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domingo, 22 de octubre de 2023

Una buena vecina +18

 

Una buena vecina

 

Vivo en un bloque de 4 pisos, y este fin de semana nos hemos quedado sólo dos vecinos en él.

Los otros dos se fueron a pasar el puente a la ciudad y nos hemos quedado solos. Y así es como da comienzo a esta pequeña historia.

 

Fran había salido por la mañana a hacer la compra y se dejó las llaves dentro, y como era festivo en el pueblo nadie trabajaba, por lo que tenía dos opciones, o convertirse en Spiderman y subir por la pared hasta un tercero para entrar por la ventana, o irse a casa de alguien.

Le vi en la puerta de su piso, con la compra en sus pies, después de escucharle subir y quejarse varias veces maldiciendo las putas llaves y cerraduras. Así que subí a ver si podía echarle una mano.

  • -       ¿Necesitas ayuda con algo? – Le dije mientras me plantaba detrás.
  • -       Me he dejado las llaves dentro, y acabo de llamar y no me pueden mandar ninguno hasta el lunes.
  • -       ¿No hay de urgencia?
  • -       Con la cosa de la fiesta del pueblo, se ve que no. Así que no sé qué hacer.

Nos llevábamos bien, nos conocíamos de hacía años y era una persona de fiar, así que no tuve que pensarlo mucho.

  • -       ¿Por qué no te quedas en mi casa hasta el lunes?
  • -       ¿Enserio?
  • -       Claro. – Le cogí la bolsa de la compra. – A cambio sólo tendrás que invitarme a una buena comida, o cena, con la compra que llevas aquí.
  • -       Tengo vino.
  • -       Ah, eso lo compensa todo. – Sonreí.

Nos fuimos a casa, le indiqué que pasase hasta el salón, donde le pedí que se sentara.

Sin embargo, me siguió hasta la cocina para guardar su compra en mi nevera.

Es cierto que había comprado vino. Cantidad ingente de vino para una sola persona.

  • -       ¿Pensabas tener visita o cogerte un coma etílico?
  • -       Quería ponerme ciego este puente mientras veía porno como un ermitaño solitario. – Me dijo con ironía.
  • -       Si te emborrachas te pierdes la mejor parte del porno.
  • -       ¿Ah sí?, ¿Cuál?
  • -       La de masturbarte hasta correrte sin dejar de mirar de forma consciente.
  • -       Estás muy puesta tú en ello.
  • -       Vivo sola. Estoy soltera. ¿Cómo crees que voy a subsistir sin porno?
  • -       Em… - Le noté incomodidad mientras que yo hablaba con soltura de ese tema. – Es que no sé… no te veía yo muy… hablando de ese tema…
  • -       Venga, que somos adultos. ¿Acaso te crees que soy una monja de la caridad? Por el amor de dios, tengo más de 30 años, me masturbo desde que era niña, Fran.
  • -       Qué curioso. – Me dedicó una sonrisa mientras me quitaba de las manos una de las botellas de vino, y la metía en el congelador. – Yo también.

El clima era raro. Tan pronto hacía calor, como frío, y era impredecible la ropa que uno tenía que ponerse. Además, en determinadas partes del piso hacía más frío y en otras parecía la parte previa al infierno. Me puse un pijama de pantalón largo y fino con una camiseta de tirantes, y por inercia, me puse la parte de arriba sin sujetador.

Estuvimos hablando buena parte de la mañana tomando un café en el sofá. Fran tenía muy buena conversación, no sólo era atractivo a simple vista, que, aunque me llamó la atención la barba (como era habitual en mí), poder hablar con alguien físico más de 15 minutos sin tener ganas de enterrarle vivo, ya era todo un logro.

Ambos coincidíamos con la opinión de que irse fuera de casa a pasar el puente, era algo ridículo. Cuando precisamente era el mejor momento para desconectar y descansar del día a día. En casa, donde mejor se está.

Al café le siguió otro café, pero ya descafeinado, y cuando nos quisimos dar cuenta había pasado la mañana y se acercaba la hora del medio día.

En el salón corría la brisa al abrir la ventana de la cocina, que se comunicaba creando una corriente de aire, y en ese momento sentí como mis pezones se endurecían, por el escalofrío, bajo la fina camiseta de tirantes.

Le miré intentando no llamar la atención, pero sus ojos me miraron fugaces a mis pechos y carraspeó dando un trago a su café, el cual pensé se había terminado ya.

Me sentía ligeramente inquieta sintiendo sus ojos sobre mí, pese a que los intentaba quitar constantemente y evitaba no mirar, pero creo que la vista se le iba sola.

  • -       Ahora enserio – Atraje su atención a mi cara - ¿Por qué tanto vino?
  • -       Lo del porno era verdad. – Se puso muy serio. – O al menos era mi intención hasta que el destino decidió dejarme en la calle porque me olvidé las llaves.
  • -       ¿No se te ocurre mejor plan con vino que ver porno?
  • -       ¿Estando solo? – Hizo una mueca. – No la verdad.
  • -       Joder… - Me reí y me llevé las manos a la cara. – No sé… una buena cena con alguien, un poco de música para el ambiente, una buena peli… siempre hay algo.
  • -       Yo estoy solo.
  • -       Pues no entiendo por qué. – se me escapó con una sonrisa.
  • -       Podemos compartir el vino y el porno si quieres.
  • -       ¿Y en qué orden?
  • -       Eso lo decides tú.
  • -       Muy gracioso. – Me puse de pie cuando sentí un estremecimiento en mi estómago que me viajó hasta la garganta, endureciendo aún más mis pezones. – ¿Preparo algo de pasta?
  • -       Me parece bien. – Pero seguía sin quitarme los ojos de mi delantera, salvo para mirarme a los ojos y sonreírme, volviendo a mis pechos.
  • -       Saca el vino del congelador, o tendremos que chupar la botella.
  • -       Estaría curioso… - Se puso en pie y una parte de mí, se preguntó con qué intención iría ese último comentario.

Me sentía observada mientras me movía por la cocina con soltura, recogiendo todo lo que necesitaba para hacer unos simples tallarines en salsa carbonara.

Él pasó por mi lado, rozándome con la mano sutilmente la cintura, hasta llegar al congelador donde sacó la botella de vino blanco helada y la puso en la encimera.

Le indiqué donde estaban las copas y fue por ellas, llenándolas y ofreciéndome una mientras hacía la comida y se sentaba en un taburete a mirarme.

  • -       ¿Te puedo ayudar en algo?
  • -       Eres mi invitado especial, tu a beber y a mirar.
  • -       Teniendo en cuenta que lo compré para mirar porno, me resulta mejor este plan.
  • -       Lo malo es que te quedas sin orgasmos.
  • -       Oh, no sé… hasta que no comamos no sé si puedo decir eso. La pasta es una de mis debilidades.
  • -       Espero que te guste mi comida entonces. – Fui consciente de que mi comentario iba con doble sentido, y él creo que lo percibió.

Estuve preparando todo y charlando de cosas mundanas con él, mientras nos tomábamos el vino. Parecía que había tenido el don de saber cuál era mi favorito, y ahí estábamos, compartiendo una copa mientras yo sentía el alcohol entrar y provocarme ligereza mental. O lo que es lo mismo, fue deshaciendo los filtros para hablar y ser yo misma, lo que me podía convertir en una borrica de campo.

  • -       ¿Y tienes alguna debilidad más por ahí con la que yo te pueda ayudar? – Bebí y me pasé la lengua por los labios. – Lo digo para intentar mitigar un poco este mal rato de quedarte en la calle.
  • -       En verdad no estoy en la calle, me has acogido tú. – Bebió. – Pero sí, tengo alguna que otra debilidad más.
  • -       ¿Cómo cuáles?
  • -       Las morenas/pelirrojas.
  • -       Vaya.
  • -       Las gafas sutiles y grandes.
  • -       Oh…
  • -       Las mujeres con buenas… carnes para agarrar…
  • -       … - Tragué saliva, en silencio, y bebí del vino nuevamente.
  • -       Las mujeres que escuchan metal, aunque sean las 2 de la madrugada…
  • -       No me digas… estas paredes son de papel.
  • -       Te sorprendería todo lo que he llegado a escuchar, vecina.
  • -       ¿Cómo que cosas? – Me apoyé en la encimera de frente a él, sabiendo que mis pechos reposaban en ella y se sobresalían ligeramente por la camiseta.
  • -       Me consta que es cierto lo que me has dicho antes. – vio la confusión en mi cara. – Que disfrutas bien incluso sola.
  • -       Oh… Cualquiera diría que me describes a mí.
  • -       Y bueno, llegados a ese punto de esa sonata musical…

La olla hirviendo para la pasta nos interrumpió, haciendo que le diera la espalda y él se callase dando un sorbo de vino mientras clavaba sus ojos en mí.

Desde hacía años llevábamos tonteando en más de una ocasión cuando nos cruzábamos en el bloque, coincidíamos en algún lado, o nos veíamos por las reuniones. Pero tenerle en casa y hablar de este tema con tanta soltura, me estaba resultando un poco… excitante.

  • -       ¿Qué?
  • -       ¿Qué de qué? – Me respondió confuso.
  • -       Que, llegado a esa sonata musical, ¿qué?
  • -       Pues que uno no es de piedra precisamente, y se necesita ayuda extra para coger el sueño.
  • -       ¿Tienes problemas para dormir?
  • -       Cuando suena Iron Maiden y escucho a mi vecina gemir de fondo, me cuesta un poco dormir, sí. – Se rio.
  • -       ¿lo siento? – Pregunté sin saber muy bien que decir, apretando un poco los muslos por imaginarme lo que podría pensar de mí.
  • -       No lo sientas, me ayudabas a conciliar el sueño.
  • -       Ah, ya veo… la técnica milenaria.
  • -       La misma que utilizas tú, sí.

Cuando acabé de servir la comida en los platos le mandé al salón, se sentó y me puse a su lado para dejarle el plato en su sitio, agachándome lo suficiente como para poner mis pechos a la altura de su cara. Carraspeó.

  • -       ¿Más vino?
  • -       Sí, por favor. – Dije mientras me sentaba.

Todo el que me conozca sabe que un exceso de vino, o alcohol, en mi sangre me hace soltarme un poquito más de la cuenta, y más cuando tienes en tu casa a tu vecino, el cual te escucha correrte. Podría ser divertido para una mente como la mía que, encima, estaba nublada por exceso de vino blanco.

Quería ser una buena anfitriona este fin de semana, hasta que el pobre Fran pudiera entrar en su casa.

Cabe decir que la comida estuvo con miraditas, dobles sentidos y sonrisas, mientras los platos se vaciaban y el vino también.

¿Qué ocurre con el vino? Que entra muy bien, sobretodo sentada, pero cuando te levantas te abofetea el alcohol de lleno. Y ese fue mi caso al levantarme de la mesa para llevar mi plato a la cocina y fregarlos. Insistió en hacerlo él, pero era el invitado, tenía que estar mimado.

Le indiqué que se sentara en el sofá que iba a preparar café para bajar este pequeño pedete de vino, y riéndose accedió. Puse la cafetera mientras fregaba los platos y él estaba en silencio.

Llegué al salón con una bandeja con el café, la leche y el azúcar, me incliné a servírselo y sus ojos se plantaron en mis tetas descaradamente.

  • -       ¿Algo que te guste?
  • -       Joder, si me las plantas así.
  • -       ¿Así como? Te estoy sirviendo el café. – Me reí.
  • -       Pero es que están muy cerca y estas…sin…
  • -       ¿Sin?
  • -       Sin sujetador.
  • -       Que observador eres.
  • -       Tienes los pezones a centímetros de mi cara y van a traspasar tu camiseta, ¿Cómo no quieres que mire?
  • -       Es que estoy más cómoda sin eso puesto.
  • -       Me parece estupendo.
  • -       Bebe café y deja de mirarme las tetas, o esto será raro.
  • -       ¿Más raro que meter a tu vecino en casa y hablar de porno y de debilidades, mientras me apuntas con tus tetas?
  • -       Es verdad, no puede ser más extraño. Pero por otro lado… - Me senté y cogí mi taza. – Nos conocemos desde hace más de 8 años, hay confianza. Y, además, me has escuchado correrme, eso es un plus.
  • -       Joder, eres bien directa.
  • -       Estás en mi sofá mirándome las tetas. No te quedas atrás en ser directo.

Brindamos con café, ¿eso es posible?, y nos quedamos traspuestos en el sofá ambos viendo una película mala de antena 3.

Nos despertó el sonido de mi móvil. Sofía me llamaba para quedar, pero le dije que tenía mejores planes, que no me apetecía estar por ahí en un lugar lleno de gente. Y que tenía visita este finde.

Estuvimos hablando del problema de no tener ropa limpia en casa y se nos ocurrió la fantástica idea de mirar por la ventana de mi habitación hacia la suya, donde el tendedero se comunicaba, y jugamos a pescar la ropa con las pinzas de la comida y el cepillo de barrer.

Fue gracioso.

Y por la noche preparé una pizza que había comprado él ese día y nos sentamos a ver una película en HBO. La película elegida tenía escenas subiditas de tono, y se hizo un poco complicado verla con él sentado a mi lado y posando su mano en mi muslo a cada rato sin darse apenas cuenta.

 

  • -       Para esto, ¿no es mejor ver porno?
  • -       ¿En compañía? Eso se ve a solas.
  • -       En compañía puede ser divertido.
  • -       No sé yo…

Tragué saliva. Me empezaba a poner nerviosa, no sé si por su presencia con esas escenas y por lo que se cruzaba en mi cabeza, pero cada vez tenía más ganas de arrancarle la ropa.

  • -       Tendrás que dormir conmigo, a todo esto, ya que no tengo más camas.
  • -       ¿Y el sofá?
  • -       Es incómodo, tiene más años que nosotros.
  • -       ¿Te arriesgas a dormir en la cama con tu vecino?
  • -       ¿Es que vas a abusar de mí o matarme?
  • -       No haré nada que no quieras.
  • -       Pues no quiero que te dejes la espalda en el sofá. Mi cama es grande, cabemos los dos.
  • -       Tú decides, es tu casa.

Voy a ahorrarme todo el proceso e iré directa al tema que quiere mi querido lector.

Fran y yo nos metimos en mi cama, cada uno en una parte de ella, separados por una almohada impertinente que nos recordaba que no habría contacto entre nosotros. Pero ya se sabe, uno dormido no tiene control total de sus actos, y la almohada acabó en alguna parte del suelo.

Yo tiendo a pegar el culo a todo lo que tengo cerca en la cama cuando estoy dormida, y me acurruqué en forma de cucharita, pegando mi culo a su barriga.

Además, tengo la maldita costumbre de mover el culo reiteradas veces en esa postura, y empezó a despertarme algo duro y que palpitaba en mis nalgas. Abrí los ojos y miré por encima de mi hombro para recordar que Fran estaba ahí, e inconscientemente, este me echó el brazo por encima y me agarró una teta.

Joder. Entre el tonteo, el tacto, como estaba mi vecino, y las ganas de contacto humano que yo tenía, sumado a una polla dura pegada a mi culo, mis pezones no tardaron en endurecerse.

La presión sanguínea corría por mi cuerpo desesperada y desatada, instaurándose en mi entrepierna, donde empezaba a latir. Moví un poco más el culo, restregándome con él inocentemente. Me apretó contra él mientras se sujetaba más a mis pechos.

Lo sentí gimotear y suspirar en mi cuello, agarré su mano y la llevé lentamente a mi entrepierna, colándola por debajo de mi pijama y mis bragas. La apresuré con mis muslos y me removí sutilmente para rozarme con sus dedos, intentando no despertarle mientras sentía el placer y el morbo de estar masturbándome con su mano. Pero se tuvo que dar cuenta, porque al poco noté su respiración diferente y lo escuché despertarse. Me hice la dormida, fingiendo estar sonámbula mientras le restregaba el coño en su mano y gemía, ahora que estaba despierto, para que me escuchara.

Su polla latía contra mi culo, soltaba algunos espasmos involuntarios deseando librarse de la tela. Pero seguí con el juego, a ver hasta dónde podía llegar sus ganas conmigo.

Continué restregándome con él, apretando su mano contra mi coño, frotándome una y otra vez mientras que, a la vez, le rozaba la polla con el culo.  Hasta que no pude soportarlo más y me corrí en sus dedos, y escuché su respiración en mi cuello desesperada y suplicando atención, llena de ganas y frustración.

Llevé su mano empapada de mí a mi boca, y empecé a chupar lentamente sus dedos envolviéndolos con mi lengua, bajo su atenta mirada, ya que se había inclinado para verlo.

Estaba deseando follarme, podía intuirlo por su respiración y por su erección que me presionaba intentando entrar en mí.

Lamí sus dedos, los chupé despacio, y seguí removiendo el culo lentamente frotándome con él.

  • -       Joder… - Le escuché decir. – me cago en la puta…

Me di la vuelta y le pegué mis tetas en su pecho, y con los ojos cerrados, fingiendo estar dormida, seguí chupándole los dedos, y le eché la pierna por encima para abrazarle.

En esta posición, su erección palpitaba directamente en mi sexo, y me moví sutilmente frotándome con su polla. Yo gemía, y a él se le entrecortaba la respiración, que la tenía sostenida en el pecho y la dejaba escapar en forma de gruñido.

Me quedé estática y al rato conseguí dormirme, aunque él dudo que lo pudiera hacer fácilmente. Ya que escuché que se levantaba e iba al baño durante un rato.

Sonreí maliciosa al creer saber el porqué.

 

Al día siguiente me levanté antes que él y me fui a preparar el desayuno. Yo me tomé el colacao, y para él preparé café.

Vino al rato y se sentó en el taburete de la encimera, más callado de lo normal.

  • -       Buenos días. ¿Has dormido bien? – Le pregunté mientras le servía una taza.
  • -       Buenos días. – Sonrió. - Sí, bastante bien, sí… ¿Y tú? ¿Buenos sueños?
  • -      Me he despertado muy relajada, así que supongo que he dormido, descansado y soñado bien. ¿Y tú? ¿dormiste bien?
  • -       Sí… em… - Tragó saliva. – Muy bien.

Estaba nervioso, y yo disfrutaba sabiendo lo que había pasado la noche anterior.

El día transcurrió más o menos como el anterior, con buena conversación, música, vino al medio día, pero esta vez por la tarde, no nos dormimos en el sofá. Y la película que puse, “por error” no era otra que 365 días.

La película es mala con todas sus letras, pero mala de ridícula, sin embargo, sus escenas sexuales son prácticamente pornográfica.

No hablábamos, sólo nos quedábamos perplejos observando la pantalla mientras su mano se ponía sobre mi muslo y nuestras respiraciones se agitaban por la presencia del otro con esto en pantalla.

Abrí un poco las piernas, me recogí el pelo en un lado dejando libre mi cuello, me removí en el sofá y respiré profundo. Me miró de reojo.

Me puse la mano en la entrepierna y me apreté ligeramente a expensas de que se diera cuenta de falta de decoro.  

  • -       Esto no es porno, pero… - Metí mi mano en la ropa mientras me miraba y le clavaba los ojos en los suyos. – Da ganas también de correrse si hay compañía.
  • -       ¿Qué haces…? – Tragó saliva y observé como crecía lo que tenía entre las piernas.
  • -       Tu plan de vino y orgasmos este fin de semana, me parece estupendo. ¿te molesta que me toque contigo aquí?
  • -       No… Es que no me esperaba esto. – Su nerviosismo e inquietud era palpable a los ojos, y se llevó la mano a su polla para apretarla por encima de la ropa. - ¿Y a ti te molesta?
  • -       ¿Qué me toque yo? – Pregunté inocente. – No, me viene bien tenerte de público. Ya que me has escuchado alguna vez, que menos que veas el espectáculo completo.
  • -       ¿Y qué me toque yo?
  • -       ¿Eso quieres? ¿Tocarte también conmigo aquí?
  • -       Me llevas calentando desde anoche.
  • -       Sólo que esta vez estoy despierta y no finjo estar dormida. – Sonreí y le guiñé un ojo mientras me sacaba la mano de las bragas y posaba los dedos en sus labios a ver su reacción.

Me lamió los dedos y supe que tenía las mismas ganas que yo. Me reafirmé.

Me senté a horcajadas sobre él, pegué mis tetas en su cara y comencé a restregarme sobre su polla presionada por la ropa interior. Agarré sus manos y las puse en mis pechos, pero no tardó en llevar una a mi culo mientras me miraba moverme deliberadamente sobre él.

Seguí frotándome contra él, cada vez más deprisa, gimiendo mientras chupaba sus dedos como si fuera su erección, con él cada vez más excitado y la boca entre abierta dejado escapar gruñidos de deseo entre respiración entrecortada.

Estaba cerca del orgasmo, iba a correrme sólo con el roce sobre él y me frené. Me aparté de encima y me puse de rodillas entre sus piernas, mirando a través de mis pestañas, por debajo de las gafas, esperando ver su reacción.

La esperada. Tantas ganas como yo.

Acaricié y acogí su paquete en mi mano, apretando teniendo el control sobre él, que estaba con las piernas abiertas inquieto, mirándome, nervioso, excitado. Metí la mano y la saqué, la masajeé de arriba abajo, para después rozarla por mis labios, pasarla por mi boca, mi mejilla y llevarla a mi boca donde empecé a lamer desde abajo hasta arriba.

Le veía con la boca entre abierta, suspirando, deseando que me la metiera entera, pero le hice esperar un poco.

Seguí pajeando con mi mano, lentamente, recorriéndola con la lengua de abajo arriba, envolviendo la punta con mi lengua, y volviendo a empezar, llegando en alguna vez hasta sus huevos y succionando, chupando, mientras mi mano subía y bajaba dándole placer.

  • -       Joder… - Puso la mano sobre mi cabeza. – Si sigues haciéndome esto… no sé cuánto autocontrol tendré.

Pero yo no hablé. Seguí haciendo lo mismo gimiendo mientras lo hacía, hasta que, en una de las veces, por sorpresa, me la metí en la boca hasta la garganta y me quedé quieta son su polla palpitando en mi fondo.

Gimió, gruñó, noté como inconscientemente con cuidado, movía sus caderas contra mí para follarme la boca. Agarré sus muslos y le dejé quieto, para mover la cabeza yo, haciéndole una mamada bajo su atenta mirada, con él acariciando mi cabeza.

Cuando estaba a punto de correrse paré, esa tensión en su cuerpo me avisaba que si continuaba iba a terminarse aquel juego. Me aparté, me quité la parte de debajo de ropa, y me tumbé en el sofá abriendo las piernas.

No tardó nada en poner su cara entre mis muslos, recorriéndolos con sus labios mientras me clavaba los dedos en ellos, y pasando su cara por mi ya mojado coño.

Metí mis dedos entre su pelo y tiré de él, restregué su boca en mi sexo, que impulsaba yo con mis caderas, y me empecé a frotar un poco hasta que él me paró.

  • -       Shh, ahora me toca a mí.

Acarició mi coño despacio, con sus dedos y la palma de su mano y me estremecí de ganas de verlo ahí dándome placer. Abrió mis labios vaginales y pasó la lengua. Un espasmo me recorrió el cuerpo, que no pude controlarlo. Siguió, lamiendo despacio mientras yo tiraba de su pelo y me removía lo que podía bajo sus manos y su boca. Me lamía, de abajo arriba, entreteniéndose en la parte nerviosa que llevaría el control de mi placer.

Se apartó, pasó un dedo y me lo metió. Sacó, metió, sacó, metió… incluyendo un segundo dedo para follarme despacio mientras volvía a acercar su boca hasta mi coño, para devorarme mientras yo me revolvía y gemía bajo sus atenciones.

Sentía como la respiración se me aceleraba, como empezaba a perder el control y me aproximaba al momento del clímax. Algo presionando en mi pecho recorrió mi cuerpo hasta mi sexo donde explotó en un orgasmo, dejando escapar el aire contenido en mi garganta mientras me corría en su boca y pegaba mis caderas contra él, que no dejaba de comerme.

Cuando sintió que ya me había dejado ir lo suficiente se apartó, con su boca brillante de mis fluidos y se sentó en el sofá, con su polla esperando atenciones.

Me incorporé y me senté sobre él, montándolo como una amazona bien domada, y me apoyé en sus hombros para colocarme y dejar que su erección se metiera dentro de mí por ella misma.

Entró con facilidad por lo mojada que estaba, y me quedé sentada sobre él con ella dentro. Quieta.

Comencé a moverme lentamente actuando con fricción sobre él y, con mis tetas fuera, rozando por su cara mientras intentaba acogerlas con su boca.

Subí y bajé, una y otra vez, subiendo y posando mis tetas en su cara mientras restregaba su boca, bajé para clavarme en ella y restregarme mientras agarraba mi culo y me empujaba para seguir. No sabía quién llevaba el control en ese momento, pero el caso es que ambos estábamos pasando todos los umbrales de placer, excitación y morbo.

Subía y bajaba, el impulsaba sus caderas contra mí para que la penetración fuese aún más profunda, y sujetándome las nalgas así, me folló con fiereza haciendo que me deshiciera con cada embestida hasta mi interior. Con cada arremetida más gemía, y es que no se puede describir con palabras las clases de placer que podía sentir en esa postura estando, literalmente, entre sus manos.

Creía llevar yo el control, pero él se apoderaba de mí cuando me follaba a voluntad pese a estar yo encima, haciendo que me desarmara en su pecho cayendo contra él y que él siguiera penetrándome.

Volví a sentir esa sensación tan agradable y desesperante, tan familiar, el deseo de correrte cuando estás tan cerca, la necesidad de liberarte y quedarte totalmente satisfecha, y poco a poco me fui acercando más y más hasta que no pude aguantarlo más y me volví a correr con su polla dentro de mí, apretándole con mis paredes vaginales, provocando el orgasmo en él.

Una mezcla de mis gemidos, los suyos, sus quejidos y gruñidos, hubieran alertado a los demás vecinos si hubieran estado ahí.

Seguía el movimiento, cada vez más despacio ya mientras lo sentía latir e inundarme con su semen dentro de mí, y como entraba y salía lentamente con su polla empapada de ambos hasta estar totalmente satisfechos y calmados.

Salió de mí, e inconscientemente nos besamos despacio, lento, muy sensual, cuando curiosamente no nos habíamos besado en todo el sexo. Solo nos separamos para hablar un momento.

  • -       Eres una buena anfitriona.
  • -       Y una buena samaritana.
  • -       Dese luego que sí… si lo llego a saber, me dejo las llaves antes.

Y ambos soltamos una risita mientras volvíamos a besarnos aún pegados.

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