Una noche de amigos
La
vuelta a la normalidad tras la rutina de la pandemia nos dejó una especie de
vacío existencial a más de uno. Sin embargo, fue fácil retomar algunas viejas
costumbres como la de salir de fiesta con amigos hasta las tantas. No para mí,
claro.
Nuestra
inauguración post confinamiento empezó el viernes y terminó el domingo. Yo
seguía con mi síndrome de Estocolmo y sin querer salir, metafóricamente me
tuvieron que arrastrar para que aquel día decidiera salir con ellos a
“divertirme”. Entre comillas, sí, porque para mí divertido era estar en casa
jugando como una enferma. No estar de bar en bar pillándome un pedal hasta no
saber quién era y al día siguiente desear que me pillara un autobús por la
resaca.
Con
ayuda de mi amiga volví a ver el mundo fuera de casa de otra manera. Volví a
recordar que la gente se vestía para salir a la calle, y que no había que ir en
pijama hasta para comprar el pan.
También
aprendí que, por mucho que el mundo se hubiera parado con la mascarilla, el
bigote femenino seguía creciendo. Así que, o me lo quitaba, o iban a empezar a
confundirme con mi vecino el del cuarto.
Mi
amiga me preparó la ropa que quería que me pusiera.
- - No pienso ponerme eso.
- - ¿Por qué?
- - Hace frío.
- - Te pones unas medias…
- - Las detesto.
- - Pues pasa un poquito de frío mujer, no pasa nada.
- - Ni de coña.
Y
volví a guardar la ropa que había vivido sus días mejores en el fondo del
armario, donde estaba antes de que ella la cogiera. Esa parte de mí enterrada en
el armario iba a seguir ahí. Cogí los vaqueros negros, un top ceñido del mismo
color y de encaje y na chaqueta de pelo burdeos.
- - Esto… - Y se lo enseñé.
- - O sea… lo que te has puesto doscientas veces.
- - Sí. – Y me fui a buscar los zapatos. – Me pongo lo que me hace estar cómoda, no pienso estar pasando frío por estar “mona”.
- - Te vas a quedar soltera toda la vida.
- - Si le intereso a alguien por la ropa que llevo pues casi que lo prefiero.
- - Te he traído un tinte. – Me enseñó toda orgullosa.
- - No pienso taparme las canas.
- - Que ganas de echarte años encima.
- - ¡Los que tengo!
Me
costó abrir 15 cajas hasta encontrar los zapatos que quería.
- - Quieres ir cómoda, pero vas con esos tacones.
- - Son cómodos – Dije mirando el tacón, de 10 centímetros. – No son muy altos.
- - Cuando estés sobre eso con la copa ya me lo dirás… - Sacó el estuche de maquillaje. - ¿recuerdas cómo se maquilla una mujer?
- - No me pienso pintar como el Joker.
- - No sé cómo puedes ser así…
- - ¿Así cómo?
- - Todo lo contrario a una mujer.
- - Eh, perdona – Me indigné apuntándole con el dedo. – Soy muy mujer, el hecho de que no me guste ir pasando frío ni maquillada como una puerta, no me quita mi feminidad.
- Cogí el top de encaje negro que había sacado y me lo coloqué.
- - ¿Te parece este escote poco femenino?
- - Pero es que lo tuyo con los escotes es enfermizo.
- - Claro, porque tengo tetas… si no estuvieras como una tabla de surf lo entenderías.
Resoplé
y dejé el tema. Su concepto y el mío de ser mujeres, abarcaba varias
generaciones entre medias. La cuestión era que iba a volver a salir pese a que
no me hacía ni puñetera gracia.
Lo
bueno es que volvía a ver amigos que hacía tiempo no veía.
La
hora llegó y yo ya estaba lista, con la ropa elegida y los tacones negros y
maquillada sólo con la raya del ojo y los labios rojos. Terminamos en una discoteca
clásica que volvía abrir después de que todo pasó. Hacía tiempo ya que no era
ni obligatorio llevar mascarilla y aún veías gente por la calle con ella. La
normalidad antes conocida de la pandemia volvía a lucirse.
Yo me
sentía desnuda sin esa cosa tapando ya mi boca de hecho.
Como vuelta a la era donde no había preocupaciones virales, el reencuentro se nos fue de las manos. Que si una copa por aquí, que si otra por allá, que si bailecito con música, que si toma otra ginebra que estás muy callada y así terminé.
Me pegué a mi amigo, al que llevaba meses sin ver, y me abracé a él.
- - Me duelen los pieeeessss
- - Y no es lo único que te va a doler mañana… - Puso sus manos en mi cintura.
- - Pídeme otra anda. – Gimoteé en su cuello. – Pero con más fresas.
- - No deberías beber más.
- - Suenas igual que ella. – Y apunté a mi amiga acusadora. – Lleváis una semana detrás de mí para que salga y ahora me cortáis el rollo.
- - Estás borracha.
- - Un poco. – Y me apoyé en la barra, mirando a todos lados a ver si veía al camarero.
Se
puso detrás de mí y me abrazó.
- - Podrías pedirte un café.
- - No quiero. – Incliné inconscientemente el culo hasta su cuerpo, pegándome a él, que me correspondió con un pequeño sobresalto.
Estaba
lo suficientemente ebria para saber que se había alterado, y lo bastante
borracha para hacer alguna tontería, como por ejemplo sacar el hielo de la copa
que había terminado, mientras esperaba al camarero, y ponerme el hielo entre
los labios, aún pintados de rojo, mientras él miraba como se derretía con el
calor de mi boca.
Cuando
el hielo estaba más pequeñito lo dejé caer por mi escote, mojándome a su paso
lo que caía por mis labios y el camino húmedo que había dejado.
Al
caer entre mis pechos y sentir el frío, pegado a mi piel caliente, solté un
gemido.
- - Joder que frío está – Me acerqué a él. Pero tengo calor, ¿tú no?
- - Un poco. – Dijo intentando quitar la vista de mi escote.
- - Si es que mira el hielo – Me miré a mis pechos. – Se a derretido en nada al meterse ahí.
Tenía
confianza con él, en más de una ocasión habíamos tonteado, aunque en el último
año los tonteos habían sido vía online. La fuerza del alcohol me empujaba a
zorrearle, sabiendo cuanto le gustaba el juego y lo difícil que se lo estaba
poniendo.
Se
estaba mordiendo la lengua ante mis insinuaciones, así que intenté subir un
poquito el nivel.
Pedí
otra, cuando pude pillar al esquivo camarero. Lo trajo y le di un trago, me
abracé a él y me pegué cuando pude a su cuerpo, presionándolo contra la barra
intentando impedirle que se moviera, con una de mis piernas en el interior de
las suyas.
- - No me dejes solita… - Dije haciendo un mohín en su cara.
- - No. – Sonrió. – Pero enserio, deberías dejar de beber.
- - Si me acompañas tu a casa. Porque llegar así con la loca de Lucía como que no.
Yo ya
estaba en todo lo alto. Arrastraba las palabras a duras penas, y como siguiese
bebiendo al día siguiente iba a estar encurtida en alcohol.
- - No creo que sea buena idea.
- - ¿Por qué no? – Saqué el móvil de mi pantalón. – Mira qué hora es aún, piénsatelo.
Al intentar guardarlo en mi bolsillo no atinaba y terminó
cayendo al suelo, por suerte amortiguando el golpe con mis pies.
Me agaché, sujetándome a él mientras le rozaba con mi
cabeza por su cintura, bajando un poquito más hasta llegar a su paquete.
Aquello ya le empezó a espabilar más que lo anterior. Pero
yo seguía inspirada en sobarme con él, así que cuando subí, lo hice despacio,
rozando mis tetas por su miembro que empezaba a cobrar vida propia bajo los
pantalones.
Al pegarme nuevamente a él sentía su polla dura en mi
vientre, sonreí por dentro.
Metí las manos por debajo de su camiseta y me abracé a su
cintura, mientras él, sin saber cómo reaccionar, se quedaba con los brazos a
los lados de su cuerpo y al final optó por abrazarme.
- - Me siento sola… - Ahora la carta de la pena por el bajón. – han sido unos meses duros.
- - Muy duros, si… - susurró carraspeando.
- - Yo estoy para otras fiestas. –Dije finalmente.
- - ¿Qué fiesta? – Preguntó confuso mirándome.
- - La que quiero que me dé esta… - Y puse la mano en su paquete.
Ante
el desconcierto no pudo hacer otra cosa que reírse, cogerme la mano y volver a
subirla hasta su cintura. Me abrazó y me dio un beso en la cabeza. “Genial”.
Me
aparté, volví a pegar otro sorbo de mi copa y esta vez cogí una de las fresas
con la boca y la acerqué a la suya esperando ver su reacción. Sonreía, entre
dientes, pero no abría la boca, así que empecé a rozar la fresa macerada con
ginebra en sus labios hasta que abrió la boca y, para su sorpresa, me quité,
comiéndome la fresa yo.
Volví
a beber, me relamí los labios y pegué mi boca nuevamente a la suya y le pasé la
lengua por ella.
- - Tenías ginebra ahí… -Le di otro lengüetazo. – Y ahí.
- - ¿No es más fácil decírmelo y yo me limpio?
- - Soy una buena amiga.
- - No sé yo si eso es verdad… - contuvo el aire. – estás un pelín bebida esta noche.
- - No te veo poner quejas.
- - Porque soy un buen amigo.
- - Aja…
Cogí
la copa, pillé otro hielo y lo llevé hasta su cuello. Se estremeció con el
contacto a la vez que sentía como sus manos me agarraron el culo y me apretó
contra él.
-
La próxima copa te la quito de las manos. – Se rio
entre dientes. Me estas torturando y me estás obligando a comportarme mejor de
lo que mereces y de lo que yo puedo controlar.
- - ¿Ah sí? – Rocé mis pechos por el suyo. – Sólo estoy un poco mimosa.
- - Sí… llamémoslo así. – Bebió de su copa.
- - ¿Entonces qué… me acompañas a casa o vas a dejarme sola borracha y desprotegida?
- - Desprotegida no estás nunca, además puedo acompañarte y…
- - Quédate a dormir… por si me pongo malita.
- - Espero que al menos tengas un sofá cómodo.
- - Ah no – Puse las manos en su pecho y le miré. –De eso nada, duermes en mi cama.
- - No creo yo que eso sea bueno para mi salud.
- - Dormiré con el pijama gordito, de pelo.
- - Eso no ayuda.
- - ¿Por qué?
- - Por nada.
Cuando
me acerqué a Lucía a decirle que me iba, tras enseñarle el reloj donde marcaban
ya las 4 de la madrugada, y preguntándome como coño se había pasado tan rápido
la hora, le hice gestos, diciéndole que me iba a casa con nuestro amigo.
Por
suerte para ambos, para mí por mis pies y para él por cargar conmigo casi por
todo el trayecto a pie, no vivía muy lejos.
El
aire me vino bien para despejarme un poco. Cuando llegué a casa me quité los
zapatos antes de subir, nada más entrar al portal. Al abrir la puerta me fui
directa a la cocina, porque el hambre me mataba y necesitaba un dulce que
llevarme a la boca.
Mi
calentón había disminuido. Un poquito. Me metí en mi habitación, dejé la puerta
entre abierta y me desabroché el pantalón, deslicé mis pantalones hasta mis
pies y me puse en pompa mientras los sacaba. Me incorporé y desabroché el top,
quedándome sólo en bragas de encaje rosas. Que encima se había engullido mi
culo.
Me
agarré la cinturilla de las bragas y tiré, quitándomelas también. Anduve de un
extremo a otro de la habitación buscando mi pijama, “¿Dónde lo habré dejado?” y
al final opté por agacharme en la cómoda y sacar otro del cajón.
Cogí
el pantalón y se me cayó, me costaba atinar aún, y me volví a agachar hasta
cogerlo. Conseguí ponérmelo, eso y la parte de arriba, sin nada más debajo.
Adoraba sentir el terciopelo sobre mi piel desnuda.
Tenía que comportarme, aunque ahora mismo
lo que deseaba era empotrarla contra el espejo de su cuarto. Sí, ese que veía a
través de la puerta que ha dejado entre abierta. Joder, si es que me ha puesto
como una puta moto esta noche, y encima ahora podía verla desnudarse.
Sin nada, sólo con esas bragas y madre
mía, no te agaches… o sí. Joder. La polla me va a reventar en los pantalones.
¿Cómo cojones voy a dormir con ella así, si casi ni me contengo las ganas de
follármela?
La veo pasearse desnuda por la habitación,
ahora sin nada de tela, y no puedo dejar de mirar a través de esta puta
rendija, como si fuera un pajillero de quince años. Y se vuelve agachar, sin
nada ahora… cómo quiero tener ese coño en mi boca y hacerla correrse.
Al menos se está poniendo ese pijama tan …
suave. No puede ser… ella con ese tipo de ropa, con lo loco que me vuelve ver a
una tía así, tan dulce y falsamente inocente.
Me llevo la mano a la polla, tengo que
apretármela, para colocármela en los pantalones antes de que me fuera a
estallar. Se avecina una larga y dura noche, tanto como me la va a poner ella
durmiendo en la misma cama y yo con ropa interior.
Estaba
tan ida que no fui consciente de que me estaban observando ni de que había
dejado la puerta abierta mientras me cambiaba de ropa.
Le llamé
para que entrara, encontrándomelo echado en la pared, de lado, mirando al lado
opuesto a mi habitación. Le invité a ponerse cómodo y se negó, diciendo que ya
se quitaría la ropa cuando yo me durmiera.
–
¿Enserio vergüenzas conmigo ahora?
–
No es vergüenza – Dijo mientras se encogía de
hombros y destapaba mi lado de la cama, incitándome a meterme. - Es cuestión de
educación.
–
¡Venga ya! - Puse mis brazos en jarras en mi
cintura. - ¿Quieres hacer el favor de desnudarte o lo voy a tener que hacer
yo?. Y va a ser cruel porque casi ni atinaba a desnudarme yo.
Hizo
un gesto con su cara que me desconcertó y procedió a quitarse la camiseta, las
zapatillas, desabrocharse el botón de los vaqueros y bajárselos hasta quedarse
en calzoncillos. Se intuía que algo prominente amenazaba con crecer, y no era
su nariz.
Me
metí en la cama y me acosté mirando a su lado, viendo como se deslizo en las
sábanas casi saltando, como si el suelo fuera lava, desesperado por taparse.
Con mi
cabeza sobre la almohada y le sonreí, agradeciendo que hubiera accedido a
venirse a casa. Asintió, pidiéndome apagar la luz y dormir.
Así
que me di la vuelta, me encogí y me pegué a él, dándole un culetazo con mis
nalgas, encajando perfectamente con su cuerpo y postura.
Aquello
le pilló de sorpresa y resopló, intentando despegarse un poco de mí. Si
continuaba con esa idea terminaría durmiendo en el suelo, porque yo buscaba
todas las maneras posibles de pegarme lo máximo a él
Al
final cedió, resignándose a que así me dormiría y dejaría de torturarle.
Pegada
a él, con mi culo en su polla, lo moví sutilmente, restregándome mientras
gimoteaba y me acomodaba, buscando sus manos para que me abrazase y hacer la
cucharita. En cuestión de segundos empecé a notar su erección pegada a mí y
cerré los ojos satisfecha. Finalmente caí presa del sueño.
Estaba
pegada a él cuando su mano se metió por dentro del pantalón, pegándome contra
él. Me acarició, aprovechando la ausencia de las bragas, a la vez que besaba mi
cuello, mordisqueando por debajo de mi oreja, en ese pequeño espacio de piel
donde está mi tatuaje.
Su
otra mano, que se encontraba atrapada entre el colchón y mi cuerpo, descendió
sigilosamente para colarse por debajo de mi camiseta. Una vez dentro, volvió a
subir peligrosamente buscando mi pecho, primero abarcándolo con la mano
abierta, para luego pasar a pellizcarme el pezón y estirar de él, consiguiendo
que me estremeciera.
Gemí
mordiéndome el labio mientras me estiraba y encogía sin saber que pose adoptar,
echando una de mis piernas por encima de las suyas pegadas a mí, con intención
de darle más acceso a su mano sobre mi coño. Yo llevé mi mano hacía atrás para
empezar a acariciarle la erección que se clavaba en mi culo, masturbándole
sutilmente con la tela aún, restregándome con él en todo momento.
Me metió
los dedos en mi interior, colándose fácilmente dentro de mi cuerpo con ellos,
mientras que con la palma de su mano me rozaba el clítoris, humedeciéndome
mientras ahora gemía contra su boca, lamiéndonos la lengua mutuamente.
Me
apartó, se puso sobre mí, y me bajó los pantalones. Acto seguido me pidió que
me tocase para él mientras él se la sacaba de los calzoncillos y me miraba, con
la polla en la mano, masajeándose despacio, arriba y abajo.
Abrí
las piernas, me pasé los dedos por el coño, los llevé a su boca esperando que
lamiera para llevarlos a la mía, chupar de ambos y bajar, pellizcando mis
pezones por el camino hasta mi sexo. Me los pasé por el coño empapado de mí y
los introduje despacio, siendo consciente de que él no se perdía detalle de
cómo se iban metiendo hasta el tope ambos dedos. Saqué, acaricié, los volví a
meter, fuerte, arqueándome, hasta el fondo, restregándome con mi propia mano
mientras él seguía meneándosela, contemplando mi espectáculo. Me levanté del
colchón para llevarlos a su boca, acercando mis tetas, que estaban fuera de la
camiseta, hasta su polla.
Llevaba un rato con la polla palpitando
dentro de mis calzoncillos y con la puta necesidad de llevarme la mano hasta
ella para sacármela y correrme mientras la veía así.
Se había bajado los pantalones
completamente dormida y se estaba tocando en sueños. Sus gemidos me habían
despertado, a mí. Mi polla llevaba dura desde que me metí en la cama con ella.
No pude evitar levantar las sábanas y
verla allí, con las piernas abiertas arqueándose, contrayéndose, mientras con
sus dedos se follaba a sí misma, despacio y fuerte, alternando como si
estuvieran embistiéndola.
La vi moverse, creyendo que se había
despertado, colocándose boca bajo con el culo inclinado y las piernas
separadas. Seguía tocándose mientras se rozaba con el colchón a la vez que se
metía los dedos en su interior.
Empecé a acariciármela por encima de la
tela, la cual empezaba a mojarse de lo burro que estaba ya. El ansía por
quitarme los calzoncillos y colocarme detrás de ella y metérsela hasta el fondo
me estaba matando. Quería reventarla mientras le agarraba y azotaba ese culo.
Pero tenía que comportarme.
Sin embargo, conforme me rozaba con la
ropa interior deseaba más, necesitaba más, por lo que terminé sacándome la
polla. Me la agarré y comencé a subir y bajar intentando reprimir las ganas que
tenía de soltar quejidos del placer que sentía.
Se revolvía desesperada, buscando
frenéticamente el placer, y la vi cómo se tensaba, apoyaba las rodillas en el
colchón y alzaba el culo para aumentar los movimientos y correrse, gimiendo,
quitando la mano del interior de sus piernas y ponerse de lado, acurrucada.
En mi interior no sabía si seguir o parar,
estaba cachondo perdido, pero temía que se despertara y me pillase así, así
que, con toda mi frustración e impotencia, la guardé en mi ropa interior como
pude y me acosté, de lado opuesto a ella, para intentar ni mirarla.
Me costó lo mío pillar el sueño
nuevamente, porque sólo podía pensar mil maneras de follármela ahí mismo y
llenarla de leche por todos los agujeros que tiene.
La luz
del sol me despertó, Me agarré la cabeza y miré el móvil sobre la mesita de
noche. Aún era pronto.
Sentí
que tenía los pantalones quitados “pero si no bebí tanto como para no acordarme
de haber follao’” pensé. Además, estaba al corriente de que i amigo estaba en
mi misma cama con la ropa interior solamente.
Me
giré, él estaba boca arriba y las sábanas se levantaban en la parte que llegaba
a su cintura, desvelando claramente aunque no lo viera, que estaba más que
empalmado.
No
puedo negar que verlo así y recordar lo que había soñado, me encendió. Una
parte de mí, que llamaba a la cordura, pedía a gritos que me pusiera los
pantalones y me fuera a la cocina.
Por
supuesto, hice caso a la parte de mí que, precisamente, no debo hacer caso.
Porque cómo siempre me pasa, termino haciendo cosas que están mal y que no
debería hacer, y que por mucho que tenga mil motivos para negarme, con uno para
ceder me basta.
Destapé
despacio su cuerpo, levantando las sábanas sin hacer aspavientos y me quedé ahí
plantada mirándole.
Su
pecho subía y bajaba, dormido, relajado, tranquilo, mientras mis ojos bajaron
hasta su paquete, marcando una buena herramienta, debo decir.
En mi
cabecita se barajaban varias posibles cosas, y no podía decantarme por una, así
que hice lo más clásico. Aparte de no pensar las consecuencias de mis actos y
tirarme, por mis impulsos de rabo, hacia una polla que no me correspondía.
Agarré
la tela de los calzoncillos y tiré para abajo, liberando su miembro erecto
frente a mi cara. Le miré, seguía dormido, plácidamente además, saqué la lengua
y por la parte interna de la polla la pasé despacio, sintiendo y viendo como
esta se movía levemente en un espasmo al contacto. Se le marcaba una vena que
recorrí con mi lengua hasta la punta de esta que estaba con un ligero brillo de
humedad.
Bajé
despacio, mientras sentía como se empezaba a despertar, hasta sus huevos,
acogiéndolos con mis labios, mientras le succionaba despacio y le daba
chupetones.
Movió
las piernas, abrió los ojos y me encontró ahí, con la cara entre ellas,
deleitándome con su polla dura de buena mañana.
Pude
sentir en mi lengua el espasmo de su miembro al verme, como le gustó la escena
de tenerme con cara de viciosa, ahí, desayunándole.
Soltó
un leve “¿Pero qué...?” que no pudo terminar porque me la metí en la boca hasta
el fondo de mi garganta, llegando con mi lengua hasta sus huevos y me quedé
así, aguantando la necesidad de respirar mientras él, se aferraba a las sábanas
y echaba la cabeza hacia atrás en la almohada.
Parecía
aguantar el aliento, porque lo sentí suspirar fuerte y ronco cuando la dejé
escapar entre mis labios. Me la pasé por ellos, impregnándome con su humedad y
mi propia saliva, dándome golpecitos en el moflete de la cara, los labios y
saqué posteriormente mi lengua para darme también contra ella una serie de
toques con su erección. A continuación, volví a metérmela en la boca, pero esta
vez fue despacio, aferrando mis labios a su grosor y bajando lentamente,
llevándome la piel con ellos para volver a subir. Con mi cabeza le acogía y le
sacaba de mi boca mientras él, sin poder contenerse más, soltó las sabanas para
agarrar mi cabeza y apretarme contra él. “Joder”. Soltó cuando tocó el fondo de
mi garganta con la punta de su rabo, provocando que se me cayera la saliva
goteando por mi barbilla, y me restregó la cara ahí con ella dentro. Abrí la
boca cuanto pude y me aparté lo suficiente para coger aire y seguir, mientras
con una de mis manos le masturbaba a la vez que con la otra, le acariciaba y
sobaba sus huevos.
Él
enredó su mano en mi pelo, tirando, subiendo y bajando mi cabeza intentando
controlar el ritmo de nuestra follada. Sí, nuestra, porque por momentos me
follaba él y por momentos le follaba mi boca, el caso es que se estaba muriendo
de placer y estaba a punto de correrse. Pero eso no me impidió seguir. Porque
conforme aumentaba el ritmo de sus embestidas en mi boca, yo me impulsaba más
hacia él para que tocase la pared de mi boca.
Me
incorporé, me puse a cuatro patas sobre la cama a su lado, así con su mano
libre, pudo pasarme los dedos por el coño una vez me manoseó el culo, llevando
los dedos empapados hasta su boca y lamiendo, para volverlos a su sitio, mi
sexo, comenzando a introducirme un dedo, abriéndose paso para un segundo,
follándome con ellos mientras yo seguía tragando su polla y poniéndolo como una
moto cada vez que me miraba.
Subía
y bajaba, subía y bajaba, le guiñé un ojo y saqué la lengua al llegar a su
base, para pasar la lengua por su erección, de abajo hasta la punta,
envolverla, chuparla, pajearle extendiendo mi saliva por ella, y volver a
llevarla a mis labios dándole paso en mi boca.
Seguí
con bocanadas profundas y completas, dándole caricias, pero llegó un punto
donde él empezó a dirigirme, quitándome posibilidad alguna de hacerla yo, fue
así como agarrando mi cabeza con las dos manos, e inclinando las caderas
embistiendo mi boca, aceleró el ritmo y quiso quitarse, pero yo me mantuve ahí,
sintiendo como se corría en mi garganta y sobresalía por mi boca a la vez que
intentaba respirar. Se calmó, respirando agitadamente mientras acariciaba mi
pelo y yo seguí lamiendo los restos de corrida que le resbalaban por su
miembro.
Me
aparté, con intención de salir de la cama, pero me agarró por la cintura, me
puso de espaldas a él a cuatro patas en ella, abrió mis muslos y puso su cara
entre medías, pasando su lengua por mi coño, desde atrás, metiéndola en mi
interior y moviéndola haciéndome gemir. Salió, metió sus dedos, masturbándome
con ellos y acercó su boca a mi oído para susurrarme “desde que te vi anoche
así, deseo follarte”.
Me
estremecí, moví el culo para adaptarme a su mano, haciéndole descender
nuevamente para comerme, empaparse la cara con mis flujos, chupando mientras
metía un par de dedos y me acercaba al orgasmo. Subía y bajaba la lengua,
pasaba la yema de sus dedos, los introducía una y otra vez, hasta que decidió
apartarse para darme la vuelta en la cama y tumbarme abierta de piernas para
meter su cara nuevamente donde antes la tenía.
Agarró
mis pechos en esa posición, subió lo suficiente el pijama dejándolos al aire, y
mientras hundía su cara en mi coño, manoseaba y estrujaba mis tetas volviéndome
loca.
Me
arqueaba agarrando su cabeza para intentar restregarle contra mí. Metió un dedo
más, con tres en mi interior me iba abriendo para lo que vendría después.
Siguió
con su boca empapándose de mí, bebiendo hasta la última gota que salía de mi
cuerpo, impregnándose hasta la barba con la que me rozaba y hacía cosquillas,
de mis flujos, brillándole parte de la cara.
No
podía soportar más, las embestidas con sus dedos y su lengua juguetona me
estaban llevando al límite, así que apreté los muslos alrededor de su cabeza,
le miré, nuestros ojos chocaron y me bastó para dejar estallar un orgasmo en su
boca que me dejó temblando y con espasmos.
Respiré
entrecortada, agitada, a la vez que se apartaba con líquido en sus labios, se
pasó la mano, subió hasta mi boca y me besó, lamiéndome los labios,
mordisqueándolos, y metiendo su lengua bailando con la mía. Sus manos agarraban
mis pechos, bajó su cara a ellos que los juntó para pasárselos por la boca,
chupó y lamió mis pezones duros mientras yo enrollaba mis piernas alrededor de
su cuerpo.
Pegados,
disfrutando del contacto carnal que teníamos.
Abrió
mis piernas, se acomodó con las suyas entre ellas y pasó su miembro erecto,
otra vez, por mi coño empapado, acercándolo a mi entrada y metiendo la cabeza
de este despacio, sintiendo como me abría con ella lentamente hasta colocarse
en mi interior.
Colocó
mis piernas en sus hombros, a la vez que echaba su peso contra mi cuerpo y me
embestía profundo y despacio, teniendo contacto visual con mi cara y mis pechos
que se movían con sus arremetidas.
Me
agarraba las caderas clavándome con él para que la penetración fuera más
profunda mientras que yo entrelazaba mis pies en su nuca aprovechándome de mi
baja estatura para tener completa fusión de nuestros cuerpos.
Echaba
la cabeza hacia atrás mientras entraba y salía de mí, ambos jadeando respirando
aceleradamente, entrecortados, ansiosos, pero con ganas de seguir porque ahora
tras la segunda partida teníamos más aguante.
Y así
fue como, tras un rato de follarme en esta postura se tiró en la cama boca
arriba para descansar, dándome la libertad de montarme encima de él y
cabalgarle, primero de frente con mis manos apoyadas en su pecho, subiendo y
bajando, para con esto último restregar mi coño en él, a la vez que agarraba mis
tetas, y me cogía del culo para hincarme más en su polla.
Me
eché hacia adelante, poniéndole las tetas en la cara, que sólo aparté para
poner mi boca y gemir contra sus labios susurrándole. “así… sí… más fuerte,
más. Joder estoy a punto de correrme otra vez” y así era, con la penetración y
la fricción de mi coño contra él, llegué al orgasmo una segunda vez mientras
gemía en su boca y le mordía el labio inferior, clavando las uñas en su pecho.
Podía sentir a la perfección como mi coño se contraía con su polla en mi
interior.
Me
aparté, contemplé su dureza y me volví a montar sobre él, esta vez de espaldas,
otorgándole visión directa de mi culo y mis movimientos, contemplando como su
polla salía y entraba de mi cuerpo por completo.
Me
agarraba del culo, me azotaba, me pellizcaba, me manoseaba, y luego colocaba
sus manos en mis caderas para ayudarme a impulsarme y sentarme sobre él cada
vez con más ímpetu. Recorría mi espalda con sus dedos, clavándolos en mi piel,
haciendo un camino hasta mis nalgas, para volver a darme otro cachete.
Me
abría, me subía y me clavaba con él, una y otra vez, una y otra vez, hasta que
me levantó, me puso a cuatro patas sobre la cama y me incliné, cogiendo la
almohada para apoyar mi pecho, puse mis piernas cerradas entre las suyas y de
rodillas en la cama con el culo en alto me la metió desde atrás, empalándome
hasta el fondo y empezó a follarme rápido, impulsando yo mi culo hasta él para
que sus embestidas fueran más profundas y certeras, provocándome un éxtasis de
placer que me tenía a punto de alcanzar las estrellas y colapsar por el camino.
La
sacó, la colocó entre mis cachetes y empezó a moverse, apretando mi culo con su
polla en medio mientras se masturbaba con mis nalgas, a la vez que yo me
acariciaba el coño, metiéndome los dedos y sacándolos para volver a acariciarme.
Creyendo
que ese sería el sitio elegido para terminar, me sorprendió dándome la vuelta,
poniéndome boca arriba en la cama y colocando sus rodillas a cada costado de mi
cuerpo, para lograr así estar a la altura de mi pecho. Introdujo su erección entre
mis tetas y me las apretó, para seguidamente comenzar a follármelas mientras yo
me seguía tocando, observando como su polla resbalaba entre mis pechos y subía
y bajaba por ellos, asomándose hasta casi rozar mi barbilla y mojándome el
cuello.
Con mi
mano libre la llevaba a su boca, que chupaba mis dedos mientras seguía follando
mis tetas con una dureza casi animal. Mi otra mano me estaba proporcionando un
placer extra, preparándome para mi tercer orgasmo. Abrí más las piernas,
levanté mi pelvis mientras seguía tocándome y le empujé a que me embistiera más
profundo, conforme yo agachaba un poco la cabeza para lamer mis tetas y la
punta de su polla cuando asomaba entre ellas.
Su
cara, contraída y la boca entreabierta, le costaba respirar, jadeante me mordía
incluso los dedos cuando los pasaba por sus labios. Se mordió el suyo, echó la
cabeza hacia atrás y volvió a traer la vista al frente, acelerando el ritmo,
apretando más mis tetas y echando más peso sobre mí para acelerar lo que estaba
por venirle. Deseoso, desesperado y ansioso, se movía frenéticamente buscando
su propio placer hasta que llegó, y soltó un gruñido mientras se corría, salpicándome
la boca, la lengua y la cara y además de inundarme las tetas, moviéndose cada
vez más lento hasta que su semen caliente dejó de salir y se quedó ahí pasmado,
viendo como yo me contraía de placer, cerraba los ojos y sobándome las tetas
con una mano esturreando la corrida y lamiendo mis labios con parte de ella, me
corría también empapando mis dedos, los cuales llevé a su boca. Lamiendo la
corrida del otro mutuamente mientras ambos sonreíamos.
Cuando
se apartó me senté en la cama, pegajosa y relajada, me puse de pie y me fui a
la ducha. Él miró.
- ¿Te
vienes? – Le dije mientras caminaba desnuda hasta el baño.
- Pero
solo a ducharnos, tengo ganas de desayunar en la cocina y no precisamente
cereales.
Me
descojoné sabiendo por donde iba y esperé hasta que vino. La ducha fue
tranquila, aunque en mi cabeza rondaba la idea de qué clase de amistad habíamos
forjado hoy.
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