Remedios
para la resaca
Recordáis aquellas fiestas
nocturnas en las que todo era puro desenfreno, alcohol, que si ponme otra, que
si venga a bailar, que sí tú quién eres y que terminabas en casa, sin saber muy
bien ni cómo, con mucha suerte en la tuya, y con menos suerte en la de algún
colega, borracha, que ese que te invitó a copas y que, aunque lo estaba viendo
claro, seguía llenándote el vasco con mucho ánimo, ¿no? Pues yo ayer lo
rememoré. Nadie puede echar de menos los días de resaca, nadie. Es humanamente
imposible. Y yo no es que tenga grandes resacas cuando las tengo, pero si me
dejan con una angustia y un mal estar de cuerpo de mírame y no me toques.
La vida post pandemia nos
trajo la nueva normalidad, la que aún después de las vacunas y un virus que
sonaba ya muy lejano, nos dejó unas secuelas mentales de querer llevar aún
mascarilla, pero con el mismo sin sentido de meterte en un garito lleno de
gente hasta el palillo donde miraras hacia adelante o miraras hacia atrás,
veías a alguien arrimándose a ti cada vez más con un vaso de medio litro en la
mano.
Y ahí estaba yo, sin comérmelo
ni bebérmelo, bueno esto último sí porque me puse fina, bebiendo hasta el agua
de las flores que adornaba cada mesa del local donde me habían invitado a
comer, cenar y barra libre.
Porque seamos sinceros… está
cayendo un sol que te está tostando el alma, te llega la suave briza calentorra
del mar, porque tienes la playa pegada a ti, ¿de verdad vas a decir que no a un
tinto de verano con su rodajita de limón?
Exacto. Yo tampoco dije que
no. Ni al primero, ni al segundo, ni al tercero y ahí cuando dejé de contarlos,
el camarero con su sonrisa con sorna e acercaba hasta a mí y me tendía la copa.
Y está muy feo rechazar una invitación, así que yo como buena mente pude, me
sacrifiqué por ese pobre trabajador y agarré esa copa, y la siguiente, y las 4
que le seguían hasta que con la comida empecé a volver en mí y darme cuenta de
que se me estaba yendo un poco la mano con el vino tinto.
Por eso pedí uno blanco dulce,
pero la camarera que me tocó me uso uno seco que igualmente, para no hacer el
feo que soy muy educada, me bebí.
Para bajar esta copa me pedí
otra de tinto de verano y paré. Lo siguiente que me tomé fue un té frío porque
yo empezaba a estar más caliente que el palo de un churrero ya, entre el sol y
el alcohol, la poca y fina ropa que llevaba me sobraba.
Pero la cosa transcurrió bien,
seguí tranquilamente observando la copa de al lado del vino que era agua, y
veía como el camarero de antes, quizás viéndome ya con los coloretes como Heidi,
decidió seguir llenando. Pero el agua no bajaba, subía, lo que bajaba era el
vino y mi autocontrol.
Yo bebía por buena fe hacía
los camareros, por la gente que me había invitado y por supuesto para
sobrellevar mejor el barullo de personas que veía a mi alrededor, mientras yo
en mi interior, suplicaba que me sacasen de allí.
La cosa se puso interesante, cuando
tras anunciar una barra libre ahí estaba yo la primera, apoyada en la barra,
intentando que mis pies descansaran un poco de mis tacones y de mi peso.
-
Un puerto de indias con seven up. – Grité echándome un poco hacia adelante,
mientras el camarero me hacía un gesto con la cabeza poniendo su oreja por
delante para oírme mejor.
Me senté en una mea de la
terraza que había donde poco después se me arrimaron más personas, y entre
conversación y conversación, no se si es que el vaso tenía un pequeño agujero o
yo era una esponja, porque eso se vaciaba a una velocidad de órdago.
Así que fui a por otro. Claro
que sí.
Cuando llevaba ya tres o
cuatro, dada mi poca habilidad para beber y entre lo que me bebí antes y
durante la comida, yo ya estaba con un puntillo burbujeante importante. Decidí no
beber más, por mi salud y la de todos.
Pero se me acercó un amigo y
me invitó a un Beefaeter con tónica. No pude decir que no, que es de mala
educación.
Tampoco dije que no al Bombay que
me puso después otro amigo. Ni a los puertos de indias siguientes. Así que ya
con un pedal importante decidí que o comía algo o la pájara que me iba a dar no
me la iba ni a esperar. No recuerdo muy bien ni que comí, ni como llegué hasta
mi habitación. Lo que si recuerdo es que me chuté varias pastillas para los
dolores de cabeza y entre eso y el alcohol en sangre, mi estado era poco
decente. De hecho, era lo más lamentable que había.
Seguro que más de una vez os habéis
despertado con el cuerpo pesado, dolorido, la garganta seca, dolor en esta,
escozor de ojos… Y que si no habéis sido vosotras las que habéis mirado la
almohada y estaba llena de maquillaje corrido y sudado, y frente al espejo habéis
creído que eráis la versión del joker, seguro que habéis sido vosotros,
señores, los que os han despertado alguna que otra mujer así en vuestra cama.
Pero tengo suerte, llegué lo
suficientemente concienciada para quitarme el maquilla antes de caer redonda y
en coma. Aunque ni me acuerde de como. Pero supongo que cuando has tenido que
tirar fundas de almohada por la maldita pintura, incluso ciegas, la voz de tu
cabeza te dice “tronca, límpiate el careto que verás tu mañana”.
El caso es que esta mañana
sentía como si me hubiera atropellado un autobús. No me dolía la cabeza, claro,
después del coctel de pastillas que me tomé antes de dormir que me encontré la
mesita de noche como si fuera un surtidor de cocainómanos, normal que no me
doliera. Pero que noche pasé…
Esta mañana lo único que me
apetecía era una ducha, quitarme el olor a ginebra de mi cuerpo, y que aún
seguía en mi organismo, y ponerme cómoda, tumbándome a la bartola.
Me puse el camisón
transparente de encaje y la bata por encima, sin nada de ropa interior. Me
senté en la silla a… no sé muy bien a qué, pero me quedé sentada en la silla
del ordenador mirando fijamente la pantalla. Sin saber qué hacer. Hasta que
entró mi novio en la habitación y se me quedó mirando de una manera que me hizo
volver a la realidad.
Ignoré su mirada poco después
porque mi cabeza estaba perdida no sé muy bien donde, pero lejos de aquí.
Se acercó a mí, me acarició la
cabeza y recorrió mi cuello con las yemas de sus dedos hasta agarrarlo con su
mano obligándome a mirarle. Acercó su cara hasta a mí, me recorrió rozándome
con su nariz mientras me olfateaba, recalcando el aroma dulce que de mi
emanaba, y me besó, pellizcándome el labio inferior con sus dientes mientras su
mano libe me rozaba un pecho por encima del camisón.
Lo agarró, lo apretó y
estrujó, haciendo lo mismo con su otra mano la cual bajó para hacer compañía a
la suya. Masajeaba ambos pechos por encima de la tela, juntándolos, haciendo
que sobresalieran por arriba. Abrió mis piernas y se colocó de rodillas entre
ellas, recorriendo mis muslos con sus manos que iban perdiéndose por debajo del
fino encaje transparente que subía con cada recorrido de sus dedos, llegando
hasta mi cintura.
Agarré su cabeza que seguía
pegada a la mía, metiendo mis dedos entre su pelo, bailando ambas lenguas al
compás de una melodía que se iba acelerando, calentando y animando, hasta que
le aparté para susurrarle “no hagas un fuego si no lo vas apagar” Respondiéndome
él con una mano en el interior de mis piernas y rozando mi sexo con suavidad.
Bajó con su boca por mi
barbilla, mi cuello, descendiendo hasta mis pechos donde subió sus manos para
bajar la ropa y dejarme las tetas libres. Poco tardó en llevar sus labios hasta
mi pezón, el cual rozó, lamió con la punta de su lengua y lo besó,
envolviéndolo con su boca succionando y mordisqueando, viendo yo desde mi
posición como sus dientes lo apretaban y su mano lo sostenía.
Comiendo de ellos cual bebé
amamanta, siguió degustando mi pecho haciéndome estremecer y cerrar los ojos
mordiéndome el labio, apretando su cabeza contra mí y retirándolo estirando de
su pelo, solo para ver como se lo intentaba llevar en la boca.
Tocó el turno al otro pecho,
mientras que esta vez su mano se perdía entre mis piernas y me repasaba el con
sus dedos, acariciando, frotando, metiéndome un dedo con delicadeza para sacarlo
impregnado de mí y restregármelo en mi sexo para lubricarme con mi propio
deseo. verlo arrodillado ante mí con mis tetas en su boca mientras me
masturbaba era apoteósico.
Cuando pareció hartarse de mis
pechos abrió mis piernas, las colocó en sus hombros y mientras subía más la
tela para que pudiera abrirme por completo, metió su cara entre mis muslos,
besando despacito cada trozo de piel que le llevaba por el camino de mi placer
y mis ganas.
Con la bata abierta y el camisón
en mi barriga enrollado, fue acercando poco a poco su boca hasta mi coño.
Posó su boca, agarré su pelo
con mi mano y le apreté contra mí, sintiendo como sacaba la lengua y me rozaba
despacio, mezclando su humedad con la mía. Chupó mis labios, arrastró la lengua
por ellos con soltura, hundió su boca en mí hasta que su lengua se coló por mi
entrada y la movió provocándome espasmos y un placer que me estaba volviendo
loca. Su tranquilidad, su paciencia saboreándome, su lentitud, me estaba
desesperando hasta puntos inesperados.
Agarró mis labios y los abrió,
descubriendo mi clítoris para él, y acercó su lengua, rodeándolo con la punta y
aleteando contra él, alternando con lametones y succiones, proporcionándome
besos cada vez que se retiraba para contemplar mi cara de éxtasis.
Y entonces aprovechó, puso un
dedo en mi boca y me incitó a chupar mientras le miraba y su mano se perdía
dándome caricias en el coño, retiró ambas manos para meter ese dedo en mi sexo,
despacio, sintiendo como entraba mientras sus ojos se clavaban en los míos y yo
no me cortaba en soltar gemidos suaves por el contacto. Metía y sacaba su dedo
de mí mientras con el pulgar me acariciaba el centro de mi deseo, hasta que
continuó la embestida añadiendo un segundo, viendo como me desarmaba en su
mano.
Entonces decidió volver a
acercar su boca y posarla en mi coño, comiéndome mientras me follaba con sus
dedos y yo me estremecía y me revolvía, restregándome como podía con sus
labios, apretando su cabeza, sujetándole del pelo, contra mí.
Pocos segundos me faltaron
para que el calor emergiera de mi cuerpo, se fuera abriendo paso por él y
llegara hasta el centro donde su lengua jugueteaba, y estallar rompiéndome en
pedazos mientras el orgasmo me abrazaba y me hacía palpitar contra su boca
apretando sus dedos en mi interior.
Me lamió recogiendo cada gota
de lo que él había provocado, me besó, tierna y dulcemente, y se apartó,
saliendo de mí.
Se puso de pie, me indicó con
un gesto de su mano que me incorporara y se bajó los pantalones de un tirón,
liberando su erección latente contra mi cara. Me agarró del pelo y tiró de mí
para alcanzar mi boca y pasar su polla por ella, obligándome a abrirla.
No me hizo falta mucha
obligación por lo que yo ansiaba. Así que abrí la boca y dejé que me guiara,
metiéndomela entera de una estocada hasta la garganta, apretando mi cabeza
contra él, y comentando a moverse, él hacia a mí, yo hacia él, creando una
cohesión de nuestras pieles completamente en contacto.
Con mi lengua presionaba en mi
labio inferior el se colaba en mi boca, entrando y saliendo mientras mis labios
la rodeaban y rozaba, de vez en cuando, el fondo de mi garganta.
Se apartó, se agachó para
besarme y me indicó que le abrazara con las piernas, me cogió en brazos de la
silla y fuimos hasta la cama, quitándome entre ambos, la bata en el camino y
quedándome sólo con el camisón en mi barriga.
Se sentó en el colchón conmigo
encima y mientras sobaba mis tetas con sus manos, me restregué contra él,
volviendo a impregnarse mi coño, haciendo que a su vez mojara su polla que
empezaba a palpitar reclamando atenciones.
Me acomodé de rodillas encima
de él y cogí su polla para pasarla por mi sexo y que él pudiera observarlo. Por
lo que se apartó momentáneamente de mis tetas para observar como su polla era
controlada por mi mano recorriendo el camino que había inaugurado su boca anteriormente.
Sosteniendo mi cuerpo con una
rodilla por un lado y con un pie por otro, la posé en mi entrada y me fui
sentando despacio encima de él, con él dentro de mí, notando como me llenaba,
como me abría para recibirle hasta el fondo.
Quizás, una de las mayores
sensaciones del sexo, era el hecho de hacerlo sin condón, notando piel con
piel, carne con carne, fundiéndonos en uno solo hasta estallar de placer. Haciendo
que no sólo nuestro sudor se nos mezcle si no el deseo, la ansiedad, las ganas…
nos llevaba hasta unos mundos que no eran alcanzados por todos. El placer de
estar en la intimidad con tu media mitad, con alguien que conoce cada rincón de
tu cuerpo, cada centímetro de ti, que sabe como darte placer, tus límites, tu
aguante, y llevar el control compartido entre ambos.
Sin duda hacerlo sin condón
era maravilloso, placentero, sucio, limpio, y sensual a la vez. Tengo cero dudas
y cero pruebas, que hacer el amor era el máximo placer. El deseo está bien,
pero follar con sentimientos está a otro nivel.
Así que siguiendo esa estela
de pasión, y a horcajadas sobre él, empecé a moverme, a subir y bajar, hacer
círculos con mi cintura mientras él agarraba mis tetas y bajaba hasta mi culo,
sin saber que tocar, y apretarme contra él.
Me estiré hasta darle visión
completa de mi coño engullendo su polla, de mis tetas libres moviéndose sin
control, apoyándome con una mano en su muslo para sostenerme y no perder el
baile sexual que le estaba dando. Con mi mano libre, que llevé hasta mi seo, me
daba más placer aún si cabe, haciendo círculos sobre mi clítoris mientras me
sentía completamente llena mientras yo me lo follaba a él.
Subía, bajaba, me agitaba
adelante y hacia atrás y gemía, mordisqueándome el labio mientras le observaba,
con la desesperación en su cara, el hambre en su boca, las ganas en su cuerpo
que palpitaba dentro de mí y sus manos abrazándome con sus dedos por mi piel.
Ay dios… ay dios… sí… así…
Era lo único que yo lograba
decir viendo como se aproximaba el orgasmo y me aceleraba, manteniéndonos la
miraba hasta que no pude soportarlo más, eché la cabeza hacía atrás, con los
ojos en blanco por el placer que me estaba recorriendo y algo dentro de mí se
extendió, llegándome la descarga de placer a cada rincón de mi cuerpo y haciéndome
contraerme tanto por fuera como por dentro, acogiendo y apretando su polla con
mi coño mientras yo me corría y seguía follándole.
Me frené, para recobrar el
aliento perdido, clavé mis manos en su pecho y me froté, haciendo círculos con
mi cuerpo. Subí y bajé despacio hasta que volví a coger el ritmo y aumenté mis
movimientos para darle el placer que se merecía y tanto me empeñaba en
brindarle.
Cuando sentí sus manos
clavarse nuevamente en mí, una en mi muslo y la otra en mi teta, lo supe. Supe que
se iba a correr y aceleré, notando como se rompía en mi interior y sentía su
corría dentro de mí, llenándome por completo, moviéndome más despacio ahora
hasta extraerle toda la leche de sus huevos con mi coño, sintiendo como esta
chorreaba por mi sexo hasta mis muslos y él, pegándonos a ambos de una forma
más íntima.
Sin quitarme y sin salir él de
mí, me acerqué hasta su boca y le besé, respirando aún agitadamente en nuestras
bocas.
Poco después me aparté y de un
modo u otro… volvimos a terminar en la ducha.
Desde luego había sido un buen
método contra la resaca.
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