Inocente
dulzura parte 2
Me había despertado a las 9. Un
sábado, por el amor de dios. Normalmente no salía de la cama hasta
las 12 del mediodía. Sin embargo cuando acababa de darme la vuelta
en la cama, me había abrazado a la almohada y tenía la boca medio
abierta, una mano me empezó a llamar.
- Vamos, levanta.
- Un poco mas... - Me abracé más fuerte y me espatarré boca abajo.
- Son las 9. - Dijo tirando de las sábanas para destaparme.
- Por eso. - intenté buscar la puta sábana. Aunque no hacía mucho frío a esas horas y en bragas estaba helada. - Dame eso joder.
- Venga, tenemos que bajar a desayunar, subir, ducharnos y prepararnos para la reunión del medio día.
- Son las 9 joder, esa gente estará aun durmiendo. - Mi móvil pitó y lo ignoré.
- ¿Quién es? - Preguntó.
- Y yo que sé. Alguien que quiere joderme el día, como tu. Quiero dormir.
- Vamos mujer, que no quiero tener que hacer cola para desayunar.
- Oh dios bendito, que por culero que eres. Ya voy. - Me levanté con mala gana, mala cara y con unos instintos asesinos que se estaban apoderando de mi. - como mañana me despiertes a las 9 te dejo.
- Ponte cualquier cosa que ya tendrás tiempo de vestirte en condiciones.
Bajamos al buffet y mi cabreo se fue
con la fuerza de voluntad. Creo que arrasé con un surtido de
desayunos de varios paises, me puse que no me podía mover, comí
bacon frito para parar un tren, bollos con chocolate como para
tirarme una semana a apio y bebí tanto zumo de naranja que
terminaría echando fuego por la boca con la acidez de estómago que
me iba a dar. Pero me había levantado a las 9, un sábado... eso
tenía que ser recompensado.
Subimos a la habitación y me metí en
la ducha, cayendo en la cuenta que no había mirado el móvil desde
ayer por la tarde noche. Me acordé de las fotos que mandé al señor
X cuando salí de la bañera y me puse la toalla antes de abrir el
grifo, salí y cogí mi teléfono. Volví al baño donde me puse a
mirar el móvil mientras esperaba que el agua caliente saliera.
Tenía notificaciones de la APP, lo
cual me extrañó ya que el señor X me dijo que trabajaría el fin
de semana y que no podría hablar, al menos eso entendí yo. Sin
embargo tenía varios mensajes suyos, uno de ellos dándome los
buenos días con una foto en la que se veía un poco de su barba y la
corbata. "Ay... la corbata...la de cosas que me ha dicho que me
haría con ella". Sonreí como una imbécil antes de echarme una
foto en toalla y pasarsela con un "Buenos días, creía que hoy
no iba a saber de ti. Te vienes a la ducha?". Su respuesta no se
hizo esperar "Nada me apetece más, pero tengo trabajo que hacer
y ojalá fuera trabajarte a ti". No le dije nada, sólo puse un
emoticono haciendo pucheros y dejé el móvil para meterme en la
ducha.
Tardé lo menos una hora en decidir que
me iba a poner, por que queria ir guapa y elegante sin parecer un
putón o una monja de clausura. Así que al final, tras varias
discusiones con la frase "vamos ya, que estás bien con
cualquier cosa", probar varios vestidos, elegí uno de día,
informal pero elegante. La parte de arriba era color crema, con un
escote palabra de honor y con un pequeño forro de encaje que iba
hasta el cuello, donde terminaba con una cinta alrededor de el. La
parte de abajo del vestido, era un cinturón plateado del que caía
una falda por la rodilla en color azul marino y que tenía una
abertura en la parte de atrás. Además escogí unos de los cinco
pares de zapatos que me traje. Unos en color quema, con tacón de
aguja de 5 cm, pequeños diamantes oscuros en tiras que iban hasta el
tobillo, y abrochándose como una pulsera.
Me hice un recogido bajo, dejando
varios mechones de mi pelo sueltos. Pendientes de oro blanco pequeños
y discretos y a pesar de la insistencia de mi novio de que no lo
hiciera, me dejé las gafas puestas.
- Es que si voy sin gafas, no llego viva con estos zapatos.
- Es que vas... rara. Tan arreglada y con las gafas. Traes equipaje para un año y se te olvidan las lentillas.
- Pues esto es lo que hay.
- Da igual, estás guapa de todas formas.
Y eso me hizo sonreir... aunque me
acordé de las malditas lentillas y de por que se me olvidaron.
Estaba demasiado entretenida haciendo las maletas con el móvil en la
mano que algo se tiene que olvidar.
- -Venga vamos.
- -No, espera. Me tengo que maquillar.
- -Dios santo, ¿Pero ves por que te desperté a las 9?
- -Venga hombre que no tardo.
Y no tardé. Sólo me eché la base,
barra de labios roja con brillo y un poco de rimmel. ¿Por qué los
hombres se aterran tanto cuando oyen "voy a maquillarme"? Y
otra cosa, ¿Por que siempre se visten tan rápido y tan bien aunque
no se tiren una hora eligiendo?. En fin, cualquiera entiende esto. El
caso es que eran las 12: 15 cuando salimos del hotel, directos al
restaurante donde teníamos la dichosa comida con los clientes de mi
novio para tratar no sé qué rollos de un proyecto en esa ciudad.
Llegamos pronto, ellos aún no habían
llegado, y nos acompañaron hasta la terraza del restaurante para
esperar mientras nos ponían unos aperitivos y preparaban nuestra
mesa. Seríamos 4. Yo y mi novio, y dos socios. Hacía un día de sol
fantástico y lo podía ver desde las alturas practicamente toda la
zona. Vi cosas buenas y cosas... no tan buenas. Pero hice caso omiso
y me centrñe en mi novio que me avisaba que tenían la mesa lista y
que los clientes estaban llegando, según el camarero estaban
subiendo.
Yo estaba de espaldas a la entrada,
cuando vi a mi chico levantarse y avisarme con los ojos que hiciera
lo mismo. Tendió su mano y cuando miré quise morirme en el momento.
¿Ese momento que dicen que quieres que la tierra te trague? ¡Era
este!.
- Esta es mi novia. - Oía de fondo yo mientras estaba estática frente al tío con el que llevaba hablando una puta semana.
- Vaya, encantado. - Me cogió la mano. LA PUTA MANO.
- Igualmente. - No había suelo para mirar. Saludé al que iba con él y me senté al lado de mi novio.
En ese momento estaba como una cría
que está pegada a su padre muerta de verguenza. Esa mano, ¡esa
mano! Dios, es que esa mano me había hecho imaginar muchas cosas, y
ninguna iba a ser posible. No podía hablar, sencillamente estaba
muda. Lo único de lo que era capaz es de mirar a mis manos y
juguetear con los dedos intentando no molestar ni hacer el ridículo
o sentirme más nerviosa.
El camamero me sacó de mi tortura un
segundo cuando apareció diciendo que si queríamos pasar a la zona
donde nos esperaba nuestra mesa o queríamos seguir en la sala de
espera. Dijeron que si y fuimos hasta la mesa que nos habían
preparado. Para cuatro, dos enfrente de otros dos. Y enfrente de mi
me tocó... él. Por que el destino es así de cabrón.
No sé que me pasó, pero los nervios
me tenían al borde de la histeria. No me atrevía a mirarle ni un
segundo, ni de reojo, por que cuando lo hacía por inercia le veía
sonreir con picardía, como disfrutando del momento. Juraría que
estaba ¿Cómodo? Hijo de puta... así que este era su trabajo. Dios,
estaba mas atractivo en persona que en las fotos y... di un salto
sobre la silla alertando a todos.
-¿Qué te pasa? - Preguntó mi chico
extrañado.
-Me ha dado un dolor... - dije sin
pensar. - Voy un momento al baño.
El camarero allí con comanda en mano.
-¿Quiere beber algo, señora?
-VINO. - Casi se lo grité. - blanco,
por favor.
Y salí al baño con mi bolso mirando
al suelo y con esperanza de no comerme el escalón. Entré al
vestíbulo del baño, me metí en otra puerta que daba a la de
señoras y saqué mi móvil del bolso. Busqué Lucía en la agenda.
-¿Sí?
-Te odio, hasta el infinito y más
allá.
-¿Qué pasa? ¿No estabas de viaje?
-Sí, si que lo estoy... CON EL SEÑOR
X. - mi amiga balbuceaba y sólo me decía que que coño hablaba. -
El cliente de Sam es el señor X, y le tengo enfrente de mi sentado y
me ha tocado la pierna debajo de la mesa.
-No jodas. Que emocionante.
- ¿Tu eres gilipollas? Que tengo a Sam al lado idiota. Y este tío no para de reírse en mi cara y yo, yo me quiero morir.
Hice un mohín como si Lucía me viera
y me vi en el espejo yo. Que gilipollas estoy actuando como una
quinceañera.
Bueno, tenía que relajarme, pensar con
claridad. El tío había actuado con normalidad, al menos hasta que
decidió meter su mano bajo mi falda y darme un susto. Me repasé el
recogido, el maquillaje y con la cabeza alta, pero mirando al suelo,
salí.
Y le ví ahí... en el vestíbulo del
baño. Esto no podía ser bueno. Me iba a dar un algo de verle y la
puta corbata de satanás estaba ahí, con él, en su cuello. Claro,
donde va a estar una corbata... es que ya no se ni que estoy
diciendo. Nos miramos unos segundos a los ojos y me fui hacía la
puerta como si nada, igual con suerte se creía que se había
confundido. Pero no. No era tonto. Así que sacó su móvil y al
instante sonó el mío. El cual ignoré con la mano en el pomo de la
puerta de espalda a él. Volvió a tocar su móvil, y volvió a sonar
el mio.
- -Estás muy guapa, aunque me apetecía más verte sólo con la toalla. - Oh dios mio. Sentía como un hormigueo en el estómago y una sensación de presión entre mis piernas.
- -Así que este era tu trabajo. - Logré decir nerviosa.
- -Así que esta era la reunión de tu novio... - no por favor, que eso no sean pasos. Pensé.
Lo eran. Noté su mano en mi cintura y
como subía despacio hasta mi hombro para darme la vuelta.
-Estás mejor en persona y las gafas...
ya sabes lo que me gustan.
Yo guardaba silencio, que iba a decirle
¿Estoy cachonda? Por dios, tenía mi novio ahí fuera y nos podía
ver alguien.
Apoyó las manos en la puerta y me
encerró bajo su cuerpo. Socorro. Me miraba de arriba abajo, se
mordía el labio, se pasaba la lengua por ellos y le notaba
agitado... y excitado. El bulto de su pantalón no podía ignorarse.
Intenté no mirar, pero no podía, es que me venían a la mente
nuestras conversaciones una y otra vez y todas eran guarras, maldita
sea, ¿por qué era tan zorra? Iba a matar a Lucía, eso seguro.
- Inocente dulzura... - No, no sigas por ahí señor X. - Dulzura mucha pero inocencia así vestida... me incitas más bien poca.
- Ten... tengo que salir. - Me eché hacía adelante pensando que se quitaría, pero me di de lleno en su pecho, manchando su corbata de pintalabios. - Mierda.
Me cogió por la mandibula, y acercó
su boca a la mía. Al contrario de enfadarse le suscitó gracia... a
día de hoy me pregunto el por qué.
- -Quién iba a imaginar que nos veríamos al final. - Me apoyó contra la puerta. - Y tu decías que nunca sería posible.
- -Déjame salir por favor. - Supliqué ante el calor que empezaba a salir de entre mis piernas. - Tenemos que volver a la mesa.
Metió su mano por debajo de mi
vestido, subiendo lentamente mientras su otra mano seguía en mi
mandibula, casi la bajó hasta mi cuello. Tenía la boca
entreabierta, mirándole, me ardía la cara y temblaba bajo sus
manos, sintiendo el peso de su cuerpo sobre el mío. Iba a morirme
allí mismo. Era la escena más erótica que había tenido en mucho
tiempo. Morbosa. Prohibída. Imposible.
- -¿Sabes la de cosas que podríamos cumplir ahora mismo? - Y su mano acarició mi sexo por encima de las bragas. - Podría por fin follarte hasta hartarme.
- -Para... - supliqué en sus labios, apretando mis muslos con su mano entre ellos. - Por favor, esto no...
- -¿No está bien? - completó él a lo que tantas veces le había respondido. Metió un dedo en mi interior, apartando a un lado la braguita. Gemí. Dios... - Está bien. Pararé, pero aún nos queda todo el día y mañana. Estate atenta a tu móvil.
Maldito proyecto y maldito mi novio por
insistir en pasar el fin de semana con ellos.
Salí torpemente del baño, sintiendo
mi cara arder y andando nerviosa. Llegué y me senté al lado de mi
novio y cogí la copa de vino, le di un buen trago y sentí varios
ojos mirándome.
- -Estoy sofocada de los tacones. - Se me ocurrió esa gilipollez sin sentido mientras sonreía.
Jajaja, mira que acertéeeeee jajajaja, era meridiano que iba a aparecer en la reunión jajaja.
ResponderEliminarCornamenta del novio creciéndole en 3...2..1.. jajajajajajaja.
Muy buen relato, te deja completamente enganchado a por el siguiente capítulo de la historia.