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martes, 9 de marzo de 2021

Lo que la nostalgia nos sacó 2 +18

 

Lo que la nostalgia nos sacó 2

 

No volví a conectarme al Chat ni a la App, la cual silencié para que no me llegasen ni mensajes. Opté por dejarlo pasar y durante días no le di mucha importancia, porque me olvidé rápido de aquel hábito de entrar a chatear a la web. Mi amiga me preguntaba y siempre encontraba una excusa que era la mar de sincera, como que tenía otras cosas que hacer.

 

Ella seguía, de hecho, cada vez estaba más obsesionada con ello, y las horas de acostarse me superaban, ¡a mí que trasnocho!. Y también no tenía otra cosa en la boca que eso. Llegaba de trabajar estaba pegada al móvil como una lapa. Su obsesión no era con el terra en sí, gracias a dios, si no con el tío que había conocido.

 

Tal obsesión tenía que no tuvo otra cosa mejor que hacer que quedar con él. Por supuesto cuando me lo dijo, saqué a relucir auténticos relatos de terror que podían pasarle.

 

-       Claro, por eso he decidido que vengas conmigo.

-       ¿Qué?

-       No piensas dejarme sola, ¿verdad?

-       ¿Y qué hago yo? ¿os toco una balada? ¿busco mi antiguo violín?

-       No, pero es una quedada de amigos.

-       Si, de amigos. Con un tío que has conocido en el terra. Con el que jugueteabas la otra noche. Y la otra, y la otra…

-       Pero tú…

-       Mi habitación está enfrente de la tuya, las paredes son de papel, y tu cuando estás en todo lo alto no controlas los decibelios. Además, me acuesto siempre tarde.

-       ¿Qué te cuesta venir?

-       Dignidad.

-       Soy tu amiga.

-       Y yo la tuya por eso no deberías obligarme a ir de sujeta velas.

-       Le digo que se traiga a alguien.

-       Genial, una cita a ciegas. Mejoras. – Lo barajé un instante. - Me lo pensaré. Pero advierte que solo voy en calidad de acompañante, nada de conocer gente.

 

Estuvo haciéndome la pelota varios días. Y cuando digo la pelota digo todas las tareas que me tocaban a mí de la casa. Empezaba a darme pena. Si tanta ilusión le hacía haría el esfuerzo y me tragaría la dignidad e iría.

 

El sábado llegó pronto. A todo esto, yo aún no sabía de donde era su rollito. Me dijo que era de nuestra misma zona, de un pueblo cerquita. Estupendo, así no se lo pensó tanto y accedió a la primera. Recuerdo cuando hace una década, quedaba con chicos delante de mí por el mismo chat y nunca llegó a verlos, siempre les mentía con el sitio de procedencia. En eso y en unas muchas cosas más. Pero no sacaré sus antecedentes ciberdelictivos porque si no nos tiramos aquí toda la tarde.

 

Quedamos en una cafetería del centro,

Cuando llegó la hora en la que habían quedado, ahí no se presentó nadie. Le pedí que nos fuéramos sin mucho éxito.

 

-       Que te ha dejado plantada, vámonos.

-       ¡Pero si aún faltan cinco minutos!, me ha dicho por whatsapp que en nada está aquí.

 

Resoplé. Y le dije que al menos esperaba que me suministrara vino para aguantar la noche, al ligue y a su acompañante.

Fui al baño, pese a que me pedía que no la dejase sola, pero es que me estaba meando viva, y tardé un suspiro en volver. Lo suficiente para que ellos llegaran. Ya estaban sentados en la mesa, cuando antes de sentarme yo, ellos se volvieron a levantar y me dieron un par de besos formales cada uno.

Destaco que el acompañante me miraba más de la cuenta de arriba abajo, incluso cuando me incliné en la mesa, para el beso, sentí que me olía. Muy turbio e interesante a la vez. Porque yo también le miré a él más de lo necesario, y me pareció de muy buen ver.

Me sentí observada, de la copa al móvil y del móvil a la copa, mientras mi amiga nerviosa como si tuviera 15 años, no paraba de hablar hasta el punto de marearme. Claro que, el otro tampoco le dejaba más opción, estaba anonadado con ella. Sin embargo, el amigo estaba igual que yo. Apenas hablaba, miraba el móvil y de fondo escuchaba anécdotas de ambos de cuando hablaron por el chat la primera vez.

 

Me quería morir. Que aburrimiento por el amor de Jesucristo. Yo necesitaba estirar las piernas, que encima me estaba dando frío por las puñeteras medias.

-       Ahora vengo voy por más vino.

-       ¿Ya? Espera que vienen a traértelo.

-       Que no, que quiero estirar las piernas que me está dando frío.

Y me fui para la barra, me apoyé en ella y cuando le pedí al camarero un vino blanco y dulce, elegí el mismo que el anterior y se fue, dejándome a la espera.

Sentí que alguien se ponía detrás de mí. El olor me recordaba ligeramente al del chico que había dado los dos besos. Y cuando me giré lo confirmé, era él.

 

-       Pensaba que eras más de manzanas que de vino. – Me dijo mientras se sentaba en el taburete de al lado.

-       ¿Qué? – No entendí muy bien lo que quería decir.

 

Sacó su móvil, miró algo y me lo enseñó.

-       Hola, Blancanieves.

 

Se me heló la sangre. Abrí mucho los ojos y el frío se había convertido en pánico.

 

-       ¿Qué haces tú aquí?

-       Lo mismo que tú, de acompañante.

-       Qué casualidad que…

-       No, no es casualidad.

-       ¿Qué?

-       Mi amigo estaba en mi casa el día que conoció a tu amiga, de hecho, me lleva hablando de ella desde entonces, y me enseñó una foto de ella contigo para que la conociese. Y cuando te vi a ti con ella… ya imaginarás el resto.

-       La madre que la parió… - Me llevé la mano a la cara.

-       ¿Y para que vienes?

-       Me invitó él.

 

Cogí el vino y me fui, sintiendo como si de repente no supiera andar con tacones. Quizás es que debía dejar el vino ya, lo cual con lo que me acababa de enterar era complicado. Es más, la próxima vez pediría una botella, y a cuenta de mi amiga, por haberme metido en este fregado.

 

Ahora se me iban los ojos solos para él, que cuando me pillaba mirando, osase siempre, me sonreía.

Miré el móvil, pero la pantalla, lo que quería era una excusa para apartar la cara de ahí, porque menos mal que no usaba colorete, si no ahora iba a parecer Carmen de Mairena.

Me ardían los mofletes, no hacía más que pegarle viajes a la copa y se me había cerrado hasta el estómago. Quizás tenía que tomarme un café para reponer fuerzas.

O ir al baño y lavarme la cara un poco porque iba a sufrir combustión instantánea ahí mismo.

No podía evitarlo, ahora que sabía que era él, estaba más nerviosa, tensa y estaba cogiendo una tontuna importante con la situación, el calor, porque ya no tenía frío alguno, y el dichoso vino.

Me tocó la pierna por debajo de la mesa y pegué un pequeño sobresalto en la silla.

-       ¿Qué te pasa? – Me dijo mi amiga.

-       Nada, que me ha dado un escalofrío. Creo que me estoy poniendo mala.

-       Estás muy roja… - Me tocó la cara. –Tía estás ardiendo, deja de beber ya.

-       Debería ir a echarme agua.

-       ¿Quieres que vaya contigo?

-       No, estoy bien.

 

Y me levanté, como pude, rezando para que esa torpeza que me sale cuando estoy nerviosa, no viera la luz. Más espectáculos hoy ya no por favor.

Saqué el móvil, fui al Telegram y abrí su conversación.

-       Ni se te ocurra ponerme más nerviosa de lo que ya estoy.

-       ¿Por qué no me lo dices directamente?

-       Porque no quiero hablar del tema de que nos conocemos delante de nadie.

 

Quité el silencio de su chat, guardé el móvil en el bolso y me eché agua fría en la cara. Después me volví a pintar los labios antes de regresar a mi mesa.

Al sentarme le vi con el móvil, mirándome, y el mío vibró.

Vi que era un mensaje de él, cuando lo abro veo que me ha mandado no uno, si no tres gifs.

El primero mostraba una chica de rodillas con una polla entre sus tetas, apretándolas, y ayudándose de los dedos para subir y bajar por el miembro de él.

El segundo mostraba como una chica con la boca abierta hacía círculos en el glande de un tío, y apresaba la punta con sus labios, sonriendo al final.

Y el tercero, un chico haciendo sexo oral a una mujer y pasando su lengua por el clítoris mientras ella temblaba de placer.

 

Carraspeé, suspiré y le eché una mirada fulminadora. Dejé el móvil en la mesa. Volvió a pitar.

Un tío se estaba comiendo un coño en primer plano, lamiendo de arriba abajo, metiendo su lengua en el interior y volviendo a chupar.

Me removí en la silla y bebí de mi copa. La cara volvía a arderme. Y yo empezaba a encenderme. Esto no podía ser bueno.

 

Volvió a pitar.

Y como soy masoquista, abro y me encuentro un tío embistiendo a una chica. En primer plano, viendo como entra y sale de ella, para al final salir y ver como la corrida de haberlo hecho en su interior, chorrea por ella.

Apreté los muslos, se me escapó un quejido que por suerte ninguno de los otros dos notó, pero él sí, porque estaba pendiente de mi cara en todo momento.

Arremetió con otro gif. Una chica de rodillas con una polla cerca de su cara y con toda la corrida en ella mientras el tío seguía masturbándose. La segunda parte del gif hacía que pasara la punta de su miembro por su lengua, restregando el semen por ella.

Di otro trago al vino y me fui al baño. Me miré en el espejo. Me volví a echar agua y esta vez ni me pinté los labios…¿pa qué? Esto tenía que ser una broma, o una pesadilla. Me estaba calentando de mala manera mientras él disfrutaba con ello. Había conseguido lo que quería por el chat, pero esta vez en vivo y en directo.

Cuando salí del baño y me fui a la barra a pedir un café, porque el estómago para comer no lo tenía, sentí que se pegaba a mí, y obviamente tenía que ser él. Se me pegó lo bastante para notar que su polla crecía bajo los pantalones, y lo bastante poco para que tuviera que echarme yo atrás para sentirlo más.

Ya puestos a jugar, íbamos a jugar ambos.

Me incliné en la barra pegando mi culo a su paquete y moviéndolo lentamente, de manera disimulada, para rozarme con su miembro duro.

Es estaba impasible, con las manos a ambos lados de su cuerpo, mirando como mi culo se movía restregándose con él. Cogí mi café y me fui hasta la mesa. Me senté y esperé que él viniera para sacar mi móvil y mandarle un mensaje.

-       Otro.

Y me mandó uno donde se podía ver en primer plano como la lengua del chico, desde abajo, entraba y salía del coño de ella para recorrerlo hasta arriba y repetir el proceso, en bucle.

Metí la mano debajo de la mesa y fui hasta su pierna, la posé en su muslo y subí hasta su paquete mientras nuestros amigos eran ajenos a todo aquello. Acaricié por encima del pantalón y cuando bajó su mano la agarré, llevándola a mis muslos y metiéndola bajo la falda, subiendo despacio un pequeño trayecto.

-       Quiero que me acompañes al baño.

Le escribí. Y me levanté cuando lo aparté de mí, me puse en pie y fui hasta el baño, disculpándome otra vez.

Estaba dentro cuando mi móvil pitó, y era un mensaje suyo preguntándome que donde estaba.

Abrí la puerta, miré a los lados y lo metí para adentro.

El baño tenía una puerta por la que entrabas, daba a un pequeño pasillo donde a su vez dos puertas te llevaban al de hombres y al de mujeres.

Dentro del que estaba yo había un gran espejo sobre el lavabo.

Cerré el pestillo, me puse de espalda a la pared y cogí su mano, la llevé a mi muslo y empecé a subir con ella bajo la minifalda.

A su vez con mi otra mano, me desabrochaba los botones de la blusa dejando entrever el sujetador.

Cuando acabé cogió mi mano y la llevó a su paquete, la puso en él y empezó a manosear con mi propia mano mientras la suya me recorría con los dedos hasta alcanzar mi entrepierna.

Acarició por encima de la tela, humedeciéndome más y sólo aparté mi mano de su miembro para coger la suya y llevar sus dedos a mi boca y chupar despacio mientras le observaba.

Cuando se apartó con intención de llevar su mano hasta mi ropa me acerqué a su oído y le susurré.

-       No las bajes, detesto las medias, rómpelas.

Agarró con ambas manos y tiró, quebrándolas con mucha facilidad y escuchando el rasgado mientras me estremecía. Le besé, mientras su mano se perdía en mis pechos por encima del sujetador y la otra mano se colaba en mis bragas, acariciando ya por dentro de la tela pasándome los dedos trazando círculos. Gemí en su boca. Bajó hasta mi cuello para descender por mi clavícula, mis pechos y mi barriga, hasta llegar a ponerse de rodillas, hacerme subir una pierna en la taza del váter y verme reflejada en el espejo. Observaba a través de él y en primer plano, como acariciaba mi coño por encima de la tela otra vez. Agarré su cabeza, empujando hacia a mí.

Acercó su boca hasta mi coño y pasó la lengua, estremeciéndome, temblando de la tensión y la excitación. Acogiendo con su boca, restregándola ahí. Echó las braguitas a un lado y pasó la lengua por mis labios, saboreándolos, apartándose sólo para pasar sus dedos y hacer círculos, volverlo a lamer, de abajo arriba, dando en el clítoris con la punta de su lengua.

Pasó un dedo por mi coño empapado y lo metió en mi interior mientras volvía a pasar su lengua por mi sexo y lamía despacio, deleitándose en hacerlo, lento, besándome, comiéndome, volviéndome loca. Metió un segundo dedo, y empezó a entrar y salir mientras no dejaba de comerme y darme chupetones.

Con mi mano en su cabeza le tenía pegado a mí, intentando controlar el momento, pero me estaba controlando él a mí, así que, empecé a restregar mi coño en su cara. Observando a través del espejo como sin darme cuenta con la otra mano me sacaba las tetas del sujetador y me las sobaba.

Él miraba desde abajo para ver lo que yo hacía, y cerraba los ojos momentáneamente para disfrutar del trabajito que me estaba haciendo. Eso me volvía más loca aún, mirar hacia él y verle ahí empeñado con mimo en mí.

No podía soportarlo más, me moría por correrme. Presionando su cabeza entre mis piernas me revolvía restregándome, escuchando claramente el sonido de mi humedad y su saliva, incluso a través de mis quejidos y la respiración alterada. Sentí como me acercaba, me tensaba, me dejé llevar corriéndome en su boca a la vez que sentía los espasmos en mi cuerpo, apretaba sus dedos con mi interior y palpitaba mi sexo en su boca.

 

Bajé la pierna de la taza, me notaba tirones de la posición tensa y temblores del orgasmo.

Se limpió la boca con una mano y se puso de pie. Le puse en la otra pared desde donde se veía el espejo, viéndose de lado como estábamos. Me incliné hasta él, cogí sus manos y las puse en mis tetas para que tocara. Yo pasé mi mano por su miembro que iba a reventar los pantalones. Me agaché, hasta que mi cara quedó a la altura de su paquete, pasé las manos y masajeando por encima de la ropa acerqué la cara, restregando mi boca notando el calor que de ahí emanaba. Agarré el botón, lo abrí y bajé la cremallera despacio, relamiéndome los labios y sonriendo mientras le miraba.

Besé la parte inferior de su barriga mientras la sacaba de la ropa interior y los pantalones, la sentí por mi garganta y la fui subiendo restregándola por mi barbilla hasta llegar a mi boca, la rocé por mis labios, saqué la lengua e hice círculos en la punta de ella. Lamí de abajo arriba para recorrerla y parar en el capullo, rozándola por mis labios, golpeando con su polla mi lengua y mis labios, chupando su glande mientras mi mano subía y bajaba la piel que envolvía su carne. Con la otra mano acariciaba sus huevos, acogiéndolos en mi mano. Empecé a notar su mano en mi cabeza. Miré hacia arriba y vi cómo me miraba con la boca entre abierta, intentando controlar la respiración, mientras tenía un primer plano de su polla entrando y saliendo de mi boca. Cada vez más a dentro, más profunda, hasta que sentí como tocaba mi garganta y me ahogaba con su rabo.

Le acogía con mis labios moviendo mi cabeza, masturbándole con mi boca, recorriendo con una mano su barriga y con la otra en sus huevos.

Me paré con su erección en la garganta, agarré su culo y le incité a que me follara así. Lo captó, y pude ver entre las embestidas, al mirar hacia arriba, como me observaba a mí para a su vez mirar en el espejo.

La falta de aire me estaba poniendo más cachonda y quería que siguiera así, hasta que él mismo me apartó y ambos miramos como su rabo salía de mi boca impregnada de mi saliva. Lamí, de abajo arriba, regodeándome en la punta con mi lengua, acogiéndola con mis labios para bajar despacio apretando su polla con ellos.

Me aparté, me senté en la taza y agarré su miembro incitándole a acercarse a mí. La pasé por entre medio de mis tetas, mis pezones, para al final colocarla en medio y agarrar ambos pechos hasta juntarlos y empezar a masajear.

-       No sé cómo estoy teniendo tanto autocontrol.

-       Tenlo, aún nos queda algo por hacer.

Dejé caer mi saliva mientras no paraba de subir y bajar, con lo que él me agarraba la cabeza para intentar mantenernos ambos en esa posición. Su polla arremetía con fuerza entre mis pechos, subiendo y bajando por ellos para verla perderse y salir empapada.

Poco tiempo estuvimos así, a estas alturas necesitaba ya tenerle dentro de mí.

Me aparté, me subí la falda y me apoyé en el lavabo, se puso detrás de mí y dándome un cachete en el culo, la llevó hasta mi entrada y la metió hasta el final de una embestida. Se deslizó por completo abriendo mi carne de tan mojada que estaba ella y yo. Entró con facilidad, adaptándonos el uno al otro, y empezó un movimiento lento y profundo llegando hasta el fondo. Una y otra vez, una y otra vez, y otra, y otra… Me veía en el espejo reflejada mientras ambos nos mirábamos a través del cristal. Moviéndome en cada arremetida.

Agarró mi pelo y veía mi cara contraerse de placer, igual que la suya mientras se movía en mi interior.

En alguna ocasión apartaba la vista para mirar como su polla me follaba por completo. La sacaba, la restregaba y la volvía a meter muy lentamente hasta que no podía entrar un centímetro más en mí. Agarrado en mi culo y en mi pelo, seguía embistiéndome mientras no podía dejar de verme con la boca entre abierta, colorada, mis tetas moviéndose y él mordiéndose el labio mientras clavaba sus ojos en mi cara.

-       Dios… no aguantaré mucho más. – y volvió a entrar de nuevo.

Oírle, sentirle, vernos, bastó para que yo volviera a contraerme y él al sentirlo en su polla, soltase mi pelo para taparme la boca y decir un “shhhh” mientras yo me volvía a correr. Con él dentro de mí. Siguió, entrando una vez más, hasta que paró, esperando una aprobación o respuesta mía, y le pedí que se quitara, me di la vuelta y me puse de rodillas. La metí en mi boca, mirándole, y volví a comérsela hasta, pocos segundos después, correrse en mi garganta y sentir como su semen me inundaba la boca hasta tal punto que parte de su corrida me cayó por la comisura de los labios.

Ambos apoyados en el lavabo ahora, nos volvíamos a poner la ropa en su sitio. Y cuando me miré al espejo y vi mis pelos, me pregunté qué íbamos a decir ahora después de nuestra larga ausencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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