La app de las tentaciones
¿Os acordáis de mi testimonio de aquel twittero placentero que se empeñaba en calentarme a través de gifs? Pues la cosa por lo visto no acabó ahí, ya que, para sorpresa mía, conocí a alguien, qué sin saberlo, resultó hasta peor.
Partamos de la idea de que soy una persona, que como bien habéis visto en la anterior confesión, disfruta jugando de la manera más “inocente” posible por la red. Pero nunca, recalco, nunca, permito que esos juegos vayan más allá de lo estrictamente cibernético y de un simple juego.
Claro, eso hasta que poco después de este desliz empecé a recibir mensajes privados en Twitter de cierto usuario que poco a poco fue metiéndose en mi cabeza.
No suelo ceder a las proposiciones indecentes que me exponen una y otra vez, gente que no sabe nada de mi más allá del personaje que crea la red. La ficción y la máscara que llevamos en forma de pantalla nos da una libertad de evasión tanto como de creación para poder comportarnos con la gente como realmente deseamos o somos. Y debo reconocer que mi personaje, a veces amado y a veces querido, suele levantar más que ampollas. Sí, en el sentido más sucio de la palabra.
Volvemos al tema. Aquél Twittero placentero quedó en una simple anécdota de diversión que no se volvió a repetir, de hecho no sé que fue de él ya que hace tiempo no recibo ninguna notificación suya con esa índole en mi buzón.
Pero todos tenemos a esa persona que nos alegra el día con un simple mensaje y que de una frase inocente pasamos, sin saber cómo a un, quiero follarte hasta reventarte.
Digamos que no son las palabras, sino las personas, las que con sus letras consiguen despertar ciertas emociones en nosotros. Puede que tuviera parte de culpa, porque disfrutaba como una posesa provocándole con mis pullas, o porque quizás me ponía muy tontorrona cada hachazo suyo.
Todas tenemos ese amigo con el que hablamos cuando estamos borrachas, con el que empezamos a hacer el gilipollas olvidando la vergüenza bajo los efectos del alcohol, y con el que sin ningún tipo de control, enviamos fotos mientras nos desnudamos.
Sí…, para una vez que bebo y acabo abriéndome la camisa frente a la cámara. No sé qué fue lo que más me gustó, qué él no me frenase, o que se lo tomara bien sin pasar la línea del respeto. Pero ahí estaba yo, con un pedal del quince que no sabía ni cómo había llegado a mi habitación, abriéndome la camisa y quitándome las bragas para hacerme una foto y darle a enviar.
Y no fue hasta el día siguiente cuando vi las fotos, que descubrí que en una de ellas salían mis bragas al lado.
Por suerte o por desgracia tengo la maldición o la bendición de recordar casi todo lo de la borrachera anterior, y por esa misma razón no quise ni leer el chat cuando me levanté aquella mañana con ganas de tirarme por la ventana de mi cuarto y caer en el patio donde un Husky me devorara.
Que justamente poco antes nos habíamos dado los teléfonos porque hasta entonces sólo hablábamos por Twitter, saltando todos los mensajes pendientes para ir a su chat. Quizás es que en cierto modo siempre me llamó la atención.
Era raro encontrar a alguien que, pese a mi vocabulario soez, impertinente, y directo, no me dijera ninguna burrada fuera de tono o que faltase el respeto. Porque si contase todo lo que me han llegado a soltar, esto sería más largo que la trilogía de 50 Sombras de Grey y con la ampliación del libro de Christian incluido.
Y no sé muy bien como de una conversación normal y corriente pasamos a un “córrete para mí” que se me hacía agónicamente excitante. Pero no entraré en detalles porque ni yo misma se cómo sucedió aquella noche, pero con la idea de que se me había, se nos habían ido las manos, al día siguiente intenté pasar del tema obviando el desliz.
Pero no quedó en eso.
Y ahí estaba, sin saber cómo (otra vez), grabando un vídeo donde me estaba quitando la ropa para él, hasta quedar en ropa interior. Recorriendo mi cuerpo con mis manos hasta llegar a mis pechos, que masajeaba y apretaba hasta juntarlos, haciendo que sobresaliera parte de la carne por el sujetador.
Bajando hasta mis bragas y acariciando por encima de la tela mi sexo mientras me abría de piernas observando la cámara. Me tumbé en la cama y enfoqué hasta el interior de mis piernas donde mi mano subía y bajaba por la tela empapándola, apretándola contra la carne para que se marcase mi coño para él. Cogiendo la tela y enredándola entre sí para rozarme con ella dejando parte de mis labios vaginales a la vista. Y empecé a jadear mientras me movía despacio, pero con desesperación buscando correrme, pero cuando estuve a punto de hacerlo paré el vídeo y se lo envié.
Y se le fueron las manos hasta los gifs que tanto me gustaban, soltando la imaginación de ambos para narrar lo que queríamos en ese momento. Pero lo que más ansiaba en ese instante era tener su boca entre mis piernas y que me saboreara, clavando sus dedos en mis muslos, rozándome con su barba mientras me comía entera y restregaba mi coño por su boca, mientras cogía su cabeza y la apretaba contra mí mientras yo le follaba a él.
Me devolvió el vídeo. Donde él se tocaba por encima de la ropa y poco a poco veía crecer su erección mientras hablábamos.
Y le mandé un audio, donde entrecortada por mi excitación y mi mano juguetona, se me escuchaba entrecortada, jadeando, cachonda a reventar pedirle que se tocase para mí. Describiendo lo que quería hacerle en ese momento, que era comerle la boca y bajar por su cuello mientras mi mano manoseaba su erección por encima de la ropa hasta bajar a ella. Pasar mi boca por su ropa y apretar los labios hasta que el me tocase la cabeza. Pegarme a él, bajar la cremallera de su pantalón y sacarla rozándome en la boca para empezar a lamer despacio de abajo arriba hasta meterla entera en mi boca mientras le observaba.
Bajo una mamada a distancia que con gifs acunaba, ansiaba tenerle en mi boca y hacerle correrse bajo mis atenciones. Verle disfrutar y sentir el placer en su cara me encendía hasta dejarme llevar y tener mi mano en mis piernas donde los dedos entraban y salían pensando en las posibilidades de estar juntos sin una pantalla que nos separara.
Pero eso no era todo, no sólo me derretía en las atenciones que ponía sobre mi eligiendo el gif cuidadosamente que con perfección sabía que me encantaba, era oírle a él. Me volvía loca escucharle mientras se tocaba hablando conmigo y como se corría bajo la idea de nosotros recreando esas excitantes imágenes.
No sé qué pasó por mi mente el día que me grabé con uno de mis juguetes para mandárselo. Sentada en la cama frente a la cámara, me relamía los labios mientras pasaba el vibrador por mi boca para mojarlo con mi saliva y descender hasta mis pezones que se transparentaban por encima de la ropa. Activé la vibración y me olvidé por completo de la cámara que me filmaba y con una mano me masajeaba y con la otra sostenía el juguete. Bajé hasta mis piernas para ponerlo entre ellas y subir y bajar por mi coño y mis bragas empapadas. La tela blanca transparentaba perfectamente mi carne y me dejé llevar mientras echaba la cabeza hacía atrás y me mordía el labio intentando ahogar los gemidos de placer que me proporcionaba este juego proveniente de él. Me corrí frente a la cámara y se lo envié.
Y un día, y otro, y otro, y se fue colando en mi cabeza de una manera adictiva y obsesiva donde lo único que yo quería era follármelo salvajemente hasta quedar exhaustos. Todos tenemos en la cabeza a ese alguien que no quiere salir. Y en la mía estaba él y los juegos nocturnos. Nocturnos y diurnos, porque aquél juego se nos empezaba ir de las manos a cualquier hora y yo empezaba a estar cachonda la mayor parte del día.
Una parte de mí quería parar y la otra quería desatarse por completo, ceder a él, más allá de palabras, audios y material gráfico de ambos y los gifs.
Dicen que la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella, y que tentaciones como esas merecen pecados como yo, así que cedí a verle.
Obviaré y os ahorraré los primeros momentos en persona porque dado que soy la persona más vergonzosa del planeta, esto puede acabar cogiendo tintes cómicos que os sacarían de la historia. Así que iré directamente al momento en el que al tenerlo delante tuve que apretar las piernas por los impulsos que me estaban dando. Como la mente me jugaba malas pasadas recordando todo lo que habíamos dicho, y como en el momento que me tocó hice click y caí.
Sobraban las palabras porque era una batalla perdida sobre quién de los dos tenía el control de la situación. Tan pronto me lancé a su boca como sus manos me apretaron contra él queriendo ejercer control. Algo que sabía que me gustaba. La sensación de perderme en sus manos y sucumbir a lo que quisiera ofrecerme.
De pie pegando mi espalda a la pared le agarré por la cintura del pantalón y lo atraje hasta mí, rozando mi pecho con el suyo, dejando su boca a escasos centímetros de la mía me mordí el labio mirándole, mientras él se apoyaba en la pared. Nos teníamos tantas ganas que las confesiones sobraban.
Le pasé la lengua por los labios, mordí y me comí su boca mientras mis manos tiraban de su camiseta para quitársela. Despegándonos sólo para librarnos de la ropa. Fui hasta su cuello y lamí, besé y mordí mientras cogía sus manos y las ponía en mis pechos. Cerca de su oído con mi respiración acelerada susurré un “quiero que me folles de tantas maneras como se te ocurran ahora mismo”, y metió sus manos por debajo de mi camisa. Pero le aparté. Y me fui quitando los botones de la camisa muy despacio mientras clavaba mis ojos en su cara y observaba como su vista seguía el recorrido de mis manos.
Con la camisa abierta y el sujetador de encaje negro a la vista esperaba disfrutar un rato más del momento de cortejo, pero antes de darme cuenta tenía los tirantes bajados y su boca mordisqueaba uno de mis pezones.
Agarré su cabeza y apreté contra mi pecho, mientras sentía como la excitación crecía en mis adentros y me sentía húmeda entre mis piernas.
Con su cara entre mis tetas y una mano apretándola, llevó la otra hasta el botón de mis vaqueros, que abrió, bajó la cremallera y metió la mano por dentro del pantalón. Acariciando por encima de las bragas aquello estaba siendo una puta tortura que me estaba haciendo perder la cabeza y la voluntad. Podía sentir como la tela se me pegaba por lo mojada que estaba y como una sonrisa de satisfacción aparecía en su cara cuando me miraba la mía y me veía con los ojos cerrados completamente sometida.
Y descendió. Bajó de un tirón los pantalones y me abrió las piernas, pasando su boca por mis muslos, rozándome con su barba y haciéndome cosquillas que me provocaban a cerrar las piernas o apretarle más contra mí.
Me cogió, me puso sobre la mesa y abriendo mis piernas se acomodó entre ellas, agarró los muslos para evitar que me moviera y me pasó la lengua por ellos, lamiendo, los labios, besando, hasta llegar a darme pequeños mordiscos que me estaban haciendo perder la puta cabeza. Pero esto sólo era un juego para empaparme y desearle más.
Así que cuando sentí sin esperarlo su boca en mi coño se me escapó un gemido que tuve que callar con mi mano. Su lengua subiendo y bajando por mi sexo, dándome toquecitos mientras me acariciaba mi entrada con sus dedos, me estaba haciendo perder todo control sobre mí.
Agarré su cabeza y le apreté contra mí mientras yo me movía sobre su boca, follándome esa boquita que tanto ansiaba tener ahí. Pasó su brazo por encima de mí para inmovilizarme y evitar que me moviera, quitándome control, y eso sólo aumentó más aún mi deseo.
Observaba desde mi perspectiva como me comía y mi respiración se agitaba, se entrecortaba y yo jadeaba. Ver su lengua perderse en mi coño, sus dedos dentro de mí y como me follaba con sus dedos y su boca hizo que me corriera en un momento mientras le apretaba.
Subió hasta mi boca, me cogió la mandíbula y me beso, mojándome de mí. Viajó hasta mi cuello para susurrarme en el oído “es más gratificante oírte gemir en persona que por audio” y nuevamente quería que me tocara. Pero recuperando un poco de control sobre mi misma me levanté, me puse frente a él y le besé mientras mi mano tocaba su erección por encima de la ropa, y bajé, me puse de rodillas y pasé mi boca por su paquete mientras observaba sus ojos y me agarraba la cabeza para apretarme contra él.
Como un deja vu de nuestras charlas, desabroché su pantalón y tiré de ellos poniendo mi cara lo bastante cerca para que al liberarle me rozara la boca.
Con su polla en mi mano sonreí, me relamí y me acerqué a sus huevos mientras pasaba la lengua por esos y se la masajeaba. Comía, lamía y succionaba con los ojos cerrados dejándome llevar. Él me acariciaba la cabeza observando, notando su respiración irregular cuando subí desde sus huevos hasta la punta lamiendo toda su polla para metérmela en la boca y profundizar hasta mi garganta. Saboreándole como él había hecho conmigo empecé a dejarme llevar por el control de sus manos cuando sentí que lo tenía extasiado. Agarrando mi cabeza me follaba la boquita que tantas veces me había dicho que haría. Me aparté para respirar, empecé a subir y bajar con mi mano por ella y la llevé a mi boca para rozarla por mis labios, sacar la lengua y rozar la punta, mientras comía y masturbaba a la vez y él ejercía presión en mi cabeza.
A través de mis gafas observaba su expresión de gozo y placer y eso no hacía más que aumentar mis ganas de dárselo. Así que me aparté, me puse de pie y le llevé hasta el sofá, le empujé para sentarse y me puse entre sus piernas.
Colocando su polla entre mis tetas apreté y comencé a mover mientras su miembro se perdía entre ellas con la subida y la bajada. Acerqué mi boca y cada vez que asomaba la punta mi lengua la acogía. Pero no quería que se corriera, quería que disfrutara, llevarlo al límite y hacerle todo cuando deseaba con él y habíamos dicho. Y como no podía hacer todo a la vez le hice un pequeño menú degustación de todo lo que ansiaba con él.
Como si me leyera la mente me paró, estando ambos drogados de excitación, tiró de mí para que me sentara sobre él. Rocé mi coño sobre su polla empapada, que sumado a la excitación que yo sentía y mi humedad resbalaba debajo de mí. Me levanté lo suficiente para volver a sentarme sobre él y que se colara en mi interior. La satisfacción plena de tenerle dentro de mí, abriéndome a cada embestida lenta mientras nos rozábamos con la fricción de la postura… toda entera hasta el fondo de mi ser… Apoyé mis manos sobre su pecho y moviendo mi cintura adelante y hacía atrás me incliné para poner mis pechos en su cara cuando subía y bajaba.
Mirándonos, observando el placer en el rostro del otro, mezclando jadeos, saliva, fluido y respiraciones, dije en su boca “quiero follarte y que me folles de todas las maneras posibles habidas y por haber” y cada embestida que nos dábamos mutuamente, sentía sus dedos más fuerte clavándose en mi cintura y clavándome más contra él.
Después de esta tortura placentera y el juego que habíamos dado, acabamos corriéndonos mutuamente como hacíamos por chat, sólo que esta vez pude sentir su corrida dentro de mí y como al levantarme chorreaba por mi piel.
¿Continuará…?
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ResponderEliminarPues para decirle un par de veces "de todas las maneras posibles habidas y por haber" quedó en una sóla postura (quitando los previos) y ya xDDDDDDDDDDD
ResponderEliminarÉste ha quedado un poco simplecillo, la parte sabrosona bien narrada, pero ibas casi muy lanzada a esa temática, por ejemplo ni siquiera pones si quedaron en la casa de él, en un lovehotel o en dónde, ibas encendida en éste jajaja.