Puntos
de control
Hay
clásicos que nunca mueren ni pasan de moda, por eso hay ciertos juegos que
marcaron nuestra infancia, adolescencia, y posteriormente nuestra madurez.
Crecí
pegada a un Windows 98 al que estaba tan unida como mi padre, ambos
disfrutábamos de largas sesiones de juegos de aquel entonces, y pese a mi corta
y tierna edad, a mí me gustaba la sangre, la brutalidad y el gore como si fuera
una pequeña nazi psicópata. Cabe decir que mi afición por romper y arreglar el
ordenador para aprender, mantiene la duda de como vivió tanto tiempo a mi lado.
Con
los años renegué del PC, para adorar a las videoconsolas, pero es que hace poco
volvió la veleta a girar y bueno, eso será historia para otro día.
El
caso es que, aún estando curtida en los shooters, hay por ahí algún que otro
cabrón que me hacía sufrir, y es ahí donde comienza el inicio de esta historia.
Cuando
me puse a jugar a cierto juego que tenía ganas, y pude ver la dificultad que
empezaba abarcar incluso en normal, pedí consejos sobre el juego en las redes.
Me llegaron algún que otro comentario al respecto, pero ninguno fue lo bastante
esclarecedor.
Así
que un amigo mío decidió venir a casa y darme consejos para aprender
afrontarlo.
Como
había confianza le recibí con ropa de estar por casa Además, hacía frío, así
que aquel día me puse ese pijamita de pelo azul tan extremadamente suave. Tanta
era la suavidad, que lo único que tenía debajo era el sujetador rosita que me endurecía
los pechos, pero como estaba con la cremallera subida hasta la garganta no le
di importancia.
Le
abrí la puerta cuando llamó al timbre y le abrí. Le di un beso en la cara y
sentí como se tensaba cuando le rocé con la mano sin querer en la pierna.
- ¿Por qué huele aquí a gominolas?
- Porque me acabo de duchar. – Me acerqué hasta ponerle el
cuello pegado a la cara. – Mira huele.
Y me
olió, más de unos segundos además.
Se
sentó en el sofá, y le noté un poco nervioso, fui a coger el mando y a encender
la consola, y pasé por delante de él, casi rozándole con el culo en la cara. Me
senté a su lado, la consola terminó de encenderse y arranqué el juego.
Le
pasé el mando para que me hiciera una demostración de lo que intentó enseñarme.
- Y si haces estos desafíos se desbloquea el gancho.
Yo
estaba muy atenta, de hecho estaba más atenta aquello que cualquiera de mis
años de estudiante. Y siguiendo sus consejos desbloqueé aquella mejora que me
hacía agarrar al enemigo e impulsarme hacia él con una llamarada que me daba
escudo.
Pero
llegó un punto del juego donde el estrés me estaba matando. No podía con mis
nervios y el mando estaba peligrosamente asomándose a la ventana.
- Lo estrello.
- Cálmate… mira así. – Y cogió el mando.
- Es que ese hijo de puta no se muere nunca.
- Que sí, mira…
Pero
yo estaba al borde de la embolia pulmonar ya o del infarto de miocardio. Así
que me bajé la cremallera hasta el escote, olvidándome por completo que no
llevaba camiseta debajo.
- Mira ves… - Y se calló, me miró en el escote y apartó la
vista carraspeando. – Que ya puedes seguir por ahí.
- ¿Por dónde?
- Por esa plataforma de ahí. – Me intentaba esquivar los
ojos.
- ¿Por aquí? – Yo seguía a lo mío, saltando, intentando
llegar donde a un enfermo decidió poner una vida extra, mientras la mía se
consumía con mi paciencia. – Que no sube más, que me caigo.
Y me incliné hasta él, le puse el mando en las manos
mientras yo me movía, sin ser consciente de que se me estaban moviendo los
pechos muy cerca de su cara y él estaba cada vez más tenso.
Se apartó un poco de mi echándose a un lado, haciendo como
que no veía la pantalla y empezó torpemente a jugar.
- Caerme también se yo. – Dije como la gran mosca cojonera
que soy. – Y morir también.
Me apegué a él, inclinada, con mi mano en su muslo eché la
cabeza hacia atrás, quitándome el pelo de la cara.
- ¿Quieres algo? Voy por algo de beber.
- No, gracias.
- Venga, algo.
- Lo que quieras. – Dijo intentando esquivarme la vista.
Me
levanté y pasé delante de él casi rozándole nuevamente con el culo en la cara,
llegando a echarse atrás en el sofá para no estar tan pegados, aproveché y me
incliné para coger mi móvil, casi poniéndome con el culo en pompa.
Fui
a la cocina, preparé un par de batidos, llegué al salón y me agaché para
ponerlos en la mesita. Ahí me di cuenta que se me veía parte de los pechos y
que él estaba sin poder quitar la vista de ahí.
- ¿Te gusta lo que ves?
- Son
redondos como dos cacodemonios, pero estos no me disgustan precisamente
- Ya veo
ya, seguro que no necesitas la cadena llameante para acercarte a ellos visto el
panorama.
- No me
hace falta, tengo la runa que me aumenta el alcance de mi cuerpo a cuerpo y
creo que están brillando de colores.
Me
puse delante de él y bajé un poco más la cremallera.
- Eso que tienes ahí parece tener más carga que una BFG…
- Quizás es porque me estás dando munición más que de sobra
esta tarde. – Dijo mientras intentaba recomponerse, colocándose la polla dentro
de los pantalones.
- ¿También tienes runas de mejora? – Me apoyé en sus muslos
mientras él se echaba atrás, pegando la espalda en el sofá. - ¿Algún desafío
que haya que cumplir para conseguirla?
- Depende, puede aumentar el tamaño del cargador y la
transformación del arma.
- Está bien saberlo. – Y pasé por delante de él y me senté,
quitándole el mando para jugar yo, intentando evadir la tensión sexual que se
estaba apoderando en el ambiente de nosotros.
Nuevamente
llegué a una parte que me hizo echarme a temblar. Con lo que yo adoro a los
perritos, ese hijo de puta me estaba haciendo odiarle a él y al dueño.
- Ya sabes cuando disparar. – dijo mientras tomaba un trago y
volvía a echarse en el respaldo.
- Sí, cuando los ojos brillen en verde, pero el puto perro me
desconcierta.
Le
di al pause y me estiracé.
- Me duele la cintura…- dije en un quejido. – Podrías darme
un masajito en la espalda, estoy muy tensa.
Y
tenso se puso él. Sobre todo cuando me vio bajarme un poco la cremallera
creyendo que iba a quedarme en sujetador. Pero no, la bajé lo suficiente para
deslizar la parte de arriba de la chaqueta y dejar el cuello al descubierto, y
me puse de espaldas a él.
Durante
un buen rato estuvo rozándome con sus manos, dando pequeños masajes que me
hacían gimotear sin darme apenas cuenta. Me estaba gustando… oh dios, cuanto me
gustaba. Y empecé a bajarme más la cremallera de la chaqueta del pijama para ir
dejando más piel desnuda hasta que cuando me di cuenta, estaba sólo con las
mangas puestas y ella totalmente abierta sobre el sofá.
- Ya que estás podías seguir por la espalda y la cintura, de
hecho era ahí donde tenía la tensión también.
- Tendrás que tumbarte. – Vi cómo se intentaba poner de manera
que no pudiera ver su erección bajo los pantalones.
- Cualquiera diría que tienes el crisol ahí guardado ¿Algún
icono del pecado que debas apuñalar?
- Relájate anda. – Dijo mientras ponía sus manos en mi
cuello, bajaba por mis hombros y descendía hasta mi cintura para apretar mi
piel, sobarme, masajearme, y volver a subir recorriéndome.
No
podía quitarme de la cabeza la idea del empalme que tenía por mi culpa, ni los
dobles sentidos que traíamos con el juego. Así que dispuesta a darle un poquito
más de diversión al asunto, llevé mis manos al sujetador y me lo desabroché,
levantándome de espaldas a él y sacando los tirantes por mis brazos hasta
tirarlo al suelo. Me volví tumbar boca abajo, desnuda de cintura para arriba
mientras él volvía a poner sus manos sobre mí.
Manos
que empecé a notar un poco más abajo de mi cintura, bajando unos centímetros
mis pantalones para volver a subir repitiendo el camino hasta mi cuello.
Bajó
nuevamente hasta sentir como sus manos abarcaban mi culo, primero con temor a
mi respuesta, dándose paso a un manoseo más extendido al comprobar que no había
queja por mi parte.
Me
empezaba a calentar, y lo que había empezado como un juego me estaba
espabilando más de la cuenta.
Me
aparté, me di la vuelta, y tapándome los pezones me puse boca arriba en el
sofá.
- Sigue con el masaje por aquí también ya que estás.
- ¿Por aquí? – Preguntó confuso, dubitativo, sin saber muy
bien donde meter las manos.
- Sí, ya sabes, el cuello, los hombros…- Hice una pausa y le
miré al paquete que tenía abultado bajo los vaqueros. – La cintura…
- Pero con los brazos así no puedo… - Y antes de terminar la
frase me destapé, quedándome con el pecho al aire en todo su esplendor.
- ¡Joder! – Exclamó
- Venga, ahora relájame.
A
estas alturas podía sentir hasta su respiración agitada cuando se acercó a mí,
como el pecho le subía y le bajaba con dificultad, y cuando vio mi mano el
camino que recorría se tensó, aún más.
Hice
un pequeño amago de llevarla al bulto que marcaba sus pantalones, sin embargo,
opté por meterla por la cintura de mi pantalón, cerrar los ojos y empezar a
rozarme con la mano por encima de las bragas. Gemí despacio y bajito mientras
me mordisqueaba el labio y le pedía que siguiera con su masaje. Revolviéndome
en el sofá, levantando el culo y moviendo las caderas para restregarme con mi
mano.
Él
seguía con sus manos en mis hombros, masajeando mientras sus ojos se clavaban
en el movimiento de mis tetas y mis pezones duros.
Sentir
sus dedos llegar hasta mi cuello para recorrerlo y bajar, me estaba poniendo
más a tono que el propio hecho de que me estuviera viendo manosearme.
Abrí
los ojos nuevamente para ver como reaccionaba al ver llevar mi mano libre a su
erección, acariciarla por encima de los pantalones, desabrochar el botón, bajar
la cremallera, meter la mano y sobarle por encima de los calzoncillos.
Iba
a decir algo, pero calló. Siguió impasible observando mis movimientos, y como
tiré de la tela para dejar su polla libre a poca distancia de mí.
Empecé
a pajearle a la altura de mis tetas mientras con mi otra mano me humedecía el
coño de tanto acariciarme por encima de las bragas. Inclinó su cuerpo hasta a
mí, a la vez que su mano bajaba ya por mi pecho y apretó uno entre sus dedos.
Me estremecí. Pero frené.
Me
bajé los pantalones y me quedé en bragas, pidiendo con la mano que acercase su
cabeza hasta mis tetas y lo restregué en ellas, perdiéndose su boca en mis
pechos, chupando, apretando con sus labios y besando conforme le apretaba la
cabeza para que bajase, obligándole a perderse en el interior de mis muslos.
Acarició,
subiendo las manos por ellos, agarrando y exponiéndome más a él, pasando su
boca por el filo de mis bragas rozándome la piel. Besó la parte interna de mis
muslos mientras se acercaba peligrosamente hasta el centro de lo que yo quería
que comiera.
Le
miré, observando como su cabeza se movía al compás al que yo perdía la ropa
interior. Besó la parte baja de mi abdomen a la vez que con sus manos agarraba
mi culo. Y descendió por el camino que iba marcando su lengua hasta llegar a mi
sexo y darle un lametón que me hizo moverme, inclinarme hacia él y soltar un
gemido.
Posó
su boca en mi coño y, pegando sus labios a los míos, me rozó con su lengua,
lamiendo de abajo arriba, introduciéndola en mí, entrando y saliendo mientras
chupaba y sus manos ascendían a mis tetas.
Sujeté
sus manos con las mías y me apreté contra mis pechos, alzando las caderas para
fundirme con su cara. Apartó una mano para llevarla a mi entrepierna y rozarme
con los dedos, abrirme con dos de ellos mis labios vaginales y pasar mejor aún
su lengua por mis pliegues y mi clítoris.
Agarré
su cabeza con mi mano libre para sujetarle, frotándome con su boca hasta sentir
como dos de sus dedos me acariciaban mi entrada y se metieron en mí. Entraba y
salía mientras con su boca me daba placer y yo me desalmaba entre sus labios y
sus dedos. Me retorcía, restregándome frenéticamente contra su cara hasta que
sentí que me faltaba poco para correrme en su boca. Y seguimos unos minutos más
así hasta que algo me tensó, me desesperó, me hizo temblar y estallar en su
boca corriéndome en su cara. Siguió besándome hasta que los espasmos de mi
orgasmo cesaron, chupando cada gota que de mí salía, y cuando se apartó y me
miró, su boca reluciente con su lengua juguetona me revolvía por dentro pidiéndole
un poco más de juego.
Se
levantó y le miré, se acercó hasta a mí y puso su polla nuevamente a mi altura.
La agarré, rozándola por mis pezones endurecidos, subiendo y bajando la fina
piel que cubría su carne con mi mano, y la rocé por mis labios, lamiendo la
punta, en un amago de provocarle. Con su polla en mi poder le miré, le sonreí y
le dije “esta vez no será la escopeta corredera lo que voy a manejar a mi
antojo” y echó la cabeza hacía atrás sonriendo y aguantando una carcajada.
Poco
le duró el momento cómico, cuando puse su miembro entre mis pechos y me junté
las tetas hasta tenerla prisionera de mi cuerpo. Y empecé a moverlas sujetas
por mis manos para mayor fricción, costándome hasta cubrir por completo mis
pechos de lo grandes que eran respecto a mis manos. El espectáculo visual de
ver su polla perderse entre ellas, impregnándose con la saliva que él dejaba
caer en nuestra piel, pringándome entera para que resbalase con mayor
facilidad.
Con sus
manos en mi cabeza me intentaba acercar cada vez que la polla sobresalía por
arriba, en cada embestida. Yo por mi parte sacaba la lengua mientras abría los
ojos intentando ver su cara de placer al tomar contacto su glande con ella. Arriba
y abajo, arriba y abajo y así durante un buen rato, disfrutando ambos del
placer.
Aguantaba
la respiración intentando controlar la brutalidad de sus arremetidas. Subía y
bajaba queriendo llevar el ritmo hasta que en una de las embestidas paró en
seco, sujetando mi cabeza contra su polla engullida por mis tetas. Aproveché
para mover la lengua juguetona en la punta y acogerla con mis labios apretando.
Se fue apartando lentamente después de soltar un quejido ronco de excitación, contemplando
como su polla se seguía moviendo por mi cuerpo.
Se
apoyó en mis tetas y salió de ellas, se acercó a mi boca y me susurró:
- Para o no podré hacerte lo que quiero – Dijo entrecortado.
- ¿Y que quieres?
- Ponerte a cuatro patas y reventarte contra el sofá.
- Pues ya tardas, marine.
Me
dio la mano para incorporarme, me comió la boca mientras sus manos e perdían en
mi cuello, bajó con sus labios por mi piel hasta éste, me recorrió hasta
hacerme gemir dándole más acceso a mi piel y sus manos se adueñaron de mis pechos.
Agarrando mientras masajeaba despacio y hacía un camino con su boca.
Descendió
con ella hasta mis tetas para besarlas, meter un pezón en la boca y lamer con
su lengua, haciendo círculos, succionando y mordisqueando, atrapando el pezón
entre los dientes. Repitió el mismo patrón con el otro pecho para después,
seguir bajando hasta mi vientre. Darme un beso en el monte de venus y un azote
indicándome que me diera la vuelta. Lo hice y me pegó un bocado en el culo
antes de ponerse de pie.
Yo
me acomodé de rodillas en el sofá, apoyando mis manos en el respaldo e
inclinando mi culo hacia él para darle acceso a mí.
Se
posicionó detrás con una mano en mi hombro y la otra en su erección, la cual guió
hasta mi entrada, rozándomela, impregnándola de mis fluidos y su húmedas y
comenzar a meter la cabeza de su rabo despacio, abriéndome para él, haciendo
que mi cuerpo se adaptara a su invasión.
Centímetro
a centímetro me poseyó, llenándome por completo hasta el fondo hasta sentirla
en la parte baja de mi vientre. Me atravesaba entera.
Con
su mano ahora en mi cadera, bajaba hasta mi culo para agarrar una nalga y
azotarme, llegando acompañar con la otra mano acelerando el ritmo, hasta que
adoptamos una postura acorde a lo que buscábamos. El máximo placer. El me
embestía y yo recibía su entrada inclinándome más hacia él para encontrarnos en
el choque de nuestros cuerpos. Agarraba mis hombros para intentar controlarme,
pero llegó un punto donde mi cuerpo superó su control y me lo estaba follando
yo a él.
Por
su parte, no podía dejar de mirar como mi culo chocaba con su cuerpo y como su
polla entraba y salía de mí hasta el fondo, chocando sus huevos en mi coño y
haciéndome un roce que me estaba excitando aún más. Así que llevé una de mis
manos y mientras seguíamos moviéndome al compás el uno del otro, me acaricié el
clítoris hasta sentir como volvía a removerse algo dentro de mí que me hacía
ansiar algo que estaba cerca. Empecé a gemir entre cortada con desesperación,
mientras aumentaba el ritmo de todo lo referente a mi cuerpo hasta que no pude
más y me corrí. Momento que aprovechó él para agarrar mi cuello y, con mi
descuido, empezar a domarme nuevamente follándome a su antojo.
Acelero
las embestidas y sabía lo que se venía. Agarró mi cadera con una mano, con la
otra mi cuello manteniéndome lo más erguida posible y siguió hasta que lo noté
explotar dentro de mí, con su semen caliente invadiéndome por dentro, los
chorros a presión de su corrida que conforme disminuía el movimiento, se iba
cayendo y chorreando por mis muslos cayendo directamente al sofá. La sacó, la
restregó en la corrida y me la volvió a meter, entrando y saliendo un par de
veces más hasta que se apartó, colocando su cabeza pegada a la mía y respirando
agitadamente en mi nuca.
- Vaya, si que tenías carga en el fusil de plasma.
- No lo sabes bien nena...-Susurró en mi oído. – Pero esta
arma tiene munición infinita contigo.
- Recarga, Slayer, que tenemos otro tipo de pecado que
solucionar.
Ahora
era cuestión de subir la dificultad del juego o repetir escenarios, estaba
claro que el punto de control lo necesitábamos.
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