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lunes, 31 de enero de 2022

Mi vecino el animalista +18



Nunca se sabe lo que puede dar de sí una renovación de fondo de armario.

Entre quitar ropa, sacar accesorios y guardar calzado, no imaginé que iba darle uso a uno de los accesorios que más fetiche me ha dado siempre.

Y ahí tenía todo, encima de la cama esparramado, cuando entró mi vecino en casa buscando a su gato, que solía venir a hacerme visita porque dejaba la puerta abierta por esa razón.

Sin embargo su gato no lo encontró. Me encontró a mí con un peto vaquero colgando de un hombro, una trenza en un lateral, y una camiseta de tirantes que dejaba poco a la imaginación.

Le pedí que se sentase, a esperar a su gato, en el sofá. Porque seguramente estaría el felino intentando cazar al canario que tenía en la planta de arriba.

Mientras tanto le serví una cerveza fresquita y me senté con él a hablar del dichoso, pero tan adorable, bola de pelo naranja que tenía por gato.

Ese felino trasto era mi debilidad, y desde que me mudé hace un año lo dejaba pasearse como si mi casa fuese suya.

Mi vecino no paraba de mirarme el escote y yo era consciente, pero para qué negarlo, era apetecible. Él y lo que hacía. Así que una cosa llevó a la otra y al final no sé cuántas cervezas habíamos tomado cuando ralfi salió con una de mis correas en la boca.

Su dueño le regañó, yo me calenté. Maldita mente inquieta...

Se fue con su gato y yo le seguí.

Cerré la puerta tras de mí y esperé que el felino se metiera en su habitación a comer.

Mi vecino se sentó en el sofá y yo me acerqué y me senté encima de él.

Ante su cara de duda me acerqué a su boca y lo besé, quitándome sólo para quitar el tirante que tenía y bajarme el pantalón.

Me agarró del culo pegándome a él y me restregué, pegando mi coño a su polla que empezaba a despertarse.

Me saqué las tetas de la camiseta, que no llevaba sujetador y se las puse en la cara.

Bufó entre ellas mientras yo tanteaba con la mano en el peto que dejé tirado.

Cogí sus manos y las llevé hasta mis pechos, apretujandolos con ellas y mientras contoneándome sobre él.

Me aparté, fui al cajón de su aparador donde tantas veces le había visto sacarlo, y cogí un condón que me puse en la boca.

Me acerqué hasta él, me puse de rodillas y acaricié su polla por encima de la ropa, hasta liberarla por completo y darme con ella en la barbilla.

Dejé caer el condón a su lado y me metí un par de veces su polla en mi boca, lubricandola con mi saliva.

Abrí el preservativo y se lo coloqué con ayuda de mis labios, despacio, dejando que su erección llenase el látex y mi boca.

Me puse de pie, me di la vuelta y puse mi culo a su vista, me fui sentando en su polla hasta que sentí que tocaba la parte interna de mi coño hasta el fondo. Y entonces le tendí lo que había dejado a nuestro lado.

Ató el cinturón en mi cuello y tiraba con una mano de él y con la otra de mi trenza, clavándose por completo en mí mientras yo botaba sobre él, subiendo y bajando con su polla en mi interior.

Abandonó mi pelo para azotar mi culo y agarrarlo para profundizar más en mí.

Yo me manoseaba las tetas mientras era incapaz de estar en silencio y solo murmuraba gimoteos y respiración acelerada producto del dolor de una penetración tan profunda como placentera. 

Disminuía el ritmo y cuando me confiaba me daba un buen azote, entraba duro al fondo y pegaba un tirón de la correa.

Estaba tan empapada que una de mis manos la llevé hasta mi coño y me acaricié desesperada buscando más placer hasta correrme.

Fue entonces cuando lo escuché gruñir, al sentir mi orgasmo en su propia polla apretándole, palpitando con él dentro, gimiendo descontrolada y chorreando sobre su polla.

Aguantó los segundos que necesité para apartarme y me indicó que me pusiera de rodillas, mientras él se ponía de pie.

Se quitó el condón y se pajeó en mi cara hasta correrse en ella mientras yo lo esperaba con la lengua fuera sonriéndole y sobandome las tetas. Y cayó sobre mí todo, pringándome entera de su corrida.


Así daba gusto tener vecinos.

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