorrido con mi labial rojo, marcándole,
follándome la boca él mismo cuando adquirió el control.
En algún momento de aquellos minutos de intensidad de
mamada, decidió quitarme.
-
No podré… aguantar mucho más a este ritmo.
Me incorporé, me bajé las bragas y me senté sobre él, rocé
mi coño con su polla, que luchaba por entrar en mi interior, tan húmedos,
resbaladizos ambos, me apegué con él notándola palpitar en mi sexo.
Pegué las tetas a su cara y las agarró, mientras yo sujetaba
su cabeza, y le guiaba para que se frotara con ellas. Acogía mis pezones con su
boca, las estrujaba entre sus manos, ponía su cara en medio y me besaba, me
lamía, se hundía en ellas recibiendo ambos el placer del contacto.
Sentí mis ojos en blanco en más de una ocasión ante aquella
oleada de placer, una tras otra, por lo que levantando una pierna me levanté lo
suficiente para meter la mano, sujetar su polla y llevarla a mi entrada para
sentarme con ella dentro.
Gemimos los dos cuando entró en mí, y nos quedamos quietos
un instante, notando sus palpitaciones en mi interior, rozándome con sus
dientes mis tetas, y descendiendo sus manos hasta llegar a mi culo y mi
cintura, donde me agarró, me clavó más con él, y empezó él a moverse, follándome
conmigo encima.
Instintivamente me movía con él y sentía que iba a romperme
por la mitad con su polla dentro de mí. Paró unos minutos después y seguí yo moviéndome
sobre él, follándomelo yo, mientras sus manos y su cara se perdía en mis pechos.
Llevé mi mano hasta su cara y seguí subiendo y bajando
mientras sujetaba su barbilla y gemía en su boca.
-
Estoy a punto de correrme… contigo… dentro de
mí. – Echó la cabeza hacia atrás. – Quiero sentirte a ti haciéndolo.
Me agarró la cintura y elevó las caderas para unificar
nuestros movimientos, sintiendo poco a poco como nos acercábamos, a punto, muy
cerca, casi… hasta que me corrí con el roce de su cuerpo y su polla en mi
interior, clavé mis uñas en su pecho y gemía pegada a su boca, lo cual fue una
ayuda para que él también se dejase ir y estallara dentro de mí, clavando sus
dedos en mi cintura.
Descendimos el ritmo, cada vez más despacio, hasta vaciarnos
el uno al otro, mutuamente, lento, acogedor, íntimo… y nuestra respiración fue regulándose
poco a poco mientras reposaba sobre él.
Me aparté despacio y me tiré en su pecho, sin saber cómo ni cuando
me quedé dormida.
Iba a ser algo curioso la mañana siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario